Caminaba presurosa, entre empujones e insultos, atravesando aquella bulliciosa avenida. Maldijo el momento, en que esa mañana decidía, utilizar tacones, controlando el impulso de quitarse los zapatos ahí mismo y arrojarlos a la acera. Conteniéndose, debía llegar lo antes posible, aunque eso significara torcerse los tobillos en su loca carrera.

Y no era para menos. La forma en la que le suplico que se vieran, a sabiendas de su horario laboral, solo podía indicar una cosa: estaba en problemas… de nuevo.

Verifico por enésima vez la dirección, suspiro al menos se encontraba en la calle indicada. Aminorando el paso se dirigió al sitio de encuentro, evitando la tentación de mirar por los elegantes escaparates, después de todo se encontraba en la zona más elegante de Londres. La ansiedad por encontrarse con su excéntrico amigo, no la dejo ver el desnivel, con el cual tropezó. El esguince, le provoco tal dolor, que lanzo una maldición.

Cuando volteo la mirada, el letrero "Broka Bistrot" sobresalió, de la fachada gris.
-Este debe ser el lugar-pensó aparentando en su caminar, ya tendría tiempo de desquitarse, siempre y cuando el aun estuviera esperándola

Si le hubieran dicho que ese sitio, era un restaurante, no lo creería. Unas campanillas, le dieron la bienvenida, parecía como si entrara en una antigua casona, al estilo victoriano. A punto de sentarse en un vistoso taburete, una voz por detrás suyo la sobresalto

-Disculpe señorita, ¿tiene reservación?-escucho de una mesera, con cara de pocos amigos
Con la mente en blanco, no supo que responder, hasta que reacciono

-no, pero alguien me espera, creo-respondió de manera distraída

-y bien podría decirme el nombre…-continuo la malhumorada mesera

-Knox, Ronald Knox-dijo la chica, un tanto apenada, por lo que acaba de pronunciar

–por favor que haya dicho su verdadero nombre, que de por si es ridículamente extraño, o lo matare esta vez-pensaba entrecruzando los dedos, en tanto la mesera revisaba una lista

-Ah si, aquí esta, deje la conduzco-sin esperar se adelanto, la aludida tuvo que acelerar la marcha, los comensales, que tenían una conversación animada, la interrumpieron, cuando ella paso a su lado. La mesera, subió por una estrecha escalera, los cuchicheos se hicieron presentes, hasta que llegaron al final de un pasillo, desde el cual no se percibía ningún otro sonido.

Abriendo una magnifica puerta antigua, una deslumbrante habitación, lucio ante sus ojos. El piso en tonos sepia, simulaba un tablero de ajedrez, hacían juego las paredes
esplendorosamente tapizadas. Obras de arte, dignas de un museo, se encontraba colgadas, un hermoso vitral, dejaba entrar la luz, que jugaba con las motas de polvo. Una puerta daba hacia un balcón, por lo que la habitación, estaba aparentemente desocupada

-si gusta esperar, regreso en un momento-indico la mesera, el reojo que le dedico, causo un malestar interno en la joven visitante.

Esperando a que saliera, se dejo caer ruidosamente sobre un sillón blanco. Frente a ella se encontraba una mesa, con una hilera de vasos, y una botella de vodka.

Aunque tenía calor, no podía quitarse el deslucido abrigo, ya que fue tanta su prisa, que aun vestía el uniforme, amarillo mostaza, del restaurante en donde trabajaba. Se acomodo hacia atrás el cabello, que siempre lucia despeinado, odiaba eso pero le gustaba su cálido tono caramelo.

-de saber que me haría esperar…-dijo para si misma, quitándose la zapatilla izquierda. Un gesto recorrió su rostro, el tobillo lucia hinchado, y un horrible color morado, parecía extenderse

-pero ya verás cuando te vea-dijo recostándose, tenia sed, pero sabía que descorchar la botella, en ese lujoso lugar, sería equivalente a una semana de su sueldo, aunque el hielo derritiéndose, y la temperatura la invitaban a desembolsar esa fuerte suma.

Decidida tomo la botella, pero en vez de abrirla, la paso por su frente, bajándola hacia el cuello, el escalofrió recorrió, todo su cuerpo, un suspiro de satisfacción salió de los labios.

-de alguna manera debo sacar provecho de esto-dijo regresándola a su cubo con hielos derretidos

Desabrocho un par de botones, tanto del abrigo, como de la blusa, aliviando momentáneamente aquel bochorno, en tanto se abanicaba. Tomo un hielo, repitió la operación, las gotas resbalaban por su rostro. El frio contacto, la hizo olvidar momentáneamente el porqué estaba ahí.

La preocupación de saber en qué embrollo estaba Ronald, venía desde días atrás. El que antes era el rostro de la alegría, lucia agotado y fastidiado. Semanas antes, se había mudado a otro departamento, perdiéndole la pista. Apenas si cruzaban palabra, cuando se veían en la universidad, y sus saludos se limitaban a monosílabas.

