Un suspiro se escuchó en el dormitorio de los progenitores de Marinette.
—¿Estas bien, querido? —la voz de su dulce esposa, le hizo mirarla en la penumbra.
—Si...no... —Volvió a suspirar— Yo quería que el amor de nuestra hija funcionara.
Sabine lo miró con ternura. Esas palabras que su marido pronunciaba la llenaban de calidez.
—Lo intente tanto —ella sabía por eso sonrió tiernamente— Hice pasteles, lo invite a desayunar, quise ser el mejor suegro, pero él —Frunciendo el ceño, al solo recordar su hija abatida— No estaba enamorado de mi dulce princesa —Hizo una pausa— No lo puedo creer es que nadie debería poder resistirse al encanto de Marinette ni de los Macarons, pensé que todo resultaría maravilloso.
Resopló.
—Yo quería ver los gatitos corretear. Chat Noir iba a ser un buen yerno, es valiente, honorable, no tenía pulgas, fiel.
—No puedes forzar en los sentimientos de los demás —alegó sabiamente Sabine.
—Lo sé —realizo una expresión deprimida— Pero Marinette estaba tan triste que... ¿Quién no podría amar a nuestra hija? Ah... yo solo quería que sea feliz, que todo resulte bien para ella.
Sabine acarició el brazo de su esposo.
—Ella es joven, se recuperara rápido de su amor no correspondido. ¿No recuerdas que antes estaba enamorada de ese chico modelo? El que nuestra hija tenía varias de sus fotos pegadas en el cuarto de él.
—Sí, si —sonriendo al recordar— ¿Que habrá pasado con él? Tal vez Mari... y si lo invito a desayunar...
—Tom —su tono de voz fue autoritario. Para que no haya intervenciones de su parte.
El rió nerviosamente por viajar entre las nubes de fantasía, de nuevo.
—Creo que es hora de dormir —dijo Sabine— Tienes que levantarte muy temprano.
Asintió y abrazó a su esposa mientras cerraba los ojos.
Aunque comprendió que no debía forzar los sentimientos de los demás, eso no impidió que soñara con su hija (mayor), su yerno y sus lindos gatitos correteando por el lugar.
El dibujo de una sonrisa surco en sus labios.
.
.
.
Ese futuro no se vislumbraba tan lejano.
