Disclaimer: Santa Meyer los cria y ellos se juntan. Yo sólo me encargo de las guarrerias que la señora Meyer no escribiría.
Nota de autora (y leedla porque es importante): Estamos en navidad y hay que hacer regalos a la gente que mejor se porta con nosotras durante el año. Por eso, he escrito este shortfic (que a lo sumo sólo tendrá cuatro capitulos), como modo de agradecimiento a mi compañera de cuenta (bloodylacrymosa), mi Triana Cullen. Creo que es lo mínimo que puedo hacer por ella, después de toda la paliza mental que le he dado este año, ya que si no fuese por ella y su testarudez para que yo mantuviese la cabeza serena, a lo largo del año, yo hubiese tirado la toalla e ido a otros lugares. Si hoy estoy aún aquí, puede deberse muchisimo a ella (también ha habido gente apoyando desde fuera del fandom, pero digamos que ella, al estar dentro y tener que enfrentarse a lo mismo que yo, comprende como va esto), no estaría escribiendo este fic ni ninguno de los otros que estaba continuando. Así que con este pequeño homenaje-regalo, espero que no tengamos un divorcio cibernetico y nos sigamos apoyando la una en la otra.
Y creo que ya no sólo por mí, si no por ella, este fic no sólo se merece un favorito, si no unos cuantos rrs. Y eso va por la gente que sencillamente se limita a poner los fics en favoritos. Creo que por ser navidad, podríais regalarnos un poco de vuestra atención y tiempo en forma de unas palabras, aunque sean dos lineas para que sepamos que estais ahí y vosotras querais que nosotras estemos también. Digamos que es vuestro regalo de navidad hacia nosotras. Nada podría hacernos más felices.
Y bueno, también, por supuesto, gracias al grupo fanfiction Twilight Hispano por la maravillosa imagen que nos han hecho para el fic. ^^)
Digamos que este fic tiene un argumento algo cliche, pero quiero amoldarme a los gustos de Triana, porque ella se lo merece. En poco tiempo, intentaré volver con los demás. Espero que os porteis bien y dejeis muchos regalitos en forma de rrs.
Anuncio:Como muchas de vosotras sabeis, Triana Cullen y yo, con la cuenta de Bloodylacrymosa, estamos participando en el Sintiendo la navidad Contest con un OS llamado Miracle (Los enlaces del concurso y OS están tanto en mi profile como en la de Triana). Estamos en el segundo grupo de las semifinales que comprenden desde el día 29 de diciembre al 2 de enero. También otro de mis deseos sería poder llegar a la final, con vuestro apoyo y siempre que creais que nos lo merecemos. Por supuesto, vuestra opinión en forma de rrs también nos importa. ¿Nos dareis ese voto de confianza? Recordad: 29/12-02/01.
De parte de Tany y Maggie: Gracias.
Escucha como el viento sopla desde el otro lado la gran barrera.
Voces atrapadas en el deseo, recuerdos atrapados en el tiempo
La noche es mi compañera…—Sarah McLahan (Possesion)
One shot
Encontrarte en la habitación más cara del hotel más caro de la cuidad, era uno de esos proyectos que ponías en una libreta como lista de deseos por realizar. Por lo tanto, si lo cumplías podrías ser una mujer feliz durante los próximos cinco años.
Si además de eso, te encontrabas en la ciudad del amor, Paris, con el hombre de tus sueños, podías vender tu alma porque aquello era mil veces mejor que encontrarse en el paraíso.
El Edén podría resumirse en cuatro paredes de una suite del Hilton, tumbada desnuda sobre unas sabanas de algodón, leyendo relajadamente Jane Eyre—mi novela favorita—y escuchando a Sarah McLahan de fondo.
En realidad, leer era una simple maniobra de distracción para que mi mente no se recrease en todo lo que había sido mi tiempo hasta los últimos veinte minutos, descansando física y psicológicamente de una maratón amatoria de record Guiness.
Pero, al parecer, Edward no aceptaba una bandera blanca como rendición.
Respiré profundamente y doblé el esfuerzo en fijarme en la página que estaba leyendo, evitando sucumbir a sus caricias en la columna vertebral y sus labios posándose en la punta de mi escapula.
—Deja de leer—me ordenó en un susurro, sus labios contra la piel de mi espalda. —Me estoy empezando a desesperar.
