Desde chico que me deleitaba por el resplandor de sus armaduras. Cada día me empeñaba en observarles pasear por delante de los campos y desentrañar hasta los más ínfimos detalles. Sentía una verdadera pasión por ellos, con la espada al hombro y el cabello al viento, que profesión más hermosa había que esa. De corazón me apenaba estar entre las espigas de trigo, y no como ellos, vestir los ropajes del honor y la valentía. Y es que sí, soy campesino, y ya la monotonía de la cosecha me tiene harto.

Vivo en las afueras de la capital, en una pequeña choza cerca de aquí, donde trabajo. Mi patrón es el señor Wilbert, un reconocido mercante en Prontera, donde vende sus menesteres.

-¿Cómo va Tom?- La gran mano del señor Wilbert se posó sobre mi hombro, siempre mostrando esa peculiar sonrisa animosa- ¿Por qué has dejado de trabajar?

Pero yo me quede mudo, mirando fijamente el camino.

Mi patrón se apoyo sobre mis dos hombros, ésta vez casi echado sobre mi espalda, tratando de descubrir lo que me tenía tan pensativo y afanado.

-Ah! Con que todavía tienes esa manía por los knights ¿No?- Su rechoncha cara se encontraba frente a la mía, todavía con su alegre sonrisa, que transformaba sus ojos en dos pequeños segmentos.

-La verdad es que sí señor Wilbert- dije yo cabizbajo, buscando algo en que desviar la vista.

El señor Wilbert se alejó un poco de mí, y dado vuelta, con las manos pegadas a la espalda, suspiró.

-Ven Tom, tengo algo que mostrarte.

Le mire con extrañeza, no sabía si seguirle o no, pero el señor Wilbert ya se adentraba en el trigo, así que corrí apresuradamente detrás de él. El sol ya estaba en la cumbre de su grandeza y el calor nos sofocaba ese día de verano, seguramente debían ser las doce.

La gran puerta del granero se alzaba ante nosotros, podría ser que…

Como yo me lo esperaba el granero simplemente había sido un atajo para llegar más rápidamente. La casa del patrón estaba conectada a éste, por lo que solo fue cosa de caminar un rato entre la paja para llegar a la entrada de la esplendorosa azul vivienda. Tranquilamente el señor Wilbert entró en su hogar y colgó la chaqueta y su gorro en el perchero. Seguidamente se acercó a la mesa del comedor, donde lo esperaba una pequeña taza de café. ¿Qué sería todo ese misterio?, quería que fuera directo al grano, pero no paraba de darse rodeos. Finalmente se decidió a subir la escalera de caracol, y en un segundo, nos encontramos allí, frente a su oficina. Sin apuro sacó su llave de plata del bolsillo y la insertó en la cerradura. La puerta crujió, y él y yo nos adentramos en el cuarto.


Espero que les haya gustado mi primer FanFic. Siento que el primer capítulo haya sido demasiado corto, pero la verdad es que es como una especie de prólogo, para que se enganchen en la historia. Ojalá les haya gustado. Ojalá escríbanme muchos reviews(Así continuaré la historia) para corregir mis errores y conocer mis fortalezas.