Esta es mi primera historia y me siento un tanto emocionada. Cuentenme qué les parece.
Los personajes ni el mundo me pertenecen. Son de Nick y yo sólo jugaré un poco con ellos.
Katara observó el firmamento con ojos un tanto soñadores. La tarde se había pasado más rápido de lo que su corazón deseara que durará: lo suficiente para que llegara él.
Con un suspiro de resignación, caminó de vuelta a su hogar, no sin antes dirigirle una última mirada al horizonte, al cielo que se hallaba ya lleno de estrellas, tan hermoso y grande, que se negaba a traerle de vuelta a su amado.
La maestra agua, recordó con cierta felicidad cubierta de nostalgia, la tarde en la que le había hecho la promesa a Aang.
La mañana soplaba helada en el polo sur, apenas había amanecido y la gente aún seguía dormida en sus camas calientes.
Katara miró al bisonte volador mientras le acariciaba su pelaje. Aang estaba terminando de acomodar las cosas que llevaría a su largo viaje.
-Si te olvidas de mi encargo, provocarás la furia de mi bumerang. –se escuchó decir a Zokka mientras ponía una cara que pretendía ser temible, pero que resultaba en cierto punto adorable.
-Lo tendré en cuenta. –respondió el avatar, dedicándole una sonrisa y un abrazo, lo que prosiguió con Hadoka, quien después de haber convivido tanto tiempo con el muchacho ya le tenía más que cariño, lo consideraba parte de su familia. –Nos veremos pronto. –les dijo Aang por deseaba vez en lo que iba de la mañana.
La maestra agua pareció haber ignorado las palabras entre los hombres, aunque estaba al tanto de cada sonido que saliera de la voz del joven maestro aire.
Con una sonrisa pequeña en el rostro, curvando sólo una comisura de sus labios, Aang se acercó a Katara y la abrazó por la espalda. La morena recargó su cabeza en la espalda del nómada y cerró los ojos, sintiendo el momento. Mientras que ambos hombres familiares de la morena, se enfrascaban en una emotiva despedida hacia Momo.
-Mira el horizonte. –le dijo al oído el muchacho con tatuajes de flechas. Ella abrió los ojos reticentes y observó las nubes, parecían pesarosas y rellenas, como una gigante y muy apapachable almohada. –Míralo cada tarde, -continuó Aang, -y una de ellas, antes del que el sol se oponga, yo vendré a ti.
Katara volteó la cabeza y luego todo su cuerpo, para pasar los brazos alrededor del cuello de su novio, tratando de contener las lágrimas que sabía terminaría derramando. – ¿Me lo prometes? –demandó después de asegurarse que se reflejaba amor en los ojos grises.
–Lo prometo. –Aseguró Aang, – ¿Tú prometes esperarme? –preguntó con cierta inseguridad en esos ojos que reflejaban alma de niño.
–Prometido. –sonrió y luego juntó sus labios con los de su amado maestro aire. Él le correspondió de inmediato, con cierto recato y con su corazón a punto de salir del pecho, como le pasaba cada vez que estaba con ella.
El beso terminó demasiado pronto para la joven y enamorada pareja. El momento llegó a su fin y el avatar tuvo que partir.
Sólo quedó la maestra agua, mirando el horizonte donde se perdió su amado, incluso mucho después de que se fueran su hermano y padre.
Ahora sólo le quedaba una promesa que cumpliría al pie de la letra. Lo esperaría.
Ahora parecía tan lejos ese tiempo y en cierto modo lo era. Ya había pasado casi un año y el maestro aire no se dignaba a aparecer, incumpliendo su parte del trato. Sus cartas no faltaban, algunas con obsequios que intentaban disminuir la pena.
En una semana exactamente, ella cumpliría 20 años, un número más. Sin embargo, le pesaba poder pasarlo sin su amado maestro aire.
Sus pasos se detuvieron afuera de su casa, cerró los ojos y tomó aire, preparándose para poner una buena cara y hacer un papel de una buena hija, una hija feliz a quien no se le rompía el corazón por no ver en el horizonte una motita que asegurase la llegada de un bisonte y con él su felicidad.
Próximamente la continuación.
