¡Hello~! Bueno, llego un día tarde y lo lamento sobremanera, pero aquí dejo mi aportación *-* Este relato forma parte de la Convocatoria de [Kagami x Kise] que se dio en Facebook, en el grupo [KagaKi]. La idea surgió a raíz de... bueno, a raíz de que tengo que hacer un viaje el viernes y uso este método (aunque no me pasan cosas tan buenas).
Las peticiones para la convocatoria eran sencillas:
* Debía desarrollarse en otoño o invierno.
* Había que describir cómo se conocieron, el proceso que les había llevado a enamorarse –o algo así–.
N/A – Aviso de que los dos primeros capítulos son dos relatos del mismo momento, pero desde dos puntos de vista diferente. Lo único que se mantiene exactamente igual son los diálogos. Si alguien se aburre re-leyendo lo mismo –puesto que es la primera vez que intento algo así y no sé cómo habrá quedado– puede pasar sin ningún problema al capítulo 3 dejando sin leer uno de los dos primeros (aunque eso me haría infeliz, pero como no me voy a enterar... xD) En fin, el caso es que rezo para que se note la diferencia de perspectiva. Sin más, ahí os lo dejo.
Aviso: Pensamientos y otros en cursiva.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Tadatoshi Fujimaki.
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Estaba jodidamente nervioso. Caminaba de lado a lado del coche, pensando en si habría hecho lo correcto o si todo aquello era la peor idea que había tenido en la vida. ¿Cómo había podido convencerlo Tatsuya de realizar semejante estupidez? A él no le gustaba conocer gente nueva, le gustaba saber quiénes eran sus amigos y crear amistades poco a poco. Sí, quedar con un desconocido era una completa estupidez. Pero… mirándolo desde otro punto de vista, no quería hacer eso solo, de modo que la idea al final le había acabado pareciendo al menos aceptable.
Debía viajar de Tokyo a Kyoto para realizar una entrevista de trabajo. Eran tres horas de viaje en coche ya que no había ningún tren que llegara a la hora que necesitaba. Tampoco llegaba a coger el último de ese día porque debía ayudar a Kuroko con su mudanza. ¿Es que el peliceleste no podía haber encontrado un día mejor para cambiar los muebles de casa? Suspiró mientras volvía a dar la vuelta por enésima vez. El aire helado le atravesaba el abrigo causándole ligeros temblores, pero si esperaba dentro del coche acabaría por volverse loco. Miró el reloj por quinta vez en diez minutos y eso aumentó su nerviosismo.
—No debería haber llegado tan pronto… —murmuró. Habían quedado a las nueve de la noche, pero él no había podido dormir apenas el día anterior, y la siesta no le había ayudado nada. Siempre que tenía algo importante que hacer al día siguiente o en algún momento después de dormir, pasaba el tiempo dando vueltas de lado a lado del colchón o con la vista clavada en el techo. Realmente era el miedo a quedarse dormido lo que no le permitía dormir, pero ya se había acostumbrado a esa sensación de somnolencia y a tener el cuerpo destemplado. Miró de nuevo el reloj. Aún quedaban diez minutos.
Hacía ya un par de años que mucha gente usaba ese sistema para realizar los viajes en coches compartidos. El procedimiento era sencillo: ponías el viaje que harías en una de las diversas webs habilitadas para ello, informando de la hora de salida y del precio que pondrías, y otros usuarios te contactaban para viajar contigo. Fácil y sencillo, por no hablar de que no viajabas solo y además te remuneraban parte de la gasolina. Además, después dejabas tu opinión sobre tus acompañantes en la Web para saber si eran buenos conductores o no. Pero aun así… No, no le convencía la idea de pasar tres horas en su coche con un completo desconocido. En el fondo, cuando publicó el viaje, había tenido la esperanza de que nadie necesitara realizar el mismo trayecto que él, pero un usuario cogió una de las plazas.
