Industrias Enchancia era una compañía global que comercializaba y manufacturaba gran variedad de productos. Su CEO Roland I, había hecho crecer la empresa junto con su Vicepresidente y fiel amigo Goodwyn, quien había desarrollado avances científicos significativos, y era un investigador renombrado. Su hija, Cordelia y el primogénito de Roland I, Roland II habían crecido juntos como buenos amigos, constantemente aterrorizando a Cedric, 15 años más chico que ellos, el hijo menor de Goodwyn.

Cordelia, siguió los pasos de su padre incursionando en las ciencias, volviéndose una renombrada doctora, desarrollando diversas técnicas en la medicina, había tenido una hija 4 años más chica que los hijos de Roland II, quien había crecido para ser el heredero de la empresa, se había casado con una compañera de universidad y había tenido un par de hermosos gemelos, pero a su nacimiento, su mujer había muerto por complicaciones en el parto, dejándolo viudo y padre de dos traviesas criaturitas.

Cedric, quien había crecido con constantes comparaciones con el éxito de su padre y de su hermana, no había tenido una infancia fácil. Siempre había tenido que esforzarse el doble para demostrarles a todos que era capaz de grandes cosas, pero nunca había recibido el reconocimiento por su esfuerzo, sin embargo cuando algo salía mal siempre era culpado, y parecía ser que lo único que reconocían de él era su fracaso.

Cuando Cedric se tituló a los 21 años ni siquiera su éxito pudo celebrar, pues había un evento más importante que su titulación. Cedric se enteró de la boda de Roland II, y no estaba particularmente emocionado. Él sabía perfectamente que le habían invitado por respeto a su padre y para él fue problemático tener que ir en nombre de sus padres, que habían decidido irse en un crucero para esas fechas, y con Cordelia en el extranjero dando conferencias, no le quedó otra alternativa más que ir.

Lo que sí sorprendió bastante a Cedric fue el encontrarse que Roland II, el CEO de Industrias Enchancia se casaría con una simple zapatera, quien llevaba años confeccionando a mano los zapatos de Roland II, y quien además tenía una hija de 8 años.

Ese día Cedric lo recordaría vagamente, vestiría en sus típicos tonos oliva, uva mostaza y grises, su distinguida cabellera con el frente blanco grisáceo (característica particular desde su nacimiento) y su nariz aristocrática, tez pálida y complexión alta y delgada dándole un aire de elegancia en su porte.

La ceremonia sin duda fue esplendorosa, gente de todo el mundo había asistido, y el salón (en uno de los lujosos hoteles de los que Roland II era el dueño). La novia, Miranda, parecía una buena persona, usaba un vestido rosa coral, que contrastaba de manera agradable con su tez morena y su cabello castaño obscuro ondulado. Alegre, sencilla, con una belleza natural, y la manera en la que se miraban ella y Roland quien vestía un traje color azul turquí combinado con ocre que lo hacía parecer de la realeza, definitivamente era amor.

Cedric sintió un poco de celos, tras los tormentos de Cordelia y Roland, y crecer en la sombra de su padre, Cedric nunca pudo llevar una vida normal, sus relaciones no solían durar, eran por apuestas o por interés del dinero de su familia o un poco de fama. Le habían roto el corazón en múltiples ocasiones, hasta que finalmente él había decidido que no necesitaba de alguien.

Ver la compatibilidad entre los novios, era demasiado para él. Sin embargo, le ganó la curiosidad de saber sobre la hija de Miranda antes de retirarse. Al parecer, la niña tenía la misma edad de los gemelos de Roland, 8 años. Cedric esperaba ver una niña regodeándose por su nueva vida de lujos, pero no parecía estar en ningún lado.

Los gemelos, Amber y James, estaban sentados con algunos amigos, compañeros de la escuela o hijos de amigos de su padre, había una silla desocupada, seguramente de la niña, pero no había ningún indicio de ella por ningún lado.

Cansado de buscar entre la multitud, Cedric se disponía a irse de la fiesta, había sido bastante sencillo pasar desapercibido desde la mesa a la orilla del salón, lejos de la fiesta en la que había decidido sentarse. La mayor parte de la fiesta lo había pasado desde su lugar observando las actitudes de los demás invitados, apreciando a las mujeres elegantes y alegres desde su lugar, mirando con desdén a personas que reconocía de su juventud, otras que se habían llegado a burlar de él, constantemente maldiciendo entre dientes.

Mientras le daba un último trago a su copa de champán, un destello morado le llamó la atención. En la mesa contigua a la suya se encontraba una pequeña, de cabello ondulado castaño rojizo, tez clara y unos grandes y vistosos ojos azul celeste. Vestía un lindo vestido en tonos lila, con aplicaciones en perlas, y un hermoso amuleto color morado destellaba con la iluminación de la fiesta.

La rara gema fue lo que cautivo la mirada de Cedric, era idéntica a una piedra única, sin duda alguna, era el amuleto de Avalor. Cedric había leído de él, había sido tallado a mano por la civilización misteriosamente extinta de Marú. Durante su infancia, Cedric había estudiado muchos escritos Maruvianos que no había logrado comprender, y hasta la fecha, había sido el único misterio que nunca había podido resolver.

