No quiero violar ningún derecho de autor solo hacer un fanfic.

Aviso: este fic tiene la categoría de "M" por contener escenas un tanto subidas de tono además de violencia, vale aun no pero las tendrá.

Un alma.

La enfermedad del cisne.

Por: Luna "El Sol Nocturno"

La mano, dura y callosa, podía matarla con un simple movimiento pero no era eso lo que quería de la belleza que acariciaba; volvió a deslizarse enmarcando el rostro con forma de corazón, notando la suavidad y morenez de la piel. Limpio lagrimas inexistentes en las sonrosadas mejillas, rozando las oscuras pestañas, esperando que los tiernos labios sonrieran y los océanos volviesen a brillar en unos rasgos tan puros como los de un ángel.

Pero seguía dormida, dulcemente dormida.

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-U-N-A-L-M-A-

-Dentro de dos meses hará un año que esta así, nadie sabe que la ocurre – dijo Philionel entristecido – no sé que pudo provocarlo… simplemente se durmió.

-Se durmió ¿Y ya esta? – la hechicera se acerco asombrada.

-Si

Zelgadiss miro detenidamente al príncipe, no sabia porque pero no se fiaba de su palabra, si Amelia había hecho algo para alejarse de su padre muy grave debía de ser lo ocurrido entre ellos; Philionel, su tío Christopher y el Rey, su enfermo abuelo Eldran, eran de los únicos en los que se fiaba estando en palacio. Y creía saber por que.

-Phill ¿Esto no tendrá nada que ver con el hombre que encontré cuando fui a visitarla?

-¿Eh¿Lord Graders? – dijo palideciendo de manera violenta – no… no… no tiene nada que ver.

¡No me casare con Él, padre!

El espadachín parpadeo asombrado ¿Eso había sido un grito¿Y por que los demás no habían escuchado nada? Miro a Lina; la joven lo cogió al instante, algo ocurría y no lo pensaba comentar delante del príncipe, hora de un pequeño teatro, le dio un codazo a Gaudy muy bien disimulado y le señalo a Zelgadiss.

-¿Qué te pasa?

-Nada, solo que tengo jaquecas, no estoy muy repuesto.

-¿Estas seguro? Te noto pálido.

-Deberías descansar – mencionó el príncipe levantándose – podemos seguir mañana, cuando halláis descansado en condiciones. Esta reunión a sido demasiado apresurada, lo siento.

-Muy bien, es una excelente idea, tira, evitaremos que te caigas por los pasillos.

Se perdieron con rapidez en las laberínticas galerías blancas y lujosas, al llegar al ala de invitados se escabulleron en los relativos dominios que les habían asignado, mientras Lina lo protegía de oídos indiscretos cada uno cogió asiento en su lugar favorito.

-Ya esta, si alguien intenta oír se comerá una bola de fuego. ¿Qué ha pasado?

-Llamadme loco si es lo que creéis pero... escuche la voz de Amelia, gritando. – murmuro asustado, y asombrado por el hecho de ser el único que había percibido el extraño fenómeno.

-Vale, dejando de lado que Amelia lleva dormida casi un año ¿Qué decía¿Y como?

-No me casare con él padre.

-¿Padre? – dijo el semielfo – Amelia siempre usaba papa al referirse a Phill.

Ambos miraron asustados al rubio, no estaba borracho por lo cual los brotes de inteligencia deberían ser inexistentes, pero eso era si se salvaba el hecho casi desconocido de que El Portador y La Asaltadora compartían algo mas que no solo aventuras.

-Lina, era un grito mas de rabia, o de rebeldía, no estoy muy seguro.

-Rebeldía… bueno, teniendo en cuenta que Phill estaba raro…

-Eso, parecía asustado, pero no por Amelia, sino por él.

-¿Lord Graders? – dudo Gaudy.

-Posiblemente.

-Pero entonces ¿Por qué?

-Eso será lo que tengamos que descubrir. Pero primero quiero saber la relación que hay entre Amelia y Graders, y los planes de Phillionel para su hija.

-¿Temes algo?

-Mucho – se arremango la túnica y mostró el brazalete.

-Era cierto – murmuro la joven, sabia que su querida amiga le había dado algo a la solitaria quimera antes de separarse cada uno por su lado, y que ese misterioso "algo" era uno de sus preciados brazaletes de chalzen. – te lo dio.

-Con algo más que jamás espere.

La respuesta tan simple y concisa hizo que la hechicera se sentase de golpe en el sofá. Era demasiada información de golpe.

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-U-N-A-L-M-A-

Giraba entre sus dedos despidiendo destellos azules seguido de una estela rosada, le ayudaba a meditar de una forma que se había vuelto normal, le recordaba que pasara lo que pasara había esperanza, que no estaba solo. Pero ahora lo estaba. Cierto que tenía a Lina y Gaudy, pero ellos no eran como la joven durmiente, no tenían el don de hacer las cosas mas fáciles o de animarle con una simple sonrisa.

