Y ya estoy con otro fanfic! Jajaja no paro de imaginar y de escribir, parece que no tengo vida (y debería de estar estudiando piano U_U) Por cierto, soy A-chan, de nuevo XD, pero tranquilas que M-chan subirá muy, muy pronto una historia Inglaterra x América que tanto nos gusta a todas.
También avisar que este será mi último fanfic de Hetalia, porque tengo un proyecto bastante grande ya pensado del que os hablaré en el último capítulo.
Disclaimer: los personajes de esta historia no me pertenecen, ni tengo ningún derecho sobre ellos, simplemente estoy escribiendo sobre ellos por diversión.
Advertencias: Francia x TODOS LOS PAÍSES XD si lo leéis me entenderéis y en este capítulo utilizo lenguaje un poco subidito de tono, pero nada más, tranquilas ^^
oooooooo
-Subo veinte. –Dijo América, tirando dos fichas azules al centro de la mesa-. Jaja, yo soy el hero, nadie me puede ganar.
-Lo veo. –Dijo Inglaterra, tirando sus dos fichas a la mesa.
-¡Inglaterra, no! –América estaba desconsolado. Y peor se puso cuando vio que todos jugábamos, tampoco era tan difícil jugar con Alfred, siempre intentaba hacer faroles pero nunca nos engañaba.
-Vale yo tengo trío de reinas. –Dijo Grecia con mucha parsimonia.
-Oh, la, lá, ¿y qué vas a hacer con esas reinas? –Pregunté con dulzura. Era la cuarta vez en la noche que hacía la misma broma, pero estaban todos bastantes borrachos así que se rieron igual.
-Yo ya estoy servido en ese aspecto. –Me respondió Grecia con una sonrisa mientras acariciaba a uno de sus gatos ¿es que nunca salía de casa sin ellos?- ¿España?
-Tengo… muchas cosas, ¿tengo buena mano, Inglaterra?
-Nada, no tienes nada. –Contestó él al ver sus cartas-. ¿Cuántas veces vamos a intentar enseñarte al Póker? –Y mostró las suyas-. Color y Alfred, échame otro whisky.
-Yo también quiero uno. –Dijo Rusia, que, por cierto ¿quién le había invitado…? Bueno, seguramente habría venido por su propio pie-. Escalera.
-Jajajajaja, lo sabía ¡he ganado! –Gritó América mostrando sus cartas-. ¡Full! Lo siento chicos, pero el hero se lleva todo esto…
-Un momento. –Sonreí, todavía quedaba yo-. Póker de ases. –Dije mostrando mis preciosos cuatro ases a mis pequeñas naciones-. Gano yo, "hero." Lo lamento.
-¡Bah! Estás haciendo trampa, Francia. –Me acusó Inglaterra, señalándome con el dedo-. No es normal que hayas ganado cinco veces seguidas… y América ¡te he dicho que me pusieras un whisky!
-Lo he hecho, pero ya te lo has bebido… -Refunfuñó él, todavía afectado por la derrota.
-Bueno, América, no pasa nada. Ya verás en la próxima ronda, ganas. –Intentó animarlo España-. Y ya sabéis lo que se dice "afortunado en el juego, desafortunado en el amor."
-Oh, mon frère. Ya te digo que ese problema no lo tengo yo. –Sonreí mientras ordenaba mis fichitas.
-Bueno, sinceramente yo creo que estás muy equivocado, Francia –Me comentó lentamente Grecia mientras acariciaba a su gato que ya estaba durmiendo en su regazo.
-¿Disculpa? Soy el país del amour, ¿cómo no se me iban a dar bien el amor?
-A las pruebas me remito ¿qué pasó con tu última novia?
-Se fue del país, no sé nada de ella. –Admití.
-¿Y las dos anteriores?
-Me dejaron.
-¿Y el chico suizo? –Preguntó entonces América.
-No sé nada de él desde hace varios meses. –Pero ¿qué era esto? ¿un interrogatorio?
-¿Y el muchacho bajo, moreno de ojos azules? –Dijo España-. Ese me caía bien.
-¿Jeremy, Jack o Christian?
-No sé cómo se llamaba, sé que tenía una cicatriz en la mejilla.
-Christian. Me dejó por teléfono. –Christian por teléfono, Jack con una carta y Jeremy con un mensaje en el facebook. Ese último había sido humillante-. Pero no hablemos de esto. Vamos a jugar otra vez, d'accord? La última partida y dejamos a Alfred y a Arthur intimidad.
-Jeje, sí… -Dijo Arthur, que ya se había tomado tres copas desde la última vez que dijo una palabra-. Largaros ya, que estoy harto de vosotros y Alfred me tiene ya que meter…
-¡Arthur! –Gritó el americano tapándole la boca con unas cuantas de fichas verdes. Bueno, al menos hacía juego con sus ojos.
-Yo reparto. –Se ofreció Rusia con una sonrisa maligna.
