Hola mis queridos lectores. Aquí estoy yo de nuevo, presentándoles otro nuevo trabajo que en un comienzo seria solo un one-shot, pero una gran amiga me dijo: "Si lo haces corto, te mato" así que por mi propia seguridad decidí hacerlo más largo, para que pueda disfrutarse mejor (creo).
A los pocos que leen mi otra historia, no se preocupen, ya está en proceso el próximo capítulo, así que no desesperen mis amigos, pronto subiré el capítulo vale? Solo dejen que termine estos exámenes (se supone que debería estar estudiando ahora, pero cuando la inspiración te llega, debes aprovecharla).
Bueno, sin más que agregar, espero puedan disfrutarlo tanto como yo lo hice. Siento que salió muy cursi, pero que va, me encantó, y eso que soy el autor jajajaja.
Disclaimer: My Little Pony: Friendship is Magic no me pertenece, sino a Hasbro y a la gran Lauren Faust. Yo solo hago uso de sus personajes para mi propio entretenimiento y el de algún que otro lector.
Summary: Mi nombre es Big Macintosh, y aquí escribo como ocurrió mi primera gran aventura. Les contaré como fue que encontré la felicidad, los momentos felices y no tan felices. Aquí narro mis recuerdos, desde que la conocí… Hasta que alcancé la Luna.
Hasta que Alcancé la Luna
By
Aspros
Fijó su vista en la ventana de la habitación, viendo el cielo completamente plagado de estrellas y una gran luna coronando el firmamento nocturno. No había ninguna nube que quisiera opacar el bello espectáculo que la princesa de la noche ofrecía a sus súbditos, y entonces volteo. Ahí, sobre su cama, en la habitación que ambos compartían estaba ella, la princesa de la noche y la dueña de su corazón. Dio un paso, escuchando el leve crujir de la madera bajo su casco y viendo como su esposa no despertaba avanzó hasta la orilla de la cama, observándola como cualquier artista observaría la más bella obra de arte sobre la tierra.
Se inclinó sobre la cama y con su casco acarició de manera delicada la crin de su princesa. Dejando un casto beso que hizo sonreír en sueños a la alicornio se levantó, dirigiéndose al alfeizar para seguir mirando las estrellas, como había hecho durante las últimas noches.
Allí, apoyado y viendo el firmamento se permitió pensar en el pasado, en como su vida había cambiado drásticamente ante la llegada de ella. De cómo paso de tener una monótona vida a algo con lo que ni siquiera en sueños había imaginado. Luna lo llamaba, aventura. El prefería llamarlo por lo que era, lo mejor que le había pasado en la vida.
Aun recordaba cómo se habían conocido, haciendo que una pequeña sonrisa se formara en sus labios. Volteó la mirada hasta ver a su esposa dormir entre las mantas revueltas. Luna dormía con una pequeña sonrisa, calma y en paz. Con una sonrisa pícara vio como ella, entre sueños, se movía, incapaz de quedarse quieta en otro lugar que no fuera su pecho, porque solo teniéndola abrazada, él se sentía seguro, sabiendo que al despertar, lo primero que vería seria ella, y teniendo eso, no necesitaba nada más.
Volteó de nuevo la mirada hacia el exterior, dándose el lujo de cerrar los ojos para recordar aquel precioso día.
Se había cansado de trabajar en la granja, las piernas le dolían demasiado pero no se detendría hasta llegar a su sitio favorito, uno que solo él conocía. Avanzó entre los frondosos manzanos, alejándose cada vez más de las granjas de los Apple y acercándose a los lindes del bosque libre. Había estado lloviendo en los últimos días, y eso le gustaba. El olor a humedad, el roció en las plantas, las gotas cayendo de las hojas y el murmullo de vida en el bosque, toda una orquesta de sensaciones que se mostraban ante los expertos que sabían apreciarlo.
Pero esta vez, una melodía sobresalía de las demás. Un débil murmullo, lastimero y desolado. Unos débiles sollozos que lo guiaron a un claro donde pudo ver la imagen más hermosa que jamás existiera. Ahí, delante suyo, a la luz del sol de la mañana que se colaba entre las copas de los árboles, se encontraba la princesa Luna, la reina de la noche misma frente a él, llorando por alguna razón.
Sin saber cómo o por qué, se acercó a ella en silencio. No la quería asustar, aunque tampoco tenía la más remota idea de cómo poder ayudarla. Una rama se quebró bajo su peso haciéndolo notar, la princesa alzó la mirada y lo miró sin saber que más hacer. Volvió a esconder su rostro con su crin, aguardando a que su espectador se fuera.
-¿Puedo ayudarle en algo, princesa?- dijo el agachándose a la altura de ella.
