Los libros de la saga Vamperi academy y de cincuenta sombras de Grey no me pertenecen. Son de las maravillosas Richelle Mead y E.L. James respectivamente.

Son solo míos algunos cambios en la historia y nuevos personajes

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Capitulo uno

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La desesperación me impedía respirar. Rostros por todas partes, manos fantasmales rodeando cada parte mi cuerpo y ojos, ojos observándome. Los hermosos jades que crecí amando dejaron de mirarme con alegría, rápidamente alrededor del iris se formó un aro rojo sentenciando a su ser a vivir sin alma; su rostro se tiño de sangre y su mirada compasiva se convirtió en una aterradoramente fría. A su lado con el mismo aspecto, estaba el primer hombre que ame, el hombre que me arruino, se regodeaba por la sangre inocente en sus manos, Dimitri.

Mi cuerpo se sacudía de manera violenta y a lo lejos pude escuchar un suave y preocupado murmullo "despierta"- decía "Por favor, Rose, despierta". Inhale bruscamente sentándome en mi cama como si de un resorte me tratase. "Shhh, Shhh, calma nena. Ya paso" arrullaba mi amiga con ternura rodeándome con sus brazos mientras yo sollozaba en el hueco de su cuello. "Todo esta bien" repetía una y otra vez. Después de unos minutos cuando los espasmos se calmaron y paro mi llanto, me aleje reuniendo mi mirada con la suya, no eran los jades de la que una vez ame como a una hermana ni los esmeraldas que tan profundamente me enamoraron, pero eran verdes, verde cartujo con hermosas líneas amarillas en el iris, me hacían pensar en campos verdes llenos de girasoles.

Toda en ella era hermoso, sus brillantes y vivaces ojos, el largo y manejable cabello rubio fresa, la nariz respingona, su curvilíneo y tonificado cuerpo. Cualquier chica moroi moriría por un cuerpo como el suyo. Tan bella que era capaz de hacer que la lengua de los hombres se trabase, aun con su cabello revuelto por el sueño, sus ojos y nariz rojos e hinchados por la gripe que la molesta desde ayer seguía vendiéndose maravillosa. Kate es mi compañera de piso desde que la conocí hace poco más de cuatro años "Lo siento, Kate"- me disculpe- "No quería despertarte"

"No seas tonta Rosemarie" utilizo mi nombre completo a modo de regaño. "Para eso están las amigas". Sus palabras removieron todo en mi interior, siendo las mismas que tantas veces utilice con Lissa. Las envié lejos negándome a romper en llanto.

"Eres la mejor"

"Lo sé"- dudo, pero continuo- "¿Quieres que lo hablemos?"

Negué Cansada, no tenía el ánimo suficiente para hablar sobre ello. Al principio, el primer año las pesadillas eran diarias, pero con el apoyo de Kate y mi familia se han vuelto mas escazas, aunque no por eso menos dolorosas y aterradoras. "Solo fue un mal sueño"- rápidamente se acomodo en el espacio vacío de mi cama.

"Me quedare" murmuro arrastrándome de vuelta entre las mantas, nos acostamos una enfrente de la otra, tan cerca como si hubiera alguien y no quisiéramos que nos escuchen, una linda sonrisa adorno su rostro, pero ella no llegaba a sus ojos estos seguían cargados de preocupación. Kate, a veces puede llegar a ser una completa perra, pero nunca la vi siendo tan dulce y amorosa con alguien que no fuera yo, bueno, en algunas ocasiones con algún miembro de la familia. Realmente amo a esta chica, es la hermana que mis padres jamás me dieron. Lo que mas me llena es saber que ella me ama en la misma medida y que jamás me defraudaría, no es como ellos. Como los que creía eran los míos. "Estoy aquí, puedes decirme cualquier cosa kardeş" dijo mientras acariciaba mi mejilla suavemente con la punta de sus dedos, sonreí ante el nombre cariñoso. "Nunca voy a dejarte"

Suspire, tomando fuerzas para comenzar "Había mucha oscuridad… y yo… yo estaba en el otro lado, ellos, los fantasmas no querían que volviera…" me detuve, ella me miro esperando para que continuara- "Lissa… era un strigoi, Belikov también. Ellos eran aterradores, Kate" termine cerrando mis ojos con fuerza.

La rubia me evaluó por unos minutos antes de hablar "¿Has pensado en volver con el psicólogo?"

"Sabes que los odio" -negué- "Además me ha ido muy bien hasta ahora. Te tengo a ti" me encogí de hombros con simpleza "Ya sabes, nada como la inquisición Kavanagh"

"Hey" se quejó dándome un débil golpe en el brazo "Adoras la inquisición Kavanagh"

"Si, pero cuando tu enfoque no soy yo" nos reímos despejando el ambiente "Me encantaría, ver al egocéntrico multimillonario que entrevistaras mañana mientras esta bajo la inquisición Kavanagh" murmure apagando la lampara junto a mi cama de nuevo. Mi genial amiga abrió sus brazos invitándome a descansar en ellos –"Realmente esperas que corra a ti"-me burle- "estas apestada"

"Solo porque tú eres un dhampir y no tienes que pasar por esto como los demás mortales, no quiere decir que puedas ponerme en cuarentena ni despreciarme por mi condición como un simple humano. Además, no es como si pudiera contagiarte" quería decirle que, aunque mis genes fueran mitad vampiros y tuviera un gran sistema inmunológico exista una posibilidad de contagiarme, pero al ser esta misma tan remota lo deje pasar. Kate me miraba en la oscuridad dándome un infantil puchero- "Vamos, Rosie, te mueres por venir aquí… Lo sé" canto divertida. Riendo me refugie en su abrazo, ella beso suavemente mi frente. "Siempre que me necesites aquí estaré"

"Lo sé, Kate. Siempre que me necesites aquí estaré" repetí a modo de promesa

"¿En serio?"