Estaba en el restaurante, tomando una orden, cuando el celular vibro de manera constante. Al ver el número, se disculpo, retirándose a la bodega.
-Ayuda-escucho una voz lastimera

-¿Ronald? Pero ¿Qué sucede?-pregunto ella asustada

-por favor, por lo que más quieras, debes venir, es cuestión de vida o muerte-sollozo el chico

-estas demente, ahora estoy muy ocupada-contesto enojada.

-esta bien entiendo, aunque pensé que éramos amigos-escucho en un tono de puchero que conocía perfectamente.

-ah, sabes que no tengo dinero-dijo la chica tratando de sonar calmada

-lo sé, pero no es necesario, te lo explicare en cuanto llegues-con un tono de voz alegre, sabía que había conseguido su objetivo.

Le dicto apresuradamente la dirección, la chica, tuvo que salir argumentando una emergencia familiar. Sabía que las horas extra la esperaría el resto de la semana.

Seguía perdida en sus pensamientos, cuando deparo en un espejo, colgado al lado opuesto de donde ella se encontraba sentada. Un par de ojos, le devolvieron la mirada, pero fue la sonrisa sarcástica, lo que hice que se sonrojara hasta la medula espinal. Volteo bruscamente, buscando al dueño de ese reflejo.

-adelante, prosigue-le indico el joven, quien parecía muy entretenido.

-pero ¿desde hace cuando estás ahí?-pregunto la chica, cubriéndose dramáticamente el pecho.

-desde antes que llegaras-miro un reloj de bolsillo, sin darle importancia a la pregunta

-y se puede saber, ¿Por qué diablos no avisaste?-le grito la chica, que lucía un tic nervioso.

-es que me pareció tan interesante el espectáculo, que decidí no interrumpirlo, y tal vez disfrutarlo-una sonrisa lasciva se dibujo en los labios de aquel hombre desconocido, al tiempo que le guiñaba el ojo.

El chico avanzó, aún conservaba la sonrisa burlona en el rostro. De cabello azabache, un repentino viento jugaba con el largo flequillo. Un discreto pero elegante sacó gris, una bufanda negra rodeaba su cuello, así como un sencillo jersey blanco, junto con unos ajustados jeans de mezclilla, completaban el atuendo. Pero era la mirada, que infundía esa aura, que solo podía resumirse en una palabra: irresistible.

La chica totalmente apenada, trato de incorporarse, apoyándose en el pie lastimado, el dolor recorrió su semblante, incluso algunas lagrimas brotaron al instante.

-tranquila yo no muerdo, ¿tanto miedo tienes como para huir de mi en ese estado?-pregunto divertido,

-déjalo en mis manos, te hare sentir mejor- coloco sus manos en los hombros empujándola suavemente hacia el sillón, la chica francamente asustada lo miraba confundida
Sin encontrar un lugar para estacionarse, recorría buscando un sitio libre. Miraba exasperado el reloj plateado, estaba retrasado por más de media hora

-esto me costara más de lo que tenía planeado-tronando los dedos impaciente, cuando un conductor se le adelanto. Levantando el dedo medio, le hizo saber su disgusto.

Sin darle tiempo al Valet parking, solo le arrojo las llaves, tomo una maleta y colgándose su cámara al cuello, corrió hacia la suite que con tanta anticipación había reservado. Para lograrlo, había tenido que hipotecar su preciado Mini Cooper. Pero sabía que valdría la pena.

Acomodándose las gafas, blanquinegras, se acomodo la camisa escocesa, que contrastaba con los ajustados skinny jeans, que eran del mismo tono que sus converses favoritos.
Entro estrepitosamente al lugar, la misma mesera que recibiera antes a su amiga, tuvo que hacerse a un lado para no tropezar con él.

-soy Ronald Knox, reserve la suite, ¿dígame hay alguien esperándome?-pregunto agitado, tratando de respirar

-un joven…-no escucho lo demás, corrió hacia la segunda planta del edificio

-m*****, ahora me cobrara el doble, maldita sea tenía que pasarme todo hoy, primero la lente se descompuso, la idiota esa me cancela a último minuto y ahora esto-pensaba mientras de un portazo ingreso a la habitación.

Los gemidos invadían la habitación, mientras que una figura se movía en el sillón
-basta, eso me lastima-escucho una voz femenina, que él conocía

-lo siento, ¿Fui demasiado brusco?-le contesto una voz más grave

-muy bien, prosigue, pero esta vez hazlo más despacio-dijo la chica, un tanto irritada

-eres un poco masoquista, me gustan esos juegos-la voz masculina dijo en un tono sugerente

-ah cállate y prosigue-lo que hubiera hecho el otro, provoco un grito ahogado en la fémina
-mmm es tan húmedo, que ya no sirve deberé deshacerme de el-lo que parecía una prenda blanca, fue arrojada, cayendo justo en el rostro del recién llegado.

-PE PE PEROOO ¿QUÉ CARAJOS ESTA SUCEDIENDO AQUÍ?-grito alejando el trozo de tela, con una mueca de asco y desprecio.

-¡RONALD!-grito la chica, totalmente sonrojada y agitada, el acompañante de esta dio un grito de dolor

-¡PENYYY! NUNCA PENSE QUE FUERAS TAN FÄCIL, ASÍ YA NO ME SRIVES- iracundo el rubio, tiro la maleta hacia el sillón.