Ella levantó sus ojos simplemente para verlo a la cara. Lo primero que se encontró fue una pequeña sonrisa que trataba de reconfortarla, cosa que extrañamente estaba haciendo. Luego subió un poco la mirada, encontrándose con dos orbes del color del jade que ella observó por algunos segundos para seguir con su escrutinio, encontrando en el casco derecho del pony una manzana.
-¿Para mí?- había dicho ella un tanto extrañada, dejando de sollozar por unos momentos.
-Eeyup- dijo tendiéndosela.
Tomó la manzana entre sus cascos, él le sonreía. Ella intentó sonreír en respuesta, un poco vacilante, causándole ternura.
-¿Puedo saber tu nombre?- preguntó ella mirándolo a los ojos.
El asintió. –Big Macintosh-
-Big Mac- susurraba para sí misma. –El hermano mayor de la portadora de la honestidad-
-Eeyup- Y ella sonrió ante la simple respuesta.
-Se ve mejor así, princesa- afirmó el, haciéndola sonrojar.
Y ahí se había dado cuenta que su ella era la más hermosa de todas. Y esa mañana otoño ambos hablaron por primera vez, de los problemas de ella, del trabajo de él; se rieron de sus travesuras y por sus silencios. Y él lo supo, algo que jamás le había pasado por la mente. Algo de lo que, en secreto, se burlaba de los ponys jóvenes e ingenuos… Se había enamorado en unas horas. Porque después de ese encuentro, regresó cada mañana al mismo lugar para ver si ella también había vuelto. Y así sus días pasaron, esperando algo que por mucho tiempo no sucedió.
En silencio se levantó del alfeizar y camino hasta el escritorio de su esposa. Hace ya algún tiempo ella le había aconsejado escribir lo que sentía si no podía decirlo. Y él le había dicho que no necesitaba decir lo que ella ya sabía. Que la amaba y que jamás se iría de su lado. Que estaría para ella por cuanto tiempo le quedara en la tierra.
Tomó una pluma con su casco y comenzó a escribir. No sabía que y no le importaba mucho, solo escribía, dejándose llevar por el instrumento que plasmaba sus pensamientos, porque sabía que a ella le gustaría, porque sabía que con ello, ella sonreiría. Y si eso sucedía, cualquier cosa valía la pena.
Ambos estaban tirados bajo la sombra de un árbol, en los límites del bosque libre. Recostados al tronco de este, estaban hablando del primer tema que les cruzara por la mente. Ella hablaba ya sin timidez, él ya decía más palabras, ambos sonreían, felices por la compañía del otro. Una pequeña carcajada había salido de la boca de la princesa a causa del último comentario de su compañero. Big Mac estaba disfrutando como nunca estos momentos de tranquilidad al lado de Luna. Mientras ella continuaba riendo, se permitió pensar que era lo que lo mantenía atado a ella. Porque desde la primera vez que la vio llorando en aquella mañana de otoño, ya no se pudo alejar. Porque algo lo obligaba a mantenerse a su lado, haciéndola reír, intentando desaparecer todas aquellas razones que una vez la hicieron sufrir. Porque a pesar de tener miedo de estar enamorándose, el estaría allí para ella, incluso si ella jamás le correspondía.
Un silencio lo saco de sus pensamientos, dándose cuenta que el rostro de ella se había transformado de repente, de uno alegre y risueño, a uno serio y pensativo. Sin saber la razón, la miro preocupado por el repentino cambio. Ella entreabrió los labios para poder decir algo pero nada salió de ellos. Big Mac la instó a hablar, pareciéndole extraño que de un momento a otro hubiese abandonado su sonrisa por aquella mascara de pesar.
-¿Luna?-
Ella lo miro silenciosa y con su casco acaricio la mejilla del semental. Cuando el casco entró en contacto con su piel, el enseguida puso el suyo sobre el de ella, apretándola levemente, intentando brindarle confianza para hablar. Ella abrió una vez más los labios en un intento fallido de expresar su sentir y sintiéndose avergonzada bajo la mirada encontrándose con el firme casco de su compañero que le alzó el rostro de manera firme pero gentil, como si tuviera miedo de romperla.
-Luna-
-Big Mac… Prométeme que después de lo que te cuente, no vas a odiarme- pidió ella, desviando su mirada para no verlo a los ojos.
El rostro de él era de sorpresa y confusión, no logrando comprender la petición.
-Prométeme por favor… que no vas a odiarme- dijo en tono suplicante, con sus ojos inundados en lágrimas que a Big Macintosh le rompieron el corazón.
Sin saber qué más hacer, limpió con delicadeza cada una de las lágrimas que recorrían las mejillas de su princesa. Juntó su frente con la suya, dándole todo el apoyo que pudiera, intentando transmitirle sin palabras su respuesta, porque no había necesidad de decirlo, el estaría para siempre con ella, él ya lo había decidido así.
