Chibi Kazu-chan
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Plot: Siendo curioso, como siempre, Kazuki aprende por las malas a no husmear en los asuntos privados… Sobre todo, si se trata de la casa de una bruja. ¡De alguna forma, se convierte en un niño de cinco años, y todo el mundo quiere su custodia!
Disclaimer: Bueno, este sitio se llama Fan Fiction, así que… No, Get Backers no me pertenece. u.u
Conteo: Unas mil quinientas palabrillas…
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La recuperación había terminado. Había sido uno de esos trabajos especiales, que no sacaban lo mejor de ti porque no eran tan importantes, pero que te dejaban satisfecho. Era la exacta sensación de un jugador de ajedrez ganando por poco, después de haber estado en una tensión deliciosa, donde todos los movimientos estaban estrechamente entramados, e incluso era difícil mover un peón sin afectar todo el juego. Kazuki y Shido habían tenido qué trabajar junto a los Recuperadores, y Kazuki no estaba seguro cómo habían llegado a la casa de María Noches (la discípula de la abuela de Ban, quien cuidó de él durante su infancia), pero sospechaba que tenía qué ver con Ginji y su deseo de ser mimado por una bruja que aparentaba ser joven, cuando en realidad tenía casi un siglo de vida. También era obvio que el propósito de esta visita era embriagarse: porque habían ganado, por su pequeña victoria personal, por el dinero… El pretexto era lo de menos.
Llegó cierto momento en la fiesta en que Fuuchouin se sintió fuera de lugar; sobre todo porque Ban y Ginji ya habían empezado a cantar ciertas canciones que él jamás había escuchado, y aunque Shido no parecía tan alegre, estaba claramente perdido en universos de licor, porque mostraba una extraña expresión en la cara que asemejaba mucho a la de un mono de las montañas en trance; el intento de Kazuki de distraerse haciendo figuritas con sus hilos había fracasado (sobre todo, después de recordar que la mayoría de aquellos juegos infantiles se llevaban a cabo entre dos personas), frustrándose en el momento justo en que olvidó cómo hacer la "taza y el plato".
Decidió que perdería el tiempo mientras todo terminaba, porque estaba claro que acababan de elegirlo el conductor designado, sin siquiera habérselo propuesto. Esas cosas se intuían.
Entonces divisó una puerta, al fondo de la habitación. Aunque todo el lugar se veía cómodo y moderno, aquella puerta resquebrajada parecía venir de otra época, de hace cien años, por lo menos. Ese era un motivo lo suficientemente poderoso para obligar a Kazuki a ir a echar un vistazo… Además, sólo iba a husmear un poquito, ¿qué mal podía hacer? Mirar no era ningún pecado. Esperó a que todos estuvieran distraídos con algo (en este caso, la pobre imitación que Ginji hacía de Gackt), y saltó de su silla con el sigilo que cualquier gato envidiaría. Nadie lo notó salir de la habitación.
Entonces empezó a vaguear.
Se encontró al inicio de un largo pasillo, cuyo final era indistinguible debido a la oscuridad que emborronaba el extremo opuesto del lugar, como a un dibujo a lápiz que hubiera sido arruinado por la fricción. Kazuki sintió aquella emoción que conocía tan bien: estar en un lugar prohibido, fuera cual fuera; o escuchar una conversación ajena; descubrir los secretos de los demás, los misterios de sus vidas, los aspectos ocultos que avergonzaban o entristecían a quienes, día a día, le daban una cara sonriente.
Las duelas del piso crujieron conforme fue avanzando, y a Kazuki le recorrió un escalofrío delicioso; el aire se enrarecía y volvía irrespirable mientras recorría el extraño pasillo, y cuando un haz de luz lo atravesó transversalmente, Fuuchouin pudo ver las volutas de polvo que se arremolinaban en ondas artísticas… Pero no es momento de fijarse en estos detalles, se dijo el Maestro de los Hilos, tenía cosas mucho más interesantes qué ver.
Finalmente, la oscuridad fue tanta que absorbió todo lo demás; lo único que Kazuki alcanzaba a escuchar era el tintineo de los cascabeles que le pendían del suave y sedoso cabello, color chocolate. El Maestro de los Hilos sintió que estaba cerca de algo importante, y una emoción anticipada empezó a recorrerle el cuerpo.
Por supuesto, jamás debió abrir la siguiente puerta, visto todo el asunto en retrospectiva, porque aquello lo iba a meter en muchos problemas, pero a Kazuki nunca llegó a convencerle aquella frase de que la curiosidad mató al gato, es decir, él no era ningún gato; además, ¿qué probabilidades había de que el gato hubiera muerto por curioso? ¡En todo caso, habría muerto por descuidado!
Pretextos, pretextos.
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Kazuki no recordaba nada más de aquel día. Bueno, sólo un juego de voces, borrosas, atenuadas y lejanas; imaginó que así era como debían escuchar los soldados a quienes les acababa de explotar una bomba de sonido en un sitio más o menos cercano.
No se esforzó mucho en recordarlo, tampoco, pues ese era un día que quiso olvidar instintivamente.
Sin embargo, recordó el tono que usó Midou cuando un "qué demonios…" se le escapó sin remedio de los labios.
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La guerra por la custodia había comenzado en el preciso momento en que Ginji descubrió a Kazuki desmayado en la habitación de María Noches.
Por supuesto, la primera impresión que tuvo fue que María era una secuestradora enferma, inmiscuida en la trata de blancas.
