Sentada en la cama observas la delicada foto que se encuentra en el buro de la habitación que compartes con ese ser que tú consideras celestial, un ángel que ha caído del cielo para cuidarte por el resto de la eternidad.
Te resulta casi imposible imaginar que hubiese pasado de no haber cometido ese tremendo error en aquella bendita fiesta de compromiso a la cual no hubieras ido de no haber sido que era tuya, nunca estuviste de acuerdo con ese matrimonio que entre tus padres y los de aquel niñato consentido planearon para sabrá dios que. De esa fiesta no recuerdas nada más que la escena que entre tú y tu hermano montaron al besarse, como solo en la intimidad de su pieza lo hacían, en mitad del salón cuando se supone deberías hacerlo con aquel que se hacía decir tu amado.
Recuerdas la luz de las antorchas y el calor de la hoguera en la que ambos se hallaban justo al centro, recuerdas su mano apretando delicadamente la tuya dándote su apoyo de manera silencioso, también recuerdas una quemazón que sabes no viene de la hoguera sino de su propio corazón.
Recuerdas la sensación de alivio que te embargo cuando abriste los ojos a esta nueva vida y el te sostuvo la mirada, recuerdas porque tu cabello siempre es un chongo meticulosamente peinado, es para parecerte más a él pero haciendo distinción de que él es hombre y tu mujer, su mujer, también recuerdas lo bien que se siente cuando te suelta el cabello y te dice que como eres estas hermosa.
Alcanzas a oír unos pasos que sabes a la perfección a quien pertenecen, te examina con la mirada y se sienta en la cama junto a ti y acto seguido pone su mano sobre tu mejilla, tú cierras los ojos y otro recuerdo te viene a la mente, ese en el que lo viste, besaste y abrazaste con una nueva perspectiva, cuando probaste su boca con tus nuevos labios y supiste que podían estar con sus bocas unidas tanto tiempo como quisieran y que lo amabas con toda el alma.
Su mano desciende trazando una línea de tu mejilla a tu hombro y al llegar a este sus dedos son suplantados por sus labios y ante la sensación tu solo atinas a apretar los puños contra tu capa, sientes como sus labios acarician la sensible carne de tu brazo y como sus manos empiezan a retirar tus ropas de forma delicada y acompasada, de manera sutil sus labios se amoldan a los tuyos dándote a probar su sabor dulce. No han pasado ni diez segundos y entre tú y el ya no hay una sola prenda.
Sus cuerpos se ensamblan de una manera especial, son partes de un todo, son un cuerpo con dos corazones que sienten lo mismo, son dos almas enamoradas y ambos saben que aunque no fueran dos seres mitológicos se amarían de la misma forma, aunque fuesen hermanos, dos hermanos que comprobaban la teoría de que de un beso y una caricia inocente puede pasar a ser una noche de gritos, gemidos, arañazos, besos húmedos y caricias.
Por un momento piensas que te gustaría poder dormir para volver a experimentar esa sensación de despertarte recostada en su pecho completamente desnuda y por otro agradeces no poder hacerlo porque así puedes mirar su rostro las 24 horas de todos los días de todos los años.
Porque tu amor por él es incestuosamente perfecto y lo viven día a día sin detenerse en los recuerdos pero aun así, tu todo lo recuerdas, porque desde que nacieron tú has sido la cabeza y él, el corazón, porque desde siempre estuvieron destinados a amarse para toda la eternidad.