El tono en su voz me dijo que esto no me gustaría "Por supuesto" asegure

"Iras por mi a la entrevista mañana" eso sono más como una afirmación que a una pregunta- "No creo que pueda hacerlo, esta gripa realmente me está jodiendo"

"Te dije que fuéramos al hospital Katherine" regañe suavemente

"Sabes como es la gripe para mi Rose, solo tres días de descanso total y sopas, porque no me sirven una mierda los analgésicos" – me acurruque más cerca de ella, buscando comodidad para caer en el letargo conocido como sueño.

"Has trabajado muy duro para esto, no es justo que no puedas hacerla ¿ya preguntaste si-

Ella me corto- "Ni lo digas, tu mejor que nadie sabe lo que he tenido que pasar para conseguir la dichosa entrevista, si pido que la muevan la cancelaran" se quejó- "Si lo haces te deberé una grande". Deberme una grande- pensé. Yo soy la que te debe todo- me dije

"Ok"

"Genial, ya configuré tu alarma" coloqué los ojos ante eso, por supuesto que ya tenía planeado pedírmelo. "Ahora descansa cariño" susurro besando mi frente de nuevo. Al poco tiempo caí en un sueño sin sueños.

Maldije mientras me miraba en el espejo tratando te controlar mi cabello, mis ondas naturales no querían colaborar el día de hoy. Mire a la chica en el espejo piel pálida con un pequeño tono dorado sobre ella haciendo que no me vea enferma, pero tampoco bronceada, algunos dicen que es de un tono un poco más claro comparado con el del interior de una almendra, grandes ojos violetas, nariz respingona, una boca pequeña, pero con labios rellenos. Revise mi cuerpo curvilíneo y tonificado por el entrenamiento, no puedo negar que me veo caliente con el conjunto que elegí: botas café oscuras sobre la rodilla, medias negras, una falda caqui tableada dos dedos sobre las botas, un suéter ceñido al cuerpo gris claro y una chaqueta chanel a cuadros en tonos cafés, azules y grises. Claramente no me veo como una ejecutiva, pero aun así me veo lo suficientemente formal para la ocasión. Si hubiera sido por mí solo sería unos jeans y converse, pero no voy a dejar que ninguno de esos estirados me vea por encima del hombro y mucho menos pienso hacer quedar mal a Kate. Esto es muy importante para ella. Maldije de nuevo observando mi único problema, mi cabello. No había manera de que cediera para hacerme algún moño francés, además, de que si no salía pronto llegaría tarde, suspire levantando mi cabello en una cola alta.

Salgo de mi habitación y veo a Kate acomodada en el sofá con un tazón entre las piernas, mientras se suena la nariz. Realmente me entristecía la situación, ella había trabajado realmente duro por esto y ahora este estúpido resfriado le impedía ir a la entrevista que había concertado para la revista de la facultad con un mega empresario del que yo nunca había oído hablar. Así que va a tocarme a mí. Tengo que estudiar para los exámenes finales, tengo que terminar un trabajo y se suponía que a eso iba a dedicarme hoy, pero no. Lo que voy a hacer es conducir más de doscientos kilómetros hasta el centro de Seattle para reunirme con el enigmático presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc. Como empresario excepcional y principal mecenas de nuestra universidad, su tiempo es extraordinariamente valioso —mucho más que el mío—, pero ha concedido una entrevista a Kate. Un bombazo, según ella. Malditas sean sus actividades extraacadémicas.

"Rose, lo siento. Tardé nueve meses en conseguir esta entrevista. Si pido que me cambien el día, tendré que esperar otros seis meses, y para entonces las dos estaremos graduadas. Soy la responsable de la revista, así que no puedo echarlo todo a perder. Por favor…" —me suplica Kate con voz ronca por el resfriado. Haciéndome acordar de su comentario en medio de la noche.

"Claro que iré, Kate. Vuelve a la cama. ¿Quieres algo?"

"No, así estoy bien. Aquí tienes las preguntas y la grabadora. Solo tienes que apretar aquí. Y toma notas. Luego ya lo transcribiré todo"

"No sé nada de él" —murmuro intentando en vano reprimir el pánico, que es cada vez mayor. No soy una chica tímida ni que se avergüence la mayor parte del tiempo, en realidad en ningún momento, pero hay algo sobre esta entrevista que me tiene los nervios de punta.

"Te harás una idea por las preguntas. Sal ya. El viaje es largo. No quiero que llegues tarde. Rose, no sé qué pasa, pero prometo que todo estará bien" -termina reconociendo lo nerviosa que pone esta situación

"Vale, me voy. Vuelve a la cama. Te he preparado una sopa para que te la calientes después".

La miro con cariño. Solo haría algo así por ti, Kate.

"Sí, lo haré. Suerte. Y gracias, Rosie. Me has salvado la vida, para variar".

Cojo el bolso, le lanzo una sonrisa y me dirijo al coche. Cuando estoy apunto de entrar veo como un hombre alto, bien construido y sin duda bien parecido se acercaba. Era un dhampir, inmediatamente lo reconocí como uno de los guardianes de la reina Tatiana.

"guardiana Hathaway"- asintió en mi dirección

Le mire extrañada "¿Qué hace aquí guardián Jones? Es solo Rose, recuerde ya no soy un guardián". Esto era muy extraño si esta acá era por algo importante, la reina jamás comprometería mi ubicación, a menos de que haya pasado algo malo- "Esta todo bien en la corte"

El hombre rubio asiente "Lo está. No se preocupe, guardiana Hathaway" dijo con una pequeña sonrisa. Rodé los ojos al oír la palabra guardiana, de nuevo. "La reina le envió esto" dijo alcanzándome un paquete. Era un sobre café un poco abultado, pero no tanto, rápidamente se lo arrebate y lo guarde en mi cartera.

Tenia que ser algo serio para que me enviara esto con alguno de sus guardianes "Gracias Jones, te invitaría a pasar, pero tengo prisa" le dije, recordando la reunión a la que llegaría tarde sino me ponía en marcha pronto.

