Disclaimer: Yuri on Ice y sus respectivos personajes no me pertenecen.
Notas: Un día estaba escuchando el disco entero de The Weeknd, Starboy, en un Starbucks y se me ocurrió la idea para este fic la cual anoté atrás del recibo que me dieron cuando compré mi café. Such a mess.
I.
Everybody here wants you
my love, my love
And I know you want him too
my love, my love
.
Yakov lo mira con una extraña expresión en el rostro. Sus manos en el volante tiemblan un poco y carraspea ligeramente. El auto se ha detenido por completo y Yuuri todavía puede notar su mirada severa sobre él.
—Katsuki —pronuncia lentamente, con ese marcado acento ruso que lo hace parecer mucho más amenazante de lo que realmente es—, he trabajado en este caso por años. Décadas. No lo arruines.
Yuuri abre la boca para responder, pero la cierra inmediatamente al notar que no tiene nada qué decir. Asiente lentamente, sin apartar los ojos del rostro del otro policía. Yakov suspira y sus hombros se relajan visiblemente.
—Vamos. Ya deben estar esperándonos.
Yuuri no tiene tiempo para responder pues Yakov ya está abriendo la puerta del auto y apagando el motor. Le hace un gesto para que él también salga. Afuera, ráfagas de aire helado despeinan su cabello apenas pone un pie en la acera cubierta de nieve.
Frente a ellos se encuentra un gran club, cuyas luces neones iluminan la calle entera de diferentes colores. La música vibra debajo de sus pies y lo hace sentir ligeramente mareado. Puede ver la enorme fila para entrar, a pesar del frío y la nieve. Yuuri mete las manos en los bolsillos de su abrigo y sigue a Yakov a través de la calle, esquivando unas cuantas personas a su paso.
Basta con que Yakov se coloque frente a los dos guardias de seguridad y se quite la bufanda del cuello para que los hombres se aparten y abran la puerta.
—¿Viene contigo? —uno de los guardias murmura en ruso a Yakov.
—Sí. Hemos venido a ver a Viktor.
El guardia asiente, lanza una última mirada curiosa a Yuuri y cierra la puerta en cuanto ambos terminan de pasar.
El ambiente dentro del edificio es totalmente diferente al que se vive en las tristes calles de la ciudad repleta de nieve. Hay gente bailando en una gran pista y múltiples luces parpadeando en el techo. Huele a sudor, alcohol y perfume de mujer. Y hace calor. De alguna forma, mientras Yakov y él tratan de pasar a través de la multitud, logra quitarse su pesado abrigo de invierno y desabotonarse los tres primeros botones de su camisa blanca.
Del otro lado de la pista de baile hay una extensa barra con varios bartender atendiendo a la gente. Yakov se aproxima a uno de ellos, un hombre con los ojos meticulosamente delineados de negro y azul. Desliza un billete de diez dólares por la barra.
—Dame dos Martini, Georgi.
El hombre asiente y se guarda el billete en el bolsillo de su pantalón. Entonces Yakov se inclina un poco más.
—¿Dónde está el jefe?
—Arriba, en los privados. Segunda puerta —responde Georgi en ruso. Le lanza una mirada a Yuuri, repasando su rostro, su cabello peinado hacia atrás y los tatuajes en sus brazos, apenas visibles bajo la inmaculada camisa blanca—. Supongo que tú debes ser Yuuri.
Yuuri da varios pasos hacia adelante y recarga los codos sobre la barra.
—Así es —dice en inglés.
Georgi enarca las cejas y Yakov lo ignora. Le entrega un Martini a Yuuri y se despide del bartender murmurando algo en ruso que Yuuri no alcanza a entender debido al volumen de la música. Entonces Yakov lo empuja suavemente por la espalda y lo anima a subir al segundo piso del club.
La decoración del lugar cambia conforme van subiendo las escaleras. Las luces neones desaparecen poco a poco para ser reemplazadas por colores sutiles, satín y terciopelo; la música electrónica da lugar al jazz y el blues.
Al final de las escaleras hay otra puerta, ahora custodiada por una mujer de cabello corto y rojizo. Yakov frunce el ceño aún más.
La mujer lanza el humo de su cigarrillo en su dirección y le guiña un ojo a Yuuri. Ignora completamente a Yakov y baja los últimos escalones para acercarse a él.
—Yuuri Katsuki —susurra en ruso—. Viktor está esperándote.
La mano de la mujer reposa sobre su hombro, en espera de su reacción.
Así que Yuuri reúne todos sus años de entrenamiento y le sonríe, entrecerrando los ojos cuando se gira a mirarla.
—Y no podemos dejarlo esperando más —responde en ruso.
La mujer suelta una risa melodiosa y mira maravillada a Yakov. Éste, por su parte, suspira profundamente, entre exasperado e impaciente.
—Yuuri, ella es Mila. No la tomes muy en serio.
Mila vuelve a reír y toma del brazo a Yuuri. Los tres cruzan la puerta con Mila guiando el camino. El segundo piso tiene un enorme escenario con varios tubos fijados al techo y al suelo. Unas cuantas bailarinas hacen despliegue de su destreza en el escenario, al ritmo del jazz. Es un ambiente mucho más tranquilo que en el primer piso, y rebosa de exclusividad y lujo.
