Los sabios y los nobles

El mundo era un caos. Los hombres estaban asustados.

Los espíritus estaban fuera de control. Furiosos, atacaban a los hombres con los elementos que alguna vez aquellos usaron pacíficamente. Les gritaban con el viento y los consumían con el fuego que hacían llover o surgir de entre las entrañas de la tierra, la cual hacían temblar para sepultarlos. Los arrastraban lejos de unos y otros con las corrientes de los ríos y mares, además de negrales la luz y hacerlos enfermar o morir de inanición.

Sin comprender toda esa furia departe de los espíritus y preparándose para el que sería su irremediable fin, pocos hombres supieron que siete de sus semejantes habían recibido una señal. Manipuladores de la magia y sabios profetas, emprendieron un largo viaje casi a ciegas, guiados únicamente por una fuerza que iba más allá de su comprensión, igual o más poderosa que la de los espíritus que los atacaban. Y finalmente, cuando su peregrinaje acabó, se reunieron en una tierra de extraordinaria belleza y paz.

Los siete hombres estaban juntos por fin y para comprenderse entre ellos, crearon un lenguaje común e incomprensible para el resto de la humanidad. Y luego, ante ellos, apareció la diosa que puso un orden en el mundo.

Y así, quedo dicho por la diosa Horakhty a los hombres:

"El mundo estará dividido por dos fuerzas: una, sobre los hombres y otra, sobre los espíritus. Ustedes, hombres de fe, controlarán cada una de las fuerzas que les he otorgado. Volveré a ustedes de nuevo, si los espíritus y las fuerzas van en contra de mis mandatos y enseñanzas... Volveré, cuando uno de entre ustedes sepa mi nacimiento..."

A partir de ese día, la magia que destruía al mundo fue encerrada en los hombres. Y fue así que existieron los Espíritus de Monstruo y muchos siglos después, los Juegos de las Sombras.

Las palabras de Horakhty fueron escritas e interpretadas por sus ahora siete discípulos, quienes custodiaron después esos manuscritos en un libro.

El tiempo pasó.


Había habido guerras. Reinos e imperios se formaron y deshicieron con el paso del tiempo. La mano del hombre se encargaba de crear alianzas o destruir toda una comunidad de sus iguales para no dejar rastro o sepultarlo en las arenas de la ruina y el olvido. Convocando a Espíritus de Monstruos cada vez más poderosos, los ejércitos podían fortalecerse o mermar ante el enemigo.

Los hechiceros y soldados de algunos pueblos, poco a poco habían logrado simplificar la manera de ver a esos Espíritus de Monstruo, pasando la información hasta los reyes, gente poderosa en la política y comandantes de ejércitos de cada reino: comprendían la existencia de la magia y sabían que dentro de cada persona, existía un espíritu destinado a ella. Ya fuera en forma humana o de bestia, esos espíritus eran conocidos como Espíritu de Monstruo. La energía vital de cada persona era la que alimentaba a los Espíritus. Si la persona era buena, el Espíritu de Monstruo era bueno y viceversa. También, la cantidad de energía vital determinaba el poder del Espíritu, por lo que de ese modo, el Espíritu era quien en realidad elegía a la persona en el momento de su nacimiento, y dependía de dicha persona solamente si su Espíritu de Monstro emergía o no en algún momento de su vida. Contrario a lo que unos pueblos guerreros pensaban, la fuerza física de la persona no tenía mucho que ver con su cantidad de energía vital. Niños, mujeres y ancianos eran poseedores de Espíritus más poderosos que los mejores soldados de un ejército o incluso reyes.

Algunos de estos reyes, asustados, mandaban a ejecutar a todo aquel que poseyera un Espíritu de Monstruo más fuerte que el de ellos, pero lo único que conseguían era ser aniquilados por su propia gente.

Y por fin, luego de una época oscura para la humanidad, en la que el poder se regía más por los Espíritus, poco a poco los reinos y pueblos comprendieron que debían aprender de los Espíritus. No sabían su origen y muchos de los Espíritus de Monstruo eran venerados casi erróneamente como dioses. Sin embargo, tampoco imaginaban que era por los hombres que aquellos Espíritus tenían vida.