El asintió con simpleza "Me alegra haberte visto Rose, ten un buen día"

"Gracias" agite mi mano mientras él se alejaba hacia su auto, en la vereda contraria "Que tengas un buen y seguro viaje. Mis recuerdos a los demás" – me despedí refiriéndome a la reina y sus demás escoltas personales, ellos eran los guardianes que más veía con frecuencia. Cuando su auto doblo en la esquina, me metí en mi coche y emprendí mi camino a Seattle.

Casi de inmediato los nervios volvieron a apoderarse de mi haciéndome olvidar por completo el paquete en el fondo de mi gran cartera. No puedo creerme que me haya dejado convencer, pero Kate es capaz de convencer a cualquiera de lo que sea. Será una excelente periodista. Sabe expresarse y discutir, es fuerte, convincente y guapa. Y es mi mejor amiga, por ende, no hubiera podido negarle nada.

Apenas hay tráfico cuando salgo de Vancouver, Washington, en dirección a la interestatal 5. Tengo que estar en Seattle a las dos del mediodía. Por suerte, Kate me ha dejado su Mercedes CLK; mi querido storm , se encuentra en el medico, es decir, el mecánico. Poseo un Ford Mustang Boss 429, bueno, no me puedo quejar el Mercedes es muy agradable. Piso con fuerza el acelerador, y los kilómetros pasan volando.

Me dirijo a la sede principal de la multinacional del señor Grey, un enorme edificio de veinte plantas, una fantasía arquitectónica, todo es de vidrio y acero, y con las palabras GREY HOUSE en un discreto tono metálico en las puertas acristaladas de la entrada. Son las dos menos cuarto cuando llego. Entro en el inmenso vestíbulo de vidrio, acero y piedra blanca, muy aliviada por no haber llegado tarde.

Desde el otro lado de un sólido mostrador de piedra me sonríe amablemente una chica rubia, atractiva y muy arreglada. Lleva la americana gris oscura y la falda blanca más elegantes que he visto jamás en una chica de su edad, porque he de admitir que es bastante joven, quizás de mi edad. Está impecable.

"Vengo a ver al señor Grey. Rosemarie Ivashkov, de parte de Katherine Kavanagh"- le dije con formalidad

"Discúlpeme un momento, señorita Ivashkov" —me dice alzando las cejas.

Espero tímidamente frente a ella. Empiezo a pensar que debería haberme puesto algo más formal y con un aspecto más ejecutivo. He hecho un esfuerzo y me he puesto una falda siendo que no soy su más grande fan -no me permiten entrar en una pelea con comodidad-. Tengo montones de ropa elegante, de todo tipo de marcas reconocidas en mi armario, pero prefiero ir mas casual. No es como si quisiera tirarme con un fino traje de chanel sobre el césped del campus a leer o ir con vestido Gucci al Mac Donal's. Me paso por detrás de la oreja un mechón de pelo que se me ha soltado de la coleta fingiendo no sentirme incomoda.

"Sí, tiene cita con la señorita Kavanagh. Firme aquí, por favor, señorita Ivashkov. El último ascensor de la derecha, planta 20.

Me sonríe amablemente, sin duda divertida, mientras firmo. Me dieron ganas de golpear la diversión fuera de ella.

Me tiende un pase de seguridad que tiene impresa la palabra VISITANTE. No puedo evitar sonreír. Es obvio que solo estoy de visita. De alguna forma siento que desentono completamente. No pasa nada, suspiro para mis adentros. Le doy las gracias y me dirijo hacia los ascensores, más allá de los dos vigilantes, ambos muy elegantes con su traje negro de corte perfecto.

El ascensor me traslada a la planta 20 a una velocidad de vértigo. Las puertas se abren y salgo a otro gran vestíbulo, también de vidrio, acero y piedra blanca. Ruedo los ojos ante eso, todo me parece de lo más presuntuoso, aunque en ojos de otros quizás no lo fuera. Me acerco a otro mostrador de piedra y me saluda otra chica rubia vestida impecablemente de blanco y negro.

"Señorita Ivashkov, ¿puede esperar aquí, por favor?" —me pregunta señalándome una zona de asientos de piel de color blanco.

Detrás de los asientos de piel hay una gran sala de reuniones con las paredes de vidrio, una mesa de madera oscura, también grande, y al menos veinte sillas a juego. Más allá, un ventanal desde el suelo hasta el techo que ofrece una vista de Seattle hacia el Sound. La vista es tan impactante que me quedo momentáneamente paralizada. Wow. Estas son las pequeñas cosas que muchas veces no apreciamos.

Me siento, saco las preguntas del bolso y les echó un vistazo maldiciendo por dentro a Kate por no haberme pasado una breve biografía. No sé nada del hombre al que voy a entrevistar. Podría tener tanto noventa años como treinta. La inseguridad me mortifica y, como estoy nerviosa, no paro de moverme. Nunca me he sentido tan incomoda y nerviosa en mi vida. Siendo sincera, no soy la misma mariposa social de antaño, lo que prefiero ahora es estar sola, acurrucada en una silla de la biblioteca del campus universitario leyendo una buena novela inglesa, o en su defecto pasando el rato con Kate y no removiéndome en el sillón de un enorme edificio de vidrio y piedra.

Suspiro. Contrólate, Rose. A juzgar por el edificio, demasiado aséptico y moderno, supongo que Grey tendrá unos cuarenta años. Un tipo que se mantiene en forma, bronceado y rubio, a juego con el resto del personal. Joder, eso si que me hizo poner los ojos en blanco

De una gran puerta a la derecha sale otra rubia elegante, impecablemente vestida. ¿De dónde sale tanta rubia inmaculada? Parece que las fabriquen en serie. Respiro hondo y me levanto.

"¿Señorita Ivashkov?" —me pregunta la última rubia.

"Sí" —le contesto con voz ronca y carraspeo—. "Sí "—repito, esta vez en mi habitual tono seguro.

"El señor Grey la recibirá enseguida. ¿Quiere dejarme la chaqueta?"