Pero yo no estaba nada satisfecho. Habían dudado de mis refinadas artes del amor y eso no podía ser. Cualquiera de ellos había sentido en sus carnes mis artimañas (unas veces con mayor éxito, en el caso de Inglaterra, y otras con pobres resultados) pero todos, absolutamente todos los que estaban sentados en la mesa de América, habían caído en mis redes de una forma o de otra.
A América le había robado un beso en la guerra de la Independencia.
A España le habían permitido que jugara con todo mi cuerpo cuando mis Borbones empezaron a sentarse en el trono español.
Grecia me había tocado la entrepierna en una cena de trabajo hace mucho tiempo, pasamos una noche de pasión desenfrenada.
Bueno, como ya se sabrá, a Inglaterra le había hecho gemir como un loco antes de que apareciera este norteamericano y me lo arrebatara, pero ya obtuve mi venganza, algún día os contaré cuál fue.
Y a Rusia… creo que una vez le di la mano, pero no tengo un buen recuerdo de ese momento.
En todo caso, era la hora de reponer mi honor.
-Sinceramente, creo que mis destrezas con el amor se basan en conquistar, no en tener una relación. –Apunté yo, echándoles una mirada a cada uno para ver si entendían la indirecta de "como sigáis con el tema, yo puedo contar bastantes cosas de vosotros…"
Pero había olvidado que la mitad de los que estaban ahí sentado estaban borrachos y la otra mitad eran idiotas borrachos.
Inglaterra se rió, escupiéndonos a todos con su saliva.
-Conquistar… como sí tú supieras lo que es eso. –Afirmó abriendo una nueva botella de whisky.
-Creo que ya has bebido demasiado. –Dijo América arrebatándosela-. ¿Así que eso crees? Crees que eres "bueno" conquistando a cualquiera que se pusiera en tu camino.
-Oui, creo que las listas de mis amantes puede confirmar lo que digo.
Ya ni siquiera estábamos jugando.
-¿Lo probarías? –Preguntó Grecia-. Es decir, si yo te dijera un nombre, cualquier nombre, podrías conquistarlo si te lo propusieras.
Puse mi mirada más seductora.
-¿Apostamos algo?
-Jajaja, ¡una apuesta! El hero se apunta.
-Vale, será divertido. –Dijo España guardando las cartas y entregándoselas a América-. Pondremos cincuenta dólares cada uno, nosotros contra ti…
-¿Pero vamos a apostar con dinero? –Preguntó Rusia con esa aura misteriosa que siempre le rodeaba.
-¡Por supuesto, Iván! –Inglaterra volvió a reírse como si estuviera loco-. Esto está empezando a ser interesante, propongo que sean cien dólares en vez de cincuenta.
-¿Estás de acuerdo, Francia? –Preguntó Grecia, el gato de su regazo empezó a ronronear.
¿En serio me lo estaban preguntando? Iba a ganar quinientos dólares haciendo lo que más me gustaba, era imposible negarse.
-Será interesante. –Respondí secamente-. ¿Y quién será el afortunado?
-Eso lo tenemos que pensar bien. –Afirmó España-. Tiene que ser alguien difícil de conquistar.
-¿Quizá Romano? Ese chico seguro que cuesta lo suyo llevárselo a la cama. –Preguntó Grecia, llevándose una mirada cargada de odio por parte de España.
-Pardon? Habíamos dicho conquistar, no follar. –Señalé-. No me lo pongáis más fácil de lo que ya es.
-¿Para ti es más fácil acostarse con alguien que conquistarlo? –Preguntó Rusia.
-Bien sûre, mon ami. –Le puse una mano en su hombro, pero me arrepentí en seguida de mi acto. Rusia daba mucho miedo-. Una conquista es llegar al alma del amado, inundarle con tu esencia, en definitiva, ganarte su corazón. Una noche bajo las sábanas requiere sólo una botella de vino, mi embriagadora presencia y una cama cerca.
-¿Y cómo sabemos que te has ganado su corazón? –Preguntó el norteamericano, intrigado-. No nos puedes dar la garantía de que lo has conquistado así, sin más.
-Con un beso, mon frère. –Le guiñé un ojo, haciendo que se sonrojara. Seguramente estaría recordando cuando le besé bajo los barracones de aquella batalla-. El beso es la mejor manera de demostrar el amor que se sienten dos personas, tú mismo lo sabrás muy bien, ¿verdad, Alfie?
-No me llames así. –Gruñó él, lanzándole miradas a Inglaterra. Afortunadamente, estaba casi en coma, no se enteraba de nada.
-De acuerdo, lo deberás conquistar con un beso. –Dijo alegremente España-. Pero ¿a quién le tendrá que conquistar?
-Deberá ser uno de nosotros, por supuesto. –Apuntó Rusia.
-¿Uno de nosotros? –Preguntó España, muy alterado.
-De nosotros cuatro no, idiota. De las naciones. –Masculló entre sueños Inglaterra, que llevaba toda la noche pinchando al español.