Su guía, entonces, recorre una pesada cortina negra y le guiña el ojo a Yuuri una vez más.
—Eres justo su tipo —le dice y sin más, regresa a la puerta.
Yuuri mira a Yakov buscando alguna clase de respuesta a la afirmación de Mila, pero Yakov no le presta atención. Sin embargo, puede sentir la ansiedad colgándose de su garganta y revolviéndole el estómago. Suspira. Yakov dijo que no había que tomarla en serio.
Aparta su nerviosismo y pone atención a la decoración de la enorme sala privada. Los sillones parecen forrados de terciopelo, contrastando con el papel tapiz rojo. Hay una mesa al centro y un pequeño escenario en una de las esquinas, también con un tubo. No obstante, lo que más le sorprende a Yuuri, es ver una stripper allí mismo, contorneándose sobre el piso y mostrando su brilloso cabello rubio, como si de un pavo real exhibiendo sus plumas se tratase.
Yakov parece impávido ante el show y saluda a cada uno de los presentes en ruso. Cuando se gira y llama a Yuuri con un gesto de la mano, éste da un paso hacia adelante y se inclina a modo de reverencia, sin alzar la mirada.
—Este es Yuuri Katsuki. Ha venido desde Japón en representación del Yamaguchi-gumi clan.
Siente las miradas de todos los presentes posarse inmediatamente en él. Justo como Georgi, puede sentir los ojos escaneando su cabello negro, los tatuajes, la camisa negra y su abrigo de invierno.
Puede sentir cómo la ansiedad y un poco de terror se apoderan por instantes de él. Suspira una vez más.
Entonces Yakov palmea suavemente su hombro y Yuuri alza la mirada.
Allí, en medio del sillón negro, descansa un rey. Con las manos sobre su regazo, piel pálida y cabello platinado, esta debe ser la imagen más gloriosa que Yuuri haya visto jamás. El traje negro ciñéndose a las líneas de su espalda, a la curvatura de sus hombros, y el cabello ligeramente despeinado. Y una sonrisa, en toda su gloria, elevándose por sus labios.
—Soy Viktor Nikiforov. Qué gusto por fin tenerte aquí —su acento suena como un lenguaje diferente, sus palabras le parecen mágicas.
Y entonces, por fin, los ojos de un imposible color azul se posan sobre él. Yuuri, definitivamente, no recibió entrenamiento para esto.
Como puede, estrecha la mano de Viktor y se sorprende de descubrir lo poco suave y tersa que es. También, en su estupor, puede sentir cómo las yemas de los dedos de Viktor apenas tocan la piel de su muñeca y se quedan allí unos instantes.
Yuuri no sabe cómo reaccionar y se queda congelado en su lugar, maravillado y aterrorizado. La anticipación se queda en su pecho y, quizás, si mira de nuevo a Viktor todo quede en desastre.
Yakov le palmea su hombro una vez más. Extiende una mano para atraer su atención hacia la siguiente persona que le va a presentar.
—Yuri Plisetsky. Es el segundo al mando del grupo.
Yuuri puede respirar una vez más. El chico ruso no le dedica ni una mirada. Simplemente bufa en su lugar y se dedica a lucir exasperado. Yakov lo ignora de la misma manera que él ignoró la presentación y pasa al otro joven, sentado a un lado de Yuri.
—Otabek Altin. El guardaespaldas de Yuri y está a cargo de la parte sur de la ciudad.
Otabek, a diferencia de Yuri, se levanta a estrechar la mano de Yuuri. No pronuncia ni una sola palabra pero asiente y regresa a su lugar en cuanto termina el pequeño intercambio de gestos.
Yakov pasa hacia la siguiente persona, un hombre de cabello rubio y largas pestañas rizadas.
—Christophe Giacometti. Mano derecha de Viktor y administrador de este lugar.
A diferencia de los otros dos, Christophe se levanta inmediatamente y toma el rostro de Yuuri entre ambas manos. Yuuri se sobresalta por tan repentino contacto y Christophe ríe.
—Hummm, un yakuza. Y uno bien parecido. ¿De dónde lo sacaste, Yakov? —pregunta Christophe.
—Yo no lo saqué de ninguna parte. Te olvidas que está aquí para hacer negocios.
—Uh-uh —Christophe deposita un beso en cada mejilla y le guiña un ojo al separarse—. Siempre eres bienvenido a pasar un buen rato aquí en Intoxicated, cariño.
Yuri, entonces, bufa audiblemente y se levanta.
—No puedo creer que me hicieron venir hasta este lugar de mierda sólo para desperdiciar mi tiempo —chasquea la lengua, su largo cabello rubio lo hace lucir mucho menos amenazante—. Beka, nos vamos.
Otabek se levanta también y se inclina ligeramente hacia Yuuri, a modo de despedida, antes de salir a alcanzar a Yuri, quien ya está dando pisotones por el pasillo.
—Ven, ven, siéntate con nosotros —ofrece Christophe, palmeando el lugar que desocupó Yuri, justo a un lado de Viktor.
