Memorias de Idhun

Herejía

Eva P.O.V

-Lo odio. - masculló Eva, abrazandose las piernas, sentada sobre su cama. La razón era la de siempre: Erik.

Sus padres jamás les habían ocultado la naturaleza de ambos. Sin embargo, si se esforzaron por exterminar el odio entre ellos, que se hacía palpable cada vez que discutían. Y, por desgracia para Eva, eso sucedía con muchas mas frecuencia últimamente.

Erik estaba distante. A pesar del odio que sentían, siempre había existido el cariño, el amor entre ellos. Se habían contado sus secretos mas intimos, se habían humillado el uno delante del otro, se conocían mejor que nadie.

Pero Erik cambió y se marchó.Y Eva nunca supó porque. Nunca supo porqué prefirió pasarse un dos años enteros con Christian, soportando a la "serpiente", que estar con ellos. Que estar con ella.

Y cuando había vuelto, el Erik de antes ya no estaba. El Erik agradable, amistoso, cariñoso y sociable se había ido. Tal vez los demas no notaran como fingía las sonrisas, como sus ojos no despedían alegría. Pero ella si lo hacía.

Su padre Christian jamás se quejo del chico en ese tiempo. "Unn joven responsable y estudioso –dijo alguna vez en una reunión- muy amable y de gran éxito con las chicas."

Eva recordó que ese comentario no le había gustado en lo más mínimo. "Éxito con las chicas" ¿con que clase de golfas estaría metido?¿Cómo lo tratarían?¿Alguna siquiera le interesaría más que solo sexo? Sentía mucho temor de que jamás recuperara el cariño de Erik de nuevo. Lo echaba tanto de menos, añoraba esa complicidad tan hermosa que antaño habían tenido. Ojala pudiera convencerlo de que estudiara en la universidad, cerca de ella. Ojala pudiera convencerlo de que regresara junto a ella para siempre.

Había intentado entrar en su mente, pero la descubrió fortificada por completo. Lo comento con su padre y admitió de mala gana que el jamás pudo atravesar su defensa sin su consentimiento. Jack se había reido y Christian se molestó. Ambos decidieron que había pasado mucho tiempo desde su último "entrenamiento" con Domivat y Haiass.

Escuchó el ruido de su hermano en el jardín, practicando con un saco de boxeo. Sabía que no debía mirar, pero aún así lo hizo.

Erik Redfield era un muchacho de 18 años, mas de 1,80 de altura y musculoso. Su pelo rubio corto y sus ojos castaños completaban una imagen de una belleza terrible. Algo de lo que ni siquiera Eva había podido escapar.

Eva lo miraba sorprendida, los años pasados le habían desarrollado el físico formidablemente. Abdomen plano y bien marcado. Piel dorada y jovial sonrisa. Ojos marrones, bellos y profundos. Incluso su voz era más grave.

-Lo odio. - dijo Eva, antes de que su hermano se diera cuenta de que le estaba viendo. Ella se sonrojó ligeramente y cerró la persiana de su cuarto en un acto desesperado, sin pararse a pensar que eran las cuatro de la tarde.

-Lo odio. - volvió a decir Eva, mientras volvía a su posición inicial. - El tiene la culpa de todo. Era culpa de ese asqueroso, infame, arrogante y...

...hermoso dragón. Era culpa de ese hermoso dragón que se hubiera enamorado de el.

Erik P.O.V

-Si le das mas fuerte lo vas a romper. - le advirtió su padre, que lo observaba serio mientras bebía un vaso de agua, haciendo tiempo para ir al hospital. Despues de tanta sangre y muerto que había provocado, salvar la vida de una persona le daba gran paz. Por fin entendió porque Christian, siendo un asesino despiadado como había sido ("y como todavía es" se recordó Jack mentalmente) quería cantar canciones en sus ratos libre.

Erik le ignoró. Debía quemar la energia dentro de el, debía hacer algo. Porqué si no, no haría mas que pensar en ella todo el rato. En su joven hermana de dieciseis años, con sus hermosos ojos azules, profundos y bellos, mortales para el.

Tenía el pelo de color negro, y era largo hasta llegar a la mitad de su espalda, mientras las suaves facciones de su cara le daban un aspecto de angel. Por no hablar de su cuerpo infernal, que se había desarrollado en el tiempo que había estado fuera, obsequiando a la joven con curvas de vertigo y pechos firmes.

Erik en tanto, se mantenía relajado en apariencia. Pero en su interior, era fuego y oscuridad. 2 años se había alejado lo más posible, tratando de apagar el deseo visceral por su hermana. Pareció tener éxito, volvía a Madrid para quedarse, para estudiar y reencontrarse con los viejos amigos. Pero al verla de nuevo, al sentir en el abrazo cuando volvió su calor, la presión deliciosa de los senos en su propio pecho que desterraba incluso el odio, el plan se destrozó.

