Éste es el inicio de mi primer fic.
Celebrando el mes de Albert.
Dedicado al Foro Andrew.
Disclaimer: Los personajes de Candy Candy pertenecen a su autora: Kyöko Mizuki y a TOEI Animation Co. 1976. Escribo éste fic sin fines de lucro.
Despertando A Tu Encuentro
Por LisW. Andrew
Aclaración:
Estoy situando la historia en otra época. Para ser concreta a finales de los 60's.
Tomar en cuenta la siguiente cronología para éste fic:
1968:
Candy se encuentra estudiando enfermería.
Albert llega mal herido al hospital Santa Juana en Chicago, sólo que la bomba que explota en el tren está relacionada con la guerra en Vietnam.
Albert y Candy viven juntos en el apartamento Magnolia.
Candy y Terry se separan.
1969:
Stear muere en Vietnam.
Albert se va del departamento. Candy encuentra a Terry pero prefiere seguir buscando a Albert.
1970:
Candy descubre quién es el tío abuelo William y posteriormente a su príncipe.
Antes de finalizar el año Albert emprende sus primeros viajes de negocios.
Despertando A Tu Encuentro.
Por LisW. Andrew
1
Lo primero que obligó a viajar a Albert poco después del día que Candy lo reconoció como aquél príncipe que acompañó los sueños de su infancia, fue tener que pisar Europa por asuntos de negocios y sociedades. Tres exhaustivos meses viajando de un lugar a otro. De su natal Escocia a Francia, de Alemania hasta los Países Bajos y de vuelta a Inglaterra, cada viaje hecho sólo por cuestiones relacionadas a las empresas. Tres meses tras los cuales decidió aventurarse a lo desconocido y escapar durante un mes más, antes de regresar a Estados Unidos. Dejando previamente todos los asuntos pendientes resueltos y a George a cargo. Aunque dispuesto a interrumpir sus "vacaciones" si algo urgente surgía.
Ahora se encontraba alejado de todo. En un continente nuevo para él. Maravillado con la intimidad y el exótico entorno del que era capaz un país insular al Sur Este de Asía.
En medio de la exuberancia, salió a dar un paseo al Atardecer. Era invierno así que aunque el clima se mantenía cálido resultaba bastante agradable. Llevaba un sencillo e informal pero muy favorecedor traje de liviana tela beige. Debajo del abierto saco, una camisa blanca de algodón desabotonada a la altura del pecho lo mantenía fresco.
Caminaba sin dirección precisa entre calles aglomeradas y mercados callejeros. El ambiente, misterioso, sagrado y desconocido le resultaba fascinante. Se detenía a curiosear en un puesto u otro. Compró una vaporosa tela preciosa a la vista, bordada con motivos budistas y dorados matices folclóricos y se la echó al cuello, para enseguida reanudar su paseo entre los puestos con las manos dentro de los bolsillos del pantalón.
El crepúsculo previo al anochecer comenzó a desgarrar las nubes dejando ver los rojizos y más hermosos matices del día. Desde uno de los puestos vio a lo lejos una plaza tranquila y poco concurrida. Se encamino lentamente a esta, mientras distraído volteaba en distintas direcciones y su vista se perdía en los parajes de la lejanía.
El viento comenzaba a soplar un poco violento entorno al abierto espacio cuando llegó a la plaza. Se sentó en una banca que detrás tenía un muy antiguo monumento de piedra. Frente a él, un pequeño parque y alguna que otra banca dispersa al derredor. Una mujer joven sentada en una de las bancas frente a el, sostenía una gaceta amplia que le cubría la cara. El movimiento de las amplias hojas hizo que sin querer Albert dirigiera su mirada a donde ella se encontraba. Un sombrero negro y amplio se asomó de entre el papel y un par de ojos obscuros debajo de este fijaron su mirada por un delicioso instante en él. Un precioso par de ojos maquillados, sofisticados e intrigantes encontraron la celeste, extasiada y profunda mirada de Albert. La mujer bajó perezosamente la gaceta lo suficiente para que su rostro fuese descubierto y admirado. Una cabellera castaña larga, espesa y voluptuosa enmarcaba un delgado, elegante y armonioso rostro bronceado, de facciones finas y a la vez propias de aquel continente. Un escalofrío recorrió la espalada de Albert.
La joven volvió a subir el periódico tras su coqueteo, para poco después levantarse del sitio y marcharse. Llevaba un vestido negro y ligero a la altura de la rodilla con un sencillo escote alto sin mangas y de amplia falda, que realzaba su esbelta figura y sus hermosas piernas.
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De regreso en su hotel tras haberse duchado, Albert veía las luces nocturnas a través de la ventana abierta de su habitación. Recargado con los brazos sobre el alfeizar. Sin proponérselo mientras se encontraba observando el horizonte y la playa nocturna, evocó aquel efímero momento en la plaza. Un deseo comenzó a punzar en su interior. No supo si fue la forma en que ella lo miró, el tiempo que llevaba alejado de todo o tal vez un sentimiento más antiguo que mantenía oculto aún.
Continuará...