Puse los ojos en blanco. ¿Por qué me tentaba de esa manera? Había esperado salir de turismo antes de empezar nuestro trabajo fotografiando a Sarkozy y su primera dama para una de nuestras revistas clientes, pero la carne nos llamaba y el olor almizclado del sexo con el algodón de las sabanas eran una cadena que me ataban a la cama mientras Edward me hacía el amor durante toda la tarde.
—No puedo creerme que seas tan testaruda—insistió. —A veces pienso que tienes el corazón de piedra. ¿Cómo puedes ser tan impasible con mis necesidades?
Como si necesitase convencerme de algo—sin tener en cuenta como flaqueaba mi voluntad—a estas alturas. Aun así, decidí resistirme a lo inevitable.
—Tal vez tenga un corazón de piedra, pero un cuerpo de carne y hueso. Tengo agujetas en las piernas y calambres en el estómago. Esto no es una sesión de sexo, Edward. ¡Es una maratón! ¿Qué clase de cuerpo tendré yo para presentarme a la sesión fotográfica de mañana?
—Tendrás una cara reluciente, mi vida—me mordisqueó la oreja. —Cansada pero feliz. Y precisamente, el señor presidente francés no debería decirte nada.
—Lo sé, pero me prometiste hacer turismo por Paris y aún no he visto nada que no sean estas cuatro paredes de hotel. Y me niego a comprarme una postal para alardear que he visto el Louvre…
— ¿Y que mejor tributo que éste para la ciudad del amor?—Retiró mi pelo y beso mi cuello.
—Lo prometiste—insistí.
Con los dedos recorrió la parte superior de mi cuello hasta la mitad de mi espalda con la misma delicadeza que tocaba las teclas de su piano.
—Y pienso cumplirlo. —Suspiró. —Sólo que podemos compatibilizar todas las cosas. Trabajo con placer. Placer con más placer…
Sinuosamente, depositó un beso en mi sien.
—Ahora, sé una buena chica y ábrete de piernas para mí. Tengo un regalo muy reciente para ti.
Me reí nerviosamente al sentir en mis nalgas su prominente erección. Me mordisqueó nuevamente el lóbulo de la oreja para incitarme a entrar en su juego.
—Tú…—le acusé entre risas sin poder continuar la frase.
—Si no puedo suplicártelo como amante, te lo ordenaré como jefe.
—Si tú fueses un buen jefe y yo una empleada modélica no estaríamos así—le recordé la escala de protocolos que nos separaban.
En aquel momento, la prohibición de relaciones no profesional entre empleados no estaba en mi lista de prioridades. Posiblemente, algún día lo lamentaría, pero siempre recordaba una simple frase que disfrutase del presente sin arrepentirme de nada.
Carpe Diem.
—Ahora no pienses en eso—me replicó.
Sentí su cálida respiración sobre mis nalgas y me despedí de mi autocontrol.
Le percibí increíblemente impaciente cuando introdujo sus manos por el interior de mis muslos, abriendo mis piernas y metiendo la cabeza en el hueco. Un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo y la piel de mis senos se me puso de gallina al susurrarme casi dentro de mi sexo.
—No quería usar mis armas más eficaces, pero eres increíblemente testaruda.
E introdujo su lengua en mi sexo, para después empezar a acariciar con la punta mi excitado clítoris y llenarse por completo de mí.
¡Que jodido bastardo tramposo!
No tenía otra defensa que agarrarme a las sabanas y no dejarme caer mientras cerraba los ojos y me dejaba llevar hacia el centro donde se concentraban todas mis sensaciones.
Pero antes de correrme de gusto y que la burbuja dentro de mi estómago se rompiese, Edward, de manera traicionera, introdujo su miembro en mi sexo y me embistió con violencia, haciéndome gritar para liberar toda mi adrenalina fuera de mi cuerpo. Era su maquiavélica y adorable forma de castigarme por ser tan reticente con sus necesidades. Estaba a punto de romper la crisálida de mi centro nervioso y dejarme arrastrar por el cenit de mi placer. Conociendo cada parte de mi cuerpo y mis puntos más vulnerables, Edward metió sus dedos en mi centro para acariciar mi clítoris, y su mano siguió un camino ascendente, deteniéndose en mi ombligo para detenerse, finalmente, en mis senos y empezar a acariciar y pellizcar mis duros pezones, sin que el ritmo de sus embestidas cediesen en su ímpetu…
…Jadeando y al limite de perder mi sentido común, empujé con violencia el libro de Jane Eyre y éste calló al suelo…
.
.
