Capítulo 1: Conociendo a su nueva familia

Rin, vestida de negro, estaba mirando las tumbas de sus recientes fallecidos padres, que descansaban uno al lado del otro. Sin más lágrimas que derramar, decidió irse para su casa, aunque sin muchas ganas, ya que se encontraría su tío, el cual no quiere tener la custodia de la chica. Pero al girarse, se topa con un hombre alto, de cabello largo y plateado, amarrado en una coleta de caballo. Poseía unos ojos preciosos de color dorados que la miraban con tristeza al mismo tiempo que le dedicaba una pequeña sonrisa para consolarla. Aparentaba tener cerca de los 50 años.

- Señor Inu No Taisho – dijo Rin alegrándose de verle. Lo reconoció enseguida, ya que venía a pasar el fin de semana en su casa una vezcada mes por su trabajo. Como era muy amigo de su padre desde la infancia, este le dejaba quedarse en su casa gustosamente.

- ¿Cómo estás pequeña Rin?

- Bueno… supongo que mejor de lo que me esperaba – la joven le estaba mintiendo como a todo el mundo, ya que no quería parecer una persona blanda hacia los demás. Pero Inu No, sabía que no era verdad y le dio un fuerte abrazo. Rin enseguida se puso a llorar de nuevo, aquellas lágrimas que pensaba que ya no tenía.

Inu No, había ido, no solo para ir al funeral de sus queridísimos amigos, sino que también fue para decirle a Rin, que él y su esposa habían pedido y obtenido su custodia. Estaba que no cabía de la rabia con el tío de la joven. Siempre supo que era un avaricioso, calculador, cruel, arrogante y un sinfín de cosas más, pero pensó que al menos al ver la cara de ángel de su sobrina, ablandaría un poco el corazón de piedra que tenía y se haría cargo de ella.

No quiso pensar más en eso. Quería darle muchos ánimos a su pequeña Rin y no dejaría que lo viese de esa manera.

- Rin – le dijo con la voz más suave que pudo – Tengo que contarte una cosa.

- Dígame – le respondió la chica separándose del hombre.

- Izayoi y yo hemos pedido tu custodia – a Rin se le iluminó la cara.

- ¿Y se la han concebido?

- Si – la chica le abrazó fuertemente, haciendo que Inu No, riera ante tal gesto.

- Muchísimas gracias señor Inu No Taisho, le prometo que no seré ninguna carga para usted. De verdad.

- Lo sé pequeña. No hace falta que me lo jures.

Al cabo de tres días, Inu No y Rin se dirigían hacia la casa del hombre, donde en la puerta de la entrada, se encontraba una mujer y un chico. Al bajarse del auto, Inu No, pasó su brazo por los hombros de Rin y mientras se alejaban, le dijo algo al conductor.

- Jaken, encárgate de las pertenencias de Rin y súbelas a su cuarto.

- Si señor – le respondió el hombre bajito y calvo, de ojos saltones y oscuros como la noche.

- Rin, te presento a mi mujer, Izayoi y a mi hijo menor, Inuyasha.

- Encantada – dijo la joven con una gran sonrisa.

- Mucho gusto Rin – le dijo la madre abrazándola muy maternalmente. La mujer era algo más alta que la joven. Tenía un pelo muy largo y negro. Sus ojos, oscuros, estaban pintados con una sombra gris, mientras que los labios finos de la mujer estaban pintados de un tono rosado.

- Hola – dijo simplemente Inuyasha, aunque con una pequeña sonrisa. El joven tenía el mismo color de pelo que su padre aunque algo más oscuro y este lo llevaba suelto. Sus ojos eran grandes y dorados y la piel era un poco menos morena que la de Inu No.

- Y Sesshomaru, ¿Dónde está? – pregunto el hombre, ahora más serio, sin su característica, pequeña sonrisa.

- Está en la empresa. Dijo que tenía que acabar con unos papeles que debía entregar urgentemente – respondió su hijo – Ya sabes cómo es papá… siempre pendiente del trabajo.

- Le dije que se presentara sin ninguna excusa – dijo Inu No algo enfadado.

- Inu… déjalo estar. No vamos a incomodar a Rin con esto.

- Verdad… Perdón.

- Mira Rin, voy a enseñarte tu nueva habitación – le dijo Izayoi aun con su cálida sonrisa.

- Vale – le respondió esta de la misma manera.

La casa era enorme, y como no serlo, al ser una familia muy adinerada. El comedor era inmenso y luminoso y al final del salón se encontraba una escalera que llevaba al segundo piso. Ahí, había un pasillo horizontalmente y hacia la izquierda, había otro pasillo un poco más largo que el primero, que al final de este, es donde estaba su habitación.

Ese cuarto le pareció hermosísimo. Al entrar, te encontrabas al final una ventana alta que daba a un pequeño balcón. A la izquierda, había un escritorio blanco con una lámpara que ahora estaba apagada. En frente, había una pequeña tarima donde se encontraba una cama de matrimonio que parecía muy cómoda. En cada lado de la cama había dos mesitas de noche del mismo color que el escritorio y con dos diminutas lámparas. Al lado derecho de aquel gran colchón, había un armario de puertas corredizas, y al lado derecho, otra ventana larga que daba paso a otro pequeño balcón. Volviendo al lugar donde estaba el escritorio, al lado de este, había una puerta que era el baño. Este era simple.

