— ¿Qué tan mal está, Marceline?— preguntó el preocupado perro ignorando su bien conocido miedo hacia la vampira. Ella trataba de sujetar a su dueño con todas las fuerzas que tenia pero cada espasmo de dolor parecía darle momentáneamente una fuerza sobrehumana, incluso mayor a la de ella.

— Muy mal, Jake — logró decir entre jadeos, era incapaz de mentir para tranquilizarlo y era obvio que estaba sufriendo mucho, ocultárselo a su hermano era inútil.

Desde hace meses que este escenario fue formándose hasta llegar a este punto, aunque existía la posibilidad de que llevara años desde que empezó a gestarse: arranques de ira y sed de sangre aparecieron de la nada afectando al héroe de la tierra de Ooo y se volvieron cada vez más y más frecuentes durante sus aventuras seguidas inmediatamente de convulsiones.

— Tranquilo, estaré bien — fue su respuesta tras despertar de alguno de estos ataques, y aunque el héroe no notara la gravedad del asunto, todos a su alrededor estaban preocupados de su estado. Aun así confiaban en su palabra y tuvieron que esperar lo mejor.

Eso fue hasta hace unas noches cuando todo empeoro, ambos el humano y su mascota se encontraban profundamente dormidos en la casa del árbol que llaman hogar cuando de repente el guerrero comenzó a gritar en su sueño, esto despertó a Jake quien trato de despertarlo, pero no pudo porque fue recibido con un golpe por parte del humano, que lo hizo atravesar la pared de su hogar en cuestión de segundos haciendo que este perdiera el conocimiento.

Los detalles son confusos desde el punto de vista de la adorada mascota, lo único que recuerda es que despertó en la madrugada y comenzó a buscar a Finn por todos lados, al llegar al Dulce Reino se topó con la devastación que alguna clase de monstruo había causado: casas destruidas, árboles quemados, habitantes heridos, y el castillo parcialmente destrozado.

Aunque era relativamente sencillo arreglar todo, dado por los materiales de lo que están hechos todos y todo en el reino, era una escena en verdad triste. Al cruzar por las puertas del castillo el perro mágico se encontró con su querido hermano tirado en el suelo con las ropas destrozadas, desmayado, y con una familiar figura revisándolo.

— Que bueno que llegó, Señor Jake — era el mayordomo Mentita quien vigilaba al inconsciente humano de cerca.

—Mentita, ¿Qué sucedió? — preguntó el frenético perro luego de correr a auxiliar al humano quien estaba bastante lastimado.

— No lo sé, él estaba así cuando lo encontré — contestó con un tono de honestidad que engañaría a cualquiera pero era difícil de ignorar que él estuviera tan herido como el humano. En cuanto a heridas de dulces se trata.

Pero Jake decidió ignorar esos detalles concentrándose en su amigo y tratar de conseguirle ayuda médica, el mayordomo le explicó que la Dulce Princesa se encontraba en otro lugar por cuestiones diplomáticas pero que se encontraba camino hacia acá, y que la Doctora Princesa estaba ocupada con el resto de la población.

Jake no tenía idea de qué hacer, si buscar a alguien que lo curara o tratar de ayudarlo él mismo, pero el hecho de que no tuviera heridas visibles a pesar de tener las ropas rasgadas no ayudaba en su decisión.

— Hola chicos, parece que tuvieron una gran fiesta — se escuchó una voz en tono bromista proveniente de una de las paredes derrumbadas que ahora adornaban el palacio real, tan pronto como oyó a la vampira rockera el perro mágico estiró sus brazos para envolverlos alrededor de ella y traerla lo más rápido posible a donde estaban.

— ¡Espera Jake que-!

— ¡MARCELINE, ES FINN NECESITAMOS DE TU AYUDA! — gritó con desesperación, ignorando el miedo que la vampira le ocasionaba y después le indicó con su cabeza dónde estaba el cuerpo inconsciente del último humano en Ooo.

Sin decir algo más, Marceline flotó lentamente hacia donde él se encontraba y comenzó a examinarlo en busca de heridas. El perro observó silenciosamente el lento proceso mientras Mentita se excusó a sí mismo diciendo que ayudaría a la dulce gente.

La vampira no encontró nada extraño en el cuerpo del joven héroe — exceptuando un moratón o dos — pero al tratar de revisar su respiración se detuvo al escuchar un ritmo desigual en su corazón.