Suspiró de nuevo y se giró, colocando los brazos sobre el techo de su coche color bermellón y metiendo la cabeza entre ellos para intentar relajarse. El aire frío comenzaba a traer ligeros copos de nieve y la temperatura era realmente insoportable. Metió la nariz bajo su bufanda y cerró los ojos, escuchando el sonido del aire a su alrededor y lamentándose de haber hecho caso a su maldito hermano.
—Vamos, no seas idiota, no te va a pasar nada porque te actualices de vez en cuando —dijo el pelinegro con esa sonrisa que ponía cuando se burlaba de él.
—Maldita sea, Tatsu, ¿qué clase de persona lleva desconocidos por ahí? ¿Eh? ¿Y si resulta ser un loco? O si… ¿y si es un ladrón? ¡Imagínate que acabo siendo cómplice de un robo!
—Taiga, a veces me da la impresión de que tienes quince años —le cortó sarcástico—. Cientos de personas comparten viajes cada día. Yo mismo he venido aquí hoy con una chica muy simpática y no me ha pasado nada. ¿Quieres madurar y hacerlo, o vas a seguir comportándote como un crío?
—Tsk, está bien, pero como pase algo te haré responsable de ello.
—Como quieras, Taiga —replicó con un tonillo de victoria.
Y ahí estaba, dando vueltas como un loco de lado a lado del coche, nervioso por saber qué clase de persona conocería esa noche y si tendrían un buen viaje juntos. Ni siquiera sabía si se trataba de un chico o una chica ya que en la página se utilizaban pseudónimos.
—Maldita sea… —murmuró aún entre sus brazos. ¿Sería ya la hora? No. No iba a mirar de nuevo el reloj, tampoco estaba tan desesperado por que eso acabara cuanto antes.
Oyó unos ligeros pasos al otro lado del coche y levantó la cabeza abriendo de nuevo los ojos. En ese preciso instante una nueva ráfaga de aire le hizo entrecerrarlos ligeramente, pero aún así, no podía cerrarlos por completo ante la vista que tenía frente a él.
—¡Buenas! —saludó el chico que se encontraba al otro lado del coche—. ¿Estás bien? ¿He llegado tarde? —añadió, preocupado al haberle encontrado apoyado sobre el capó del coche.
—Ah… yo… ¡Sí! Sí estoy bien. Sólo tenía algo de frío… —atinó a responder. Al final su compañero era un chico, pero, ¡qué chico! Se había quedado prácticamente con la boca abierta al verlo bajo la tenue luz de la farola más cercana.
Era un poco más bajo que él y de complexión delgada pero fuerte –o eso creía porque iba bien tapado debido al clima–. Su cabello ondeaba de lado a lado por culpa de la ventolera que había, tapando partes de su rostro de forma aleatoria. Sus ojos eran grandes, adornados por unas pestañas de largura casi irrisoria pero que le daban ese toque irresistible a sus maravillosos iris dorados. La nariz era redondeada y tenía la punta ligeramente enrojecida por el frío, dándole un toque gracioso y juvenil. Sus labios, rojos y finos, ocultaban una dentadura que le había parecido perfecta en los pocos segundos que había podido verla. Su piel era blanquecina y tersa, parecía que brillaba de lo cuidada que estaba.
Vestía una gabardina color beige que le llegaba hasta los muslos, semiabierta en el cuello para poder llevar el fular marrón que le tapaba el cuello, y atada en la cintura con una cinta. En la parte inferior vestía unos pantalones negros un poco ajustados, y no alcanzaba a divisar las zapatillas por culpa del coche. Subió de nuevo los ojos hasta toparse con los dorados y su dueño le sonrió divertido, dando la vuelta alrededor del coche para ofrecerle la mano. Kagami entró de nuevo en el mundo real.
—Soy Kise, Kise Ryõta. Es un placer —dijo con una preciosa voz cantarina. Le estrechó la mano, y resultó ser tan suave como parecía. El contraste entre las temperaturas de sus pieles hizo que se le erizara el vello del brazo.