"Sí, gracias" —le contesto intentando con torpeza quitarme la chaqueta. No seas ridícula Hathaway, tu no eres una pequeña oveja asustadiza -me regaño.

"¿Le han ofrecido algo de beber?"

"Pues… no". Insegura de si mi estomago podría mantener algo en este momento

Vaya, ¿estaré metiendo en problemas a la rubia número uno?

La rubia número dos, frunce el ceño y lanza una mirada a la chica del mostrador.

"¿Quiere un té, café, agua?" —me pregunta volviéndose de nuevo hacia mí.

"Un vaso de agua, gracias" —le contesto no queriendo meter a nadie en problemas.

"Olivia, tráele a la señorita Ivashkov un vaso de agua, por favor" —dice en tono serio.

Olivia sale corriendo de inmediato y desaparece detrás de una puerta al otro lado del vestíbulo.

"Le ruego que me disculpe, señorita Ivashkov. Olivia es nuestra nueva empleada en prácticas. Por favor, siéntese. El señor Grey la atenderá en cinco minutos".

Olivia vuelve con un vaso de agua muy fría.

"Aquí tiene, señorita ivashkov".

"Gracias, solo Rose, por favor" le digo tratando de ser amable "Me hacen sentir realmente vieja" La rubia número dos niega con la cabeza y con una suave sonrisa se dirige al enorme mostrador. Sus tacones resuenan en el suelo de piedra. Se sienta y ambas siguen trabajando.

Quizá el señor Grey insista en que todos sus empleados sean rubios. Estoy distraída, preguntándome si eso es legal, cuando la puerta del despacho se abre y sale un afroamericano alto y atractivo, con el pelo rizado y vestido con elegancia. Está claro que podría haber elegido mejor mi ropa.

Se vuelve hacia la puerta.

"Grey, ¿jugamos al golf esta semana?"

No oigo la respuesta. El afroamericano me ve y sonríe. Se le arrugan las comisuras de los ojos. Olivia se ha levantado de un salto para ir a llamar al ascensor. Parece que destaca en eso de pegar saltos de la silla. Está más nerviosa que yo, pobre.

"Buenas tardes, señoritas" —dice el afroamericano metiéndose en el ascensor.

"El señor Grey la recibirá ahora, señorita Ivashkov. Puede pasar" —me dice la rubia número dos.

Me levanto intentando contener los nervios. Cojo mi bolso, dejo el vaso de agua y me dirijo a la puerta entornada.

"No es necesario que llame. Entre directamente" —me dice sonriéndome.

Empujo la puerta, tropiezo con mi propio pie y caigo de bruces en el despacho.

Mierda, mierda. Carajo, soy como un jodido ninja a la hora de la lucha y una estúpida puerta me gana. Estúpidos nervios, estúpida entrevista… Estoy de rodillas y con las manos apoyadas en el suelo en la entrada del despacho del señor Grey, y unas manos amables me rodean para ayudarme a levantarme. Electricidad corriendo por todo mi cuerpo bajo su toque Estoy muerta de vergüenza, ¡qué torpe! Tengo que armarme de valor para alzar la vista. Madre mía, qué joven es.

"Señorita Kavanagh" —me dice tendiéndome una mano de largos dedos en cuanto me he incorporado—. "Soy Christian Grey. ¿Está bien? ¿Quiere sentarse?"

Muy joven. Y atractivo, muy atractivo. Alto, con un elegantísimo traje gris, camisa blanca y corbata negra, con un pelo rebelde de color cobrizo y brillantes ojos grises que me observan atentamente. Pero lo más desconcertante es su naturaleza, es un dhampir Necesito un momento para poder articular palabra.

"Bueno, la verdad…"

Me callo. Si este tipo tiene más de treinta años, yo soy bombera. Le doy la mano, aturdida, y nos saludamos. Cuando nuestros dedos se tocan, siento un extraño y excitante escalofrío por todo el cuerpo. Retiro la mano a toda prisa, incómoda. Debe de ser electricidad estática. Parpadeo rápidamente, al ritmo de los latidos de mi corazón.

"La señorita Kavanagh está indispuesta, así que me ha mandado a mí. Espero que no le importe, señor Grey".

"¿Y usted es…?"

Su voz es cálida y parece divertido, pero su expresión impasible no me permite asegurarlo. Parece ligeramente interesado, pero sobre todo muy educado. Otro tipo de miedo me apareció por segunda vez en el día, este tío era un dhampir y sin duda alguna reconocería mi nombre, no podía decírselo, pero tampoco podía mentir metería a Kate en problemas.

"Rosemarie Ivashkov". -odio mi nombre, pero simplemente salió de mis labios- "Estudio literatura inglesa con Kate… digo… Katherine… bueno… la señorita Kavanagh, en la Estatal de Washington".

"Ya veo" —se limita a responderme.

Creo ver el esbozo de una sonrisa en su expresión, pero no estoy segura. Parece que no supo quién era yo.

"¿Quiere sentarse?" —me pregunta señalándome un sofá blanco de piel en forma de L. En cuanto me dio la espalda mis ojos evaluaron su cuello, deseando saber la cantidad de molnija que el llevaba, para mi sorpresa no traía ninguna ni siquiera la marca de la promesa ¿sería alguno de aquellos que se dedica a cazar por su cuenta? No, no parece de ese tipo. Agradecí al cielo, que mi suéter fuera cuello tortuga, ocultando mis tatuajes. Definitivamente si él no decía nada al respecto, yo no lo mencionaría ni de coña.

Su despacho es exageradamente grande para una sola persona observe. Delante de los ventanales panorámicos hay una mesa de madera oscura en la que podrían comer cómodamente seis personas. Hace juego con la mesita junto al sofá. Todo lo demás es blanco —el techo, el suelo y las paredes—, excepto la pared de la puerta, en la que treinta y seis cuadros pequeños forman una especie de mosaico cuadrado. Son preciosos, pintados con tanto detalle que juntos parecen una enorme fotografía de una tormenta eléctrica. Colgados juntos en la pared, resultan impresionantes. Mi corazón latió un poco mas fuerte al mirarlos con detalle y no pude evitar caminar hacia ellos. Eran extrañamente familiares.