-Vale, vale. Pero Romano no. Está fuera de la apuesta.
-Japón tampoco. –Afirmó Grecia.
-Ni China. –Dijo Rusia, lanzándome una mirada de "como le toques un pelo, te arranco la cabeza." Bueno da igual, a esos tres ya los conquisté hace tiempo. -¿Quién nos queda?
-Italia. –Dijo América.
-Tened en cuenta que quiero llegar vivo para ver el mañana, s'il vous plaît. –No quería enfrentarme a la ira de Alemania cuando se enterara de lo que le había hecho a "su" Italia.
-Italia descartado entonces. ¿Algún país del norte de Europa? ¿Dinamarca quizá? –España iba escribiendo los nombres descartados en una lista.
-Demasiado fácil. –Dijo Grecia-. ¿Hungría?
-Oh, oui. No me importaría trabajarme a esa muchachita. –Hacía mucho que no sabía nada de ella.
-No. No puede disfrutar con esto. Tiene que costarle trabajo conseguirlo. –Dijo Rusia al rechazar la propuesta.
-¿Taiwán? –Propuso España-. Es bajito, le costará mucho hablar con él.
-Ya… estuve con él el mes pasado. Lo pasamos muy bien.
-Rechazado. –Concluyeron las cuatro naciones (Inglaterra ya estaba más que dormido encima de la mesa.)
-¿Prusia? –Planteó Grecia.
-¿Qué parte de "quiero seguir vivo después de esto" no entiendes? –No sabía cómo reaccionaría Alemania después de trabajarme a su hermano, pero tampoco quería descubrirlo.
-¿Suiza? –Preguntó América.
-Tuvimos una relación hace dos años.
-¿Turquía? –Dijo Grecia con una sonrisa maligna.
-Nos acostamos de vez en cuando. –Ya me estaba aburriendo de tanta pregunta.
-¿Polonia? Me gustaría verle sufrir un poco.
-No seas sádico, Iván. Y, no, no puede ser. Siete veces he ido a su casa, nos acostamos las siete últimas. –Bromeé.
-¿Ha habido algún país con el que no te hayas acostado, conquistado o tenido alguna clase de relación? –Por una vez España tenía una buena idea, así iríamos más rápido.
-A ver que piense. –La verdad es que sí tenía que hacer memoria, para ayudarme, me imaginé un globo terráqueo y empecé a ponerle banderitas imaginarias a mis conquistas-. Sealand.
-No puedes hacerle eso a un niño. –Creo que nunca había estado tan de acuerdo con América en algo.
-Con Holanda tampoco… a no, ¡sí! En los años setenta. Fue tan divertido…
-Francia, concéntrate ¿algún país más?
-América, ¿por qué siguen aquí? Que se larguen ya que tengo sueño… -Murmuró Inglaterra tras un río de baba que estaba inundando la mesa.
-¡Ya sé! –Dijo España tras un salto-. Ese país… ¿cómo se llamaba? Dios, siempre se me olvida el nombre.
-¿Cuál? –Preguntamos.
-No me acuerdo. Mierda, creo que está en el norte, pero no me acuerdo de más.
-¿País europeo?
-No, Europa no. –España puso una expresión de triunfo-. Norteamericano.
-What? –Preguntó América muy alterado. –No, me niego. No dejaré que este pervertido me toque.
-Tras los barracones no decías lo mismo, Alfie. –Murmuré poniendo una expresión de tristeza.
-¡No! No me refiero a ti. Hablo de tu hermano.
-¿Tengo un her…? Ah, ¡Math! Claro, cómo se me ha podido olvidar. –En ese momento, cayó en algo importante. –¿Qué? ¿Mi hermano? ¡Por encima de mi cadáver! A mi hermano no le va a besar este viejo pervertido.
-Pero América ¡es perfecto! Seguro que Francia no ha tenido ningún contacto con él.
Negué con la cabeza. ¿Cómo iba a tener una relación con alguien a quien casi no veía y que olvidaba nada más hablar con él?
-¿Votos a favor que sea Canadá el candidato definitivo?
España, Grecia y Rusia levantaron la mano. América estaba enfurruñado en su silla e Inglaterra completamente dormido (¿eso contaba como voto en blanco, no?)
En todo caso, la mayoría había hablado.
-Muy bien, Francia ¿aceptas el reto de conquistar a Canadá en, pongamos, una semana?
Uff, sería muy difícil conquistar a ese chico de ojos azulados y pelo rubio, que desaparecía ante tus ojos sin darte cuenta, pero lo conseguiría. Yo siempre consigo lo que quiero.
Y yo quería esos quinientos dólares.
-C'est sûr. Por supuesto. Pero la conquista tendrá lugar donde yo diga.
-¿Dónde? –La pregunta de Rusia era por cortesía. Todos los que estaban ahí sentado sabían a qué me refería.
La ciudad de las luces.
La ciudad del arte.
La ciudad del amor.
Mi ciudad.
-París.