—Kagami Taiga, el placer es mío —respondió un poco menos anonadado que la primera vez que le había dirigido la palabra. Estaba más nervioso que antes. ¿Tenía que añadir algo o se metía al coche sin más? Una nueva ráfaga de aire frío le hizo darse cuenta de que seguía sosteniendo la mano del rubio. La soltó enseguida bastante avergonzado y se acercó a la puerta del coche—. Bueno, ¿entramos? Nos vamos a helar aquí fuera.
—¡Sí, claro! —respondió cantarín su nuevo compañero de viaje. La verdad es que le parecía alguien muy alegre. Quizás no habría sido tan mala idea hacer caso a Tatsuya después de todo…
Kagami se quitó el abrigo y lo tiró de cualquier manera en los asientos de atrás, depositando encima la bufanda poco después y agitándose por culpa del frío. Kise le imitó desde el otro lado del coche y se metió en el asiento del copiloto poco antes de que el pelirrojo se internara tras él, no sin antes dar un suspiro en la calle sin que el rubio le viera. Bueno, ya estaba hecho, ya no había vuelta atrás, harían al viaje juntos.
Se agachó para entrar y comenzó a buscar el GPS para poner los datos… Intentaba evadir la mirada de su compañero. Si ya estaba nervioso por el simple hecho de compartir coche, ahora se encontraba un poco histérico por tener que viajar al lado de un chico tan guapo como ese… Un segundo, ¿en qué momento había aprendido a diferenciar la belleza de un hombre? Apretó el aparato entre sus manos, esperando que cargara la señal.
—Tienes un coche genial, Kagami-kun —le dijo el rubio, observando el interior y regulando el asiento para colocarlo acorde a su altura. Kagami encendió el motor y colocó el GPS en la luna mientras su compañero toqueteaba la radio—. ¿Te importa si pongo alguna emisora? —preguntó con esa sonrisa que parecía no abandonar sus labios.
—Sí, claro. Quiero decir, no me importa. —Seguía nervioso, y parecía que taraba cinco segundos en analizar las cosas y responderlas. Se sentía completamente idiotizado, pero Kise rió un poco y puso una emisora al azar, haciendo que comenzara a relajarse en su compañía. Arrancó el coche y salió a la calle, buscando la salida a la autopista. El rubio tarareaba la canción que sonaba mientras miraba por la ventanilla los altos edificios de Tokyo.
—Y dime, ¿de dónde eres? —preguntó de repente al poco rato.
—De aquí, de Tokyo. ¿Y tú? —Kagami no solía hablar con desconocidos de su vida privada… pero ese chico le inspiraba una sensación de tranquilidad y confianza que sólo experimentaba con sus amigos de toda la vida.
—Yo de allí, de Kyoto, aunque tengo que viajar muchas veces aquí por trabajo. La verdad es que si no fuera por los viajes en los que comparto coche, me daría una pereza terrible —respondió, cerrando los ojos y estirando los brazos en señal de aburrimiento extremo cuando habló de los viajes—. ¿Es la primera vez que haces este trayecto? —preguntó de nuevo mirando al pelirrojo, aunque éste no podía devolverle la mirada.
—En realidad… es la primera vez que comparto coche —respondió dudoso. ¿Nervioso? ¿Histérico? ¿Cuál era el siguiente nivel a eso? Le estaba costando horrores aparentar normalidad y no responder a gritos, ¿acaso era idiota?
—¡Ah! Pues es genial, ya verás como al final lo usas siempre. Yo suelo hacer este viaje con una chica que conocí la primera vez que vine a Tokyo, porque ella es profesora aquí pero su familia es de Kyoto, así que me avisa cuando viene para llevarme con ella. Pero hoy no venía. Menos mal que estabas tú, porque no tenía ganas de coger el tren. Me aburro mucho estando solo en el asiento… y pocas veces consigues a alguien con quien hablar. ¡En cambio con este sistema siempre hago nuevos amigos! —Kagami estaba casi seguro de que ese chico no dejaba de sonreírle en ningún momento, y eso no ayudaba nada a su estado mental—. Y dime, ¿vas mucho a Kyoto o es algo puntual?