O-O

Más allá del valle del río Éufrates, en una tierra que desde entonces ya era antigua para el conocimiento de los hombres, reinaba sobre su pueblo Enti, un noble y respetado gobernante.

Marak era el nombre de ese lugar y Enti había logrado la paz por muchos años. Su padre, Emthos, el anterior soberano, había peleado férreamente porque Marak tuviera más dominios a su mando aun a costa de la vida de mucha gente y ahora Enti, con ayuda de su Espíritu, bautizado por él como "Espíritu Místico", con su canto podía lograr que a quienes le oyeran, pudieran ser sanados de heridas o enfermedades. Esto fue interpretado como la señal de que la paz por fin había llegado.

En Marak, también habitaban hechiceros y la principal característica de ese pueblo era la riqueza del conocimiento. El rey Enti estaba rodeado de la gente más sabia que había guiado y aconsejado a sus antepasados, además, dichos individuos eran los encargados de resguardar una vasta biblioteca repleta de pergaminos y tablillas antiguas. Esos sabios eran conocidos como el clan de los Ishtar.

Respetados y admirados, se creía que ellos o sus antepasados, venidos de tierras remotas muchos siglos atrás, habían creado la escritura y la lengua que ahora se empleaba el pueblo de Marak y el resto de los reinos y pueblos habidos entre el valle del Tigris y el Éufrates, aunque ningún Ishtar había corroborado tal rumor.

Eran reservados y muy celosos de su sabiduría. Se llegó a saber también que enviaban a sus congéneres a largos viajes por las tierras habitadas por los hombres para volver luego con la escritura de los pueblos y reinos que iban conociendo a su paso y así, a su vuelta, añadirlo al resto de los documentos que cuidaban con esmero e ir enriqueciendo el conocimiento encerrado entre sus manuscritos.

Como principal característica del clan de los Ishtar, era el color de sus ojos, pues al parecer, eran los únicos cuyos hombres y mujeres poseían un iris de un tono violeta, aunque aún entre ellos se distinguía a qué clase era a la que pertenecían, pues eran dos: hechiceros y escribas. En los hechiceros, el tono del color de sus ojos era cristalino y brillante. Estos eran los que protegían la biblioteca y realizaban viajes. En los escribas, debido quizá a que pasaban mucho tiempo en las sombras de la biblioteca o en palacios, su tono era opaco y sin brillo, dando la impresión de que eran ciegos, pero su vista era tan buena como la de los hechiceros. Además, ambos grupos, parecían tener la facultad de comprender casi cualquier lengua extranjera que escucharan aun sin haberla oído nunca antes.

En pocas ocasiones, los Ishtar habían colaborado en guerras y preferían una vida pacífica. Proteger su biblioteca con ayuda de los Espíritus de Monstruo, era su principal prioridad.

Pero un halo de misterio siempre les envolvió.

En cierta ocasión, cuando Inha, el hijo mayor del rey Enti, había alcanzado más edad, guardó resentimiento hacia los Ishtar cuando estos se negaron a aceptarlo como escriba.

"Ser escriba es una labor sagrada para nuestra gente -le dijeron-. Es igual a ser el transmisor de la vida del hombre y de lo que le acontece, entre lo que ve y no puede ver. Y nosotros podemos ver."

En otras palabras, Inha había sido rechazado si ninguna justificación aparente. El entonces príncipe, ya había liberado a su Espíritu de Monstruo, un ser sanguinario y violento que era conocido como "Rey de las bestias místicas". Luego, Inha se hizo soldado y se prometió que en cuanto heredara el título de rey de Marak, muchas cosas iban a cambiar.

La biblioteca, por ejemplo, solamente el rey Enti podía entrar al recinto en compañía de Arhada, el más sabio y viejo de los escribas y del clan de los Ishtar, porque incluso, otros escribas o los hechiceros de su grupo, no podían acceder a toda la biblioteca.

Inha tenía el presentimiento de que los Ishtar ocultaban algo en esa biblioteca. Y parte de él no se equivocaba.

