Disclaimer: nada de esto me pertenece, todo es propiedad de J.K. Rowling.


Hasta que se apaguen las luces


—Pelirroja —la voz de James retumba sobre el silencio de la sala común, en aquellos momentos en una extraña quietud.

Es Navidad, Nochebuena más bien, quizás por eso el castillo no se encuentra atestado de mocosos —como los llama Sirius— corriendo de acá para allá por los pasillos, lloriqueando por los deberes de última hora y lo injusta que es su vida. Y es que todos se han ido del castillo, a casa.

Todos, menos ellos.

Lily apenas levanta la vista de su redacción de herbología —55 cm sobre las vainas de Snargaluff—, lo justo para darle a entender que le ha escuchado.

Y es que, aunque no quiera, aunque lo niegue, le escucha. Siempre le escucha.

—Si tuvieses que elegir entre liarte con Sirius o con Remus, ¿a quién escogerías?

Una estruendosa carcajada resuena sobre las demás; Sirius siempre ha tenido esa forma de reírse —y en general de ser— desmedido, poco sutil y escandaloso. Es esa clase de personas que tienes que querer u odiar, con las que no hay término medio. Pero tampoco lo busca.

—Estás de coña, ¿no? —Contesta Lily con cara de incredulidad

Y es que aunque esos meses han limado asperezas, James se arriesga demasiado. Siempre demasiado, siempre un paso más.

Y eso a ella le gusta, más de lo que quiera admitir.

— Pues claro que no, Evans —Sirius, sin levantarse del sofá, responde—. además, tampoco es que haya mucho que pensar, ¿no? —dice mientras esboza esa sonrisa.

Lily bufa, James sonríe.

Siempre es lo mismo.

Adora molestarla, su pelo pelo rojo fuego parece —si es que eso es posible— más ardiente, y sus mejillas se encienden con fulgor, pero son sus ojos... Joder, son sus malditos ojos verdes que le fulminan sin miramientos los que le vuelven loco.

Está perdido por ella.

Sí, adora molestarla para qué mentir, y ella quizás ha dejado de molestarse tiempo atrás.

—Tú cállate, capullo —replica James—. Venga Lily, ¿a quién escogerías?

— No pienso contestar a eso, James —se cruza de brazos mientras frunce el ceño—. es una chiq..¡Mierda!

Y cuando se quiere dar cuenta, más de medio bote de tinta está sobre su redacción prácticamente perfecta y casi terminada de herbología.

—Tiene que ser una jodida broma —farfulla mientras hace todo lo posible por limpiar el desastre. ¿En qué momento se le ocurrió comprar aquella tinta indeleble?

—Cuidado con esa boca, Evans —Sirius, burlón—. Así vas a conseguir que no te bese al final

—Black —dice Lily inspirando hondo. Sirius es un imbécil, y ella aún no ha decidido si le quiere o le odia—. si tuviese que besar a alguno de los dos, sería a Remus, no me apetece acabar con un herpes, gracias.

Y Remus, que hasta ese entonces ha permanecido en el más absoluto silencio, expectante, tras un enorme libro de transformaciones, prorrumpe en una enorme carcajada, la más grande y sonora que Lily le ha escuchado hasta la fecha.

Y de pronto, —no saben muy bien si por la risa de Remus o por la cara de indignación de Sirius— el resto no pueden dejar de reír.

De esas risas que hacen que te duela en estómago y te saltan las lágrimas. Que casi no te permiten ni respirar.

Y lo saben.

Saben que es un momento que permanecerá en sus recuerdos para siempre. Hasta que se apaguen las luces.


Sí, después de cinco años sin dar señales de vida... ¡aquí estoy!

Creo que tengo muchas cosas por decir, pero en estos momentos no encuentro las palabras —algo raro en mí— pero bueno, espero tengáis noticias mías de forma más asidua que hasta ahora.

Y como digo siempre.

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Un beso.