"Un artista europeo" —me dice el señor Grey cuando se da cuenta de lo que estoy observando, se para junto a mí.

"Son muy bonitos"- digo acariciando el cristal que los protege con la yema de mis dedos, ansiando poder sentir la pintura bajo el vidrio- "Elevan lo cotidiano a la categoría de extraordinario" —murmuro distraída, tanto por él como por los cuadros.

Ladea la cabeza y me mira con mucha atención.

"No podría estar más de acuerdo, señorita Ivashkov" —me contesta en voz baja.

Y por alguna inexplicable razón me ruborizo. Yo Rose Hathaway, simplemente me ruborice bajo la atenta y misteriosa mirada de este hombre.

Aparte de los cuadros, el resto del despacho es frío, limpio y aséptico. Me pregunto si refleja la personalidad del Adonis que ahora está sentado con elegancia frente a mí en una silla blanca de piel. Bajo la cabeza, alterada por la dirección que están tomando mis pensamientos, y saco del bolso las preguntas de Kate. Luego preparo la grabadora con tanta torpeza que se me cae dos veces en la mesita. El señor Grey no abre la boca. Aguarda pacientemente —eso espero—, y yo me siento cada vez más avergonzada y me pongo más roja. Cuando reúno el valor para mirarlo, está observándome, con una mano encima de la pierna y la otra alrededor de la barbilla y con el largo dedo índice cruzándole los labios. Creo que intenta ahogar una sonrisa.

"Pe… Perdón" —balbuceo—. "No suelo utilizarla". Me defiendo de la inexplicable torpeza y nerviosismo que me dominan el día de hoy.

"Tómese todo el tiempo que necesite, señorita Ivashkov —me contesta.

"¿Le importa que grabe sus respuestas?"

"¿Me lo pregunta ahora, después de lo que le ha costado preparar la grabadora?"

Me ruborizo. ¿Está bromeando? Eso espero. Parpadeo, por primera vez en mi vida no sé qué decir, y creo que se apiada de mí, porque acepta.

"No, no me importa".

"¿Le explicó Kate… digo… la señorita Kavanagh para dónde era la entrevista?"

"Sí. Para el último número de este curso de la revista de la facultad, porque yo entregaré los títulos en la ceremonia de graduación de este año".

Vaya. Acabo de enterarme. Y por un momento me preocupa que alguien no mucho mayor que yo —vale, quizá cuatro o cinco años, y vale, un megatriunfador, pero aun así— me entregue el título. Frunzo el ceño e intento centrar mi caprichosa atención en lo que tengo que hacer.

"Bien" —digo tragando saliva—. "Tengo algunas preguntas, señor Grey".

Me coloco un mechón rebelde detrás de la oreja.

"Sí, creo que debería preguntarme algo" —me contesta inexpresivo.

Está burlándose de mí. Al darme cuenta de ello, me arden las mejillas. Me encantaría bajarle los humos. Me incorporo un poco y estiro la espalda para parecer más alta e intimidante, no tan intimidante no queremos que se asuste o que terminemos en medio de un combate. Pulso el botón de la grabadora intentando parecer profesional.

"Es usted muy joven para haber amasado este imperio. ¿A qué se debe su éxito?"

Le miro y él esboza una sonrisa burlona, pero parece ligeramente decepcionado.

"Los negocios tienen que ver con las personas, señorita Ivashkov, y yo soy muy bueno analizándolas. Sé cómo funcionan, lo que les hace ser mejores, lo que no, lo que las inspira y cómo incentivarlas. Cuento con un equipo excepcional, y les pago bien. —Se calla un instante y me clava su mirada gris—. Creo que para tener éxito en cualquier ámbito hay que dominarlo, conocerlo por dentro y por fuera, conocer cada uno de sus detalles. Trabajo duro, muy duro, para conseguirlo. Tomo decisiones basándome en la lógica y en los hechos. Tengo un instinto innato para reconocer y desarrollar una buena idea, y seleccionar a las personas adecuadas. La base es siempre contar con las personas adecuadas.

"Quizá solo ha tenido suerte".

Este comentario no está en la lista de Kate, pero es que es tan arrogante que me molesta… Por un momento la sorpresa asoma a sus ojos.

"No creo en la suerte ni en la casualidad, señorita Ivashkov. Cuanto más trabajo, más suerte tengo. Realmente se trata de tener en tu equipo a las personas adecuadas y saber dirigir sus esfuerzos. Creo que fue Harvey Firestone quien dijo que la labor más importante de los directivos es que las personas crezcan y se desarrollen.

"Parece usted un maniático del control".

Las palabras han salido de mi boca antes de que pudiera detenerlas.

"Bueno, lo controlo todo, señorita Ivashkov"—me contesta sin el menor rastro de sentido del humor en su sonrisa.

Lo miro y me sostiene la mirada, impasible. Se me dispara el corazón y vuelvo a ruborizarme.

¿Por qué tiene este desconcertante efecto sobre mí? Nadie me había hecho sentir de esta manera- vale Adrian lo hizo- ¿Quizá porque es irresistiblemente atractivo? ¿Por cómo me mira fijamente? ¿Por cómo se pasa el dedo índice por el labio inferior? Ojalá dejara de hacerlo.

"Además, decirte a ti mismo, en tu fuero más íntimo, que has nacido para ejercer el control te concede un inmenso poder" —sigue diciéndome en voz baja.

"¿Le parece a usted que su poder es inmenso?"

Maniático del control, añado para mis adentros.

"Tengo más de cuarenta mil empleados, señorita Ivashkov. Eso me otorga cierto sentido de la responsabilidad… poder, si lo prefiere. Si decidiera que ya no me interesa el negocio de las telecomunicaciones y lo vendiera todo, veinte mil personas pasarían apuros para pagar la hipoteca en poco más de un mes".