Allí, en esa habitación misteriosa (precedida por un largo pasillo lleno de maldad, telarañas y la luna llena colándose entre la única, pequeña y lanceolada ventana alta), yacía una niña pequeña, arrebujada entre un mar de telas que tenían toda la pinta de ropa de hombre… Ginji se atragantó cuando ahogó un grito y luego le dio un ataque de tos; esto sólo provocó que se tapara la boca, asustado por la posibilidad de despertar a semejante angelito. Tenía qué hacer algo… Si María era esa clase de criminal (¡y él que le tenía tanta confianza…!), lo menos que Ginji podía hacer era ayudar a la pobrecilla víctima.
"Valor, Ginji", se dijo Amano, mentalmente, y empezó a retorcerse las manos sudorosas y frías. "Debes ayudar a esta pobre niña sin levantar sospechas, ¡actúa discretamente!"
— ¡Ban-chaaan!
Una amenaza rubia irrumpió en la habitación principal de la casa de María, de tal suerte que sólo se distinguió una mancha verde parlanchina y llorosa: la estela de esferitas luminosas, brotando de sus ojos color café, marcó el camino de su desgracia. No tenía ningún otro blanco natural: Ginji se aferró a los hombros de Ban, incluso con más fuerza de lo normal. Como siempre, Ban le demostró su aprecio aventándolo tan lejos como pudo.
— ¿Qué quiers, anguila? — logró articular Midou, aún con una lata de cerveza en las manos. Ginji estaba blanco como la parafina de las velas, traslúcido, prácticamente. Shido siguió perdido en un mundo maravilloso y no pareció notar los alaridos de Ginji, pero María lo miró con curiosidad y se le dibujó en la cara una expresión de ternura. Ginji aborreció esa cara. Tanto como pudo… después de todo, estamos hablando de Ginji Amano. Ban notó que su compañero se le quedaba mirando a la bruja con la más pura representación del miedo en las facciones, y él también sintió un poco de curiosidad, pero no lo dijo. La mano temblorosa de Amano se levantó y apuntó inestablemente a la mujer, mientras abría y cerraba la boca como un pececito, claramente tratando de decir algo que no lograba salir de su garganta. Ban empezó a desesperarse y lo miró con fastidio. Ginji siguió ahogándose irremediablemente, Ban lo miró con más severidad; Ginji empezó a emitir unos soniditos guturales, Ban lo golpeó. — ¡¿Qué demonios te pasa?!
— Ban-chan… Esa… Esa mujer… — Ginji no pudo soportarlo más y la acusó en su forma chibi para restarle impacto — ¡Nos engañó a todos!
En ese instante, Ginji hizo un milagro: trajo de vuelta al mundo físico a Shido; el maestro de las bestias se le quedó viendo con el entrecejo fruncido.
— No puede ser, Ban y Ginji tenían una aventura con María Noches. — Se informó Shido, en voz alta. Después, volvió a su estado vegetativo.
Por su parte, María no se sintió ofendida ni traicionada, ni mucho menos. Simplemente le sonrió a chibi-Ginji, maternalmente, y se acercó a él para hacerle mimos como siempre, pero el pequeño se alejó violentamente, con la dignidad intacta de un niño.
— ¡No me toques, mala mujer!
— ¿Mala mujer? — repitió Ban, para sí mismo, dándose cuenta una vez más de las nulas habilidades de Ginji en esto de ser malo y toda la cosa. Se encogió de hombros y le dio otro sorbo a su cerveza de mala calidad, decidiendo que el asunto no era importante.
— ¡Ban-chan, tienes qué ayudarme, hay una niña pequeña encerrada en una de las habitaciones de ESA MUJER! — la siguió designando de esa forma el rubio, ya en su estado normal, de adulto.
Lo único que provocó Amano fue que Ban le regalara por completo su mirada. Luego, lo hizo reír a carcajadas. Shido despertó de su letargo una vez más, y como vio que Midou se estaba riendo, pensó que no podía quedarse fuera del chiste (cualquiera que hubiera sido el chiste, pero sabía que sería raro si no se reía) y lo secundó.
María se le quedó viendo a Ginji con los ojos bien abiertos hasta que Ban dejó de reír. Por cierto, Fuyuki siguió haciéndolo, y con más ganas que Ban, por lo que Midou se le quedó viendo como a un bicho mutante, supuestamente extinto o algo por el estilo, hasta que Shido paró de reír y se atrevió a acusarlo de amargado.
— A ver, enséñanosla. — Lo retó Ban, con el semblante serio.
— ¡Qué pervertido! — comentó Shido en un tono casual, pero nadie le hizo caso a su intento de broma.
— Yo también quiero verla, Gin-chan. — Intervino María, decidiendo que lo mejor era seguirle el juego a un ebrio (aunque Ginji en realidad no estaba tan perdido, nada más estaba contento; o lo estuvo, hasta que vio a la niña).
— ¡SÍGANME! — exclamó entonces Ginji, sintiéndose como una especie de detective o algo así. Entonces se dirigió hacia la puerta envejecida de la habitación e ignoró, en su preocupación, el pequeño regaño que le dio María por husmear en las casas ajenas. Cuando finalmente llegaron a la habitación (María exclamó que era privado en un tono agudo), Ban encontró el interruptor de la luz y encendió una bombilla pequeña, opaca y de poca luminosidad que colgaba del techo por un cable de treinta centímetros.
Después de un reconocimiento rápido del lugar, fue en ese momento que encontraron a Kazuki Fuuchouin (lo averiguaron un poco más tarde), convertido en un niño, de aproximadamente cinco años.
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¿Qué tal? Es una locura, ¿verdad? XD
Tenía ganas de escribir algo de Get Backers y se me ocurrió esta especie de cliché, espero que no les moleste demasiado. Espero que los capítulos queden así de cortos, para que la historia sea rápida de leer. Pueden dejar sus quejas y sugerencias en el buzón mientras no sean groseros! Gracias por haber leído, nos vemos después! :D
