La Búsqueda
La diosa Discordia, Eris para los griegos, caminaba de un lado a otro molesta y frunciendo el ceño. En su forma romana se solía mantener más molesta y problemática de lo usual pero era de la forma griega como le gustaba causar más alboroto. Un destello de Eris apareció y un vestido al estilo griego lucia por completo durante un momento pero en un parpadeo los ropajes se volvieron romanos. La diosa estaba furiosa. Su cabeza estallaba constantemente ante la poca estabilidad de sus dos partes y de ese modo le era mucho más complicado causar conflictos y sobre todo caos.
La diosa debía solucionar eso. No sabía cuándo ni cómo pero lo haría, debia hacerlo.
Comenzó a caminar por el Olimpo y con cada paso que daba sus ropajes y su cabello parecía querer cambiar pues se veía la silueta borrosa de sus ropajes en color blanco al color rojo que solía vestir cuando era romana. Discordia había decidido que era hora de no solo matar semidioses o causar su muerte, era hora de que los semidioses le sirvieran como a sus padres y hermanos e hicieran una búsqueda para ella. Así fue como la diosa del caos bajo al Campamento Júpiter para dirigirse a la Quinta Cohorte donde se encontraba una semidiosa, hija de Febo Apolo la cual había visto en acción pocas veces y le parecía la indicada para la misión y la cual pese a que estaba "fuera de servicio" no se podría negar a la petición de una diosa, y menos de ella. Discordia sonrió al llegar ante ella, la cual dormía plácida y profundamente. Se quedó de pie observando cómo se removía, envolviéndose entre sus sábanas en busca del calor para mitigar el frío que generaba su presencia. Sin embargo no despertó. La diosa carraspeo con finjida delicadeza para despertar a la chica pero al ver que no funcionaba hablo lo suficiente fuerte para que la escuchara.
— Hey, tu. Despierta... —La diosa intento sonreír amable mientras le llamaba a sabiendas de que sus sonrisas, por más que se esforzase, solían mostrarse amenazadoras. Pero la semidiosa era ajena a lo que sucedía. Ya fastidiada, Discordia se adentró en su mente, completamente segura de que ahí la escucharía. Irrumpiendo en sus sueños dijo casi en voz de grito—. ¡Gwendolyn Sole, despierta de una maldita vez! —Gwen se incorporo con la respiración agitada exclamando con el mismo tono de voz.
— ¡Prefiero que me llamen Gwen! —Paseo su mirada por la habitación topándose con el ceño fruncido de la diosa vistiendo sus ropajes engalanados y llamándola Gwendolyn ¿Acaso era un sueño? Realidad, sueño, pesadilla o lo que fuera no debía hablarle a una diosa de esa manera. Golpeo su frente y se apresuró a agregar, no del todo consciente—. Mi señora... ¿Es esto un sueño o está realmente aquí?
La sonrisa de la mujer no la relajaba en lo absoluto. No le gustaba mucho encontrarse con ninguno de los hijos de Nox.
— Esto es tan real como tu, querida. —La diosa Discordia observó muy atenta el incongruente accionar de la semidiosa, terminando por deducir que la falta de costumbre de los semidioses al estar frente a una divinidad como para ella la falta de costumbre del necesitar ayuda de los semidioses. Con tal impedimento la diosa camino por la habitación buscando las palabras precisas para expresarse correctamente—. Necesito de tus, ahm... ¿Servicios?, para una misión, una búsqueda o como sea que ustedes le llamen —Dirigió su mirada a la joven en el momento en que pronunciaba esas palabras tan desconocidas, completamente nuevas para ella ya que nunca requería de ellos, los semidioses, pero esta ocasión era una excepción.
Gwen palideció por las repetidas faltas de respeto que cometía, una tras otra hacia a la diosa. Le habían quedado algunas costumbres de su servicio, una de ellas era: respeto y carácter a los dioses. Inmediatamente se levantó de su litera e hizo una pronunciada reverencia digna de la diosa y habló fuerte y claro
— ¿En qué puedo servirle mi señora Discordia?