O-O

Cuando el rey Enti llegó a ser viejo y las fuerzas lo abandonaron para finalmente morir, Inha subió al trono. Al principio, las cosas prometían ser igual de pacíficas que la era de su padre, pero aun así, los escribas Ishtar se mostraban recelosos ante él. A cinco años de su reinado, por ejemplo, aun no le habían permitido la entrada a la biblioteca como a su padre.

Arhada había muerto también años antes que el rey Enti y fue reemplazado por un escriba de nombre Nimet. Era incluso más joven que algunos miembros de su clan, pero también era visiblemente más viejo y culto que el rey Inha.

Inha y Nimet Ishtar no habían logrado llevar la misma confianza que los antecesores de cada cual. Algo en el escriba le decía que Inha no debía conocer todos los tesoros de la biblioteca, en especial, un libro sagrado y antiguo que había estado en el clan por muchos siglos atrás. Dicho libro, sólo Nimet y unos cuantos escribas más sabían traducir el contenido.

Pero Inha era persistente, poco paciente y menos humilde que su padre. Quería saber todo lo que su padre había conocido de los Ishtar, por las buenas o por las malas.

Su guardia entró a la biblioteca por la fuerza y aunque fueron repelidos por los hechiceros y otros escribas que poseían Espíritu de Monstruo, el soldado que comandaba a los hombres del rey, le informó a su señor que en efecto, en la biblioteca había algo.

Inha le exigió a Nimet que le mostrara aquel libro aislado que mantenían en la biblioteca. Nimet, ahora seguro que Inha tenía maldad en su corazón, se negó rotundamente.

Como venganza, el rey Inha expulsó a todos los Ishtar de Marak, además, mandó a que sus soldados quemaran y destruyeran todos los manuscritos y tablillas de la biblioteca.

"Si ese conocimiento no es mío, no lo será de nadie" -proclamó Inha ante los Ishtar, quienes angustiados, rescataron parte de los manuscritos y sepultaron otros tantos. No podían llevar todos con ellos en su huida, por lo que se perdieron infinidad de documentos de invaluable valor. Para cuando la biblioteca había sido destruida, el clan de los Ishtar ya había abandonado Marak. Algunos componentes del clan se quedaron en Marak para tratar de recuperar los pergaminos que habían sepultado, pero el rey Inha estipuló a su guardia que en cuanto vieran en el pueblo a un hombre con los ojos violáceos, fuera ejecutado inmediatamente, pues se trataba de uno de los rebeldes Ishtar.

Nimet, como guía de su tribu, los condujo por tierras lejanas, vagando entre un pueblo y otro por algunos años y en ninguno de aquellos lugares que visitaron habían encontrado un verdadero hogar como su tan amada Marak.

Mientras tanto, Inha había hecho la guerra de nuevo a los pueblos del valle del Éufrates. Y mientras ganaba más soldados y poder, no se había olvidado del clan expulsado, así que destinó una parte de sus soldados a seguirles el paso a los Ishtar y eliminarlos de una vez por todas.

Pero Nimet era cuidadoso, logrando engañar a los soldados en más de una ocasión. Una vez, cuando comenzaban a recorrer el desierto de Sinaí, su Espíritu de Monstruo le había mostrado una tierra segura para su gente.

Nimet conocía el lenguaje de aquel paraje que su Espíritu le había dicho por haberlo aprendido en uno de los pergaminos de la destruida biblioteca. Y mientras viajaban por última vez para llegar a su destino, enseñó al resto del clan la lengua que se hablaba en Eleitias, un lugar que se hallaba más allá del valle del Nilo.

O-O

Eleitias era una tierra fructífera y tranquila, ubicada a orillas del mar. Los habitantes eran pocos, pero a pesar de que al principio se vieron recelosos y sorprendidos ante la llegada repentina de los Ishtar, Nimet habló con ellos, logrando que con el tiempo, unos y otros trabajaran para un bien común y hacer que Eleitias fuera una tierra más rica todavía.

Ninguno de los habitantes nativos de Eleitias poseía un Espíritu de Monstruo ni conocían el reino de Marak, por lo que Nimet y su gente pudieron estar tranquilos por mucho tiempo. Consideraron a Eleitias su nuevo hogar y poco a poco, iniciaron la construcción de una nueva biblioteca, donde resguardaron su antiguo y valioso libro de conjuros.