—Es puntual, sólo voy a hacer una entrevista de trabajo.
—¡Guau! ¡Eso es genial! Ya verás como todo sale bien, ¿de qué trabajo se trata?
—Bueno, amm… soy… —Un ligero rubor pobló sus mejillas, no estaba muy seguro de contarle a qué se dedicaba, ¿y si le parecía una tontería? Aunque claro, a él siempre le daba lo mismo lo que opinaran o dejaran de opinar los demás respecto a su vida, sólo tomaba en cuenta las impresiones de aquellos a los que apreciaba. Pero entonces… ¿por qué no quería hablar del tema con el rubio?
—¡Vamos! Dímelo, seguro que no es tan malo —Kagami le miró de reojo antes de pensar si responder, y esa sonrisa decidió por él.
—Soy cocinero, y me quieren entrevistar en un restaurante para ser jefe de cocina… —dijo no muy convencido, ya que no era muy normal conocer a un chico que se dedicara a la cocina. Antes de que pudiera reírse o que un silencio incómodo se instaurara entre ambos, continuó—. Pero no tengo muchas posibilidades, en realidad, soy un desastre en las entrevistas y…
—¡No digas eso! —le interrumpió de golpe. Eso sorprendió a Kagami, nadie había reaccionado nunca así—. Seguro que todo sale genial, además, ¡es increíble! Nunca había conocido a un cocinero, me encantaría probar algo tuyo alguna vez. —Rezaba para que su copiloto no se percatara del rubor que le habían producido esas palabras. Le encantaría cocinar para él, quizás podrían quedar algún día y… ¿por qué había dejado Kise de hablar? Abrió la boca, pero el rubio se recompuso primero—. Debes tener más confianza en ti mismo, ¿por qué dices que eres un desastre?
—Siempre me pongo nervioso ante las miradas de los evaluadores y acabo haciendo algo mal. Aunque en mi casa o en mi trabajo actual no me pasa, es sólo en las malditas pruebas. —De alguna manera el rubio había acabado logrando que le contara sus problemas… El simple hecho de conversar con él como si se conocieran de toda la vida le había desinhibido lo suficiente como para responder de forma normal y sin nerviosismo. Ese chico era increíblemente extrovertido, y parecía que se lo contagiaba a los que estuvieran a su alrededor.
Se concentró de nuevo en la carretera cuando el GPS le indicó que cogiera la siguiente salida para entrar a la autopista y encendió el parabrisas ya que el cristal empezaba a llenare de pequeñas gotas de agua. Esa misma mañana había mirado el tiempo, rogando por que todo fuera soleado y que así pudiera llegar rápido a Kyoto, pero ahora le importaba menos que el viaje fuera un poco más largo por culpa de la lluvia… y probablemente de la nieve, ya que estaban en alerta amarilla en las carreteras de ambas ciudades.
Echó un ojo a Kise, que miraba abstraído por el cristal. Se acababan de conocer, pero su instinto le decía que estaba menos feliz de lo que intentaba aparentar.
—Es probable que te pase porque estás inseguro, pero si tienes las cualidades necesarias, y no dudo de ello, seguro que te cogen, así que sólo piensa que estás en tu casa y que no hay nadie observando y todo saldrá bien —respondió el rubio poco después ante su anterior comentario. Kagami vio cómo se echaba hacia delante para enfocar la vista al cielo, escudriñando las nubes y el horizonte—. Parece que vamos a tener un viaje movidito.
—Sí… sólo espero que no empiece a nevar. —Decía eso, pero la verdad es que se estaba empezando a poner complicado. La lluvia arreciaba cada vez más fuerte, y el coche se iba de vez en cuando hacia un lado cuando el aire soplaba extremadamente fuerte. Bajó la velocidad bastante para ir más seguro y resopló—. Tsk, odio el invierno.