Toda la maldita resistencias que había acumulado se desmoronó. 2 años buscando en toda mujer parecida a ella lo que no podía obtener de su hermana. En burdeles, en la calle, en la escuela preparatoria, en donde fuera. Aprendió mucho de sexo, pero nunca encontró el amor.

Buscó su ritmo de combate, tratando de no pensar, trataba de no imaginar a su hermana bañándose o en poca ropa. Era y había sido una tortura mental. Desde la fatídica noche que Victoria les anuncio que ya no se bañarían juntos. Todo cambio para siempre. Los deseos y sentimientos se mesclaron en un horrible tornado.

-Estas enfermo, Erik. - se dijo así mismo, mientras golpeaba el saco con rabia y ira, sacudiendolo violentamente.

"Te amo" unas simples palabras que ahora tendrían más rechazo que aceptación. Pensando y pensando, dos horas de golpear frenético la pesada bolsa de arena se escurrieron. Quería destruirla, desgarrarla con puñetazos para ver escapar el contenido arenoso. Era lo único que le concentraba lo suficiente para no pensar en el negro y largo cabello de Eva. Ese aroma, ese que busco en otras, el olor que jamás pudo encontrar en nadie más. No importando lo jóvenes o bellas que habían sido algunas.

Hundido en su mundo, no esuchó acercarse a Victoria.

-¿Estas bien Erik?

Victoria estaba a su lado con una bandeja entre sus manos. Limonada y algunas galletas dulces para establecer contacto con su hijo.

-Si, -respondió como ausente- estoy bien. ¿Por qué?

-Parece que me evitas….-susurro la mujer- a mi…..que soy tu madre.

-Solo estas imaginando cosas. - respondió algo molesto.

Victoria soltó una sonrisa al verle tan enfurruñado como cuando era pequeño. Cuando el y Eva iban a la escuela y el protestaba por estar en un clase diferente a su hermana.

El pensar en la relación que ambos llevaban ahora, la de gritarse y pelearse todo el dia no la hacía precisamente feliz.

-¿Por qué te fuiste de casa?- soltó tratando de contener la angustia- ¿fue algo que dije? ¿Algo que ….hice?

Erik dejó el sacó y se acercó a su madre, abrazandola.

-Nunca pienses eso mama. Alguien me hizo mucho daño en el corazón y necesitaba tiempo para poner en orden mis pensamientos. Os quiero a todos, a papa con sus tonterias, a tu con tu sensatez, a Christian por su inteligencia.

-¿Y a Eva? ¿Que te pasó con tu hermana, hijo? Y no me contestes que el instinto, porqué es algo mas. Antes erais los mejores amigo y ahora apenas podeís estar en la misma habitación sin pelearos por cualquier cosa.

El corazón de Erik recibió un pinchazo. Allí estaba de nuevo. Eva.

-Mama, te aseguro que a Eva es a la que mas quiero de todos. - le respondió, diciendole la verdad, aunque su madre no la entendiera.

Erik hizo el intento de entrar a la casa, pero Victoria lo detuvo con unas palabras:

-No me dejes, -triste- yo te he extrañado tanto Erik. Te prometo que lo arreglaremos todo. Lo que sea que se haya roto. ¿Por qué estas tan enojado?

-No lo sé, mama, pero te prometo que me quedaré...

La cara de su madre se iluminó al momento e intentó abrazarle, pero Erik levantó una mano.

-...por un tiempo.

La contrariedad se hizo presente en Victoria, pero desechó eso y le dió otro brazo, para luego dejarlo ir.

Erik veía a su madre buscando en su mente una respuesta al interrogante de su actitud. Ella no notaba, no se daba cuenta que Erik se refería a su propia hermana. Esta situación, podía ponerse peligrosa tan solo si a su madre se le ocurría relacionar esas palabras con el cambio de actitud para con su hermana.

Subió las escaleras y se detuvo un momento delante de la puerta del cuarto de Eva. No podía evitar inspirar su olor, un olor que despertaba en el mas cosas que el odio que sentía por los sheks. Sacudió la cabeza, saliendo del trance.

Al ver lo que estaba haciendo, se marchó de allí corriendo. Borró de su mente las imagines que su cerebro colocaba, imagenes en las que Eva y el estaban solos, en las que no eran mas que dos amigos, en las que no eran hermanos...

-Voy a perderte Eva. – pensó el rubio derrotado y deseperado, mientras cerraba con llave su habitación y iba a darse una ducha fría.- No puedo evitar desearte. Aunque este mal, aunque luego me odies. No puedo dejar de amarte, así que voy a perderte.