Reluctantemente, y ante la mirada expectante de Yakov, Yuuri se sienta en el sillón de terciopelo negro. Deja su Martini en la mesa e intenta controlar su respiración agitada. Es patético y ridículo. Ha entrenado por años para conseguir mantener sus emociones bien resguardadas. Es un policía, de los mejores de la academia, y no puede creer que un increíblemente guapo hombre ruso lo tenga al borde de una arritmia.
No le hace nada bien a su corazón cuando Viktor acerca su pierna a la suya, aunque sea por centímetros. Puede sentir el calor del otro a través de la ropa y de repente siente que necesita mucho alcohol para poder salir intacto de esta noche.
—¿De qué parte de Japón vienes, Yuuri? —pregunta Christophe, tomando un sorbo de su Manhattan.
—Hasetsu. Ah. Hum. Del sur de Japón.
—Hummm, únicamente he ido a Tokio —murmura Christophe, mirando al escenario y a la bailarina que continúa con su rutina a pesar de que nadie le esté prestando atención—. ¿Es lindo?
Yuuri ríe suavemente.
—Hay un, humm, castillo de ninjas y aguas termales. Creo que es el único atractivo, realmente. Es un lugar tranquilo, con mucha menos gente que en Tokio.
A su lado, puede escuchar a Yakov y Viktor hablar sobre algo en ruso, pero no puede mantenerse al tanto del tema de la conversación debido a la música.
Christophe asiente.
—¿Y cómo es el Yamaguchi-gumi? ¿Te gusta trabajar para ellos?
Yuuri se tensa, pero no parece que Christophe lo haya dicho con malas intenciones. Ladea un poco la cabeza y su voz se torna dura. Repite la misma historia que ha ensayado por años.
—No es el mejor lugar que hay, pero es lo único que conozco.
—Te entiendo.
Antes de que Christophe pudiese decir una palabra más, su celular comienza a vibrar dentro del bolsillo de su traje. Cuando mira el mensaje, frunce el ceño y suspira.
—Lo siento, Yuuri, hablaremos después —Christophe se disculpa y se levanta, llamando a Yakov—: Hey, Yakov, ven conmigo. Georgi se encontró con Anya de nuevo y Mila apenas puede contenerlo.
Yakov suelta una maldición en ruso sobre por qué Georgi tenía que ser así y por qué nadie tiene sentido común y sigue a Christophe fuera del salón.
Ahora sólo hay tres personas la habitación. La bailarina, Viktor y él. Gracias a la música de jazz no hay silencio pero sí una extraña tensión en el ambiente.
La bailarina, con sus largas piernas y su largo cabello rubio, le sonríe a Viktor y se contornea nuevamente montada en el tubo. Bate sus pestañas en su dirección y se asegura que cada parte de piel, exquisita, pueda ser vista desde el mejor ángulo posible. La escasa ropa lo haría un espectáculo digno de ser el show principal, si no fuese porque la atención de Viktor la ha ganado Yuuri.
Con la yema de los dedos, apenas tocándolo, Viktor recorre la piel descubierta del antebrazo de Yuuri, en un gesto increíblemente seductor. Yuuri mantiene una exclamación guardada en su garganta y la intercambia por un suave suspiro.
Hay algo tentador en acaparar la atención de Viktor. Lo prohibido y todas esas líneas que Yuuri no debe cruzar. Viktor está flirteando abiertamente con él. Allí mismo, a pocos minutos de haberlo conocido. Sin ningún descaro y con toda la libertad del mundo.
Los dedos recorren la camisa blanca y Viktor le sonríe. Se inclina para que sus labios queden a la altura de su oreja y habla:
—¿Sabes que ha estado tratando de llamar mi atención durante toda la noche?
Sintiéndose atrevido, Yuuri le responde:
—Lo noté desde que llegué.
—Pero…
—¿Pero?
Viktor se queda callado. Algo extraño arde en sus ojos, profundo e ilícito. Mira a Yuuri de una manera que le hace preguntarse si de verdad podrá terminar su misión en cubierto y regresar a su departamento en Tokio en una sola pieza. Le hace preguntarse, también, por qué Viktor se ha fijado en él cuando probablemente todo el mundo en este lugar muere por su atención, como aquella bailarina.
Pero la razón huye de Yuuri en cuanto se plantea la pregunta. Se siente bien tener la atención de Viktor para él solo. Se la ha arrebatado al mundo y nada se sentirá más peligroso que eso.
Quizás Viktor tiene demasiado alcohol en su sistema, quizás es la adrenalina del momento, de conocer a alguien nuevo, misterioso y desechable. Quizás es eso, porque Yuuri siente lo mismo.
Viktor se muerde el labio inferior. Su mirada sigue sobre él y Yuuri no puede despegar los ojos de su rostro.
—Yuuri, ¿me enseñarías tus tatuajes? —su voz, suave, se siente como el terciopelo debajo de sus dedos.
Yuuri ríe suavemente. Su cerebro se ha disuelto entre la fragancia de Viktor, la profunda voz del cantante de jazz y sus propios deseos, despertados esta noche gracias al coqueteo descarado del ruso. La mano de Viktor sigue sobre la piel descubierta de su antebrazo, tentativa.