Pero poco tiempo después de haber llegado a Eleitias, Nimet descubrió que más al sur del valle del Nilo, estaba el reino de Nejet, gobernados por su rey Abidos.

Ni Nimet ni su clan habían conocido al entonces faraón de Nejet. Procuraban no llamar la atención de los ciudadanos de ese reino. Por ahora, tenían mucho trabajo por hacer, como poco a poco, ir completando la biblioteca.

Pero los comerciantes de entre uno y otro pueblo llevaban consigo los rumores.

El faraón Abidos supo por su mayordomo real lo que la gente estaba diciendo en su reino y eso era que en Eleitias, unos hechiceros y sabios habían llegado.

Eleitias estaba más apartado de Nejet, por lo que el reinado del faraón Abidos no había llegado hasta ese lugar, aunque si así lo quería, podía mandar a sus soldados para imponerse.

Pero Abidos no era especialmente bélico. Años atrás, como la única guerra que lideró, había surgido la necesidad de que su ejército peleara contra otro pueblo rebelde que terminó por rendirse ante él. Abidos era más metódico. Antes de atacar, quería saber. Quería ver.

A penas y sabía que aquel clan que había llegado a Eleitias se llamaban Ishtar. Y si había hechiceros entre ellos como se decía, posiblemente serían esos los que más le preocupaban.

Abidos y su corte, compuesta por seis sacerdotes y un mayordomo real, eran capaces de invocar a Espíritus de Monstruos fuertes, además de ser los más hábiles hechiceros del reino. Tenía que saber con qué clase de fuerza estaba conviviendo su gente. Así que, con ese pensamiento, mandó a sus hombres de manera pacífica hasta Eleitias con un mensaje para Nimet: el faraón Abidos quería verlo en su palacio lo antes posible.

Nimet no se sorprendió cuando el mensaje llegó y con el fin de encontrar quizás un acuerdo de paz, acompañado de un hechicero de su clan, siguió a los soldados del faraón hasta Nejet, donde Abidos lo esperaba.

O-O

La audiencia se hizo en el salón principal del palacio, ante el rey Abidos, el mayordomo real y los sacerdotes de la corte.

Nimet y Unht -el hechicero que lo había acompañado-, expusieron respetuosamente ante el faraón parte de la historia del origen de su clan y su desgracia en Marak, donde lo habían perdido todo de su vasta biblioteca. Y, agregó Nimet después, en Eleitias, el clan estaba esforzándose por reconstruir parte de los pergaminos perdidos.

Unht explicó también en qué consistía el trabajo de los escribas y los hechiceros, las diferencias físicas de cada cual en sus ojos y por último, que no aprendían a invocar Espíritus para pelear, sino más bien para proteger. Se habían propuesto a defender su nueva biblioteca con toda su energía vital si era necesario.

Abidos a su vez, quedó impresionado, al igual que los miembros de la corte. La manera de invocar a los Espíritus de ese clan, era muy similar a la que ellos empleaban. Además, si bien era cierto que el palacio real contaba con su propia biblioteca, los Ishtar habían llegado desde un reino lejano y también -pensó el faraón- parecían tener más conocimiento que ellos en cuanto a los Espíritus de Monstruo.

Pero aun así, luego de que el escriba y el hechicero del clan de los Ishtar habían contado su historia a Abidos, Nimet consideró necesario hablar a solas con el faraón.

Cuando Nimet conoció al faraón, mientras aquel estaba sentado en su trono de oro, el líder de los Ishtar no leyó maldad en el corazón del rey como aquella que poseía a Inha. Abidos era curioso simplemente. No era tan joven como creía, pero el faraón también tenía "presentimientos". Si algo no le simpatizaba desde el principio, aun conociendo la historia detrás de ello, simplemente lo apartaba de él y su gente. Y muchas veces acertaba en sus decisiones.

Así que Nimet debía ser cuidadoso en lo que le iba a revelar al faraón, porque de sus palabras dependía el futuro de su clan.