-Nada va a hacer que te odie Luna… nunca- prometió el, viendo como ella le miraba con unos ojos tan similares y a la vez tan diferentes a los suyos, llenos de emociones contradictorias que él no sabía cómo interpretar. Así que sin saber si era lo correcto o no, la abrazó, con todas sus fuerzas, para darle más valor a su promesa, para que ella lo comprendiera.
-Ya no quiero regresar a Ponyville- dijo recargada en su hombro, sin atreverse a verlo a los ojos.
Y esto lo dejó en shock. ¿Por qué decía eso? ¿Qué razones tenia ella para no querer regresar? Estaba furioso y no sabía el porqué. ¿Acaso a ella no le importaba todo lo que habían vivido este tiempo? ¿Acaso él no era nada? Se sentía decepcionado y triste, al parecer no era tan importante como ella lo era para él.
-Todos me temen… me..ven… ¡y huyen!- dijo ella entre sollozos.
Entendió. Comprendió y se sintió peor aún. Ella se sentía triste cada vez que regresaba, porque al parecer nadie más que él la quería. Por nadie podía sacarse la absurda idea de Nighmare Moon de la cabeza, dañándola a ella y a él en el proceso. Por qué se sentía abatido al verla llorar, inútil al no poder hacer algo para ayudarla. Por qué le destruía el alma ver a la pony que amaba sufrir. Y sin darse cuenta, una lagrima rebelde escapo de los ojos de Big Mac para caer en el suave pelaje de la princesa que abrió los ojos sorprendida al sentir una inusitada calidez. Ella se separó para mirarlo a los ojos. Él se resistía, no quería verse débil ante ella. Se mantendría fuerte, porque él quería ser su pilar en tiempos difíciles. Porque la amaba suficiente para dejarla ir, si ella así lo decidía.
-Big Mac… ¿Por… qué lloras?- preguntó ella, enternecida por los ojos rojos del semental que intentaba no llorar.
El negó con la cabeza y la abrazó más fuerte, para que no le viera, para brindarle más fuerza. Ella sonrió y correspondió su abrazo, sintiéndose entendida, ya que alguien compartía su dolor, y aunque ella se sentía mal por ver al fuerte Big Macintosh llorar cual potrillo, se permitió sentir un poco de felicidad. Alguien en este lugar la quería.
Big Macintosh era una razón para regresar a este lugar.
Se detuvo en su escritura y vio como ya había escrito algunas hojas sin haberse dado cuenta. Aun se sentía avergonzado al recordar cómo, abrazado a Luna, lloró en esa ocasión. Pero eso no importaba, ella había vuelto a él, radiante como siempre, como cada vez que la veía.
Sonrió, melancólico y feliz. Aun recordaba cada momento con ella, cada detalle. Como si estuviera tatuado en su mente.
-Big Mac-
Volvió la cabeza para mirar a su esposa, sonriendo al descubrir que entre sueños ella le llamaba. ¿Qué clase de sueños tendría su esposa en estos momentos? Tal vez serian como los de él, recuerdos de sus momentos más felices con su familia y con sus amigos, con su amada Luna.
Regresó su atención al papel, ya sabía que escribiría.
Esa noche había estado nublada. Ni los mejores pegasos de Ponyville habían podido detener las grandes nubes grises que avanzaban amenazantes. La Nighmare Night había sido cancelada para la desilusión de todos. Pero eso no había detenido a los más pequeños, que entre la lluvia y con disfraces empapados jugaban en las calles y tocaban las puertas de las casas, pidiendo dulces bajo las atentas miradas de sus madres, resignadas a la idea de un futuro catarro.
Big Mac se había encargado de vigilar a su pequeña hermanita, que con sus amigas se habían olvidado de la idea de conseguir sus cutie marks para conseguir los dulces antes de que estos se acabaran. Hacia su trabajo con diligencia, sin perderlas de vista, pero con su mente en otro lado, o más bien en otra pony.
Al escuchar sobre la cancelación de la festividad, él se sintió decepcionado. Luna no tendría razón para venir en esta ocasión, así que resignado se había ofrecido para salir con las niñas y de paso, mojarse un rato.
Mas su decisión pronto se convirtió en la mejor, ya que con sorpresa vio como la dueña de sus pensamientos bajo del cielo, con la crin y el cuerpo mojados en demasía. Nadie la esperaba en ese momento, más el vio con alegría, como todos se alzaron en vítores por su llegada, ya nadie le tenía miedo, la apreciaban por su bondad y amabilidad. Y aunque ella se cohibía con tantas alabanzas y gritos de sus súbditos, él sabía que ella se sentía muy feliz, por fin había conseguido lo que más deseaba, aceptación.
Sus ojos se cruzaron. Diviértete. Nos veremos. Te esperare. Se dijeron. Y Big Mac se alejó, para cuidar a su pequeña hermanita y a sus amigas. Porque esa era la razón por la cual estaba aquí en primer lugar. Aunque ahora tenía otra razón para quedarse después de terminar la celebración.