— Necesito encontrar una ehm... Mi manzana, mi manzana de oro... Si, eso. Donde conseguí la última, al parecer, ya no puedo entrar o no puedo acceder debido a estos tiempos. No lo se, no estoy segura... —Discordia suspiró agotada, paseando la mirada por la habitación. Gwen siguió las orebes de la diosa, despreocupada, hasta que por su vision periferica se percató de que su habitacion parecia haber sido la sede de la ultima partida de Death-Ball "Por Júpiter" pensó "Debería ordenar más seguido". Con disimulo empujó el tapiz de ropa bajo la cama. Discordia no necesito mas que escuchar su pensamiento antes de adivinar su intento en vano de arreglar el caos de su habitación, sonrió con suficiencia—. Tranquila, querida. Después de todo soy la diosa del caos y el desastre, me gusta el altar que me has puesto.
Cuando Gwen escuchó aquellas palabras inmediatamente perdió el interés por limpiar y a pesar que su pijama le daba un aspecto desastroso no pudo detener la sangre que le coloreaban las palidas mejillas, mostrando su vergüenza.
— Mi señora, no es que quiera ofenderle o algo por el estilo pero debe haber una profecía de por medio... —Solto sin poderlo evitar al recordar cuando el señor todopoderoso Marte Ultor había enviado a Percy, Hazel y Frank a Alaska y les había escrito una "profecía" para su búsqueda.
La diosa rodó los ojos ante la petición de la profecía y suspiro recordando vagamente que Marte le había comentado que seguramente se encontrarían en una situación similar con estos campistas al pedir "voluntarios" para sus búsquedas y confirmo que no fue una alusion de eones atras al poder percibir que el recuerdo se imprimia en el semblante de su acompañante.
— ¿Tienes papel y lápiz? —Pidió con amabilidad, o toda de la que era capaz en ese momento. Gwen no pudo evitar preguntar.
— ¿Para qué necesita la manzana? —Intentando no enredarse con la ropa del suelo le pasó una vieja hoja con caricaturas de ositos de felpa matando a Octavian y un lápiz de ojos que no noto por la falta de luz.
— Gwendolyn, la razón de porque necesite la manzana no es de total relevancia... —Murmuró la diosa algo irritada, zanjando el tema de inmediato al momento que tomaba el papel y el lápiz, con carente delicadeza. Pero Gwen no dejo de insistir.
— ¿Entonces ya no es de vital importancia tenerla?
— Sino fuera de vital importancia, no lo pediría.
Instantes después de que cayó en su falta, Gwen cerro los ojos con fuerza, tentada a soltar un "Mierda" por lo bajo. Si un dios pedía algo siempre era de vital importancia, fuera lo que fuera. Y las últimas palabras de la diosa se lo confirmaron.
— Interesante dibujo —Observó la diosa y anotó algo en el papel con el lápiz de ojos para instantes después dárselo de vuelta.
— Es lo que hago en mis ratos libres —Comentó con orgullo y tomó el papel tratando de leer lo que decía pues la letra de la diosa era poco legible.
— Ahí está tu profecía. Deben buscar el jardín secreto de Quione —El nombre le sonaba vagamente familiar pero no estaba segura y no se abstuvo de preguntar.
— ¿Quien es Quione?
— Diosa de la nieve, la hija de Boreas —Aclaró la diosa, ya fastidiada por las constantes preguntas.
— Si, mi señora. —Volvió a hacer una reverencia antes de colocarse el papel frente a los ojos en otro intento de entender lo que citaba la nota.
Cuando Discordia se percató de los gestos que hacía por ello le dijo fingiendo lamentarse.
— Oh perdona por la letra, pero tu lápiz para ojos no es exactamente la mejor cosa para escribir.
— ¿Eh? Ah, sí, señora... —Absorta en sus vagos pensamientos tomó el lápiz y guardo el papel en el bolsillo de sus pantaloncillos cortos—. Espero que guíe nuestro camino... —Había dicho todavia adormilada y cuando se dio cuenta se arrepintió de ello inmediatamente. No quería que el desastre y el caos la siguieran por el todo el país. Pero ya no podía revertirlo. Discordia suspiro y miro a la chica con una sonrisa maliciosa en los labios.