Una vez que estuvieron solos, en uno de los amplios balcones del palacio, desde donde se podía ver la mayor parte del pueblo, Nimet explicó a Abidos la razón por la que su clan había huido de Marak. Abidos escuchó atentamente de la boca de Nimet cómo al rey Enti y aun antes a este, los Ishtar habían servido a los reyes de Marak. Luego relató cómo Inha, hijo de Enti, había destruido el único patrimonio de los Ishtar para luego buscar a cada uno de ellos y asesinarlos.

Hasta esa parte del relato, el faraón había guardado silencio. No podía compadecer al clan de los Ishtar, pues sentían que aun faltaba que Nimet le contara la razón por la que Inha había decidido destruir la biblioteca y querer asesinarlos. Y cuando lo supiera, decidiría si los Ishtar eran o no enemigos de Nejet.

Y Nimet continuó:

"Poseemos un libro sagrado que ha pasado por muchas generaciones entre nuestro clan. Se llama Libro de Hechizos del Milenio... Sólo unos cuantos escribas y yo conocemos el lenguaje en el que fue escrito ese libro, ya que siete hechiceros de distintas y lejanas tierras se reunieron para escribirlo en un lenguaje único..."

"¿Quién o qué les dijo a esos hechiceros que escribieran ese libro?" preguntó el faraón Abidos, intrigado.

"Discúlpeme, pero eso es algo que no puedo responder... Ya he revelado mucho con decirle parte del origen de ese libro... Todo lo que está escrito ahí va más allá del conocimiento humano, pero está destinado a saberse cuando el tiempo llegue, según nuestras profecías. Así que, ahora que sabe cuál es nuestro mayor tesoro para nuestro clan, quiero saber si usted nos permitirá seguir viviendo en Eleitias."

El faraón meditó. En silencio, recapitulando toda la historia que Nimet acababa de decirle, Abidos sabía que el escriba le había dicho toda le verdad y tuvo otra "corazonada", para finalmente, responder:

"Vivan tranquilos en Eleitias. Pero a cambio, quiero que compartan parte de sus conocimientos con mis sacerdotes."

"¿Desea llevarse nuestro Libro de Hechizos Milenario?" Preguntó Nimet, palideciendo.

Abidos sonrió.

"No. Hay cosas que simplemente es mejor no saber si no es el tiempo de saberlo. Los dioses me eligieron para gobernar Nejet y aun creo que no nos revelan todos sus secretos. Si he de saberlos, será cuando pase a la otra vida y me reúna ante ellos. En cuanto al Libro de Hechizos del Milenio, usted y su clan deben protegerlo. Eleitias es parte de mi reino, por lo que no quedará desprotegido desde ahora."

"Mis escribas compartirán entonces sus conocimientos."

"En el palacio hay una biblioteca también. Y en los muros, están relatadas las historias de los reyes anteriores a mí. No podría permitir que se lleven los manuscritos, pero permitiré que sean leídos"

"No se preocupe. Es nuestro deber crear manuscritos a partir de otros. Venga a Eleitias cuando tenga oportunidad y podrá ver nuestro trabajo."

La despedida llegó y Nimet y Unht volvieron a Eleitias, anunciando la buena nueva.

Nimet tenía dos hijos, unos hechiceros jóvenes que habían presenciado la desgracia de Marak cuando apenas eran niños. Sus nombres eran Mareb, una muchacha de extraordinaria belleza y Naut, un gallardo y valeroso joven.

Por entonces, el faraón Abidos estaba casado con la reina Teih y había tenido un hijo varón de nombre Benakon. Para sellar el pacto entre los Ishtar y el soberano de Nejet, Mareb fue llevada ante Abidos, quien la tomó como segunda esposa.

Tiempo después, nació una niña. Como su madre Mareb, Merit poseía los ojos color violeta brillante, revelando así que sería una hechicera.

Los Ishtar no tenían dioses y los habitantes del reino de Nejet sí. A su vez, Nimet había quedado maravillado al saber que en Nejet, los sacerdotes y el faraón sabían la diferencia entre los dioses y los Espíritus de Monstruo. Es decir, creían que los Espíritus eran enviados de los dioses, de ese modo, por ejemplo, el dios del sol Ra había enviado a su Dragón Alado para proteger a su pueblo.

