N/A: Lo sé, llevo desaparecida mucho tiempo. Pero me ha pasado de todo, por suerte ahora tengo algo de tiempo para subir un par de fics. Para retos, que parece que ahora solo escribo para esto jejeje. Espero que lo disfruteis.
Disclaimer: No, no, el asesino literario más famoso estos días no soy yo. Yo solo me dedico a jugar con sus personajes y a hacerles sufrir un poco.
Advertencia: Este fic participa en el Reto#55 El primer amor del foro Alas negras, palabras negras.
N/A2: *modo pedante: on-Me llena de orgullo y satisfacción anunciar que este fic ha quedado en segunda posición en el Reto-modo pedante: off.
I
La transformación de pajarito le había sorprendido. Al principio le miraba con miedo, bueno al principio ni siquiera se atrevía a mirarle a la cara… luego le miraba cuando pensaba que él no la estaba observando.
Pero se equivocaba, él era el Perro que cuidaba del pajarito en ese nido de alimañas en el que vivían.
El pajarito era muy inocente, tímido y temeroso.
Pero con el tiempo había ido siendo algo más valiente, precavido y astuto. Aunque no lo suficiente para poder jugar al juego de la Capital.
El pajarito también había sufrido una transformación física importante. Había crecido tanto en altura como en algunas partes del cuerpo que se intuían a través de esos vestidos que llevaba, al principio tan parecidos a los sureños y luego llevan un estilo único y solitario.
También había cambiado su forma de hablarle. Ahora levantaba la vista y se ponía serio, o le decía las cosas que pensaba, con la certeza de que lo que decía tenía un fondo de verdad. Porque había aprendido a conocerle, a saber los que significaban sus gestos o cuando hablaba por hablar sin intención de hacerle daño. Lo que no cambiaba era su forma de reaccionar cuando hablaba de cosas que sabía que no le gustaban, cuando se acercaba a ella y le susurraba cosas o la miraba como no debería mirar al pajarito.
Pero se suponía que él era el Perro que debía vigilar que no hiciera nada que molestara al Rey. No podía permitirse actuar por voluntad propia. Ni siquiera cuando pasó por su habitación como era su costumbre desde hacía unos meses y vio a dos de sus damas saliendo a la carrera de su habitación. El terror en su mirada era algo que nunca olvidaría, como las lágrimas salieron de sus ojos sin que le importara que él estuviera ahí. Porque ya no había nada que hacer, el pajarito se había convertido en una mujer, y dentro de poco tendría que cumplir con el deber para el que la habían retenido ahí.
Él no dijo nada, simplemente se quedó a su lado. A la espera de que volviera alguna de sus damas para asegurarse de que la reina era informada ese mismo día. No podía hacer nada más, no existía ninguna palabra que la consolara. Cuanto antes se mentalizara para ello mejor, por lo que las palabras sobraban.
El único momento en el que actuó a placer después de tantos años llevando la cadena de su dueño fue cuando desertó y le propuso llevársela. No sería bien acogido por la familia del pajarito, lo sabía muy bien. Pero tenía la posibilidad de llevar en su recuerdo un viaje al lado de su pajarito, algo que le hiciera conservar las ganas de seguir en ese mundo. Pero ni eso salió como él creía.
Estaba enamorado del pajarito.
El único momento en el que se permitió reconocerlo fue cuando estaba tendido en el suelo, con la vida escapándose sin que él pudiera hacer nada.
¿Cómo estaría el pajarito? ¿Seguiría vida? ¿Habría tenido algún hijo del Rey antes de que éste muriera? ¿Seguiría llevando esos peinados suyos o se lo habría cambiado por algo más norteño? ¿Seguiría igual de alta y desarrollada? Quería verla aunque fuera para despedirse.
Había sido un mal Perro, no había protegido al pajarito como debía. Y ahora el pajarito tendría que valerse por sí mismo si quería sobrevivir en el mundo en el que estaban.
Continurá...
