Tsuna guardó silencio por unos pocos segundos.
Que se transformaron en unos largos y tediosos minutos.
La escena era bizarra, traumante e… ¿inquietante? Y al parecer no era el único que pensaba eso, porque su autoproclamada mano derecha a un lado de él se encontraba en estado de shock con una mueca bastante curiosa en su rostro y, estaba completamente seguro, que esa misma mueca estaba plasmada en su rostro.
Intercambiaron una mirada y, sin decir palabras o ponerse de acuerdo, ambos dieron la vuelta al mismo tiempo, emprendiendo la retirada esperando borrar los últimos minutos de su existencia permanentemente de su memoria.
-Creo que deberíamos empezar a almorzar en otro lado, Décimo.
Un asentimiento de cabeza fue lo que recibió por respuesta.
-Espero que Dino traiga consigo a sus subordinados- agregó Tsuna, preocupado en algún lugar de su mente por el jefe de los Cavallone, pero no tanto como para volver y verificar el estado físico del rubio. La suya también peligraría si volvía. Mas su respuesta vino a él como una mancha amarilla cayendo por las escaleras que se encontraban bajando y que terminó por estamparse en la pared frente a ellos. Dino tuvo el tiempo justo para recuperarse del golpe antes de emprender la huída en medio de una docena de tropezones antes de que un Hibari saltando ágilmente lo persiguiera, tonfas en mano, dándole caza con una expresión furibunda en su rostro muy diferente a la mueca divertida del rubio.
Tsuna suspiró, caminando apresuradamente para salir de allí dejando atrás esa escena bizarra. Nunca volvería a subir a la azotea, o al menos no sin golpear la puerta antes avisando de su presencia, así les daría tiempo a quien fuese que estuviera allí de dejar de hacer lo que sea que estuvieran haciendo. Eso evitaría que muchas escenas no deseadas llegaran a su cerebro, porque ver a alguien besarse, o al menos ver a esos dos hacerlo, no era algo que quisiera retener en su mente.
Y he allí la moraleja del día de hoy, pensó ironico Tsuna entrando al salón con Gokudera.
Y Dino había aprendido que nunca debería volver a insinuar en broma algo referente a esposas y látigos mientras estaba con Hibari. Porque lo único que iba a recibir a cambio era una tonfa en su cara.