— Los estaré vigilando a ratos. Espero que tengas a tus acompañantes en mente...
— Ya se a quien le dire... —Susurro para si misma.
— ...Suerte, bendiciones, ese tipo de cosas y bla bla bla bla... Ahora, me retiro... —La diosa hizo ademán de encaminarse a la salida y antes de desaparecer se giró y le dijo con socarronería—. Me alegro de que hayas tenido esos ratos libres y espero que los hayas disfrutado al maximo... Como si fueran los últimos... En fin suerte con los monstruos en tu misión. —Al desaparecer en un resplandor dorado sus últimas palabras resonaron formando eco en el lugar.
Una vez que la diosa se retiró Gwen asomo su mirada por la ventana que tenía su habitación observando que las constelaciones seguían en lo más alto del firmamento, aun oscuro. Con el desasosiego creciente de su interior, se dejó caer en la litera cubriendo su rostro deseando que solo fuera una pesadilla pero ella sabía que no era así.
— ¡Oh Holy Shit! Será un año tranquilo decían, no pidas tu carta aun y quédate en el campamento decían... —No había tiempo que perder entre mas rapido acabara con ello mejor. Asi sin mas con su pijama puesto y despeinada echó a correr por el pasillo en dirección al cuarto de su mejor amigo.
Si dependiera que alguien le cubriera la espalda mientras luchaban por sobrevivir ese sería Frank Zhang. Regularmente llamaría a la puerta como otras ocasiones en que lo visitaba pero esta vez era algo de suma importancia por lo que irrumpió en la habitación sin previo aviso por la que únicamente se escuchaban sus ronquidos. Se acercó a su litera, donde estaba tumbado y sin apice alguno de cautela lo tomó por el hombro y lo movió mientras le hablaba.
— Frank... Despierta... Hey Frank... Despierta... ¡Dioses, Frank! ¡Despierta!
Pero el muchacho simplemente no respondía. Estaba completamente agotado no podía dormitar siquiera, mucho menos descansar.
Habia pasado unos cuantos meses desde que habia regresado y aun no se acostumbraba a tener las obligaciones y responsabilidades de un Praetor. Para su bendita o mala suerte desde que regresó solo con la compañía de Reyna, ella se había encargado de convocar una junta senatorial tras otra para discutir sobre el polémico cambio de oficial al mando que no dejaba de generar incesables debates entre algunos Tribunos Militares con Poder Consular, Senadores, Centuriones, Cónsules, Lares y otros tantos Duces, en resumen todo el cuerpo del senado. Había pasado mucho tiempo desde que un Praetor renunciaba a su puesto para darle el mando a alguien más por lo que los protocolos estaban un poco oxidados, armando mucho revuelo. Todavía no se había oficiado el cambio de Praetores aunque técnicamente ya era oficial al mando desde el momento en que Jason le cedió el lugar y le salvó la vida, al igual que a Piper y Nico, de un ejército de monstruos con la ayuda de soldados muertos de alguna legión convocados por el cetro de Diocleciano.
Aun no empezaba su labor y todo esto ya lo estaba matando, no sabia como Jason y Reyna lograron no volverse locos. Ahora tenía otro motivo del por el cual admirar su trabajo. Ese pensamiento y muchos otros más lo obligaron a pasar la noche dando vueltas por la litera, clavando la vista al techo, a algún punto imaginario, intentando conciliar el sueño aunque cada intento fue fallido. Apenas había logrado dormitar, no tendría más de una hora de haberlo conseguido cuando sintió que lo movían, semi consciente, gruño molesto lo único que quería eran unas horas de paz
— ¡Ñaagh! Frank no esta... No esta disponible en este m-momento... —Despues de gruñir el tono de su voz fue disminuyendo gradualmente y tenía cada vez menos dicción. Tomó su almohada torpemente mientras seguía hablando y la iba colocando encima de su cabeza—. Deje su... Deje su mensaje después de... Después de... —En ese momento reanudó sus estruendosos ronquidos ligeramente amortiguados por su almohada y el hecho de que estaba boca abajo contribuía demasiado. Gwen rodó los ojos irritada ante la actitud de su mejor amigo.
