Shinigami Debutante
Desde su escondite en la terraza, podía verla; recortado sobre la sombra del edificio, el hollow arrastraba su cuerpo de reptil. Físicamente eran muy parecidos a los falsos que se usaban en los entrenamientos; la estructura corporal repulsiva, los ojos vacíos, la boca hambrienta trazada como un corte sobre la máscara blanca.
Pero había algo distinto en los huecos reales; Kenshin lo notaba. Su reiatsu era furioso, brutal; era como oír el grito rabioso de una bestia herida. La forma del monstruo recordaba a la de un lagarto, pero con seis patas y una cola que finalizaba en un arpón filoso.
El Shinigami aferró la empuñadura de la zanpakutou; sólo debía deshacerse de la cola del monstruo, y el resto sería sencillo. Dominó sus nervios, se relamió los labios y apoyó el pie sobre el borde de la terraza. Si aprovechaba sus instintos sin dejarse dominar por ellos, obtendría un triunfo sencillo; era mejor así, no había tiempo que perder con tantos huecos esparcidos por el mundo.
Y entonces, pasó.
Kenshin apenas lo vio con el rabillo del ojo; giró el rostro a tiempo para observar como un alma perdida se acercaba deslizándose a los pies del edificio sobre el cuál se hallaba camuflado el hueco. Un escalofrío recorrió su columna; si advertía al espíritu, alertaría al hollow de su presencia. La sociedad de almas era clara frente a ese tipo de casos; el Shinigami debía priorizar su seguridad ante todo. Entonces recordó al monstruo.
Se imaginó al espíritu atravesado por el arpón; casi era capaz de escuchar el sonido de sus fauces triturando a su presa. No había demasiado más que pensar.
Tomó impulso apoyando los pies contra el borde del techo. Salió disparado hacia delante, en la dirección hacia la que caminaba el alma; el hollow lentamente alistaba el arpón para ensartar a su presa. Kenshin extendió los brazos hacia delante. El espíritu giró sobre sí mismo y el Shinigami pudo verlo bien; era un niño.
La cola del hueco salió disparada como un proyectil letal; un momento antes de impactar al espíritu, Kenshin le rodeó la cintura. El arpón destrozó el pavimento como si fuera cartón; Kenshin ayudó al niño a incorporarse y entonces escuchó el rugido del hollow.
Era una onda de sonido penetrante, una vibración aterradora que le retumbaba en los huesos.
Acabo de interrumpir su cena, ahora querrá matarme con todas sus fuerzas.
-¿Qué…que es eso?
El niño estaba paralizado.
-¡Lárgate de aquí!
No hubo que repetirlo; el espíritu reaccionó y echó a correr por el callejón. El hueco empezó a descender del edificio moviendo sus seis patas; ahora que el monstruo se movía verticalmente, Kenshin era capaz de contemplar el agujero que la bestia llevaba en la espalda. Tomó aire y desenvainó la zanpakutou.
-No me falles.
Su oponente aterrizó en el piso, provocando un estremecimiento en la tierra. Alrededor del cuerpo de Kenshin empezó a brotar su reiatsu; para el hollow era una señal de que la presa no iba a huir, de que pensaba plantar batalla.
El hollow avanzó hasta ubicarse a una distancia suficiente como para atacar con su cola; giró sobre sí hasta quedar de costado a Kenshin, y entonces lanzó el arpón. Kenshin se movió a un lado para evitar el impacto; la punta de la cola se enterró en el cemento.
Kenshin avanzó corriendo hacia su oponente, espada en mano; el hueco abrió sus fauces, rabioso. El arpón enterrado empezó a moverse dentro del suelo, provocando que la tierra empezara a fragmentarse. Kenshin se elevó en el aire y cayó del otro lado del monstruo; el hueco giró el rostro velozmente y lanzó un mordisco hacia el Shinigami. Kenshin flexionó las rodillas y rechazó la agresión golpeando el costado de la máscara con su espada.
La criatura giró la cabeza; la sangre brotaba copiosa del costado de la máscara. Kenshin aferró la empuñadura y hundió la zanpakutou entre las costillas del hueco; la bestia lanzó un alarido que aturdió al Shinigami. Kenshin retiró la espada y se preparó para un segundo ataque. Y entonces, su oponente hizo algo imprevisto.
El hueco giró hacia el costado y se dejó caer con todo su peso sobre Kenshin, quién instintivamente se tiró atrás y evadió el impacto; sin embargo, el desesperado saltó lo dejó vulnerable en el aire.
Cuando lo vio venir era tarde; el arpón del hollow pasó a su lado con violencia. Al tocar el suelo, Kenshin comprobó que su brazo izquierdo había sido cortado a la mitad. Dejó la espada a un lado y se llevó la mano derecha al brazo seccionado; el corte era increíblemente limpio. Kenshin recordó a su madre y su cuchillo de cocina, rebanando con precisión jugosos pepinos verdes.
El hueco ya se había incorporado. En su pálida máscara, Kenshin casi podía reconocer una sonrisa de satisfacción y suficiencia. Jadeando, recogió la espada del suelo.
-He sido un mal dueño-pensó con amargura-me van a matar en mi primer misión.
La bestia parecía dispuesta a moverse, pero algo la retuvo de repente; giró la máscara hacia atrás y lo vio. Kenshin también.
-¡Vete de aquí, tonto!
Era el espíritu del niño, que había salido de su escondite para ayudar a su salvador. Tomó una piedra del suelo y la arrojó hacia el rosto del hollow; la piedra se pulverizó al instante. La cola del hueco se elevaba, preparándose para otra furiosa estocada; Kenshin corrió espada en mano.
El espíritu empezó a retroceder; el arpón se disparó. Kenshin saltó por sobre la nuca del hollow; alrededor, el mundo parecía desvanecerse en sombras.
La zanpakutou se estrelló en el medio de la máscara.