- ¿Te gusta?

- ¿Qué si me gusta? – dijo Rin alegre – Me encanta. Creo que nunca veré un cuarto tan bonito, grande y luminoso como este – Ella e Izayoi comenzaron a reír, con sus tonos dulces.

La mujer ayudó a Rin a acomodar sus cosas en su nueva habitación. Luego ella se fue a hacer unos recados, al igual que Inu No, que se fue a una reunión con unos amigos e Inuyasha, con su novia. Se quedó toda la tarde metida en su cuarto, tumbada en la cama, ya que había sido un viaje algo pesado. Entrada la noche, aun nadie había llegado a la inmensa casa, o eso era lo que ella creía.

Bajó al piso de abajo, y en frente de las escaleras se dio cuenta que había una puerta. Esta la conducía al comedor, donde se encontraba una mesa con cinco sillas.

- Han pensado en todo – se dijo la chica mentalmente.

Luego abrió otra puerta donde estaba la cocina y en esta, había una mujer de edad avanzada con un parche en el ojo derecho y su pelo canoso amarrado en una cola que comenzaba en la nuca.

- Hola – saludó Rin.

- Hola – le respondió la mujer – Usted debe de ser Rin – ella asintió – Encantada, yo me llamo Kaede y soy, digamos… la doncella principal de esta casa. Llevo muchos años sirviendo al señro Inu No Taisho. ¿Desea algo?

- Eh, no… yo solo estaba conociendo la casa. ¿Y usted que está haciendo?

- La cena.

- Oh, lo siento por molestarla. No la interrumpo más.

- No se preocupe, señorita Rin.

- ¿Señorita? No por favor Kaede, nada de formalismos.

- Pero seño…

Que no. De verdad llámeme solo Rin.

- De acuerdo… pero solo si estamos solas, pero enfrente de los señores, preferiría llamarla señorita, ya que no quiero que me echen una buena bronca – Rin rió suavemente ante el comentario de la mujer, simplemente porque no se imaginaba a esa pareja casada tan amable echando la bronca a una anciana tan amable como lo era Kaede.

- De acuerdo. Será nuestro pequeño secreto – rió un poco más alto, contagiándole a la mujer.

Luego salió por donde vino y se dirigió a otra puerta que estaba al otro lado del salón. Estaba tenía un pequeño pasillo que le conducía al jardín. Lo sabía porque aquella puerta era de cristal y podía ver lo que había al otro lado. Pero antes de llegar allí, había otro pequeño pasillo que poseía dos puertas una enfrente de la otra. Entró primero a la que estaba a su derecha. Al estar dentro, se quedó maravillada. Era una biblioteca llena de estantes que no tenían ni un pequeño hueco ya que estaba ocupado por los libros. Se dirigió al primer estante que se encontró, y después de mirar bastante tiempo cogió uno.

Lo que pasa, es que se pensaba que estaba sola, pero un chico joven la estaba mirando apoyado en el escritorio que estaba detrás de Rin. Se acercó lentamente a ella, sin hacer ruido.

- ¿Qué haces? – preguntó el joven con su voz grave. La chica se asustó y dejó caer el libro al suelo.

El chico que estaba delante suya, era muy alto, tanto que le sacaba prácticamente, casi tres cabezas. Tenía el pelo blanco y largo, sus ojos medio cerrados y dorados, a pesar de que eran iguales o muy parecidos a los de su padre y hermano, le cautivaron con aquella mirada tan penetrante. Poseía unas facciones muy varoniles y de una tonalidad blanca al igual que su madre, o incluso un poco más pálida.

Mientras que el joven, también se quedo cautivado por la chica. Una, de pequeño cuerpo y delgado, con pelo largo y negro con algunos destellos marrones, unos ojos grandes e infantiles de color verdosos y unos labios rosados y algo carnosos muy apetecibles.

Los dos se quedaron mirándose, en silencio, hasta que Rin lo rompió.

- Lo siento, pensé que no había nadie – decía mientras se agachaba para coger el libro – Me llamo Rin. Tú debes de ser… Sesshomaru, ¿no? – mientras le hablaba, le dedicaba una amplia sonrisa.

- Si – dijo él secamente.

- Encantada.

- ¿Podrías irte? – aquella pregunta le cogió por sorpresa a Rin. En ese momento, le pasaron un montón de adjetivos malos, como, mal educado. ¿Acababa de llegar y en vez de saludarla y presentarse como dios manda, le decía o más bien le exigía que se fuese? Borró inmediatamente su radiante sonrisa para dar paso a una cara seria y de desagrado – Estoy trabajando y necesito concentrarme.

Rin dejó el libro en su sitio, y mientras se dirigía hacia la puerta le dijo de nuevo "Encantada de conocerte, Sesshomaru", y cerró la puerta tras de sí sin girarse a verlo. El en cambio, no le había dejado de mirar hasta que no pudo alcanzarla más. Le parecía la chica más guapa que había visto en sus 22 años y reconocía que había sido un grosero con ella. Pero después de estar unos minutos pensando en Rin, volvió a dirigirse al escritorio para seguir con su trabajo.