— Praetor... —Dijo con voz alta, intimidante y el ceño fruncido, resultado de sus años al servicio de Roma—. Se le convoca a una búsqueda... —Pero el simplemente no se movió.
En un intento de despertarlo robo la almohada de Frank gritando con su mejor voz de teniente mientras lo sacudía con violencia.
— ¡Despierta ya Legionario, es una maldita orden! —En cambio seguía roncando plácidamente sin inmutarse.
"¡Joder! Si que tiene el sueño pesado" Pensó ella.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz, similar a un siseo, casi como un silbido que empezó a hablarle con dureza, arrastrando las palabras. En ese instante reconoció la fría voz de la diosa dentro de su cabeza que empezaba a gritarle cosas como.../
"Golpealo, Golpealo en la cabeza"
"Tirale agua helada encima, haz algo y despiertalo"
Entre otros similares a esos, como si no fuera demasiada la presión que Gwen cargaba consigo misma. Un tanto desesperada por no obtener respuesta alguna, se sentó sobre la espalda de Frank y empezó a dar pequeños saltos.
— ¡Mierda, Frank! ¡Levántate ahora! ¿No ves que necesito de tu ayuda?... —Dijo entrecortadamente por cada vez que rebotaba sobre la espalda de Frank, sintiéndose completamente frustrada. Pero para el semidiós fue demasiado.— ¡Frank! ¡Si no te levantas de una maldita vez, juro por el Tíber que...! —En ese preciso momento Frank dio una media vuelta demasiado brusca y tan deprisa que Gwen no tuvo tiempo de sujetarse de algo mucho menos estabilizarse por ende cayó al suelo de un fuerte senton.
— ¡Ya desperté, ya desperte! ¡Deja de gritar! —Gruño Frank mientras se incorporaba, con toda la calma del mundo. Dio media vuelta recargando su peso en el codo mientras restregaba su mano por la cara tratando de despertar del todo.— ¡Dioses! Qué escándalo ha-haces —Frank bostezo, y de poco en poco se fue recorriendo hasta que su espalda tocó la cabecera de su litera. Había reconocido la voz de la ex-centurion dando órdenes, por una parte quería sonreír divertido y con nostalgia al recordarle los viejos tiempos donde el obedecia, no como ahora que las ordenes que el daba se tenian que acatar y por otro lado quería gritarle que abandonara su habitacion y lo dejara dormir. Se estiró hasta que le tronaron los huesos de la espalda y suspiro aliviado—. Tanto trabajo que me costó quitarte esa manía para que vengas ahora y la retomes. Dime. ¿Cuantas veces te he dicho que llames a la puerta antes de entrar en tropel, eh?
Gwen no respondió, en cambio se le quedo viendo con cara de pocos amigos tratando de contenerse y no reclamarle por tirarla. Respiro hondo y sin cambiar el semblante le soltó.
— Las veces anteriores eran emergencias. No iba a esperar a que me abrieras para que me ayudaras a reparar los daños que causarían tus retrasos.
— Si claro, como esa vez que no encontrabas tu arco y creiste que me lo habías prestado que en realidad estaba bajo tu litera
— Bueno, si fue un descuido pero...
— Ó como la vez que se te hizo tarde para una reunión extraordinaria del senado y me pediste que te llevara volando para llegar a tiempo.
— Bueno estaba con Anibal, ademas crei que seria para el día siguiente...
— Ah y mi favorita la vez que...
— ¡Esta bien, esta bien! ¡Ya te entendi! —Suspiro cansina mientras se levantaba sacudiéndose la tierra que se había adherido a su ropa—. Frank no vendría si de verdad no fuera algo importante. Necesito que...
— Linda pijama, por cierto —Le interrumpió Frank, al tiempo que se sentaba en el borde de la litera y se revolvía el cabello con una mano.