—Quizás. Otro día —Yuuri pronuncia en un perfecto ruso.
Esta nueva personalidad, confidente y atrevido, aterroriza al Yuuri original, pero al menos le da una gran ventaja en esa clase de situaciones.
Aunque, si se atreve a confesarlo, este Yuuri, el yakuza, siente el mismo grado de atracción, sin tapujos, que siente el Yuuri original por Viktor. Quizás más. La realidad le parece absurda en medio de ese salón, con Viktor regalándole toda su atención.
Quiere regresar a Japón inmediatamente.
.
—Viktor coqueteó contigo toda la noche —habla Phichit del otro lado de la línea, en japonés—, y tú le seguiste la corriente.
—No… Sí… —Yuuri suspira y se lleva una mano a la cara— Es complicado.
—¿Complicado? Viktor es un playboy. Le agradaste, te coqueteó. Ya sabes todos los rumores que corren sobre Nikiforov.
Yuuri suspira de nuevo. El cabello húmedo se le pega a la frente y unas cuantas gotitas empapan el cuello de su camisa. Deja su celular a un lado del lavabo y lo pone en altavoz.
—No recibí entrenamiento para esto, Phichit.
Se quita las gafas y se lava las manos, esperando la respuesta de su amigo. Saca sus lentes de contacto y con cuidado los coloca sobre sus ojos, parpadeando rápidamente ante la intrusión. Yuuri emite un sonido de derrota. Odia los lentes de contacto.
—No le diré nada a Celestino o a Yakov, Yuuri. Pero deberías tener cuidado, aunque es más probable que Nikiforov se encuentre a alguien que le agrade más o se canse de tratar de seducirte, y te deje en paz.
—Había una stripper preciosa frente a nosotros. Prefirió mirarme a mí antes que a ella. No lo sé, Phichit, todo esto me hace sentir ansioso. Viktor no es precisamente un libro abierto —los dedos de Yuuri están cubiertos de gel, peinando los mechones de cabello hacia atrás.
Phichit se queda en silencio unos cuantos momentos.
—No lo tomes tan en serio. Tú sigue con el plan —contesta—. Aunque ahora, pensándolo bien, ¿no sería una increíble oportunidad seducir a Nikiforov y sacarle todos los sucios secretos de la organización?
—No vine aquí para acostarme con nadie, Phichit —responde Yuuri poniéndose su gabardina negra y la bufanda del mismo color al cuello.
Phichit ríe.
—Cuando la misión termine, te invitaré a Bangkok a mi club favorito. Una noche allí y no te acordarás ni de cómo te llamas.
—De acuerdo —sonríe Yuuri—. Gracias por escucharme, Phichit. Sé que debes estar hasta el cuello de trabajo.
—Todo sea por ti, Yuuri —ríe y luego suspira—. Y no te preocupes por mis trescientos reportes, tú enfócate en hacer los arrestos al final del mes.
—Gracias, de nuevo. Tengo que irme, pero los mantendré informados a ti y a Celestino.
Yuuri presiona el botón rojo de su celular y lo mete a uno de los bolsillos de su gabardina. Hablar con Phichit disminuyó considerablemente su nerviosismo. Aún se siente increíblemente tenso del encuentro con Viktor.
Pero Phichit tiene razón. Viktor encontrará a alguien que le interese más y olvidará a Yuuri tan rápido como puso su mirada sobre él en el club. Es un reconocido playboy, un cotizado soltero y de sólo pensar que Viktor estuviese en serio interesado en Yuuri le hace reír. Alguien con esa apariencia no puede aspirar a menos que ser deseado por hombres y mujeres por igual.
Alguien toca la puerta, distrayéndolo de sus pensamientos.
—Señor Katsuki, soy Otabek. El jefe me ha pedido que lo lleve a la mansión.
Yuuri abre la puerta y se encuentra con Otabek. Es unos centímetros más bajo que él, pero hay una clase de aire impenetrable que lo hace casi intimidante. Las facciones de Otabek permanecen inmóviles mientras espera la respuesta de Yuuri.
—Claro —dice Yuuri y ambos bajan la estrecha escalera del edificio de departamentos en el que se está quedando.
—Viktor probablemente le dejaría quedarse en una de las habitaciones disponibles de la mansión —Otabek enarca una ceja y continua—. ¿Por qué está quedándose en esta pocilga, señor Katsuki?
Yuuri hace un ademán con la mano y se ríe suavemente.
—Llámame Yuuri —Otabek asiente—. Y me estoy quedando aquí porque no me gusta llamar la atención. Mi estancia en esta parte del país será breve.
Ambos salen a la calle y Otabek abre la puerta de un auto negro de lujo. Yuuri se detiene en seco, allí, a medio de la acera. Mira a Otabek dubitativo.
—Aún estoy a tiempo de tomar el autobús.
Otabek mantiene su mano firme sobre la puerta del auto, invitándolo a entrar. Yuuri lo mira una vez más y se da cuenta que no cederá. Reluctantemente, entra a la parte posterior del auto y se siente genuinamente perturbado por el olor a cuero y tabaco en el interior.