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Recogí mi desgastado libro de Jane Eyre del suelo, maldiciéndome por rememorar, de forma casi masoquista, los fantasmas de navidades pasadas.
Aun sabiendo el daño que me produciría, me aseguré que la primera pagina del libro no hubiese sufrido ningún percance debido a mi descuido.
Creí que la herida de mi corazón se quedaría en carne viva cuando apareció ante mis ojos su elegante caligrafía a modo de dedicatoria:
No somos Rochester ni Eyre, pero lo que siento por ti no lo puede plasmar ni siquiera Charlotte Brönte.
Con todo mi corazón,
Edward Cullen.
Con violencia, cerré el libro.
¿Cómo podía mentir con tanto descaro? Aunque, no había nadie que tuviese más culpa que yo misma. Aun sabiendo que nada bueno podría haber salido de una relación con mi jefe, me dejé llevar por todas mis fantasías románticas y echar a por la borda mi integridad y, por los pelos, perder mi trabajo.
Me tiraba de los pelos cada vez que pensaba en el bueno de Jake.
Si todo hubiese salido como tendría que haber sido, ya estaría casada con mi novio de toda la vida y con un trabajo estable como maestra de escuela en el claustrofóbico y húmedo pueblecito del que salí para estudiar en Dartmouth.
En algunos aspectos, no podía quejarme de haber tenido mala suerte. Odiaba trabajar con chicos rebosantes de adrenalina y pensamientos de rebeldía ante la autoridad y la estabilidad no era algo a lo que me acabase de acostumbrar.
Me gustaba el ambiente de New York—aunque echaba de menos Chicago—y no podría volver a la calma de Forks. Trabajar como fotógrafa en una de las agencias más prestigiosas de la gran manzana, era un privilegio que me había ganado a base de trabajo constante y un Curriculum de primera.
En cuanto a la segunda parte del sueño americano, —la de follarme durante casi un año a mi jefe y creer que me pondría un anillo brillante en el dedo anular y cambiar el apellido por Cullen—, había sido una completa utopía, donde no solamente mi corazón se había roto en mil pedazos.
Desde el primer instante en el que comprendí que no iba a poder resistirme a la tentación, llamé a Jake para romper nuestro compromiso.
No habíamos funcionado como pareja, pero por lo menos, podía contar con su amistad. Y me alegraba que hubiese podido reponerse de nuestra ruptura y haber encontrado el amor en la persona de mi prima Vanessa. Aquello había sido un pobre consuelo después de cómo había salido todo.
No tuve demasiado tiempo para entrar en contemplaciones melancólicas; una pequeña mata de pelo cobrizo estaba tirando de los bajos del pantalón del pijama.
Me permití una pequeña sonrisa ante el cariño que me daba el perrito por unas pocas carantoñas, algo de comida y un hogar estable.
En aquel momento, estaba reclamando su desayuno y su paseo matutino por Central Park.
— ¡Oh, no seas impaciente!—Le regañé a la par que me obligaba a ir a la cocina y preparar su comida.
En el salón, vi el parpadeo procedente del contestador. Arrugué el entrecejo con desconfianza. Normalmente, no me estaban dando demasiadas buenas noticias. Aun así, decidí averiguar cual sería mi próxima catástrofe.
Se trataba de mi padre, Charlie:
"…Bells, sé que estás ahí. ¿Podrías dejar de estar tan enganchada a ese novio ricachón y atender a tu padre? Me gustaría saber si este año, te acordarás que tienes una familia en Forks. No es tan atrayente como New York, pero es donde perteneces. Sólo espero que dejes allí a ese pijo para no ser irrespetuosa con el bueno de Jake. ¿Sabes que se va a casar el próximo verano con tu prima?...Espero que cuando encuentres a tu nueva conquista follándose a su despampanante secretaria, te des cuenta del buen partido que has perdido. ¡Estás viviendo un sueño, Bells! Mi deber como padre es devolverte a la realidad. En fin, tú ya sabes. Si vamos a tener el privilegio de tener tu presencia en navidad, avisa…"
Borré el mensaje sin pensármelo dos veces. Me negaba a dar la satisfacción de concederle la razón. Aún no le había dicho que sus pronósticos se habían cumplido, y tampoco lo sabría este año. Afortunadamente este año, la campaña de navidad de la agencia me tendría muy ocupada para viajar a Forks.
Me sobresalté al oír el timbre sonar insistentemente. Pronto, me relajé. Sólo podría tratarse de dos personas.