Me quedo boquiabierta. Su falta de humildad me deja estupefacta. Yo jamás podría hacer algo como eso. Esa es una de las razones por los que no me atrevo a llevar los negocios de Adrian, no tengo los conocimientos necesarios para hacerlos salir a flote y me aterra fallar y dejar un sin numero de personas, familias sin un sustento.

"¿No tiene que responder ante una junta directiva?" —le pregunto asqueada.

"Soy el dueño de mi empresa. No tengo que responder ante ninguna junta directiva".

Me mira alzando una ceja y me ruborizo. Claro, lo habría sabido si me hubiera informado un poco. Pero, maldita sea, qué arrogante… Cambio de táctica.

"¿Y cuáles son sus intereses, aparte del trabajo?"

"Me interesan cosas muy diversas, señorita Ivashkov". —Esboza una sonrisa casi imperceptible—. "Muy diversas".

Por alguna razón, su mirada firme me confunde y me enciende. Pero en sus ojos se distingue un brillo perverso.

"Pero si trabaja tan duro, ¿qué hace para relajarse?"

"¿Relajarme?"

Sonríe mostrando sus dientes, blancos y perfectos. Contengo la respiración. Es realmente guapo. Debería estar prohibido ser tan guapo.

"Bueno, para relajarme, como dice usted, navego, vuelo y me permito diversas actividades físicas". —Cambia de posición en su silla—. "Soy muy rico, señorita Ivashkov, así que tengo aficiones caras y fascinantes".

Echo un rápido vistazo a las preguntas de Kate con la intención de no seguir con ese tema.

"Invierte en fabricación. ¿Por qué en fabricación en concreto?" —le pregunto.

¿Por qué hace que me sienta tan incómoda?

"Me gusta construir. Me gusta saber cómo funcionan las cosas, cuál es su mecanismo, cómo se montan y se desmontan. Y me encantan los barcos. ¿Qué puedo decirle?"

"Parece que el que habla es su corazón, no la lógica y los hechos".

Frunce los labios y me observa de arriba abajo.

"Es posible. Aunque algunos dirían que no tengo corazón".

"¿Por qué dirían algo así?" interrogo extrañada de su comentario. Puaj, hasta yo con el mío desgarrado se que tengo un corazón.

"Porque me conocen bien". —Me contesta con una sonrisa irónica.

"¿Dirían sus amigos que es fácil conocerlo?"

Y nada más preguntárselo lamento haberlo hecho. No está en la lista de Kate.

"Soy una persona muy reservada. Hago todo lo posible por proteger mi vida privada. No suelo ofrecer entrevistas".

"¿Por qué aceptó esta?"

"Porque soy mecenas de la universidad, y porque, por más que lo intentara, no podía sacarme de encima a la señorita Kavanagh. No dejaba de dar lata a mis relaciones públicas, y admiro esa tenacidad".

Sé lo tenaz que puede llegar a ser Kate, tanto que varias veces me hizo sentarme por horas a llamar a estas mismas oficinas hasta que le respondieran, solo por obtener la dichosa entrevista. Por eso estoy sentada aquí, incómoda y muerta de vergüenza ante la mirada penetrante de este hombre, cuando debería estar estudiando para mis exámenes o haciendo cualquier cosa que me lleve a kilómetros de este lugar.

"También invierte en tecnología agrícola. ¿Por qué le interesa este ámbito?"

"El dinero no se come, señorita Ivashkov, y hay demasiada gente en el mundo que no tiene qué comer".

"Suena muy filantrópico. ¿Le apasiona la idea de alimentar a los pobres del mundo?"

Se encoge de hombros, como dándome largas.

"Es un buen negocio" —murmura.

Pero me resulta que no está siendo sincero -Soy muy buena leyendo a la gente-. No tiene sentido. ¿Alimentar a los pobres del mundo? No veo por ningún lado qué beneficios económicos puede proporcionar. Lo único que veo es que se trata de una idea noble. Echo un vistazo a la siguiente pregunta, confundida por su actitud.

"¿Tiene una filosofía? Y si la tiene, ¿en qué consiste?"

"No tengo una filosofía como tal. Quizá un principio que me guía… de Carnegie: «Un hombre que consigue adueñarse absolutamente de su mente puede adueñarse de cualquier otra cosa para la que esté legalmente autorizado». Soy muy peculiar, muy tenaz. Me gusta el control… de mí mismo y de los que me rodean".

"Entonces quiere poseer cosas… Es usted un obseso del control".

"Quiero merecer poseerlas, pero sí, en el fondo es eso".

"Parece usted el paradigma del consumidor".

"Lo soy".

Sonríe, pero la sonrisa no ilumina su mirada. De nuevo no cuadra con una persona que quiere alimentar al mundo, así que no puedo evitar pensar que estamos hablando de otra cosa, pero no tengo ni la menor idea de qué. Trago saliva. En el despacho hace cada vez más calor, o quizá sea cosa mía. Solo quiero acabar de una vez la entrevista. Seguro que Kate tiene ya bastante material. Echo un vistazo a la siguiente pregunta.

"Fue un niño adoptado. ¿Hasta qué punto cree que ha influido en su manera de ser?"

Vaya, una pregunta personal. Lo miro con la esperanza de que no se ofenda. Frunce el ceño.

"No puedo saberlo".

Me pica la curiosidad.

"¿Qué edad tenía cuando lo adoptaron?"

"Todo el mundo lo sabe, señorita Ivashkov"—me contesta muy serio.

Mierda. Sí, claro. Si hubiera sabido que iba a hacer esta entrevista, me habría informado un poco. Aun así, quería gritarle que no soy de las que anda investigando la vida de los demás y mucho menos de multimillonarios ególatras. Suspiro y Cambio de tema rápidamente.

"Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo".

"Eso no es una pregunta" —me replica en tono seco.

No me disculpe como silenciosamente el esperaba.

No puedo quedarme quieta. Ha conseguido que me sienta como una niña perdida. Vuelvo a intentarlo.

"¿Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo?"