—¡A mí me encanta! —Kagami le miró de reojo unos segundos antes de volver a posar la vista en la carretera con el ceño fruncido por el esfuerzo.
—¡Qué va! ¡No tiene nada de bueno! —dijo contundente.
—¿Y qué me dices de la Navidad? Es una fiesta que gusta a todo el mundo.
—No me emociona especialmente…
—¡Vamos! Es una época en la que pasas tiempo con tus familiares, con tus amigos, con tu novia… No hay que trabajar, se hacen regalos, y las ciudades están llenas de luces y decoración, ¿cómo no puede emocionarte? —Kagami recapacitó sobre esas palabras antes de responder.
¿Por qué odiaba la Navidad cuando a todo el mundo le gustaba? Bueno, no es que la odiara especialmente, era sólo que no le gustaba pasar frío, ni tener que quedar con personas por el simple hecho de "ser Navidad". En definitiva, le parecía una festividad bastante hipócrita, aunque quizás él se había vuelto muy huraño porque las suyas no habían sido especialmente felices… Decidió responder con la primera idea que había tenido.
—Mmm… no lo sé, prefiero las vacaciones de verano, al menos no me muero de frío.
—Moo~, qué cabezota eres, Kagami-kun, seguro que tu novia te lo recrimina siempre. —¿Novia? Bueno, había tenido, sí, pero todo había salido siempre mal, quizás no estaba hecho para tener pareja. Siempre le exigían más de lo que él quería dar, y en realidad eso sí era culpa suya… Seguro que era porque no se había enamorado o, al menos, eso esperaba. Tragó antes de responder un poco titubeante.
—N-no tengo novia… —¿Cómo demonios ese rubio podía hablar de temas tan personales como quien pide vez en la pescadería? Maldita sea, se estaba poniendo realmente nervioso. Lo pensó de nuevo, había salido con bastantes chicas, ¡vamos, tenía veintiocho años! Pero no había llegado a profundizar lo suficiente con ninguna como para que fuera algo serio, y al final siempre acababan cortando.
Miró de reojo a Kise, que se giró en el asiento para observarle de una forma tan penetrante que se puso en tensión al instante. Nada, no decía nada, así que decidió preguntar.
—¿Q-Qué pasa?
—Estás de coña —respondió Kise seriamente por primera vez desde que se habían conocido—. No me creo que no tengas novia. ¡Será porque no quieres!
Kagami soltó una risa que inundó el coche por completo y después continuó conduciendo en silencio, con una sonrisa marcada en sus labios. El rubio le imitó volviendo a sentarse de forma correcta en su asiento. Esta vez era su turno de preguntar. Si él había admitido su ineptitud amorosa, al menos merecía saber si Kise estaba con alguien.
—¿Y qué me dices de ti? ¿Alguna preciosidad esperándote en Kyoto? —Su sonrisa se desvaneció al ver un haz de tristeza en la mirada de Kise cuando ésta se cruzó con la suya. Fijó su vista en la carretera de nuevo y su tono cambió a uno más serio—. Perdona. No es asunto mío.
Joder, ya la había liado, ¿es que no podía mantenerse calladito? El rubio volvió a formar esa sonrisa que tanto adoraba ya y fijó su vista en la lluvia que golpeaba contra el cristal, convirtiéndose poco a poco en regueros que caían, hasta que la goma del parabrisas se las llevaba junto con sus pensamientos.
—No, no te preocupes, he sido yo el primero que ha preguntado. Lo cierto es que acabo de salir de una relación hace apenas una mes y… creo que aún me afecta un poco. —Su voz sonaba mucho más seria que antes y el pelirrojo lo miró de nuevo unos segundos. Su expresión había cambiado a una bastante más tranquila, sin sonrisas, sin ese brillo en los ojos y con la mirada perdida en algún punto del cristal, confiriéndole un aspecto mucho más maduro que antes.