—Bella, cariño—desde la puerta me llegó el fuerte acento ruso de mi vecina, Tanya: —, ¿aún estás acostada? Siempre se te pegan las sabanas…
—…O alguien se ha pegado a tus sabanas…—Se rió Katrina, su hermana.
No tuve otro remedio que abrir la puerta, pero mi peludo compañero de piso fue quien las recibió con más entusiasmo que yo.
Tanya, mi imponente vecina y compañera de trabajo, — Afrodita reencarnada en mujer—, empezó a hacerle carantoñas. Katrina, su igualmente impresionable hermana, me regañó por mimarle demasiado.
—Creo que pasas demasiado tiempo con Eddie—sonreí forzosamente ante mi pequeña venganza infantil de llamar a mi mascota con el nombre de mi ex. —Creo que sería mejor empezar a relacionarte con humanos. Hombres humanos…
Negué con la cabeza y los labios se contrajeron en un gesto de horror. Había manifestado a Katrina mil veces que Eddie sería el único portador del cromosoma XY con quien compartía mi cama. Katrina, como mujer carnal, era incapaz de pasar una noche sin estar en brazos de un hombre. Por fortuna, Tanya, lesbiana convencida después de un desencanto con su novio de toda la vida, salió en mi defensa.
—No hay compañía más adorable que la del pequeño Eddie. —Le acarició entre las orejas mientras mi amigo se dejaba querer. —Y realmente, ignorando el detalle del sexo, hace la misma función que un hombre. Ocupa espacio en tu cama, deja pelos por todos lados, ronca, babea…
—…Y menea el rabo cuando me ve…—continué riéndome de sus palabras.
Katrina se limitó a poner los ojos en blanco ante nuestros comentarios contra el genero masculino.
—Cuando empecéis vuestros planes de castrar a los hombres, haced el favor de avisarme para poder salvar a unos doce o trece para mi propia colección. Soy una criatura con necesidades humanas. Y aún no he encontrado a mi pareja perfecta…
Tanya me agarró por los hombros y me acercó a su cuerpo.
—Yo sí la he encontrado—me miró significativamente con sus preciosos ojos azules brillando tristemente. Bajé la mirada debido a los remordimientos por no corresponderla de la manera que ella merecía. —Pero creo que algunos hombres deben tener la oportunidad de ser felices con alguien como tú…
Quiso darme un beso en los labios, pero me desvié lo suficiente para que depositase sus labios en mi mejilla. Para no cargar el ambiente, me reí tontamente.
—Si no fuese por ti, me moriría de hambre—le dije mientras observaba el paquete de galletas recién horneadas que me traía.
Juguetona, me metió una galleta en la boca.
—Y tampoco llegarías al trabajo—me reprochó Katrina señalando nerviosa el reloj.
Tanya y yo volvimos a reírnos. En ese sentido, llegar tarde al trabajo no era lo peor de mi agencia.
—Siempre puedo compensar con horas extras. De hecho me deben dos semanas de vacaciones—expliqué caminando hacia la cocina y abriendo el frigorífico para coger el zumo y tomármelo a bocajarro.
—Y nunca te los cogerás—me regañó Katrina.
—No he encontrado un motivo para dejar de trabajar. Adoro mi trabajo. Tal vez, la cúpula no sea lo mejor, pero se puede soportar…
Intuí la sonrisa cómplice de Tanya. Ella tampoco estaba demasiado feliz con quien le pagaba al final de mes.
Me limpié los trazos de zumo de mi cara y empecé a hacer un esquema mental de la ropa que me pondría para esta jornada. No habría mucha variación. Para la diversión y horror de mis queridas amigas, utilizaría mi uniforme de trabajo—una amplia sudadera, unos jeans gastados y zapatillas deportivas—, muy adecuado para mi comodidad, pero completamente heterodoxo en la atmosfera de la agencia de modelos.
Mientras caminaba hacia el cuarto de baño, Katrina insistía en el tema de no tomarme mi trabajo como un apéndice de mi vida.
—Hazme el favor de decirnos que en navidad te tomarás una tregua—casi me suplicaba. —Porque te queremos en casa, pero el trabajo se queda en el buzón.
La tranquilicé.
—Por eso estoy adelantando trabajo. Quiero dejarlo finalizado para disfrutar de unas relajadísimas fiestas. Además, conociéndote, seguro que serán unas movidas navidades.
Tanya se reía mientras jugaba con Eddie y Katrina se dibujaba una aureola y prometía ser buena.