Gwen exhibía unas piernas torneadas en unos pantaloncillos cortos que en su mayoría eran cubiertos por una camiseta de la universidad de Nueva Roma 3 tallas más grande para su esbelta figura sin contar que su cabello rubio iba alborotado por todo lo acontecido en menos de media hora. Un sutil rubor rosado cubrió sus mejillas resaltando, apenas perceptible, sus ojos claros.
— Yo soy linda —Ladeó una sonrisa con socarronería—, la pijama solo hace juego.
— Claro como digas —Dijo tratando de disimular su risa con una sonrisa ladina.
— Además la tuya es aún más bonita... —Frank abrió notoriamente los ojos ante el comentario e inmediatamente llevó la mirada hacia sus piernas calmandose en el instante en que notó que estaban cubiertas por un pantalón deportivo pues tenía la buena o mala costumbre de dormir en ropa interior.
Cuando Gwen lo encontro asi la primera vez que irrumpió en su habitación, Frank se excusó con que siempre tenía calor cuando dormía y habría funcionado en su mayoria si no hubiera sido invierno pero él se defendia a capa y espada que se habia acostumbrado al frío clima de Vancouver. A partir de ese día Frank le repetía una y otra vez que llamara a la puerta antes de entrar para ganar el tiempo suficiente y encontrar algo con que abrigarse.
— No esperabas que me durmiera con la toga senatorial en caso de una reunión extraordinaria de emergencia, ¿verdad? Eso sería absurdo. —Logro replicar tras entre abrir los labios para replicar aunque solo boqueara como pez fuera del agua, en busca de una respuesta coherente—. Además fue lo primero que encontré. Pero sin duda ese... Ese... conjunto te hace ver mas bonita... —Se apresuro a agregar con un gesto enfatico de su dedo indice y apenas las palabras salieron de su boca un ligero sonrojo se adhirio a sus pomulos pues no lo pudo evitar.
Trato de desviar su mirada para que no pudiera notarlo. Podría excusarse de que acababa de despertarse y no coordinaba bien o podria ser solo un cumplido entre amigos pero el sabia que de una u otra manera no podría engañar a la hija de Febo Apolo. Una de sus habilidades que la hacían sobresalir entre sus hermanos era que nunca en la vida podría decirle una mentira y hacerla pasar como una verdad.
En cambio Gwen sintió como las mejillas empezaban a arderle, de nueva cuenta. No por vergüenza sino por el comentario demasiado tierno de su parte. Sabia que no era facil para los demas ocultar las verdades cuando ella irradiaba un aura que inspiraba una profunda confianza... Y en ciertas ocasiones no podia evitar usarlo a beneficio aunque este no era el caso. Gwen ladeó una sonrisa nerviosa mientras sujetaba su brazo con una mano.
— Gracias —Susurro apenas audible para ambos.
El silencio que se estableció entre ellos no era tenso quizás un poco incómodo pero soportable. Pudo quedarse callada el tiempo que estuviera ahí, incluso estuvo a nada de decirle que fueran a ver a Anibal o a los Campos de Marte o a cualquier lugar del campamento pero no lo hizo. En ese preciso momento la misma voz inexpresiva se adentró en su mente hablando en un susurro similar a un silbido como hace apenas unos minutos.
"Ay, miren a los tortolitos. Podría verlos tooodo el dia... Aunque, pensándolo bien... No. Muevan sus traseros y vayan por mi manzana. ¡Ahora! O desearan nunca haber nacido..."
Gwen había olvidado el motivo de su visita a la habitación de Frank hasta que aquella voz se lo recordó. Sacudió ligeramente la cabeza en un intento por callarla y despejar su mente que afortunadamente así fue.
—Busco en el bolsillo de sus pantaloncillos cortos y al encontrar lo que buscaba lo saco, lo desdobló y de no ser porque la hoja carecia de pegamento hubiera quedado pegada en la frente de Frank aun asi hizo gestos y muecas para ver mejor.
