Es fanfiction, nada me pertenece.
Lazos
En la estación del metro el aire estaba enrarecido. Claro, en el ambiente citadino japonés el "aire enrarecido" era asunto cotidiano obra y gracia del bien llamado Progreso, así que cualquier partícula sospechosa nadando en el oxígeno que causase la agitada respiración de Naruto no tenía que prender las alarmas. A menos que sus ruborizadas mejillas y la presencia de su mejor amigo sugiriesen algo más, por ejemplo…
-Lo repetiré, tal vez tus neuronas hagan sinapsis en un segundo intento. Quiero acostarme contigo.
-¡Teme! – gritoneó el rubio un poco asustado con sus automáticos pensamientos.
Sasuke, a quien jamás han elogiado por su paciencia, frunciendo el ceño dirigió la turbia mirada hacia los carteles publicitarios en la pared.
-¿Qué? Llevamos cuatro meses en esta… relación. Es momento –susurró escuetamente.
Declarar aquéllo en semejante lugar público no estaba previsto, sin embargo, la sonrisa sin reparos de Naruto acompañada de un casto beso ligero que sometía a la brisa fría de la noche, se confabulaban contra su auto-control, poniendo en brasas el anhelo que el azabache albergaba desde hace mucho tiempo, le estimularon valentía para expresar su voluntad más íntima. Adicionando el hecho de que la estación del metro estaba casi vacía.
Mientras tanto, el otro muchacho trataba de no sucumbir allí mismo en el carnaval del infierno que corría por sus venas. Apretando las empuñaduras de la chaqueta se movió inquieto dentro de una sola baldosa como queriendo, de manera absurda, no dejar ver, y con suerte, mitigar la montaña de dudasen su semblante. Contrario a su costumbre, conjuró cuidadosamente las palabras en su cerebro.
-¿Por qué vienes con eso ahora? –dijo deseando haber dicho otra cosa.
Desde hace seis años, cuando en el parque tropezó estrepitosamente con un niño vestido con una llamativa ropa, (su hermano mayor bromeaba comentándole que le parecía medio hippie) su corazón se aferró irresponsablemente a la misión de enraizarse al lado de aquél chico por el resto de sus días mortales. La amistad que le fue ofrecida se amoldó a su existencia cual pieza fundamental de una maquinaria salvaje, imposible de detener; tal amistad no le ha bastado, insiste en consumirlo todo. Agachando la cabeza, pretendiendo ocultar los ojos tras el flequillo, lo azotó la ira, enclaustrado en su memoria eligió no percibir la ridiculez de la cual se sentía víctima. Prefería lanzarse a los rieles.
Las siguientes palabras de Naruto acallaron cualquier respuesta suya.
-Aunque acordamos ser novios, sé que continuamos haciendo cosas de amigos, pero también es tu culpa, ¡no eres ni un poquitín cariñoso! Y ya quieres meter mano, boca, y todo.
El aludido giró en un movimiento brusco la mitad superior de su cuerpo, aún sin alzar el rostro, sabiendo que su expresión se oscurecía a cada ingenua oración que formaba el rubio. Las manías egoístas no le cedían mucho espacio al raciocinio, ni a distribuir heterogéneamente las ideas, principalmente si incluía a cierto ente imbécil cuyo color favorito es el naranja.
-¡Whoa, el torso debe dolerte si haces eso!
-¿Eh?
Parpadeó confuso, todavía con la vista fija en el sucio suelo.
-Cuando volteaste… oye, se está demorando el metro… -perdía el rumbo de la conversación.
En realidad, Naruto estaba al tanto de todo. Suspirando escuchó los pasos de las pocas personas que compartían su expectativa por llegar a casa temprano, acompañados, solitarios, o ni siquiera con ellos mismos, adormilados por el ronroneo y olor aceitoso de los motores, aguardando el vibrar de sus teléfonos, y en su particular caso, añorando comprender un entero mundo amotinado en el palpitar de un cuerpo nervudo no muy lejos a su costado. Logró cincelar una sonrisa temblorosa antes de observar como Sasuke encuadraba los hombros encarándole, sofocando alguna vulgaridad entre dientes. Ninguno quería subirse al vagón sin haber resuelto la situación, uno porque la rabia que le estaba corroyendo le podría hacer estampar golpes, el otro porque sabía que si tomaba la decisión correcta tendría ramen garantizado de por vida.
Sería productivo reconocer que los humanos tendemos a acudir al sexo para llenar otros agujeros, agujeros mentales. Ambos recordaban con nostálgico resentimiento a su maestro de secundaria, un solapado pervertido escondido tras un libro, quien tan servicialmente mencionó que debíamos escudriñar los grandes detalles que generan nuestras pequeñas decisiones, incluso cuando todo parecía centrarse en el primitivo "follar o no follar".
En esta ocasión no era la contaminación citadina la que incendiaba los pulmones de Sasuke. Tensando los músculos acortó la distancia, y mecánicamente una pálida mano acarició una bronceada. Los lúcidos ojos azules no otorgaban respuestas, sólo desprendían una promesa tácita, de esas que no podemos o somos incapaces de pronunciar.
"Pasajeros con rumbo a la estación de…"
-Más te vale que seas una bestia, teme, o tendrás que cocinarme un enorme desayuno...
Lo demás se perdió entre la multitud agolpada al abrirse las puertas, unos salen, otros entran, dos manos firmemente agarradas contra el cristal.
Gracias por leer, bienvenidas las críticas.