—No te trataremos tan mal para querer pasar con estas dos jodidas degeneradas las navidades. Aunque dudo que te salga un plan mejor…
Tanya la interrumpió con una feroz mirada para que no continuase escarbando en la herida. Quité hierro al asunto.
—Después del alentador mensaje de navidad que mi padre me ha dejado para volver a casa, todas mis dudas se han despejado del todo—ironicé apoyando la cabeza en el marco de la puerta.
Tanya chasqueó la lengua.
— ¡Padres!—Recordaba al suyo, que la había echado de casa cuando le confesó su tendencia sexual. —No me puedo creer que aún te reproché algo que no has tenido del todo la culpa…
Katrina asintió corroborando las palabras de su hermana.
Me encogí de hombros.
—Es la visión de un jefe de policía de un pueblo pequeño—le excusé. —Tiene una concepción muy pequeña del mundo y cuando alguien se sale de ella, se descoloca. Aunque sea por el hecho de ser su única hija, espero que acabe entrando en razón.
Las dejé para ducharme y disfrutar de una sesión de agua caliente y tranquilidad antes de adentrarme en la jungla.
Una vez terminé la ducha y entré en mi cuarto para vestirme. Me sorprendí ver a Tanya sentada en mi cama, hojeando con un gesto hosco, mi libro de Jane Eyre. Estaba leyendo la primera pagina, y por sus arrugas de expresión, comprendía que tendría una pequeña charla sobre el tema.
Se lo quité de las manos bruscamente y lo guardé en el cajón de mi estudio. Esperé a que ella rompiese el silencio pero no lo hizo. Me arriesgué a abrir las heridas y la dije de manera despreocupada que se trataba de mi libro favorito.
—De acuerdo—concedió Tanya brusca. —Entonces, te sugiero que te libres de este viejo libro, ya que está desencuadernado y se te van a perder las hojas. Te regalaré uno nuevo y no tendrás que ir perdiendo páginas…Aunque sería una pena librarte de esa primera pagina, ¿verdad?
Adivinó la angustia en mis arrugas de expresión y en el sonido de mi voz ahogado. Dejó caer pesadamente su cuerpo sobre la cama y refunfuñó.
—Cariño, ya ha pasado casi un año desde que sucedió. Debes pasar pagina con todo esto si quieres superarlo…
— ¡Lo sé!—Me llevé los dedos a las sienes para masajearlas.
—Siempre tengo que recordártelo porque si hubieses sido por ti, ya le habrías perdonado y él te hubiese engañado mucho más. Fue algo horrible, lo sé, pero mejor fue pillar a esa zorra de pelo cobrizo que se estaba follando a escondidas.
—Yo también me veía a escondidas con él—le recordé con tristeza. —Estaba mal…Sé que no actué como corresponde a la ética de la empresa, pero creí qué…
Se me cortó la voz debido a la emoción contenida y no pude hablar. Tuve que aspirar varias veces para poder continuar. Aun así, el agujero que tenía en el pecho—nunca cicatrizado del todo—se volvió a abrir con toda su crudeza.
Tanya se levantó de la cama y me acurrucó en un hueco de su cuerpo para conformarme.
—No voy a permitirte que vuelvas al mismo estado de depresión extrema en el que caíste después de pillarle con la prueba del delito, Bella. Me asustaste muchísimo y sólo cuando te mudaste de Chicago a New York empecé a creer que te repondrías.
Cerré los ojos para reprimir las lágrimas. Aquella situación estaba metida en un agujero negro mental pero aún así tenía fuerza para seguir haciéndome daño.
—…En realidad, no le pillé a él. Sólo estaba Heidi desnuda en su estudio…
Tanya pataleó el suelo, exasperada, ante mi torpeza mental.
— ¿Y necesitabas haberle pillado en plena acción para creerlo? Yo también estaba en esa sesión fotográfica y lo vi todo. Incluso, el muy bastardo se me insinuó… ¿No te basta mi palabra? ¿Crees que me gustaba ser la mala de esta película y soltarte algo tan fuerte de golpe? Incluso te hice un favor por no denunciarle por acoso…Te saqué del agujero en el que habías caído. —Agarró con violencia mi mandíbula y me hizo mirarla de frente. La luz de sus ojos azules se suavizó. Incluso moduló su voz para sonar dulce: —Cariño, eres tan frágil con esa clase de cabrones sin escrúpulos y no quiero que te vuelvan a lastimar.