—Lo siento mucho. ¿Qué pasó? —Kagami no era el tipo de persona que se interesara mucho por la vida de los demás. Siempre se enteraba el último de las cosas, y sólo atinaba a percibir si sus amigos se encontraban mal, más por instinto que porque lo supiera realmente. No obstante, algo le hacía querer que Kise fuera feliz, y quería saber qué era lo que le había robado el brillo de sus hermosos ojos.
Kise le miró y abrió ligeramente la boca, pero a continuación sonrió de nuevo y volvió a poner su voz cantarina. —Oh, nada, nada, lo que pasó es que… —Cuando los ojos rojos de Kagami se posaron serios sobre los suyos, algo le hizo cambiar de opinión sobre su respuesta y reformuló su frase después de soltar un suspiro y girarse para mirar por la ventanilla—. Lo cierto es que las cosas no siempre salen como uno espera. Yo creía que estaríamos juntos para siempre, que todo sería genial… ya sabes, lo que espera todo el mundo; pero al final el único que esperaba eso, era yo.
El pelirrojo no sabía que decir, él no era un genio en eso de las parejas, ni siquiera había logrado que funcionaran las suyas, como para dar consejos; pero no entendía como alguien podría no querer pasar la vida con un chico como Kise. Notó algo extraño en su estómago ante ese pensamiento y agitó la cabeza, mirando de nuevo de reojo a su copiloto, que seguía observando por la ventana el oscuro cielo nocturno.
—Ella se lo pierde —murmuró en un tono casi imperceptible que hizo que el rubio se girara para mirarlo de nuevo. Vale, ahora estaba completamente seguro del color que tendrían sus mejillas. Intentó disimular poniendo más atención a la carretera.
—¿Qué? —preguntó Kise. ¿No le había oído o quería que se lo repitiera? Bueno, ya le daba igual, lo repetiría si era necesario. Apretó con más fuerza el volante de cuero y volvió a decirlo más alto.
—Que ella se lo pierde —reafirmó en un tono más confiado, pero no añadió nada más porque notó sus mejillas demasiado calientes y sabía que ya estaba sonrojado. No era su estilo dar cumplidos, y menos a desconocidos. Kise abrió un poco más los ojos y se echó a reír.
—Oh, sí, no sabe lo que se ha perdido, soy bastante genial.
—No lo dudo en absoluto —respondió Kagami antes de unirse a sus risas.
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Pasaron un rato de silencio tras eso, viendo cómo la lluvia daba paso a la nieve cuando ya llevaban la mitad del viaje más o menos. Habían tenido que poner el parabrisas al máximo y comenzaba a hacerse difícil ver las líneas de la carretera por culpa de la nevada y la ventisca.
—Tsk. —Kagami forzaba los ojos siguiendo al coche de delante, no había creído que iba a ponerse tan mal.
—Quizás deberíamos parar un poco a esperar que escampe —ofreció Kise un tanto preocupado. Enfocó la vista hacia los lados en busca de alguna salida de la autopista y alzó una ceja—. Aunque no se ve ni por dónde podríamos salir —añadió con una risa nerviosa. El pelirrojo suspiró y le lanzó el GPS. Necesitaban parar o acabarían por tener un accidente, cada vez podía ver menos las líneas y ya no hablemos de los carteles.
—Busca la salida más cercana y esperaremos en algún restaurante —le indicó mientras se concentraba de nuevo en la carretera. El rubio marcó los datos y esperó a que cargara.
—Ehhmmm… Vale, la siguiente salida está a siete kilómetros. Yo te aviso.
Pasaron los siguientes veinte minutos buscando un restaurante donde poder tomar algo, pero la nevada cada vez era más persistente. Al final dieron con un pequeño pueblo a treinta kilómetros de la carretera, donde había un pequeño restaurante familiar.
Kagami aparcó en la acera de enfrente y, tras ponerse el abrigo de mala manera olvidando por completo la bufanda, miró a Kise, esperando a que terminara para poder salir corriendo hasta el local. Se quedó un momento pensativo, ¿y si era modelo? No había muchos chicos que llevaran gabardina y les quedara bien. Se imaginó a sí mismo con una y casi se echa a reír en el coche. No, definitivamente él no podría llevar algo así. Cuando el rubio le sonrió indicando que ya había terminado, salieron del coche.