"Tengo familia. Hermanos y unos padres que me quieren. Pero no me interesa seguir hablando de mi familia".

"¿Es usted gay, señor Grey?"

Respira hondo. Estoy avergonzada, abochornada. Mierda. ¿Por qué no he echado un vistazo a la pregunta antes de leerla? ¿Cómo voy a decirle que estoy limitándome a leer las preguntas? Malditas sean Kate y su curiosidad.

"No, Rosemarie, no soy gay".

Alza las cejas y me mira con ojos fríos. No parece contento.

"Le pido disculpas. Está… bueno, está aquí escrito".

Ha sido la primera vez que me ha llamado por mi nombre. El corazón se me ha disparado y vuelven a arderme las mejillas. Nerviosa, me coloco el mechón de pelo detrás de la oreja.

Inclina un poco la cabeza.

"¿Las preguntas no son suyas?"

Quiero que me trague la tierra.

"Bueno… no. Kate… la señorita Kavanagh, me ha pasado una lista".

"¿Son compañeras de la revista de la facultad?"

Oh, no. No tengo nada que ver con la revista. Es una actividad extraacadémica de ella, no mía. Me arden las mejillas.

"No. Es mi compañera de piso".

Se frota la barbilla con parsimonia y sus ojos grises me observan atentamente.

"¿Se ha ofrecido usted para hacer esta entrevista?" —me pregunta en tono inquietantemente tranquilo.

A ver, ¿quién se supone que entrevista a quién? Su mirada me quema por dentro y no puedo evitar decirle la verdad. No me voy a dejar de este tipo.

"Me lo ha pedido ella. No se encuentra bien" —le contesto en voz suave, pero firme.

"Esto explica muchas cosas".

Llaman a la puerta y entra la rubia número dos.

"Señor Grey, perdone que lo interrumpa, pero su próxima reunión es dentro de dos minutos".

"No hemos terminado, Andrea. Cancele mi próxima reunión, por favor".

Andrea se queda boquiabierta, sin saber qué contestar. Parece perdida. El señor Grey vuelve el rostro hacia ella lentamente y alza las cejas. La chica se pone colorada. Menos mal, no soy la única.

"Muy bien, señor Grey" —murmura, y sale del despacho.

Él frunce el ceño y vuelve a centrar su atención en mí.

"¿Por dónde íbamos, señorita Ivashkov?

Vaya, ya estamos otra vez con lo de «señorita Ivashkov».

"No quisiera interrumpir sus obligaciones".

"Quiero saber de usted. Creo que es lo justo".

Sus ojos grises brillan de curiosidad. ¿será que solo se ha hecho el tonto y en realidad sabe quién soy? No lo creo. Mierda, mierda. ¿Qué pretende? Apoya los codos en los brazos de la butaca y une las yemas de los dedos de ambas manos frente a la boca. Su boca me… me desconcentra. Trago saliva.

"No hay mucho que saber" —le digo un poco reticente volviéndome a ruborizar.

"¿Qué planes tiene después de graduarse?"

Me encojo de hombros. Su interés me desconcierta. Venirme a Seattle con Kate, encontrar trabajo… La verdad es que no he pensado mucho más allá de los exámenes. Quizás viajar por unos años o tomar mi lugar en el emporio de Adrian, no lo sé.

"No he hecho planes, señor Grey. Tengo que aprobar los exámenes finales". Respondo evitando darle más información.

Y ahora tendría que estar estudiando, no sentada en su inmenso, aséptico y precioso despacho, sintiéndome incómoda frente a su penetrante mirada.

"Aquí tenemos un excelente progra-. Es interrumpido por las The Runaways entonando cherry bomb. El color inmediatamente sube a mi rostro reconociendo el timbre de llamada en mi celular.

"Joder, olvide ponerlo en silencio" me queje cubriendo mi rostro con mis manos- "Lo siento, señor Grey. Lo apagare". Su rostro no expresa ninguna emoción, pero es muy fácil notar la molestia en sus ojos. Comienzo a buscar el teléfono en la cartera

"Conteste" dijo seco –"Han insistido por esta entrevista por nueve meses, si alguien la interrumpe debe ser realmente importante".

Iba a ignorar por completo su ofrecimiento, pero cuando por fin encontré el teléfono me arrepentí y la tomé de una vez, bajo la atenta mirada del señor Grey, era como si me ordenara con sus ojos que recibiera la llamada en mi lugar.

"Dos veces en un día. Pensé que fui clara cuando te dije que estaría haciendo algo muy importante por Kate, viejo"- murmure con un poco de molestia

Hoy definitivamente era un día lleno de sorpresas porque no esperaba que me respondiera esa persona del otro lado de la línea "Me encanta tu caluroso saludo, Rosemarie"-me sentía entre feliz y confundida

"Tía Tatiana" dije con suavidad- "No me imagine que fueras tu"

"Claramente" podía oír la sonrisa en su voz- "Estas en una conferencia Rose. Nos acompañan Abe y el guardián Hans"- directo a los negocios

"Entendido" asentí bajo el escrutinio de el hombre con ojos de acero "Realmente creo que este no es un buen momento"

"Lo lamento Rose, pero este en realidad es el momento" dijo Hans diciéndome que no tenía alternativa

"Hans, Viejo, tía Tatiana buenas tardes" salude un poco mas formal- "Que sea breve"

"Ya revisaste el paquete que te dio el guardián Jones?" cuestiono mi padre

"No, me imagino que debo verlo en este momento" suspire mientras sacaba el sobre de mi bolso

"Solo el sobre blanco" instruyo la reina- "Lo demás puedes tenerlo en la privacidad deseada"

Los ojos de l señor Grey no se separaban de mí, haciendo a mis manos temblar, mientras trataba de abrir el sobre bajo su atenta mirada. Cuando lo logre mire dentro del sobre encontrando dentro de este, varios más. Rápidamente saque el único de color blanco. Lo rompí, sin mirar el remitente y me dispuse a leer los documentos en él.

"Me están jodiendo" inhale bruscamente al leer el contenido. Era remitido por el tribunal en la corte real.