—Sí—contuve un sollozo. —Pero, ¿qué puedo hacer? Me mudé de Chicago a New York para no trabajar con él, pero ahora él está ahí. Parece como si me estuviese siguiendo.
Me acarició la mejilla con algo más intimo que la familiaridad. Quise rechazarla pero me pareció desagradecido por mi parte. Ella había sido un pilar fundamental en este ultimo año de mi vida. Podría haberse quedado en Chicago, donde era la modelo mejor pagada de la filial de aquella ciudad, pasando a ser la sombra de la gran estrella Heidi Von Kerr, la modelo estrella de New York.
—Es el gran jefe, Bells—me recordó. —Puede ir de una filial a otra sin dar explicaciones. Además es el típico ejemplar de cabrón obsesionado con una conquista fallida. Sólo quiere acorralarte para que vuelvas a caer…Y cuando acabe contigo, como si no existieses. No le concedas tregua. Sólo te faltan unos cuatro mil dólares y el banco te concederá el préstamo para dirigir tu propio negocio de fotografía. Entonces…—Pisoteó con insistencia el suelo con sus tacones de aguja—…Cabrón Cullen sólo será un recuerdo.
Como si intentase convencerme de algo, me abrazó con insistencia. Fingí bromear y me aparté de ella. Odiaba cuando intentaba usar su influencia para intentar convencerme. No se ponía a la defensiva con una amiga, parecía más una amante posesiva.
—Tienes que ir a trabajar—le anuncié mientras me vestía.
—Entro una hora después que tú. Mi campaña empieza a las diez. Tú siempre llegas tarde.
Miré el reloj del despertador y resoplé.
— ¡Hum! Hoy estoy batiendo mi propio record. Aunque con el trafico puede que llegue después que nuestro amado jefe—alargué las palabras con sarcasmo.
—Si no fueses tan buena fotógrafa y se tratase de otra agenda, ya estarías de patitas en la calle.
Me sequé el pelo con una toalla y me hice una coleta ignorando el gesto hostil de Tanya por estropear mi cabello de aquella manera.
—Piénsalo por el lado bueno, Tany, si el todopoderoso Cullen me da la patada, pediré una indemnización muy grande y no tendré que pedir prestado dinero al banco.
Me puse las deportivas y salí de la habitación acompañada de las carcajadas de Tanya y los ladridos de Eddie. Di indicaciones a Kate para que lo sacase a pasear.
Bajaba las escaleras peleándome con mi chaqueta cuando me fijé en una carta que sobresalía de mi buzón.
Se trataría de otra factura y preparé mi cuerpo para un disgusto. Efectivamente, tuve un palpito en mi pecho al reconocer la letra de Alice Cullen—mi querida Allie—en una invitación para pasar las navidades junto a los Cullen. Este año no se me excusaba faltar. Lástima que las cosas con su hermano hubiesen acabado tan mal pero yo no podía hacerles elegir ente su hermano e hijo y una extraña ligue por seis meses de éste.
Me mordí el labio con tanta fuerza que noté la sangre en mi lengua. No podía comprender como de personas tan cariñosas y entrañables como Esme y Carlisle Cullen podría salir dos personas tan opuestas como se trataban Edward y Alice.
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— ¡Swan! Hace más de una hora que la modelo la está esperando para la sesión fotográfica. Las fotos ya deberían estar listas…El señor Cullen no va a permitir un solo retraso con la campaña de navidad… ¡Competimos con la agencia Vogue!...
Gianna Petruci—la snob y elegantísima recepcionista de la agencia Cullen and Cullen—intentaba correr detrás de mí, sin conseguirlo, manteniendo su equilibrio con sus tacones de aguja.
Como todo era el día a día, me lo tomé con calma y dejé mi chaqueta en el vestidor. Mis ayudantes, Bree Tanner y Angela Weber, me estaban informando de la locura que teníamos como jornada de trabajo.
—…El señor Cullen ha ordenado que las fotos deben estar en su despacho arregladas y listas para la campaña…—seguía berreándome Gianna, llenándome de pitidos mis oídos.
—Tranquilízate, Gianna—le dije con calma sin tratarla con la correspondiente cortesía. —Tengo calculado todo. No dejaré en mal lugar a la agencia. Así que déjame trabajar y no me retrases más.