El Amuleto de Avalor, era una gema misteriosa, la única en el mundo y esa solitaria niña la traía en el cuello. Sin darse cuenta de en qué momento, Cedric se encontraba a un lado de la pequeña. Estaba sentada, con una sonrisa definitivamente melancólica y suspirando en resignación observando a la feliz pareja bailar en la pista.

La sensación de alguien parado a su lado la sobresaltó y la trajo de vuelta de sus pensamientos.

"¡Oh!" Exclamó nerviosa "¿Es este su lugar? Lo siento, no era mi intención sentarme aquí" Dijo de manera torpe y se estaba parando del lugar para alejarse lo más pronto posible cuando Cedric la detuvo con un gesto de la mano.

"No no, no es mi lugar, solamente quería admirar el hermoso collar que lleva usted puesto" Dijo mientras señalaba el amuleto.

La niña sujeto el collar y lo observó por un momento, luego observó a Cedric, y lo estiró un poco para enseñárselo sin quitárselo del cuello.

-"Es un regalo de bienvenida" Dijo la niña cabizbaja "Supongo ha de ser una piedra fina."

"¿Regalo de Bienvenida?" Preguntó Cedric levantando una ceja mientras acariciaba la fina superficie de la gema, la cual destello suavemente bajo sus dedos.

"De parte de mi padrastro, lo siento, ehhm mi padre, madre dice que ahora debo llamarlo así" Dijo ella mientras señalaba a la feliz pareja

"¡Oh!" Exclamo ahora Cedric, alejando su mano de la gema. "Entonces eres la hija de la nueva esposa de Roland." Afirmó Cedric más para sí mismo que para ella, y se dispuso a estudiarla, se veía triste, resignada, no era la niña que esperaba ver. El imaginaba a alguien más como su hermana, vanidosa y regodeándose de haber sacado la lotería con su nuevo padrastro.

"Sí" Acepto ella, con poco entusiasmo. "Mi madre está más feliz que nunca, y ya no tendrá que pasar horas en el taller trabajando arduamente y lastimar sus manos, sé que debería estar celebrando con ellos, pero no puedo evitar sentir que no pertenezco a este mundo" Comentó ella melancólicamente.

Cedric la observó por un momento, y no pudo evitar sentirse ligeramente empático con ella. "Lo siento" Escapo de sus labios de manera suave y genuina. Cosa que sorprendió a ambos, ella lo miró de manera curiosa, luego se dio unas palmaditas en los cachetes para sonreírle a Cedric de la manera más cálida que alguien jamás le había sonreído. No supo cómo responderle a la niña sólo la observó con el rostro un poco sorprendido.

"De acuerdo, fue suficiente, hoy es el día especial de mi madre y esta será mi nueva vida, así que me tengo que empezar a acostumbrar." Dicho esto, cogió las orillas de su vestido para hacer una tierna reverencia "Mi nombre es Sofía, gusto en conocerlo Señor"

Cedric se limitó a pellizcar el puente de su nariz de manera exasperada. ¡Señor!, le acaban de llamar señor, a sus 21 años. -Es solamente una niña- se dijo a sí mismo. "Gusto en conocerla señorita Sofía, soy Cedric" imitó una cortesía que hizo reír a la niña. No solía tratar con niños, le desesperaban, y no solía caerle bien a los niños, más que a su sobrina Callista, quien tenía 4 años. No pudo evitar voltear los ojos por lo ridículo que se sentía hablando y haciendo reír a una niña en una boda dónde había bastantes mujeres solteras, y adultos con quien hablar.

"¡Sofía!" Dijo a lo lejos una voz femenina. Eran Miranda y Roland que se acercaban a ellos. –Vaya mi suerte- pensó Cedric.

"¿Cedric?" Preguntó Roland un tanto sorprendido de verlo.

"Roland" Dijo Cedric de manera fría, mientras se paraba derecho y levantaba un poco la cara, de manera orgullosa. "Felicidades" Dirigió hacía Miranda.

"Déjame presentarte, él es Cedric, hijo de Goodwyn y de Winifred, amigos de mi padre. Su hermana mayor Cordelia creció conmigo, somos viejos amigos los tres." Dijo Roland cálidamente presentando a ambos. "Y ella es mi amor, mi esposa Miranda" Dijo orgullosamente.

"Oh Rolly, basta." Dijo Miranda con un leve sonrojo. "Mucho gusto Cedric, espero que Sofía no te haya importunado" Dijo mientras arreglaba cariñosamente el cabello de Sofía y la abrazaba tiernamente.

"Al contrario, solamente se estaba presentando. Yo me disponía a retirarme, es tarde y debo terminar unos pendientes de la universidad." Dijo Cedric, despidiéndose de la familia, echó una última mirada al collar de Sofía, ella le observo con una sonrisa y se despidió de él agitando su mano efusivamente y aquella fue la última vez que habló con la niña, sin embargo paso varios años investigando a fondo sobre el collar.