LA GUARDIANA ROSEMARIE MAZUR-HATHAWAY IVASHKOV, ES CITADA POR MEDIO DE LA PRESENTE, HA DE CONVALECER ANTE LA CORTE. DONDE SE LLEVARÁ ACABO EL JUICIO Y POR ENDE SENTENCIA FINAL EN EL PROCESO CONTRA NATHAN IVASHKOV, BAJO LOS CARGOS DE ASESINATO, INTENTO DE HOMICIDIO Y OBSTRUCION A LA JUSTICIA.

No pude seguir leyendo el contenido de la carta, pero no era necesario sabia de que venia toda la cosa. Lo único que realmente no sabia era la fecha y la hora del juico, tampoco me moleste en averiguarlo. Inmediatamente comencé a guardar los documentos en el sobre y este en mi bolsa con los demás. "No estoy yendo"- asevere recostando mi cabeza conta el mueble, observe el inmaculado techo- "Pueden tratar de arrastrarme a la corte, pero ni, aunque mi vida dependa de ello iré. Ya colaboré con todo lo que me era posible, no pienso volver allí"

"Es imperioso, que estés aquí" dijo suavemente Tatiana

"Lo siento"- me disculpe- "Viejo, confió en que me ayudes a Salir de esta- podia oírlo bufar del otro lado- "Nadie puede obligarme a volver" sentencie, dando por terminada la llamada y apagando mi celular.

No puedo creer que esto esté pasado justo ahora.

"¿Problemas legales señorita Ivashkov?" cuestiono el señor Grey. Podría decir que olvide por completo su presencia, pero seria una gran, gran mentira. Sobre todo, cuando sé que sus ojos no me dejaron ni un instante. Me enderece en mi asiento retomando la libreta para continuar con la entrevista.

"Ninguno, señor Grey"

"¿Entonces simplemente problemas?"

Deseaba decirle que no era de su preocupación, pero sencillamente las palabras salieron solas de mi boca. "Solo… solo es… solo el pasado, a veces, nos alcanza. Pero no se preocupe yo se mantenerlo a raya" lo mire con una suave sonrisa, que estoy seguro no llego a mis ojos, al igual que la suya "¿Por donde íbamos?" cuestione tratando de retomar el asunto, ya que no se veía muy feliz con mi respuesta.

"Le decía que aquí tenemos un excelente programa de prácticas" —me dice en tono tranquilo.

Alzo las cejas sorprendida. ¿Está ofreciéndome trabajo?

"Lo tendré en cuenta" —murmuro confundida—. "Aunque no creo que encajara aquí".

Oh, no. Ya estoy otra vez pensando en voz alta.

"¿Por qué lo dice?"

Ladea un poco la cabeza, intrigado, y una ligera sonrisa se insinúa en sus labios.

"Es obvio, ¿no?"

Mi instinto me lo dice y no soy rubia.

"Para mí no".

Su mirada es intensa y su atisbo de sonrisa ha desaparecido. De pronto siento que unos extraños músculos me oprimen el estómago. Aparto los ojos de su mirada escrutadora y me contemplo los nudillos, aunque no los veo. ¿Qué está pasando? Tengo que marcharme ahora mismo. Me inclino hacia delante para coger la grabadora.

"¿Le gustaría que le enseñara el edificio?" —me pregunta.

"Seguro que está muy ocupado, señor Grey, y yo tengo un largo camino".

"¿Vuelve en coche a Vancouver?"

Parece sorprendido, incluso nervioso. Mira por la ventana. Ha empezado a llover.

"Bueno, conduzca con cuidado" —me dice en tono serio, autoritario.

¿Por qué iba a importarle?

"¿Me ha preguntado todo lo que necesita?" —añade.

"Sí" —le contesto metiéndome la grabadora en el bolso.

Cierra ligeramente los ojos, como si estuviera pensando.

"Gracias por la entrevista, señor Grey".

"Ha sido un placer" —me contesta, tan educado como siempre.

Me levanto, se levanta también él y me tiende la mano.

"Hasta la próxima, señorita Ivashkov".

Y suena como un desafío, o como una amenaza. No estoy segura de cuál de las dos cosas. Frunzo el ceño. ¿Cuándo volveremos a vernos? Le estrecho la mano de nuevo, perpleja de que esa extraña corriente siga circulando entre nosotros. Deben de ser nervios. Si son solo los nervios Rose.

"Señor Grey".

Me despido de él con un movimiento de cabeza. Él se dirige a la puerta con gracia y agilidad, y la abre de par en par.

"Asegúrese de cruzar la puerta con buen pie, señorita Ivashkov".

Me sonríe. Está claro que se refiere a mi poco elegante entrada en su despacho. Me ruborizo.

"Muy amable, señor Grey" —le digo bruscamente, sin soportar ya sus burlas.

Su sonrisa se acentúa. Me alegro de haberle divertido. Salgo al vestíbulo echando chispas y me sorprende que me siga. Andrea y Olivia levantan la mirada, tan sorprendidas como yo.

"¿Ha traído abrigo?" —me pregunta Grey.

"Chaqueta".

Olivia se levanta de un salto a buscar mi chaqueta, que Grey le quita de las manos antes de que haya podido dármela. La sostiene para que me la ponga, y lo hago sintiéndome totalmente ridícula. Por un momento Grey me apoya las manos en los hombros, y doy un respingo al sentir su contacto. Si se da cuenta de mi reacción, no se le nota. Su largo dedo índice pulsa el botón del ascensor y esperamos, yo siendo consumida por la molestia, y él sereno y frío. Se abren las puertas y entro a toda prisa, desesperada por escapar. Tengo que salir de aquí. Cuando me vuelvo, está inclinado frente a la puerta del ascensor, con una mano apoyada en la pared. Realmente es muy guapo. Guapísimo. Me desconcierta.

"Rosemarie"—me dice a modo de despedida.

"Christian" —le contesto.

Y afortunadamente las puertas se cierran.

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