Guerra: un juego sangriento.

Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son de Masashi Kishimoto.

¡Disfrútenlo!


La guerra, una competencia entre dos bandos. Jugándose el pellejo, apostando su vida, postrando sus opciones, decisiones y esperanzas en la mesa de destino. Niños y niñas jugaban también. ¡Era un juego gratis! ¡Nadie ganaba ni perdía al final!

Pero, ¿Y el premio?

¿La supervivencia del más fuerte? ¿Historias para contar? ¿Experiencia? ¿Memorias que se convertían en pesadillas? ¿Cicatrices de batallas que – aunque se borraran –, siempre estarían allí, doliendo? ¿El sacrifico? ¿La sangre derramada? ¿Vida?

Un premio que no valía la pena tener. No con todo el precio a pagar. Pero que se tenía decidió conseguir, con la meta ante los ojos y las jugadas bajo la manga.

Había sido abrupto, repentino. Nadie se lo esperó, y ella solo recordó, aún en su pequeña memoria de niña pequeña, la luna tornándose rojiza, las repentinas explosiones a su alrededor, la matanza de muchas personas, y aquel enorme monstruo que rugió con fervor a lo lejos.

-¡Este mundo me pertenecerá a mí! – Había gritado, una voz masculina llena de maldad y, a la vez, con un tono discreto y elegante.

Madara Uchiha había sido su nombre.

Todo se convirtió en una pesadilla. Matanzas, perdidas de sus familiares, su hogar siendo tan solo un borroso recuerdo de lo que era antes, a lo que era ahora. Un campo lleno de cadáveres y sangre derramada.

-¡Papá, no te vayas 'ttebane! – Suplicó, con la voz quebrada por las lágrimas y los sollozos que parecían no querer quedarse por más tiempo en su pecho.

Su papá le acarició la cabeza, abrazándola con ternura. No quería dejarla, en verdad que no, pero debía ir al campo de batalla, para detener esa guerra, para asegurarle un buen futuro a su hija y familia.

-No te preocupes, hija, verás que pronto nos reuniremos. – Le besó la frente, irguiéndose con su chaleco ninja postrándose a su alrededor con orgullo –. Mientras, tú protegerás a tu madre, ¿de acuerdo?

Ella hipó, antes de asentir firmemente con la cabeza. Aún sin entender bien lo que pasaba, aún sin saber que aquella promesa sería la base de su vida. Proteger a su madre….

-Akira, cuídate mucho. – Le pidió a su esposa, quien soltó a llorar en sus brazos.

-No, cuídate tu Tetsuya. ¡Prométeme que volverás sano y salvo! – Le suplicó aferrándose a su chaleco, con los dientes apretados y las lágrimas brotando con fervor de sus ojos.

-…Te amo, Akira. – Se besaron, o eso recordaba ella, todo era tan confuso en su pequeña mente.

¿Por qué tenía que irse? ¿Por qué había tanta gente peleándose? ¿Por qué sus hermanos pasaban menos tiempo con ella y su madre? No lo entendía, simplemente no lo entendía.

-Yo también te amo, pero por favor…prométemelo… – Suplicó con un hilo de voz.

-… – Tetsuya bajó la mirada, antes de salir por la puerta –. Adiós, Akira. Mi pequeña remolino. – Le acarició la cabeza a su hija.

Fue el silencio de él quien terminó por quebrar a su madre, y fue su despedido que la mató lentamente tiempo después. Y ella solo vio como él se iba, como el abandonaba su casa para incluirse en esa horrible guerra, dejándolas solas. Sus hermanos hacían pequeñas misiones, entrenaban tan duro, que apenas y se pasaban por ahí para dejarles víveres y demás cosas. Ella se sentía tan sola, y era su madre quien la mantenía alegre, con esperanza. Fue años más tarde que se dio cuenta de que su madre poco a poco iba perdiendo la fuerza, se iba apagando lentamente. Tenía al menos ocho años, y las cosas pasaban de muy mal a mucho peor, y fue el día en que sus hermanos se marcharon, que ella decidió tornarse en una ninja, fuerte y respetada por todos, para proteger lo que ella más quería: A su madre.

Los demás podían irse al infierno.

Y por eso creó su idealismo, creó su propia jugada, y visualizó todo como un juego de mata o muere. El sobreviviente era quien ganaba, y ella – costara lo que costara –, se iba a hacer una. Se suponía había dos bandos: Buenos y malos. Pero ella no pertenecía ni al uno ni al otro, iba por su cuenta, ¿Qué le había traído la vida a ella? Nada más que desgracia, su Clan había sido eliminado por sus poderosas técnicas de sellado, y ya pocos quedaban con vida.

En las divisiones de buenos y malos había espías, los primeros que se debían eliminar, o usar a su favor. Luego venían los de frente, que se usaban más como refuerzo que otra cosa. Después estaban los soldados, de grandes rangos y mucho poder, difíciles sin duda. Seguidos estaban los aliados, que se debían tornar al favor del otro bando, o eliminarlos en el acto, al igual que los espías. Por ultimo venía el jefe, quien tornaba ser Madara Uchiha, porque los buenos nunca tenían al jefe que se debía vencer.

Los buenos, sin embargo, usaban también a los niños. La crueldad más grande del mundo, pero ¿Qué se le iba a hacer? Era un juego, se dijo, un juego mundial para todas las edades, todos podían participar, todos debían jugar. Eran sus reglas, ganas con todo o lo perdías todo, hasta más allá de lo que no se tenía. El jugador principal era el destino, tan vil como era, quien movía las piezas estratégicamente, haciendo sufrir a quien quisiera porque era su juego. Y las dos opciones eran sobrevivir o perecer, la vida o la muerte.

Así era eso, los atajos eran los aliados, los bonos las armas que consiguieras, los puntos las personas que asesinaras, el modo de ganar eran las estrategias calculadas con frialdad y egoísmo, matar a quien se pusieran en frente. El premio: La victoria.

La vida…

Para su caso, la protección de su madre. Y ella ya había hecho la promesa, ella ya había sido usada como sacrificio, como una pieza importante del juego. Un juego cruel, maldito y lleno de horror. Un juego que ella había supuesto era la guerra.

Vives o mueres. Y ella pensaba estar en los sobrevivientes, no importaba que pasara en su camino, ella llegaría a la victoria…

Kushina Uzumaki ganaría esa guerra...

Ese juego sangriento

Y el destino por fin dio la marca, moviendo la primera pieza, con una sonrisa maliciosa y torcida y todas las ganas de divertirse viéndolos matarse los unos a los otros.

"Que el juego comience…"


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