Otabek enciende el motor y la calefacción. El auto comienza a dejar atrás al viejo edificio y toma una de las avenidas principales, hacia las afueras de la ciudad.
La música que Otabek pone en el radio lo tranquiliza un poco. Beethoven y Bach. Antes de que Yuuri pueda iniciar una pequeña conversación, Otabek se adelanta a sus intenciones.
—Siento haberme ido ayer tan temprano. A Yuri no le gustan las reuniones.
—No te preocupes. Entiendo.
Otabek se encoge de hombros.
—¿Por qué Viktor te mandó a recogerme? Conozco la ubicación de la mansión perfectamente —habla Yuuri.
—Ah —Otabek resopla—. Dijo que era lo menos que podía hacer ya que rechazaste tomar un auto de la organización.
—No entiendo por qué habría de ir por la ciudad en un auto blindado. La ciudad le pertenece a la organización, ¿cierto?
—Sí, no nos preocupan las demás mafias —dice Otabek—. Nos preocupan las redadas al azar de la policía. Han estado sobre nosotros estos últimos meses.
—Ah —alcanza a murmurar Yuuri a falta de algo más inteligente qué decir. No puede externar que él tampoco tiene que preocuparse sobre la policía.
La gran parte del camino, ambos se quedan en silencio. Otabek no es un gran conversador y Yuuri tampoco tiene muchas ganas de hablar. Al cabo de varios minutos, Yuuri puede ver a lo lejos las grandes rejas de la mansión y un montón de autos de lujo iguales estacionados justo afuera.
La nieve no parece interrumpir sus operaciones. Otabek disminuye la velocidad conforme se van acercando y se detiene por completo frente a las grandes rejas. Basta con que un enorme guardia de seguridad lo vea para que las rejas se abran en automático, dejándolos pasar.
La mansión es impresionante. Al parecer a esta rama de la mafia rusa no le gusta guardar apariencias y Yuuri siente la necesidad de echarse a reír allí mismo. Como policía está indignado que una organización pueda vivir en la ostentosidad sin que nadie los moleste. Pero como Yuuri, simplemente Yuuri, lo acepta.
Viktor es un rey y este es su palacio.
Otro guardia de seguridad les abre la puerta. Y allí, en la recepción, se encuentra Viktor, vestido impecablemente con un traje negro de diseñador.
Lo primero que Yuuri nota es que los demás miembros pululan a su alrededor como polillas frente a la luz. Viktor irradia carisma, pero al mismo tiempo es inalcanzable. Si Yuuri es un cinco, Viktor es un billón.
Viktor se acerca hasta Yuuri y le sonríe. Luego, se gira hacia Otabek y le agradece en ruso que lo trajera hasta allí.
Entonces coloca una mano sobre su hombro, sin dejar de mirarlo.
—He estado esperándote, Yuuri. Ven, subamos a mi oficina a hablar de negocios.
Ambos suben las enormes escaleras y Yuuri no puede dejar de maravillarse con las diferentes pinturas y esculturas que encuentra en su camino. Casi puede adivinar que la divina alfombra roja que conduce a la enorme oficina de Viktor cuesta más que la casa de sus padres y su departamento en Tokio juntos.
Viktor abre una puerta y lo invita a pasar y sentarse. Yuuri duda por un momento pero termina por sentarse en una de las sillas de cuero. El enorme ventanal da vista hacia la ciudad y deja que algunos rayos del crepúsculo iluminen de oro las paredes.
Viktor toma asiento frente a él, en su propia silla de cuero. Los rayos de sol colorean su cabello de un precioso color plata. Ah, piensa Yuuri, este es su castillo y ese es su trono.
—¿Qué clase de intereses tiene el Yamaguchi-gumi en esta ciudad? —pregunta, sobresaltando a Yuuri, cortándolo completamente de sus pensamientos.
Yuuri se acomoda en su silla.
—Como sabes, nosotros controlamos la ciudad aledaña. Y la policía ha estado sobre nosotros también últimamente —carraspea un poco, se inclina ligeramente—. Hay rumores de un gran operativo en cinco de las seis ciudades más importantes del país. Queremos tener aliados si eso pasa.
Viktor asiente y coloca su dedo índice sobre sus labios. Parece pensarlo un poco.
—Tú eres el segundo al mando del grupo, ¿cierto? —Yuuri asiente y Viktor entrecierra los ojos— ¿Por qué no pudo venir el jefe a hablar conmigo?
Yuuri se congela en su lugar por unos instantes hasta que recupera la compostura.
—El jefe está muy enfermo. Pronto nombrará a su sucesor, así que nuestro grupo se encuentra en una situación complicada. Si llegase a haber un operativo de la policía, estaríamos acabados. Sin sucesor oficial, yo no tendría ninguna autoridad para pedir ayuda a los demás jefes en Japón. Es por eso que he venido a ofrecer una alianza.
—¿Alianza o negocios, Yuuri? —murmura Viktor sin dejar de sonreír.