Hasta entonces y como se enteró luego, era la primera vez que Nimet conocía a un Espíritu de Monstruo confinado en una lápida de piedra. Desde siempre había creído que el Espíritus de Monstruo moría con su portador. En Nejet, si alguien poseía la energía suficiente, podía invocar al Espíritu de la lápida aunque su original poseedor hubiese muerto años atrás. Después, supo también que los faraones eran los únicos que podían invocar a las denominadas "Bestias Divinas". Dichas palabras, Nimet las había leído en el Libro de Hechizos del Milenio. Pero no se precipitó. Si alguna vez en el futuro, el faraón mismo le contaba a su vez la historia de su reino y antepasados, mejor.

Los años pasaron.

O-O

La línea de descendencia al trono de Nejet decía que cuando el faraón muriera, sería su primogénito quien ocuparía el cargo de rey. Además, para consolidar su poder, debía tomar por esposa a una hija del anterior faraón.

Benakon apenas había llegado a los diecinueve años cuando Abidos murió. No fue un día triste para el reino, ya que el faraón Abidos se iba a reunir con los dioses y cuidaría de su gente al ascender a la categoría de dios y fusionarse son ellos.

El funeral fue hecho por los sacerdotes y los hechiceros Ishtar. Como unos años antes, Mareb había muerto también, la mastaba en la que había sido sepultada había sido saqueada por ladrones. Afortunadamente, el cuerpo había quedado intacto dentro de su sarcófago, pero Abidos encargó a los hechiceros de Ishtar que tanto la mastaba de Mareb como la suya y la de su primera esposa Teih, fueran protegidas y custodiadas por ellos. Los Ishtar así lo hicieron y desde entonces, existió un tercer orden entre el clan: los Cuidadores de Tumbas, compuestos por hechiceros en su mayoría y algunos escribas, encargados estos últimos de llenar los muros dentro de la mastaba con los rituales funerarios de los reyes de Nejet mientras que los hechiceros se encomendaban de poner mortales trampas en el interior de las tumbas. Al principio, los Cuidadores de Tumbas no creían en esos jeroglíficos sagrados, pero por respeto hacia Abidos y los antepasados del faraón, guardaban silencio, limitándose a obedecer la última voluntad del soberano.

Y después de los funerales y que Benakon fue proclamado como faraón, tomó como esposa a Merit.

Nimet, siendo ya un anciano, no pudo acudir al ritual mortuorio de Abidos, pero envió un mensaje a Benakon, anunciándole que quizás ya había llegado su momento de partir al otro mundo. Benakon sabía de su padre la renuencia de los Ishtar en creer en los mismos dioses, por lo que, aconsejado por Merit, no insistió en que Nimet pasara por el ritual funerario que los nobles de Nejet. Cuando Nimet murió meses después, Merit fue hasta Eleitias, donde ella y los hijos de Naut, el hermano de su madre Mareb, hicieron el ritual funerario del clan.

Tiempo después, Merit y Benakon tuvieron su primer hijo: una niña que fue llamada Nefer, la cual mostraba también su herencia hechicera de los Ishtar en sus ojos.

Sin embargo, en Eleitias se había comenzado a crear una conspiración por parte de unos escribas y hechiceros. El Libro de Hechizos del Milenio volvía a ser el centro de atención por parte de los traidores.

Dumrha, un escriba y sucesor de Nimet, poco pudo hacer una noche en la que los pérfidos del clan lo atacaran a él y el resto de los escribas y hechiceros, pues poseían Espíritus de Monstruo muy poderosos. Naut y sus hijos, ayudados por los soldados del reino de Nejet, lograron contener a los hechiceros y detener a los escribas rebeldes, pero uno de los cuales, llamado Bauk, sabía el lenguaje en el que el Libro de los Hechizos del Milenio estaba escrito. Llegó hasta el libro y aunque no pudo leer gran cosa, más allá de algo que parecía ser una advertencia, adelantó unas páginas más y memorizó todo un hechizo completo.

