Quien acumula muchos recuerdos felices en su infancia,
está salvado para siempre.
Fedor Dostoievski
Lukas y yo siempre hemos sido inseparables. Siempre. Lo que era de uno, era también del otro; si alguno iba a tal lugar, el otro le acompañaba o compartíamos gran parte de nuestro tiempo juntos. No había manía que no nos conociéramos y no teníamos secretos entre nosotros. No éramos gemelos, nos llevábamos por 3 años. Físicamente había diferencias. Lukas era rubio, de pelo lacio, con un poco de flequillo amarrado con un pinche, de ojazos azules, tan profundos como el mar. En cambio, mi pelo es tan claro que ha perdido su color, y mis ojos son violetas, como las flores. Mentalmente, éramos iguales. Pensábamos de la misma forma, sencillamente. Nuestros padres buscaban alguna forma de separarnos: a Lukas le inscribieron a corta edad en el conservatorio de música y a mí en clases de arte. Siempre encontrábamos la forma de escabullirnos y vernos. Era divertido ver que Lukas, un niño demasiado escuálido para su edad, regresaba al conservatorio con manchas de pintura en las mangas de los brazos y el pelo desordenado, algo infrecuente en él. También con una amplia sonrisa, algo que desde hace muchísimo tiempo nunca se le ha visto.
Eran lindos tiempos, esos de la primera infancia.
Cuando cumplí 7 años en una helada mañana de enero, nuestro mundo se vino abajo.
Resultó que nuestro padre engañó a mi madre. Tenía una familia paralela, con perro incluido. Fue un poco mi culpa que se supiera todo, la verdad. Cuando mamá viajaba por negocios, él traía a su pareja a la casa. Nos regalaba juguetes, dulces, cualquier cosa para que no le dijéramos a mamá. Lukas la pasó muy mal. A él no le gusta mentir.
Me hicieron una fiesta sorpresa. Fue muy lindo. El último día que vi a Lukas comportarse como el Lukas que me gusta. Sonriente, expresivo. Se marcharon todos los invitados y yo estaba extasiado. Comí y jugué, abrí los regalos y juntaba pedazo a pedazo los restos de la piñata, piñata que hizo Lukas durante toda la semana, apenas. Su habilidad musical es increíble, no así la artística. Ese día podía ver las marcas de tijeras en las yemas de sus dedos. Era un frailecillo, mi animal preferido. Ya recolecté la cabeza, gran parte del cuerpo y un ala. Buscaba la otra, cuando abrí la puerta de la cocina… y bueno… Papá estaba felizmente entracado con su amante. El problema no fue ese, fue el que mamá estaba detrás de mí cuando abrí la puerta. No recuerdo mucho. Mamá gritaba y lloraba, no sé como papá o Sofía no murieron con la vorágine de mamá. Aún hablo con Sofía. Es una tonta, pero tampoco tiene la culpa. Años después le pasó lo mismo que le ocurrió mamá con él. Ahora se casó con un médico y siempre se preocupa por nosotros, hasta el día de hoy. Quedó culpable por lo que hizo.
Lukas me sacó inmediatamente de la cocina, para evitarme el griterío. Nos fuimos de la casa por una noche. Guardó en un bolso dos mudas, una mía y otra de él, unos cuadernos con lápices para mí, mi frazada y mi peluche, dinero que robó de la billetera de Sofía y su violín. Agarró fuertemente mi mano y nos fuimos. Cuando atravesamos la puerta de entrada, le miré de reojo. Lloraba.
Pusieron un aviso de presunta desgracia en la policía. Cuando terminaron de discutir, se dieron cuenta los tres que faltábamos. Sofía cayó en cuenta que le faltaban 700 dólares, si lo llevamos a una moneda conocida. Pensaban que habíamos muerto, secuestrado, cualquier cosa. Fuimos primero a un restaurante 24 horas, pero ninguno de los dos tenía hambre. Recorrimos una plaza, a oscuras. Ni idea de que por qué nadie nos asaltó. Suerte, probablemente. Finalmente, a eso de las once de la noche, llegamos a un hotel, que a Lukas le gustaba la fachada. Nos gastamos 500 dólares de golpe en total; ninguno de los dos estaba conciente de que nos gastamos más de la mitad de nuestros "ahorros". Simplemente queríamos dormir. Y llorar.
En la mañana, la recepcionista vio el aviso de policía, y recordó que atendió a dos niños esa noche. Uno de cabello grisáceo, de mejillas regordetas, bonitos ojos y con confeti en su ropa. El otro, más alto, flaquísimo, rubio y con vivaces ojos azules. Nos llevaron a los dos a la comisaría. Yo no hablé con los policías. Lukas me dijo que no hablara con nadie. Un policía, panzón y con cara amigable, se acercó a preguntarme si estaba bien. No le dije nada. A lo más, que se dirigiera a Lukas.