Se limitó a observarme torvamente pero no se atrevió a replicarme nada que tuviese que ver con mi ropa. En la agencia Cullen, un mundo de trajes de diseño y tacones imponentes, mis jeans desgastados y ropa amplia desentonaban por completo, pero nadie se había atrevido a replicarme desde el instante en que la modelo Stanley se había quejado a la máxima autoridad y éste se había limitado a replicarla fríamente que si volvía de decir algo en mi contra saldría de la agencia aquel mismo día.
¡Muy conmovedor viniendo de Cullen! Tenía que admitir que era un jefe respetuoso con mi trabajo, lastima que tuviese que haberle follado para detestarle como hombre.
El pasillo hasta mi estudio era un completo caos y con Bree y Angela parloteando sin necesidad de la nueva estupidez de esta agencia. Se trataba de la subasta de solteros para recaudar fondos para los más necesitados y un largo bla, bla, bla, para que los ricachones pudiesen aliviar su conciencia durante esas fechas. Y para que todo el mundo contribuyese, el jefe había exigido, — bajo pena de no recibir paga extra—, a todos los hombres solteros que se ofreciesen a venderse; él mismo lo haría.
Estaba segura que la mayoría femenina se gastarían una pequeña fortuna por tener el privilegio de tenerle entre sus sabanas. Yo ya había probado aquel dulce envenenado y no quería repetir. Con toda la pena de mi corazón por aquellas tontas, intuía que Heidi se las apañaría para pagar el precio convenido para conseguirle. Ella se lo podía permitir con su sueldo diez veces multiplicado de lo que me pagaban a mí.
Y hablando del Diablo; supimos que se aproximaba cuando Jessica Stanley, sofocada por la carrera, empezó a chillar:
— ¡Viene el jefe! ¡Viene el jefe!
Todo el murmullo y jaleo del pasillo se paró repentinamente hasta poder oír el vuelo de una mosca. Y Gianna, blanca como una sabana, nos ordenó colocarnos en una fila completamente en silencio para hacer pasillo a nuestro magnifico jefe. Angela me dio un codazo en las costillas para evitar que me riese.
No era que Edward fuese un tirano en ciernes, sencillamente le gustaba el teatro y las demostraciones de su poder le concedían un divertimiento extra.
Y verle caminar con toda esa perfecta gracia que su cromosoma XY le concedía, imponente y arrebatador, estilo Mirada Priestly (1) era algo que una mujer no podría perderse en aquella agencia. Metro noventa de genuina elegancia e imponente mirada de brillantes ojos verdes, eclipsados por las gafas de sol, y pelo cobrizo desordenado moviéndose con sus movimientos.
Si no le conociese tan bien, tal vez, en aquel instante estaría odiando a Heidi, que se encontraba a su lado, riéndose de las pobres mortales desde su posición divina de nueva estrella de la agencia y la cama de Edward. En lugar de eso, me encontraba en un estado de apática indiferencia
Lauren Mallory había sido la encargada del café matutino—un cremoso con mucha espuma—y se lo daba a Gianna mientras ésta correteaba detrás de él y le inundaba el oído con dulces palabras. Percibí una sonrisa sarcástica en los perfectos labios de Edward burlándose de ella. Nunca había aguantado a esa clase de personas y en eso no había cambiado demasiado.
Servilmente, ella le dio el café, y antes del llevarse el vaso a los labios, se lo devolvió asqueado.
—Señorita Petruci, este café no está a mi gusto—manifestó. —Le falta un punto de espuma. Espero que lo pueda arreglar.
Gianna movió sus labios haciendo un puchero. Si no me resultase tan patético, la comparecería.
Rompí el orden de la fila y me interpuse entre ellos, cogiendo el vaso de sus manos y le increpé:
—Señorita Petruci—imité horriblemente el ademán autoritario de la voz de Edward—, ¿qué clase de recepcionista de pacotilla eres para no saber como hacer espuma en el café de nuestro poderoso jefe que nos paga la nomina a final de mes?
Oí la risa nerviosa de Bree y ante la mirada de horror de los demás, empecé a aspirar con fuerza hasta que lancé un escupitajo en el café.
Después, se lo entregué a mi jefe con una gran sonrisa.
—Bien cargado de espuma, señor. Aunque si desea más, por mí no hay problema. Siempre se puede hacer más si una se empeña.
Al no ver los ojos de Edward no podía saber si estaba enfadado. Sencillamente, se quedó quieto con un gesto hostil en sus labios.
—Nunca me ha cabido duda, señorita Swan. No puedo quejarme de la dedicación que hace usted en esta empresa.