—¡Madre mía! Esto parece Canadá —dijo Kise al entrar por la puerta mientras se atusaba el pelo para quitar los copos de nieve. El pelirrojo le miró curioso ante la afirmación y le siguió hasta la mesa que escogieron.
—¿Has estado en Canadá? —indagó. El rubio rió ante la pregunta y dejó el abrigo en la silla de una mesa que estaba libre. Kagami agitó la cabeza como un perro, le parecía más rápido que ir quitando los copos con la mano.
—Jajaja. No, claro que no. Pero en las películas siempre está nevada. Y hay renos… ¿no? —Puso una cara pensativa, como si ya no estuviera seguro de lo que acababa de decir, y él no pudo soportar esa cara pensativa de niño pequeño y se echó a reír a carcajadas.
No le había visto dudar en todo el viaje. Había sido un compañero estoico e imperturbable, incluso cuando hablaron de su relación amorosa fallida; y ahora se ponía a pensar profundamente en si los renos eran de Canadá, ¿en serio? Ese chico le encantaba, y no podía dejar de reírse, tanto por la cara que había puesto el rubio, como por el hecho de haberse dado cuenta de una forma tan estúpida de que le gustaba.
—¿Qué es tan gracioso? —Le estaba mirando mal, entrecerrando los ojos, pero Kagami no dejó de reírse porque sabía que era enfado fingido. ¿Ya le conocía tanto? Se quitó el abrigo mientras se calmaba, dejándolo en la silla. Kise parecía entretenido con la carta, así que respiró hondo antes de sentarse frente a él para disculparse.
—Perdona. No he podido evitarlo —dijo con la risa aún bailando en sus labios y una lagrimilla en la comisura de los ojos—. En realidad yo me crié en América, y no esperaba que la fama de Canadá llegara hasta aquí, nunca había oído a nadie hablar de ello.
Cuando Kagami se sentó en la silla, llegó la camarera para atenderlos, preguntándole qué querían tomar. El pelirrojo preguntó a su compañero a su vez, y pidieron un par de cafés calientes, puesto que deberían seguir viajando, era lo más adecuado.
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Kise sorbía su capuccino de forma abstraída mientras miraba a través del cristal, probablemente divagando sobre si dejaría de nevar o no. Le costaba no quedarse embobado con él, pero no podía parecer un loco, así que miró el televisor justo cuando daban un boletín especial sobre el temporal. Buscó con la mirada a la camarera que les había atendido y la llamó.
—Perdona, ¿puedes subir un momento el volumen de la televisión? —La chica afirmó con la cabeza muy rápido y buscó el mando, sonriéndole cuando cumplió su misión. Kagami le devolvió la sonrisa y se concentró en las noticias. La rasgada voz de un reportero en medio de un vendaval sonó en el local, todos los presentes miraron a la pantalla.
"El temporal está siendo peor de lo que esperaban los pronósticos y las carreteras que unen la mayoría de las ciudades están siendo cortadas debido a la cantidad de nieve que está cayendo. El gobierno está cerrando gran parte de los puertos y el uso de cadenas en el coche ya es obligatorio en las carreteras nacionales y comarcales. Las autovías aún están despejadas, pero se recomienda no realizar viajes si puede evitarse porque seguramente se cerrarán a media noche.
Se prevé que las condiciones actuales continúen hasta las cinco de la madrugada, haciendo que muchos viajeros tengan que pasar la noche en el coche, aunque nos han llegado informes de que muchos ya están buscando alojamiento en varios hoteles de carretera, que seguramente colgarán el cartel de 'completo' esta noche.
Las quitanieves llevan trabajando casi tres horas, pero los recursos no son suficientes ante el vendaval que estamos sufriendo. Les instamos a pasar la noche en algún lugar y a no comenzar los viajes que tuvieran previstos para hoy. Buenas noches y conduzcan con precaución."