Nuestros padres (y Sofía) llegaron raudamente. Mamá estalló en llanto y no nos dejaba respirar por los abrazos. Lukas se acercó a disculparse con Sofía por sacarle el dinero. Ella solo dijo que estaba bien, que lo importante era que nos encontrábamos a salvo. Cuando papá iba a abrazar a Lukas, este le tiró café hirviendo. Fue la primera vez que le vi perder los estribos. Le gritaba que era un maricón. Le agarraron entre tres policías para que se controlara. Papá no le llegó nada del café, ágilmente esquivó la taza. Desde ese momento Lukas es el Lukas de siempre. Nunca le perdonamos lo que hizo. Y yo nunca podré perdonarle el cambio de Lukas.
Inmediatamente papá se movió, ya que la casa estaba a nombre de mamá. Pensamos en devolvernos a Islandia, donde nací y vivir con mis abuelos, pero no quisimos. La batalla de nuestra custodia no me enteré, ni tampoco Lukas. Nos encerrábamos en nuestro mundo. El ambiente afuera era tan inestable, que lo único que nos devolvía a nuestros días de antaño éramos nosotros mismos. Finalmente, decidimos continuar viviendo en Noruega. Papá podía ir a vernos semana por medio. Siempre venía a recogernos. Yo era muy pequeño y actuaba con un poco de desconfianza ante su presencia, pero Lukas jamás le dirigió la mirada. Le contestaba con monosílabos. De ahí nació su manía, la de no gastar más saliva de la necesaria.
Crecíamos rápido. Lukas era un virtuoso del violín y yo poseía un cuarto dentro de la casa con el que pintaba en paz. Duró hasta que cumplí 12 años, cuando mamá se mató en un accidente automovilístico. Se quedó dormida al volante, y chocó de frentón con un camión. El auto quedó hecho pedazos. Cuando nos avisaron de la noticia, yo lloré. Lukas, con 15 años, se encargó de todo. El ataúd, las flores, la sepultura. No dejó que nuestros abuelos se metieran. Papá y Sofía vinieron, pero Lukas los dejó entrar a la iglesia solo por cortesía. Lukas y yo no somos creyentes, pero mamá sí, aunque a su manera. Cuando terminó todo, debíamos mudarnos. Podíamos irnos a vivir a Islandia, con nuestros abuelos maternos (mis abuelos paternos, noruegos, ya estaban fallecidos), pero la custodia recayó en nuestro padre. Y como Sofía, su esposa era inglesa, nos movimos a Inglaterra.
El idioma no fue difícil, ambos poseemos buena base y disposición para aprender. Yo me acostumbré, y rápidamente logré congeniar en la casa. Lukas, en cambio, no soportaba el vivir con alguien que le desagradara. Cualquier invitación de nuestros abuelos a pasar la temporada de vacaciones en Islandia la aceptaba, o de nuestros primos en Noruega. Que odiara a papá no era excusa para no seguir viendo al resto de la familia. Creo que el odio a papá era algo unánime en la familia paterna. No he podido comprobarlo.
Unos dos años después, a Lukas se le presentó la oportunidad de su vida. Lo becaron en uno de los conservatorios de mayor reputación en Estados Unidos. Lukas aceptó inmediatamente. Yo tenía 14 años. La beca significaba que por primera vez nos íbamos a separar de verdad. Yo estaba muy contento, Lukas estudiaría su pasión, lograría su independencia. Pero a la vez Lukas quería rechazar ir a América. Por mí. No quería dejarme solo. Nunca ha querido dejarme solo. Para él, soy lo más importante en su vida. Incluso más que el violín.
Creo que fue Sofía la que intercedió, pero el punto es que me iba de intercambio con Lukas a Estados Unidos. Y ahí comienza el principio de nuestra aventura. Larga aventura de cinco años, que cambio nuestra vida, y por decirlo de alguna manera, nuestra relación.
*Notas*
-Nombres humanos:
Lukas Bondevik: Noruega
Emil Bondevik: Islandia
(a medida que aparezcan más personajes lo iré agrandando más).
-Este fic es casi en gran parte narrado por Islandia, salvo contadas ocaciones.
-También consideré agregar a personas x, para darle más dinamismo a la historia. Si no fuera así, en un corto tiempo me quedaría sin países para escribir.
-Este es mi primer fanfic de la vida. Así que iré aprendiendo en el camino el arte del oficio.
-Va a ver tanto DenNor como IceNor. Todo a su tiempo. Sé que en la clasificación sale como DenNor, pero Den hará su entrada triunfal en los próximos capítulos.
-Actualizaré el viernes o sábado.
¡Ojalá que les guste!