Sin esperar una respuesta, le di la espalda y me dirigí a mi estudio.
Oí a alguien que no me quedaría más de una hora en la agencia. Aquella había sido mi ultima osadía y en cuanto el señor Cullen acabase conmigo, sería una mujer acabada profesionalmente.
Me despreocupé por ello y empecé a preparar mi cámara para la sesión de navidad. Sólo debería preparar mi culo para la patada que recibiría en él.
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—Swan, el señor Cullen quiere verla en su despacho—me informó Jessica sin disimular el alivio que le producía que me despidiesen. —Dejé la sesión y me prepararé para lo peor—o lo mejor, dada las circunstancias—, ante los pucheros de Bree. No quería que me fuese. En sus meses de becaria, yo había sido la única persona que había tenido consideraciones con ella y me tenía cariño. Por no hablar que había prometido ayudarla a comprar a Diego en la subasta de aquella noche.
No obstante, me quedé anonadada al entrar en el despacho de Edward y ver que éste me ofrecía un aumento de contrato por seis meses más.
—No está siendo original para fastidiarme, Swan—se burló. —Creo que después de tirar la puerta de una patada mientras Heidi…la señorita Von Kerr y yo estábamos intimando…
—Yo diría que hacer una felación en el servicio de señoras no es la idea más inteligente que se le ha ocurrido, señor. Y mucho menos cuando mi ayudante, la señorita Weber tenía una urgencia. Aún me acuerdo de la torcedura de tobillo que eso me produjo.
Alzó las cejas, insolente.
—Conozco sitios peores donde realizar una felación. Y esa no fue la mejor. Hubo una que podría inscribirse en el record Guiness…Digamos que unos cincuenta minutos de actividad frenética.
Ignorando mi turbación, se fue acercando a mí hasta quedar su rostro a escasos centímetros del mío, quemándome la piel y cortándome el aliento.
—Aún conservo la mesa donde se realizó esa maravilla. La traje de Chicago a aquí. Fue de las primeras cosas que embalé al mudarme—susurró insinuante. —Recuerdos de tiempos mejores…
Tragué saliva intentando calmarme y relajar mi estado de inquietud.
—Nunca debió pasar—musité. —Y no deberíamos encontrarnos aquí después de todo.
Precipitadamente, me agarró violentamente de los brazos y me empujó con tanta violencia que creí que me había empotrado en la pared. Sus ojos brillaban pero había algo más profundo que la furia.
—Me gusta tener a los mejores a mi lado—me dijo entre dientes. —Por muchos dolores de cabeza que me produzcas, no renunciaré a la mejor fotógrafa de la agencia.
—Es de hombres sabios tener a sus amigos cerca, pero más a sus enemigos—le desafié. —Un gran axioma.
Un brillo de pena empeñó sus ojos por un mínimo instante.
—Tú no eres mi enemigo, Isabella—me confesó. —Tienes todas las razones del mundo para considerarme un cabrón, pero nunca contigo. Pero en su lugar, preferiste que te llenasen los oídos con veneno y huir de mí. Desde Chicago hasta New York…
Me apretó con fuerza el brazo y susurró a mi oído:
—Tu cuerpo es tan frágil que podría quebrarlo con un simple movimiento de mis dedos. Sin embargo, tu voluntad es de hierro y me hiere como una espada…
Reconocí las palabras de Rochester en su boca y creí por un instante que cedería a todo lo que él me dijese. Sólo unos golpes en la puerta detuvieron lo inevitable.
—Señor Cullen—se anunció Gianna—, le llaman de Victoria Secret. Es urgente.
Me soltó y se limitó a asentir. Una vez se fue Gianna, me dejó no sin antes decirme:
—No conseguirás que te despida. Pero siempre puedes huir de mí. Como has hecho siempre.
Cerró con violencia la puerta, pero, volvió a abrirla para recordarme algo:
—Le exijo que esté en la subasta de solteros de esta noche. Creo que será muy emocionante.
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(1) Personaje principal de la película El diablo se viste de Prada interpretado por Meryl Streep.
Ejem! Esta es la primera parte de tu regalito, Tany, si quieres que haya más, hay que decir a nuestras lectoras que sean buenas y nos inunden la bandeja de correos con sus rrs...xDDDD
Y bueno, ya sabeis, a partir del día 29 de diciembre hasta el día 2 de enero: Lean, dejen rrs y Voten por nuestro fic conjunto: Miracle. En el Sintiendo la navidad Contest.