Removió la camiseta, que junto a sus pantalones era la única prenda que no estaba hecha jirones, sus ojos se llenaron de sorpresa y horror al ver las manchas negras que se extendían desde su hombro izquierdo hasta encima de su pectoral izquierdo.

Sin esfuerzo alguno levantó al chico humano, lo puso en los gigantescos brazos del perro mágico y exclamó.

— ¡Rápido Jake llévalo a mi casa, ahí podremos tratarlo! — aún exaltado por la preocupación, el animal dio un respiro, pensó un poco y explicó sus pensamientos.

— Pero la Doctora Princesa podría-

— ¡NO!— le interrumpió bruscamente — Ellos no podrán ayudarlo, solo yo puedo… ¡NO HAY TIEMPO QUE PERDER, VAMOS!

Al salir del castillo, o lo que quedo de él, Jake pudo notar que la reina vampiro no lo seguía y que iba en otra dirección.

— ¿¡MARCELINE, ADÓNDE VAS?! — gritó Jake a todo pulmón desde su extremo.

— ¡Descuida iré a buscar algo para ayudarlo, volveré enseguida! — su voz se desvaneció en la lejanía mientras flotaba rápidamente en dirección a las montañas, hacia algún extraño lugar.

Mientras veía cómo desaparecía su aparente única salvación no pudo evitar ver a Finn, quien ahora descansaba en sus brazos, con una gran preocupación, ¿En verdad podría ayudarlos?, ¿esta era otra de sus bromas?, ¿Qué tal si algo aún peor le pasa a su hermanito por confiar en ella?

Tras escuchar sus pensamientos el perro sacudió la cabeza en un intento por deshacerse de ellos. Aunque seguía desconfiando de Marceline esta vez debía confiar en ella, así que se transformo en algo similar aun deslizador gigante y transporto a Finn hasta la cueva donde ella residía.

No pasaron dos minutos antes de que la vampira cruzara por las montañas hasta la guarida del Rey Helado, pateó la puerta y con su sobrenatural fuerza fue capaz de enviarla hasta el otro extremo de la habitación.

El propietario, quien estaba jugueteando con uno de sus pingüinos ha tan solo unos metros de donde reposaba los restos de su pesada puerta, se exaltó por el susto de casi ser aplastado y exclamó.

— ¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO, MARCELINE?! ¡CASI ME MATAS PARASIEMPRE! —Un enojado graznido proveniente del mismo pingüino con el que estaba jugando se escuchó de inmediato —. Oh, y también a Gunther.

Sin embargo, Marceline no le tomó importancia a sus reclamos y se adentró más en el helado castillo sin decir una palabra, ante esto el Rey Helado la siguió continuando con sus reclamos.

— ¡¿Crees que puedes venir a mi hogar y tratar de matarme así como si nada?! — estaban en su biblioteca personal, la cual contenía las esperadas novelas de romance juvenil y un par de historias escritas por él numerosos libros de hechizos —. ¡Y encima te pones a desordenar mis cosas!— ella seguía ignorando al rey ya que se encontraba ocupada buscando entre los pesados tomos uno en particular.

— ¿Marceline? ¿Marceline? ¡¿AL MENOS ME ESTAS PONIENDO ATENCIÓN?! — El helado gobernante explotó al no recibir ninguna respuesta de la persona que irrumpió en su castillo y en su biblioteca, pero en cambio recibió el golpe de un libro enorme, que seguramente se trataba de uno de autoayuda.

— ¡Lo encontré! — Dijo Marceline tras encontrar cierto libro, este era considerablemente más pequeño que los demás y estaba forrado en cuero negro con detalles dorados. El Rey Helado removió lentamente el pesado libro que tenia encima sólo para ver que la vampira encontró lo que buscaba. "Tenebriset rebus aliis" leyó del lomo del libro, que era visible desde su punto de vista.

— Guau, llevo tiempo sin ver ese empolvado libro, ¿para qué lo necesitas? — dijo olvidando todo su enojo hacia la Reina vampiro.

— Quisiera quedarme a conversar, Simon, pero necesito irme. Por cierto, tomaré esto prestado.

— ¡HEY NO PUED-

El enorme libro que lo había aplastado minutos antes fue empujado de nuevo por Gunther dejándolo atrapado de nuevo haciendo que escapara un grito de dolor por parte del rey.

— ¡Te lo devolveré luego! — fue lo último que ella dijo antes de retirarse por el agujero donde estaba la puerta.