Me quedé mirando aquella pelea reñida, injusta en parte debido al tamaño de aquellas monstruosidades. Tenía ganas de ir hacia allá y ayudarlos, no podrían solos. Pero había uno en particular que parecía tener una experiencia innata en las armas de larga distancia. Su manera de dirigir al grupo, de ayudarles en cuanto lo requieran. Sus movimientos feroces para rematar a su enemigo, su manera de caminar, firme, decidido. Inspiraba confianza para ser claros. Yo lo miraba, desde la azotea de una casa, tranquilo y divertido por su manera de actuar. Tan feroz en la batalla pero tan calmo al dirigirse a sus compañeros. Parecían formar parte de una especie de organización puesto que todos llevaban una especie de uniforme a la medida y con un logo bastante particular, llamativo y simple pero sofisticado tengo que admitirlo. Aunque mis ojos no se posaron mucho tiempo en aquellos logos sino en ese joven. Tenía algo, que no sé qué, que me resultaba atractivo. Debe ser su forma de ser o la manera en que actúa. Creo que me notó porque se quedó mirándome fijo. Me sonreí al verle el rostro. Tan joven y sus facciones definidas. Definidas y varoniles, jóvenes, sutiles. Todos los adjetivos califican su apariencia. Frunció el entrecejo y giró dándome la espalda. Luego, otro hombre llegó para darle unas palmadas en la espalda y rieron al unísono. ¿Quién era él? ¿Por qué se reían? ¿Se habrán reído de mí? Salté del techo de la casa, con cuidado de no rasgar mi gabardina con las puntas de las rejas, y los seguí hasta quedarme detrás de ellos.

– ¡Hey, vos!– grité y los dos giraron– ¿Cómo te llamás?– pregunté acercándome lentamente. Miraron para todos lados, como si buscaran a la persona a quien le pregunté. El mayor no lograba entender el porqué de mi aparición. Bufaba indiferente, le decía al oído que perdían tiempo con locos como yo.

Se señaló a sí mismo y yo asentí estirando mi mano. La estrechó ruidosamente y respondió con una sonrisa.

–Piers, Piers Nivans– me sonreí, a decir verdad, su nombre pegaba con su forma de ser. Sonaba rudo pero varonil. Y sus ojos, sus ojos eran dos faroles avellanas que miraban curioso a su alrededor– ¿Y el tuyo?– agregó luego de unos segundos mirándome a los ojos. Tal vez le gustó su diferencia notoria debido a esa característica que heredé de mis padres. Ojos diferenciados por el color. Característica que me hace distinto a mis hermanos.

–Aaron, Aaron Sparda.