—Ambos —responde inmediatamente—. Te ofrezco una alianza contra la policía y en cuanto nuestro nuevo sucesor sea anunciado, te daremos el diez por ciento de nuestras exportaciones de opio.
—Hummm.
Viktor se levanta de su lugar y se coloca frente al enorme ventanal, dejando que los rayos de luz lo cieguen por unos segundos. Se queda allí por unos minutos y la ansiedad de Yuuri aumenta a cada segundo. Es un buen trato porque, después de todo, fue la agencia de inteligencia quien lo planificó.
—Ustedes quieren protección —habla Viktor—, pero, ¿y si el operativo es un simple rumor? Ya sabes cómo corren las cosas en este mundo.
—Aun así, ofrecemos la alianza —insiste Yuuri—. No podemos darnos el lujo de bajar la guardia, no en estos momentos.
—Entonces —repone Viktor inmediatamente—, quiero algo más.
Yuuri traga saliva. Sus manos comienzan a sudar.
—Dime.
—Trabaja para mí, Yuuri —propone Viktor acercándose a él y Yuuri no puede huir. El perfume de Viktor abruma sus sentidos, no puede pensar claramente—. La protección de tu grupo a cambio de que trabajes para mí.
Viktor está tan cerca, reposando sus manos sobre los brazos de la silla. Yuuri está acorralado y entrando en pánico. El rostro de Viktor está a pocos centímetros del suyo y casi puede sentir su respiración tibia sobre su piel.
La atracción que siente Viktor es evidente. Yuuri lo puede notar en sus ojos pero no lo quiere creer. Yuuri es un cinco y Viktor es un infinito. Recuerda las palabras de Phichit, la inevitable verdad de que cuando Viktor encuentre a alguien más atractivo, más interesante, más misterioso, olvidará a Yuuri.
Y aun así, sabiendo eso, Yuuri tampoco puede evitar sentirse fatalmente atraído al hombre frente a él. Se imagina lo satisfactorio que sería recorrer sus manos libremente por la curvatura de sus hombros, por su firme espalda, por el cabello platinado.
Yuuri lo mira directamente a los ojos, Viktor no titubea.
—Yo…
¿Por qué Viktor está tan interesado en él? ¿Por qué, habiendo tantas personas rogando por su atención, tiene que fijarse en un don nadie como Yuuri?
—Tengo que hablarlo con mi grupo —susurra entrecortadamente Yuuri.
—No les tienes que contar nada —sugiere Viktor sin moverse de su posición.
—Entonces… ¿puedo hacer una llamada? Necesito hablarlo con el hijo del jefe.
Viktor se separa lentamente, dejando a Yuuri tomar una bocanada de aire. La sangre se le ha ido tan rápido a la cabeza que tiene dificultad para pensar. A trompicones sale de la oficina de Viktor y se asegura que no haya nadie más en el pasillo. Marca el número de Celestino tres veces. A la cuarta vez, su jefe responde.
—Yuuri, ¿hay algún problema?
Yuuri toma otra bocanada de aire.
—Viktor está de acuerdo con la alianza y el diez por ciento, pero ha puesto una condición más —contesta en japonés.
Celestino guarda silencio por unos segundos.
—¿Qué es? —pregunta finalmente.
—Quiere que trabaje para él.
—¿Y? —responde Celestino— ¿Por qué no has aceptado la condición todavía? ¿Hay algún inconveniente?
—Jefe —comienza Yuuri con cierto tono de desesperación—, no puedo quedarme mucho tiempo aquí.
—Pero eso ya lo sabes, ¿no es así? Sólo necesitamos arrestar a Viktor y a Yuri. Haz tu trabajo bien y no tendrás que pasar más de tres semanas allí.
—Pero…
—Mantén a raya tus emociones, Yuuri —habla Celestino—. No las necesitas en esta misión. Toma la oferta de Viktor, yo le avisaré a Yakov —y cuelga.
Yuuri se queda en medio del pasillo sin saber qué hacer. Mete su celular a su bolsillo de nuevo y regresa a la oficina de Viktor. Los rayos del atardecer comienzan a desvanecerse en el cielo y únicamente queda un tinte púrpura en las nubes. Viktor está en su trono, esperando por su respuesta.
Yuuri vuelve a su lugar y suspira.
—Están de acuerdo que trabaje para ti mientras no descuide mis obligaciones en el grupo.
Viktor sonríe, sus labios se curvan en forma de corazón, y asiente repetidamente.
—Pero —interrumpe Yuuri su entusiasmo—, quiero seguir quedándome en mi departamento y tampoco requiero un trato especial.
Ante esto, Viktor se detiene.
—¿Quieres seguir quedándote en ese viejo edificio? —pregunta, incrédulo— Yuuri, tenemos muchas habitaciones disponibles aquí y…
—Quiero que me trates como un miembro más —sentencia Yuuri.
No obstante, y en contra de todas las predicciones de Yuuri, Viktor acepta.
—Si eso es lo que quieres, Yuuri, está bien.
Yuuri asiente. El silencio se eleva entre ambos. No es como la clase de tranquilidad que sintió cuando estaba en el auto con Otabek. Puede sentir la mirada de Viktor sobre él, recorriendo su rostro.