Horas después, él ya se encontraba en su lugar. Esperándola, como cada vez que en acuerdo, se reunían. Se sentía como un adolescente, temblando por los nervios, ansioso por su llegada. Jamás esperó sentirse así, pero aprendió que nada en la vida es como esperamos, sorprendiéndonos cada día, sin esperarlo o imaginarlo.
Jamás imaginó que declararía su amor ante una de las diosas de Equestria, pero aquí estaba, esperándola como siempre; como cada vez que en acuerdo, se reunían.
-Big Mac… ¿Te hice esperar mucho, esta vez?-
El volteó a mirarla y se quedó prendado, viéndola en su máxima hermosura. Con la crin mojada y pegada a su rostro, con las mejillas arreboladas por el frio. Sonriéndole con la alegría de una pequeña potrilla. El sonrió en respuesta y negó con la cabeza. En silencio ella se acercó a él, para compartir un poco del calor que emanaba su cuerpo.
Ella recargo la cabeza en su hombro, sintiéndose cómoda, como cada vez que estaba a su lado. El vio como el cuerpo de ella temblaba, así que con su casco, rodeo su cuerpo, apretándola a él. Para que no sintiera tanto frio.
Así se mantuvieron en silencio, disfrutando del momento compartido. Big Macintosh estaba seguro de algo. No sabía cómo había sucedido, en un día como cualquiera, ambos coincidieron en tiempo y en lugar, resultando en un encuentro que solo podría explicar cómo mágico. Y desde ese momento, pudo jurar, que el destino lo había puesto allí, para conocerla y para enamorarse de ella; para dedicar su vida a mantenerla feliz.
La amaba, la amaba con locura. Se lo diría, no sabía que pasaría, pero se lo diría.
-Te amo- dijo él.
Y sin permiso tomó la mejilla de ella y la besó.
Un beso tranquilo, calmo. Big Mac ya había estado antes con otras yeguas, pero jamás se había sentido así. Porque su alma cayó al suelo mojado cuando no sintió respuesta por parte de su compañera. Porque al parecer, ella no le correspondía.
Se separó despacio, con el corazón partido en dos y el alma hecha pedazos. Pero cuán grande fue su sorpresa cuando Luna lo atrajo a ella, besándolo con una pasión que él no conocía en ella. La volvió a besar con un amor salvaje, correspondiendo su pasión. Sonrió al sentir los movimientos inexpertos de ella y decidió tomar el control; él le enseñaría de ahora en adelante. Con delicadeza, mordió su labio inferior haciéndola suspirar, momento que aprovechó para invadir con su lengua la boca de la princesa que, entre temblores de placer, dejaba salir suspiros que solo hacían más salvaje el beso que se daban. Ambos temblaron al sentir sus lenguas danzar en armonía, en una batalla donde no importaba quien dominaba, donde tanto el perdedor como el ganador disfrutaba la gloria… y la gloria sabia a Luna.
La falta de aire hizo mella en sus pulmones haciéndolos separarse. Big Mac abrió los ojos con la respiración agitada y pudo observarla. Luna tenía los ojos cerrados, con los labios hinchados por el beso y las mejillas sonrojadas, formando la más grande imagen de ternura y sensualidad que el semental hubiera visto.
Él se acercó, juntando sus frentes una vez más, guardando en sus ojos cada detalle del rostro de su princesa. Para tenerla siempre en su mente, en este preciso momento, donde la palabra hermosa quedaba corta para describirla.
-Te amo- dijo de nuevo y dio un pequeño beso en su nariz.
Ella, aun con los ojos cerrados, sonrió ante el pequeño y casto beso. –Te amo-
Y Big Mac sonrió como nunca, sintiéndose verdaderamente feliz por primera vez en su vida.
"Algo así le contare a nuestros hijos" se dijo a si mismo dando por terminada su diario por el día de hoy.
Dejó la pluma en el tintero y cerró el cuaderno en silencio, para guardarlo bajo llave en uno de los cajones del escritorio. Se levantó y con paso calmo se metió entre las mantas al lado de su esposa. La abrazó y la acercó más a él.
-Descansa mi amor-dijo quedo.
Y mirándola una vez más antes de dormir, besó su frente y se dispuso a conciliar el sueño con una sonrisa en el rostro y el latido de su esposa acompasándose al suyo.
Jamás la dejaría ir, su aventura juntos apenas había comenzado y estaba decidido a que duraría tanto como la vida le permitiera.
Continuara
¿Y bien? ¿Qué les pareció? Espero que les haya gustado tanto como a mí me encanto escribirla.
¿Merezco algunos reviews?
Nos leeremos en el próximo capítulo. Cuídense mucho, vale?
