DISCLAIMER: Todo lo reconocible le pertenece a J.K. Rowling. El resto es producto de mi imaginación.
Aviso: Este drabble hace parte del conjunto que estoy escribiendo para el «Fictober 2018» como reto personal.
Palabra del día: Roca.
Día uno.
Despierto del sueño más largo que he tenido en semanas y me encuentro con que, como imaginaba, todo lo que he estado replicando en mi mente no es otra cosa que lo que ha estado pasando en la vida real a pesar de que cada vez me cuesta más distinguir la fantasía de la realidad, pero el dolor de la tortura no es algo que se pueda confundir fácilmente, aunque por momentos sea lo que quisiera que sucediera.
La celda en la que estoy encerrado no es otra que una de las mazmorras de mi propia casa y me cuesta a veces asimilar que pueda volverse contra mi cuando me ha protegido en más de una ocasión gracias a los hechizos puestos por mis ancestros. Pero ese ha sido el problema realmente: la he traicionado igual que lo he hecho con mi familia, con mis antepasados y con los principios que me enseñaron a llevar con orgullo desde niño. He tirado a la basura todo lo que aprendí durante años, todo lo que significaba ser un Malfoy y que quedó reducido a cenizas en el momento en que sus hermosos ojos oscuros traspasaron las barreras que instalé a mi alrededor y que vieron más allá del bastardo que siempre fui y que ahora ha quedado casi completamente en el pasado.
Gracias a ella, a su compasión, pero sobre todo a su perdón.
Por eso estoy aquí, confinado a podrirme entre el moho y la descomposición del espacio que antes de ser mi última morada fue la de otros, la de sus amigos especialmente, y aunque al principio me costó hacerme a la idea, ahora entiendo que era justo lo que tenía que suceder. Cuando aún era un niño idiota escuché a Dumbledore decir que el amor es una fuerza más hermosa y más terrible que misma muerte; no lo entendí entonces, pero ahora sé que tenía razón porque es justo esa fuerza la que me ha empujado a hacer lo que hice, a arriesgar lo que arriesgué y a esperar el inminente final que tendré. Tardé en darme cuenta, pero fue precisamente el amor el que me ayudó a dejar de ser lo que fui durante años: un cobarde.
Y esto es lo que tengo ahora mismo: una frazada que está sucia por lo mugriento del espacio en que me muevo, un plato de comida donde ahora mismo hierven gusanos porque me he rehusado a comer cualquier cosa más por dignidad que por falta de apetito y unos recuerdos, mis recuerdos de su aroma y su sonrisa que son lo único que me mantiene todavía cuerdo para enfrentar lo que vendrá. He sido la roca en el camino de los ideales de mi propio bando, la vergüenza de mi padre y el sufrimiento de mi madre que ha aguantado, estoica, todo lo que está sucediéndonos a ambos, pero lo peor es que, a pesar de la suerte con la que corro ahora mismo, no me arrepiento de nada en absoluto.