Intuye que Viktor quiere decir algo más pero ninguno de los dos habla. El silencio se vuelve pesado y conforme pasan los segundos, las ganas de huir de Yuuri se incrementan. No porque presienta algo peligroso, sino porque, quizás, si se queda más tiempo allí terminará de cruzar muchas líneas. Entre ellas, el deseo de tomar a Viktor por la camisa y besarlo.
Se repite a sí mismo que Viktor está muy, muy fuera de su alcance, que quizás la atención que le da sea un delirio fugaz. Porque alguien vendrá y robará lo que sea que Viktor quiera darle en estos momentos a Yuuri.
—Quédate a cenar —propone Viktor, rompiendo el silencio.
—Pero… —empieza a protestar.
—Quédate a cenar —repite—. Quédate todo el tiempo que quieras.
Y Yuuri asiente, sin oponer más resistencia.
.
Yuri se acerca a la mesa y arrastra la silla para sentarse. Le lanza una mirada a Yuuri y Viktor, y bufa. Otabek, a su lado, acomoda la servilleta de tela en su regazo y se sirve un poco de agua.
—¿Qué está haciendo él aquí? —pregunta Yuri.
Viktor se apresura a sonreír.
—Yuri, sé más amable. Yuuri empezará a trabajar con nosotros a partir de hoy.
—¿Qué?
—Bienvenido al grupo —dice Otabek en cambio, sin cambiar la expresión de su rostro.
Yuuri asiente distraídamente. Mientras, Yuri fulmina con la mirada a Viktor, quien parece no darle importancia a la rabieta del joven.
—¿Por qué?
—Yuuri y yo hicimos un trato —responde Viktor dejando entrever que no dará más detalles—. Ahora, Yuri, la cena se va a enfriar si seguimos hablando.
Todos en la mesa esperan que Yuri siga con sus argumentos, pero sólo le dedica una mirada de exasperación a Viktor antes de tomar un pirozhki y masticar en silencio.
Algo que nota Yuuri rápidamente es que Yakov no le ha quitado la vista de encima desde que se sentaron a cenar. Está seguro que Celestino le ha informado sobre las nuevas condiciones del trato. Sin embargo, intuye debido a los gestos de Yakov, que está desconfiado. Y no lo culpa. Ha pasado la mayoría de su vida como agente encubierto y está apostando su carrera entera en Yuuri.
Sus pensamientos absolutamente no lo ayudan cuando siente la mano de Viktor posarse sobre su rodilla. Yuuri se tensa y está seguro que Viktor puede notarlo porque le da una suave palmadita pero no quita su mano.
Aún no está muy seguro de por qué Viktor parece tan interesado en él y definitivamente no tiene muchas ganas de averiguarlo. Cuando su mirada se cruza con la de Yakov accidentalmente, Yuuri gira rápidamente la cabeza, huyendo.
La repentina cercanía con Viktor lo mantiene en vilo.
Nadie nunca en la academia le dijo cómo lidiar con el descarado flirteo bajo la mesa.
Los miembros del grupo comen en silencio, salvo por el ocasional intercambio de palabras entre Otabek y Yuri. La mano de Viktor no se mueve durante toda la noche.
.
—No era necesario que me trajeras a mi departamento —dice Yuuri, recargando la cabeza sobre el vidrio de la puerta.
—Es tarde y está nevando —repone Viktor a su lado, mirándolo en la esporádica oscuridad.
Otabek conduce en silencio y parece que se encuentra en su propio mundo, pues ni siquiera les dirige una mirada por el retrovisor cuando Viktor acorta la ya escasa distancia entre Yuuri y él.
La respiración de Yuuri es irregular. Hombro contra hombro, Viktor llama por su atención de nuevo. Lo ha estado haciendo toda la noche y los pensamientos de Yuuri no ayudan mucho a la situación, aunque sigue repitiéndose a sí mismo las palabras de Phichit.
El flirteo, el repentino interés, se desvanecerán tan rápido como llegaron. Viktor no es conocido por mantener largas relaciones. No se imagina a Viktor casado, retirado de la mafia y con una familia. Mucho menos con alguien tan simple y aburrido como lo es Yuuri.
Y aun así, es la primera vez que alguien lo persigue con tanta insistencia. Es agradable que de tanta gente, Viktor únicamente tenga ojos para él. Aunque sea fugaz, aunque quizás no dure más de una semana.
—¿En qué estás pensando, Yuuri? —murmura Viktor a su lado.
—Oh, en nada —miente.
Viktor no intenta presionar el tema y, en cambio, sonríe, en un gesto tan dulce que Yuuri se pregunta cómo es que su corazón no ha sufrido ningún estrago.
—Deberías quedarte en una de las habitaciones de la mansión. No es muy seguro salir a estas horas en la ciudad.
Yuuri enarca una ceja.
—Estoy seguro que puedo cuidarme yo solo.
—De eso no cabe duda. Pero… sólo por si acaso…
—Insisto —Yuuri sentencia y la expresión de Viktor cambia, está genuinamente preocupado por su seguridad y eso le parece adorable.
