La Nieta del Comandante: El Legado del Fuego
Capítulo 1
Rebelión
Por las fisuras de la madera podía observar un desolado panorama. El viento incesante parecía querer quebrar las frágiles ramas deshojadas de los pocos árboles del sitio. Una atmósfera siniestra teñía de sombras el paisaje. Por el azul profundo del cielo y el frío que se escurría por las grietas del carruaje, debían ser como las 2 de la madrugada, pero era tan sólo una estimación. Akari tiritaba, hecha un ovillo en una esquina, atada de manos. El frío era un problema, entumía los músculos y le hacía perder energía en forma de calor, aquello estaba mal. Necesitaba ahorrar todas sus fuerzas si quería escapar de aquel maldito embrollo. Claridad mental. Si, pensar paso a paso, detectar los puntos débiles de aquella situación, aprovecharlos y huir.
Akari agudizó la vista, por una milésima de segundo le pareció ver un pequeño manchón rosa pasar rápidamente a la par del carruaje. No, seguramente el frío le estaba nublando los sentidos, pero sucedió de nuevo, allí estaba, acaso era una mariposa? no!! Un pétalo de flor de cerezo? en aquel lugar? De pronto, una de las ruedas del vehículo cedió, haciendo que la caravana se saliese del camino y se precipitase colina abajo.
Akari, aprovechando la confusión, saltó a tiempo, rodó sobre un costado y miró con aire triunfal a sus captores estrellarse estrepitosamente contra una pared rocosa en el fondo del abismo. Su corazón dio un vuelco, algo no marchaba del todo bien, pues unas figuras que antes había confundido con piedras empezaban a moverse y se dirigían hacia ella, varios de los hombres también habían saltado del carruaje un poco después de ella, consiguiendo así, salvarse de una muerte segura.
No tenía tiempo para pensar, estaba débil, maniatada y no conocía muy bien el terreno, pues cuando fue captura perdió la conciencia, de modo que no tenía ni la menor idea de por cuánto tiempo había viajado ni en donde estaba. Desgraciadamente, la situación no pintaba muy bien para ella. Akari comenzó a correr, sorteando los árboles, sintiendo como sus perseguidores poco a poco ganaban terreno. La desolación comenzaba a consumirla, no tenía arma, las manos estaban atadas, y el miedo estaba trocándose en pánico. Los sentidos comenzaban a distorsionarse, en parte por el ambiente macabro que reinaba. Pegaba un salto con cada sombra, se sentía vigilada, como si su destino fuese a ser decidido por el bosque que parecía cerrarse a su alrededor, atrapándola, asfixiándola.
Una rama crujió a sus espaldas, y Akari supo que estaba atrapada. Sintió a los hombres aproximarse. Un sentimiento de fragilidad la envolvió. Pensó en su vida ¿Por qué no rendirse, dejarse llevar, dejarse capturar sin ofrecer resistencia, mecerse libre en el viento como una hoja, y ser arrastrada por él? Sería tan fácil…
No. !!! No se rendiría a merced del destino, porque ella era su propio destino, nadie la juzgaría, nadie decidiría por ella, nadie la sometería jamás. Su propia rebeldía la sorprendió, mientras sentía la ira crecer en su interior, brotando de su pecho y expandiéndose por cada fibra de su cuerpo, llegando a los músculos, órganos, tendones. Sus sentidos estaban alerta, como nunca lo habían estado, su fuerza aumentó, lo suficiente para romper las ligaduras en sus muñecas. La onda de calor ya llegaba a las yemas de sus dedos, mas no se detuvo allí; se materializó en forma de fuego, y como saetas, se dirigió hacia sus atacantes, rauda, mortal. Por los gritos de dolor, Akari supo que los había alcanzado. Unos maldecían, rodando en el piso, tratando de apagar las furiosas llamas que los consumían, al hacer esto, el fuego rozó las secas hojas del piso, las cuales se incendiaron rápidamente. En cuestión de segundos, todo el claro estaba inundado en llamas.
Akari temblaba, sus piernas apenas podían sostenerla. Miró a su alrededor, y dilató las pupilas, aterrorizada. El fuego estaba por doquier, mas no fue eso lo que la asustó. Entre las llamas, un cuerpo se ponía en pie. Era de piel oscura y una banda gris cubría sus ojos. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Quien era aquel hombre, que quería de ella? Súbitamente, sintió la mano del hombre en su hombro derecho. "Eres nuestra"
"Cómo, cómo lo ha logrado!!?? Hace un momento estaba al frente y ahora está a mis espaldas!!!"
Un alarido surcó el aire, Akari miró hacia atrás y observó como el hombre de piel oscura se tambaleaba agarrándose fuertemente su brazo izquierdo, o lo que quedaba de él. La joven suprimió un grito de espanto, ya que la extremidad del hombre había sido completamente seccionada por debajo del codo, sin embargo, la herida ni siquiera sangraba, pues había cauterizado. Akari miró los restos del brazo en el suelo, y tampoco sangraba. "Qué demonios era aquello" pensó, si la herida había cauterizado, entonces debí haber sido hecha por algo muy caliente "acaso fui yo quien le rebanó el brazo…?" Un ruido seco la distrajo de sus pensamientos, el hombre se había puesto en pie y luego había desaparecido!!! Así, sin más…
De pronto, todo empezó a oscurecerse, las piernas finalmente le flaquearon y sus últimas fuerzas comenzaron a abandonarla. Mientras caía en un pozo sin fin, su vida pasaba ante sus ojos, recuerdos borrosos de un pasado violento y vacío. Akari estaba tendida en medio del bosque, con una colosal hoguera alzándose, majestuosa, a su alrededor. La muchacha alzó la vista, antes de desvanecerse, justo a tiempo para ver unos resplandecientes pétalos rosa.
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