— No tan cerca, no veo bien. —Tomo la mano de Gwen y la retiro lo suficiente para poder apreciar con mayor claridad que era un papel arrugado con letras escritas en el—. ¿Que es esto?
— Adivina —Dijo Gwen con tono juguetón mientras le entregaba el papel para que lo viera mejor. Cuando Frank obtuvo un mejor plano frunció el ceño ante la poca legibilidad de las palabras.
— Uy pero que bonita caligrafía. —Comentó con una sonrisa ladina un tanto divertida por los dibujos que hacían compañía al texto maltrecho, tan solo de imaginarse la situación quiso soltar una risotada pero se contuvo. Leyo lo que estaba escrito en voz alta.
"Rasca 2 piñeros con limón
Ve a la Montaña Real, Con cámara
Rasca la mano sana del loro
Y tratala después de que se mate."
Frank frunció el ceño desconcertado por la coherencia del texto, volvió a leerlo para ver si no se equivocó en leer algo mal pero recitó las mismas palabras que había usado anteriormente. El joven Praetor jamas sufrio los efectos colaterales de la dislexia, sin embargo con ese tipo de caligrafía le provocaría dislexia a cualquiera que intentara descifrarla.
— ¿Que? ¡No! no decía eso. A ver, Frank, presta aca —Gwen le quito el arrugado papel de las manos con la premura de saber si el texto era el mismo. Frank miraba con atención a Gwen como si eso fuera a explicarle que quería decir el texto. Cuando Gwen confirmó que así era soltó una sonora carcajada que irrito a Frank, pensando que fue víctima de una de sus muchas jugarretas.
— ¿Qué es eso Gwen? ¡No tiene ni una maldita pizca de sentido! ¡Si me has despertado solo para una de tus bromas, juro por el Tíber...!
— ¡No! No es eso, Frank. Es que lo leiste mal, escucha.
"Busca dos compañeros de misión.
Ve a Montreal, Canada
Busca mi manzana de oro
Y tráela antes de que te mate."
Frank volvió a fruncir el ceño pues seguía sin entender absolutamente nada. Respiro hondo tratando de calmarse antes de que cualquier cosa pasara. Un poco más tranquilo volvió a preguntar.
— ¿Qué quiere decir eso, Gwen? —Frunció los labios, de manera tan característica de él cada que planeaba alguna estrategia para los juegos bélicos, en un intento de encontrarle algún sentido, se daba una idea vaga pero no quería precipitarse.
— ¿Que no es obvio, Frank? Es una "Profecía" para una... —Gwen hizo unas comillas con los dedos al decir la última palabra. En cuanto lo dijo, abrió los ojos mientras negaba con la cabeza desesperado, confirmando lo que tenía en mente. Todas las piezas del rompecabezas se habían acomodado de golpe y él se negaba a ser partícipe de ello. Se puso de pie de un salto tapándole la boca mientras le miraba en medio de un ataque de esquizofrenia reflejado en su cara.
— ¡No te atrevas a decirlo! ¡No te atrevas a decirlo! ¡Me comprometeras y yo no quiero hacerlo!... ¿Prometes que no lo diras, que no lo pedirás y que mucho menos lo vas a insinuar?... ¡¿Lo prometes?! —Gwen sobresaltada se limitó a asentir nerviosamente con la cabeza. Frank respiró pesadamente, como si le costara trabajo hacerlo y muy lentamente fue retirando una mano, luego la otra para asegurarse de que no faltara a su promesa. En cuanto se aseguro que todo estaba en orden suspiro aliviado y dio media vuelta para ir por su ropa y vestirse, después de todo el sueño lo había abandonado. Apenas dio un par de pasos cuando escuchó a sus espaldas.
— Voy a ir a una misión y quiero... Necesito que vengas conmigo —Gwen lo dijo tan deprisa que Frank apenas tuvo tiempo para dar media vuelta y volver a situarse donde había estado de pie instantes antes.
— ¡Gwen! ¡¿Porque lo dijiste?! ¡Lo prometiste! —Chillo Frank indignado. Gwen le enseñó los dedos índice y medio, de su mano, entre enlazados con una sonrisa ladina.