Antes de que fuera capturado, logró huir. Bauk ya había viajado por el reino de Nejet y más allá de este, por lo que escapó hasta el pueblo de Kul Elna, donde según se decía, estaba habitado por ladrones, asesinos y demás gente que había entregado su vida a la perdición. La guardia de Nejet no lo consiguió capturar y no imaginaron que el escriba había conseguido llegar hasta aquel lugar marginado para refugiarse.

A la mañana siguiente, Benakon y Merit se enteraron del ataque, alarmándose. Los reyes de Nejet sabían de la existencia del Libro de Hechizos del Milenio, por lo que convocaron a Dumrha ante ellos.

Benakon expuso su preocupación ante Dumrha y le dijo que, para que el Libro estuviera protegido de cualquier ataque en el futuro, sería trasladado al palacio real. Al principio, Dumrha se negó, pero el faraón le aclaró que le permitiría quedarse también en el palacio. De ese modo, los ladrones no solamente debían pasar por los muros del palacio, sino además por la guardia, los sacerdotes y sus Espíritus de Monstruo e incluso enfrentarse ante el faraón mismo. Además, dejaría que Dumrha decidiera cómo y quiénes estarían en la guardia. Con tales especificaciones, Dumrha aceptó.

Como Dumrha dejaría Eleitias, se decidió que ahora, los hechiceros serían quienes gobernarían aquel lugar y fue Naut, hijo de Nimet, quien desempeñó tal cargo.

Otro tiempo más pasó y Merit volvió a dar a luz. Esta vez, la reina de Nejet había tenido gemelos.

O-O

Según las supersticiones de los antepasados, aquellos que nacieran como gemelos, debían ser sacrificados, ya que uno de ellos o los dos eran Sheut (es decir, la maldad del otro o una maldad compartida).

Benakon, ante las súplicas de Merit, la cual amaba sobre todas la cosas, decidió no sacrificar a sus hijos. Los varones, según aclaró Benakon ante los incrédulos sacerdotes, sobrevivirían. Además, el reino no sería dividido. Igualmente, el primogénito sería el heredero al trono. Los niños fueron llamados Aknamkanon y Aknadín, nombres que habían pertenecido a otros reyes de la familia real hacía muchos años atrás.

Pero los sacerdotes no estaban convencidos del todo acerca de la decisión del faraón de dejar con vida a los gemelos. Aunque lo aceptaron después, algunos de ellos estaban seguros de que esa decisión atraería algo malo al reino.

Cuando Nefer tenía cinco años y sus hermanos dos, la niña contrajo una enfermedad, al igual que su madre Merit. La fiebre las fue consumiendo a ambas rápidamente y los sacerdotes, tanto de Nejet como de Eleitias, que también eran médicos, coincidieron en que quizás, la reina y la princesa habían sido envenenadas, muriendo las dos poco después. Benakon había quedado destrozado, pero había tenido que sobreponerse por los príncipes.

El faraón nunca supo cuál había sido la causa del envenenamiento, pero lo que no se imaginó fue que, entre las mujeres nobles, había la costumbre de usar esencias sobre su cuerpo; aceites extraídos de plantas y flores medicinales que crecían cerca del Nilo. Pero esa vez, un hombre de Kul Elna había ofrecido algo mejor en los mercados de Nejet y uno de los sirvientes del palacio decidió llevar esa nueva esencia a la reina, la cual, a su vez, complacida por el aroma, había colocado un poco a la princesa.

Por la misma causa que las soberanas de Nejet, cerca de veinte personas, habitantes del reino, habían muerto también.

El tiempo pasó.


¡Hola!

Esta es la primera historia que hago de esta maravillosa serie. Ojalá sea de su agrado.

Algunos nombres de ciudades antiguas no son exactos, sin embargo, el nombre Eleitias (o Eleithias en el original) proviene del cuento "Conversaciones con una momia" de Edgar Allan Poe. Algunos nombres de personajes provienen de derivaciones de otros tantos sacados de películas clásicas que he visto hace años que hacen alusión al Antiguo Egipto.

¡Saludos!