Yuuri secretamente está haciendo una lista mental de todas las cosas que no le enseñaron en la academia. Seguro, le enseñaron judo y a disparar un arma; a infiltrarse en el territorio enemigo, a actuar, incluso a desactivar una bomba. Pero nadie jamás le dijo cómo lidiar con un líder de la mafia ruso increíblemente guapo y quien, además, está interesado en él románticamente.
Viktor lo ha conocido apenas por un día y sus avances crecen audazmente con el paso de las horas. No se imagina sobrevivir otras dos o tres semanas.
—Está bien —Yuuri toca suavemente el dorso de la mano de Viktor—. Gracias, de todas formas.
Entonces Viktor, en respuesta, lo mira de una forma que Yuuri no puede descifrar. No es la clase de mirada que le dirigió cuando estaban en el club, es algo más. No tiene la misma intensidad, pero de igual manera lo hace sentir inquieto.
No se atreve a preguntarle y se muerde el labio inferior. Ahora, Viktor reacciona a eso instantáneamente. Sus ojos se dirigen directamente a sus labios y otra clase de expresión brota de su rostro.
Yuuri se echa a reír a los pocos segundos y Viktor frunce el ceño.
—Yuuri…
—No te preocupes, Viktor. Estaré bien.
Otabek baja la velocidad del auto y se aparca en la acera del viejo edificio de departamentos. Yuuri abre la puerta y antes de que pueda salir, Viktor lo detiene suavemente por el brazo.
—Al menos déjame proporcionarte un auto para que puedas moverte por la ciudad.
—El transporte público no es malo —lo rechaza Yuuri—. Sería descortés de mi parte interrumpir las actividades de los demás miembros del grupo.
—Tú también eres parte del grupo —replica Viktor.
La cercanía de Viktor contrasta contra el frío del exterior. Podría quedarse unos minutos más así, en la oscuridad total, únicamente con su respiración irregular delatándolo.
Una vez más, se repite a sí mismo que las atenciones son efímeras, que Viktor jamás podrá pertenecerle. No sólo porque son de mundos diferentes —un agente y un líder de la mafia, como si eso no fuese suficiente motivo para apartarse—, sino porque no hay manera en el mundo que Viktor pueda enamorarse de alguien como Yuuri.
La realidad, sin embargo, es distinta a sus pensamientos y a las propias líneas que Yuuri se autoimpone. Intenta ignorarla, hacerla a un lado.
La atracción, la fatalidad que lo hace gravitar hacia Viktor como un cuerpo celeste en inminente trayecto a colisionar, está allí desde el primer momento que pisó ese salón en el club.
Y lo sabe porque desea quedarse en el auto y jamás escapar hacia el exterior. Porque, si Yuuri no fuese tan cobarde, aceptaría todas las propuestas de Viktor.
—De acuerdo —cede Yuuri—, pero no quiero un auto como este. Entre más viejo, mejor.
Viktor ríe y asiente lentamente.
—Perfecto. Me aseguraré de que esté en perfectas condiciones para cuando llegues mañana.
La mano de Viktor sigue reteniéndolo con suavidad. Yuuri se mueve lentamente hacia el exterior, pues las ráfagas de aire han arrastrado un poco de nieve hasta los asientos del auto.
—Gracias, Viktor.
Viktor asiente pero no lo deja ir.
Y, en un acto totalmente impensable, Viktor lo abraza. Yuuri se congela en su lugar con los pensamientos a mil por hora y el corazón rugiendo ante el contacto. Viktor, en cambio, descansa su frente sobre el hombro derecho de Yuuri y suspira suavemente. Sus brazos lo mantienen firmemente contra su pecho, sin espacio para huir.
—Has regresado —murmura Viktor en ruso.
—¿Qu…?
Las palabras salen atropelladas y antes de que pueda corregirse a sí mismo, Viktor se separa de él, dejándolo con un extraño vacío en el pecho. Yuuri abre la boca para hablar, la confusión grabada en su rostro, por lo que Viktor pone de nuevo esa expresión de antes, la que Yuuri no puede descifrar, y dice:
—Buenas noches, Yuuri.
Yuuri asiente varias veces, sin saber exactamente qué responder. Baja del auto y cierra la puerta sólo para quedarse como un idiota parado en la acera, todavía en shock.
¿Has regresado? ¿Qué significa eso? ¿Yuuri ha conocido antes a Viktor? Lo duda, Yuuri nunca olvida un rostro, mucho menos el de alguien como Viktor.
El auto es encendido de nuevo y Yuuri sigue allí, sin saber cómo reaccionar, mirando los faros desaparecer en la distancia, ligeramente borrosos debido a la nieve.
Se sacude la nieve del cabello antes de entrar al edificio, con las palabras de Viktor retumbándole los oídos, con la extraña añoranza de su calor todavía en la piel. Yuuri suspira.
Yakov no estaría muy contento de esta excepcional revelación.
Notas: el fic está terminado y sólo faltan otros tres capítulos más. La actualización será cada domingo. Agradecimientos especiales a Cydalima por darle el visto bueno y a Nickte por ayudarme con el summary (because I suck at those).