— Además no me hiciste jurar por el Tíber...
— ¡Lo que menos necesitaba ahora era una misión, Gwen! ¡Apenas y puedo dormir! ¡Me la vivo en el senado por culpa de Reyna! ¡No he dormido en dos semanas! ¡Dos malditas semanas!... —Llego un punto donde Frank empezó a elevar la voz tanto que perdía dicción. Gruño, gritó y maldijo en Latín y Chino tan fluidamente que si su abuela lo hubiera escuchado le habría lavado la boca con jabón y lejia. En si Frank se estaba comportando como un crío haciendo un berrinche. Gwen se cruzó de brazos un tanto divertida por la actitud de Frank y otro tanto herida que aun siendo en la primera persona que confiaba le dijera que no.
— Ay, por favor Frank ¿Es en serio? —El hijo de la guerra se detuvo con la respiración acelerada por su pequeña gran actuación dedicándole una mirada furibunda que de poder hacerlo la habría matado—. ¿Quieres escucharme un momento? Debo ir a Montreal y eres el único chico en quien confío para que cuide de mi espalda si luchamos codo a codo por nuestras vidas. Además eres el único que conoce Canadá... Me sentiria mas tranquila si me acompañas.
El semblante de Frank cambio al escuchar esas palabras, parecieran haberlo aturdido. Respiro hondo y se restrego el rostro lo suficiente para calmarse y no empezar a gritar de nuevo.
— Pero Gwen, yo soy de Vancouver. Montreal esta del otro lado del país y jamás he salido mas alla del Lynn Canyon Park, hasta que llegue aqui. Si me llevas es como si fueras a ciegas. No te serviria de mucho, mejor dicho no te serviria de nada.
— Claro que me ayudarias demasiado. La Quinta había sido la Cohorte más despreciada por muchos años pero después de esos Juegos Bélicos... Después del Festival de la Fortuna... La Quinta te lo debe, Frank —El sintió como la sangre se le subía a los pómulos, quemandoles. Negó con la cabeza frunciendo ligeramente los labios.
— Pero no lo hice solo... —Murmuro apenas restregándose la nuca en un intento de calmar aquella sensación a la vez que desviaba la mirada para que no lo notara.
— Frank... Por favor, necesito dos acompañantes para esta búsqueda y eres mi primera opción.
— Pero... ¿No se supone que ya concluiste con tus años de servicio militar? —Le miró escéptico.
— Frank... Discordia vino a darme personalmente la búsqueda. Es lógico... —Respondio sin demorarse puesto no queria dar mayores explicaciones—. ¿Te negarias si algún dios te lo pide directamente?
— Si no lo hago moriré y si lo hago también moriré en el camino. De todas maneras no tengo otra opción, Gwen...
— Entonces... ¿Iras?
— Si no hay de otra...
— ¡Gracias, gracias, gracias! —Gwen lo abrazo con sumo cariño y al percatarse de su impulsividad se separó casi de inmediato dejando un Frank aturdido. El aludido carraspeo un tanto incomodo antes de responder.
— Apostaste por mí cuando llegue aquí, lo menos que puedo hacer es acompañarte.
— Estamos a mano entonces... —En los labios de Gwen surgió una delgada sonrisa triunfante. En cambio Frank solo se limito a asentir. No supo qué más hacer por lo que solo le dijo—. Te veo afuera.
— Por favor cierra la puerta cuando salgas —Frank dio media vuelta dirigiéndose a buscar ropa que sustituyera su pijama improvisado ademas deempezar a preparar su mochila.
— Ah, si, claro. —Gwen se disponía a salir de la habitación cuando escucho como Frank espetaba entre dientes "Se Praetor, decían. Te excluirán de las misiones, decían. Bah, puras tonteras" Gwen cerró la puerta a sus espaldas a la vez que negaba divertida. Sin poder contenerse, soltó una breve risa queda mientras avanzaba por el pasillo, mucho mas tranquila que momentos antes.