Kagami miró la hora en su reloj, que ya marcaba las once de la noche. Suspiró y miró a Kise con cara de circunstancia, pero el rubio sólo le sonrió ladeando la cabeza con mucha inocencia. ¿Inocencia? Eso le daba mala espina.
—Kagami-kun… ¿Tienes cadenas para el coche? —El pelirrojo negó con la cabeza mientras bebía de su taza de café, que le sabía a gloria en esos momentos—. ¡Entonces tendremos que pasar la noche juntos! —dijo risueño. Casi se atraganta, tosió como pudo para volver a respirar y miró con los ojos bien abiertos a su compañero de viaje, el cual había aumentado su sonrisa ante su acción.
—¿P-pasar la noche juntos? —repitió un tanto azorado. ¿No empezaba a hacer mucho calor en ese restaurante? Miró al rubio, que seguía sonriéndole como si fuera lo más normal del mundo pasar la noche con alguien al que acababas de conocer hacía dos horas. Kagami empezó a divagar, como siempre solía hacer. ¿Dormirían en el coche? ¿Juntos? ¡Morirían congelados! A menos que durmieran muy juntos… Agitó la cabeza. No. No. No. No podía estar refiriéndose a eso. Abrió más los ojos. Oh Dios, ¿estaría pensando en buscar un hotel? ¿Como una pareja? ¡No! Eso tampoco podía ser…
Esta vez no pudo evitar que el rubor ascendiera a sus mejillas, pero gracias al cielo Kise no pareció notarlo, seguía con el mismo gesto. Tosió dos veces de forma disimulada y bebió de nuevo haciendo caso omiso a cualquier cosa que hubiera dicho antes. Vamos, no era un crío, ¿qué problema tenía con buscar un hotel para reservar dos habitaciones? No es como si tuvieran que compartir cama.
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—¡¿Tenemos que compartir cama?! —Su grito resonó en toda la recepción del hostal de carretera que les había indicado la camarera del restaurante de forma muy amable. El recepcionista sonrió con dificultad y miró la pantalla del ordenador de nuevo.
—Lo siento mucho, sólo nos queda una habitación individual disponible… Por culpa de la nieve muchos viajeros han tenido que buscar refugio y estamos al completo. —Era consciente de que estaba agarrando el mostrador con ambas manos, como si aún estuviera procesando lo que eso significaba, pero no podía pensar con claridad—. ¿Se la van a quedar? —preguntó de nuevo el chico, mirando la cola que había tras los dos jóvenes. Kise se abrió paso delante del pelirrojo y habló sonriente.
—¡Sí, claro que sí! ¿Cuánto le debemos? —Al cuello de Kagami casi le da un tirón de lo rápido que se giró hacia el rubio al oír esas palabras. ¿Iba a dormir con él? ¿En la misma cama? Dios, no sabía qué era lo que tenía ese chico, pero no dejaba de pensar en cosas realmente vergonzosas que hacer sobre él… ¡Con él! ¡Quería decir con él! Dios, eso era igual de malo que lo anterior… ¿desde cuándo le atraían los hombres de ese modo?
Pensó en todas las parejas que había tenido mientras Kise pagaba al recepcionista. No. Todas ellas mujeres, y bastante guapas tenía que admitir. Entonces pensó en cómo acabó con todas. Sí. Todas las relaciones finalizadas por diversos motivos. Abrió los ojos ligeramente. ¿Y si era gay? No, eso no podía ser.
Rió internamente antes de volver a enfocar los ojos en su acompañante, que sonreía gracioso al recepcionista, con esos labios enrojecidos y húmedos que tanto le llamaban la atención. Sus ojos brillaban divertidos mientras aceptaba el descuento por las molestias. Una especie de retortijón en el estómago le hizo cortar su tren de pensamientos. Ese chico le gustaba, e iban a dormir juntos.
—Estoy jodido —pensó antes de comenzar a maldecir a su hermano Tatsuya sin ningún miramiento.