Se levanto cansado de dar vueltas en la cama y se acerco a la cristalera, los jardines de palacio brillaban plateados a la luz del cuarto creciente, apoyo los brazos en los cristales que daban al balcón, sin ejercer mucha presión, y recordó.

Llevaba unos días viajando por el desierto, meses, quizá dos años, desde que se separo de los demás, y todo ese tiempo en shock; nunca había esperado que alguien le dijese eso, que le hiciera prometer que volvería cuanto antes, y que le besase llorando con lágrimas felices… Llegó a las ruinas que le indicaba el mapa, monto el campamento, y sin concederse descanso empezó, primero reunir todas las inscripciones posibles, después traducirlas.

Días después estaba agotado, descansaba a la sombra, sumido en un sueño tan extraño como real. Veía a una joven, Amelia a juzgar por la manera en que se movía y la decoración de la habitación, llorando ante un hermoso vestido blanco, su compañera de aventuras se limpio el rostro y se acerco al escritorio del aposento cerrando un libro antiguo pero hermoso, después se tumbo… y empezó a recitar.

¡Un hechizo¿Por qué no se habían dado cuenta? Amelia había recitado un conjuro poderoso y extraño, recogió la parte superior del pijama y se la puso, luego se encamino a la habitación de Gaudy.

Justo cuando llegaba a la esquina choco con alguien.

-Oh, lo siento Señor Greywords.

-No pas… ¿Cómo sabe usted mi nombre¿Y quien es? – añadió amenazador, al igual que la princesa y sus amigos, no se fiaba de nadie en palacio.

-Soy… soy Laila, la criada de su Alteza Amelia.

Debido a la poca luz que entraba por los ventanales del pasillo no la había reconocido, ella se encargaba de que los aposentos de la princesa estuviesen ordenados y limpios, así como que la propia princesa estuviese presentable a cualquier hora del día ¿Pero que hacia a esas horas por los pasillos del palacio?

-Tengo algo que daros, mi señora no pudo mandároslo por no saber vuestro paradero… pero aquí no se puede hablar – miro a su alrededor con desconfianza - las paredes tienen oídos, iré mañana a sus habitaciones, dos horas después del desayuno, recuérdelo.

Antes de poder hacer nada la chica se perdió en la oscuridad del pasillo dejándole clavado en el lugar, al rato volvió en si y se encamino, de nuevo, a la habitación de Gaudy. Llamo con suavidad y tras un ratito abrió la puerta, la cama no había sido tocada.

Oh, Cephid.

Ni de broma entraría en la habitación de la hechicera.

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-U-N-A-L-M-A-

-…las paredes tienen oídos… no parece que lo dijera a la ligera.

-¿Parecía asustada?

-No me fije, además estaba muy oscuro – miro el reloj preocupado – cinco minutos – musito.

El sonido los saco a todos de sus cavilaciones particulares, Lina lanzo el conocido doble hechizo mientras Gaudy abría a la cargada chica.

-Siento llegar tarde, pero pesan – dejo varios en la mesa y se dio la vuelta – Si me acompaña alguien tardaremos menos.

Zelgadiss se levanto, aprovecharía para ver a la durmiente princesa por un momento; cuando llegaron todo estaba parecido a la vez anterior, Amelia tumbada en la conocida postura, vestida en esta ocasión con una túnica blanca que resaltaba el color dorado-rosado casi tostado de la piel, tenia el pelo esparcido sobre la almohada, cepillado y brillante bajo la luz del sol, de no ser por que llevaba así un año juraría que solo estaba durmiendo una ligera siesta para coger energías. Sin importarle nada se sentó al lado de su compañera de aventuras…

-Señor ya tengo los demás ¿Me ayudáis a llevarlos?

-Sí – murmuro molesto por la esperada interrupción – ya voy.

El antiguo berseker cogió una buena parte que a la joven le habría resultado imposible de llevar y los cargo, para él no pesaban más que una pluma. Dedico una triste mirada a la heredera y siguió a Laila por el pasillo.

-¿Qué son? – pregunto La Asaltadora cuando, mas o menos, ordenaron todos los manuscritos sobre la pequeña mesa de estar.

-Los diarios de su Alteza, dependiendo del mes llenaba dos o tres durante casi todos sus años de vida¡Y desde que comenzó a escribir, jamás fui capaz de diferenciarlos entre ellos… quería mandaros uno – dijo refiriéndose a la quimera – pero no se cual es.

El espadachín cogió uno abriéndolo, era grueso como los volúmenes que tan acostumbrado estaba a leer, pero en cambio no tenía nada escrito, paso las hojas hasta el final sin encontrar ningún tipo de caligrafía; cogió otro, encontrando el mismo vacío, otro, igual resultado.

-Estos "diarios" – puso una pequeña entonación amenazante en la palabra - están vacíos, no tienen nada escrito.

-Oh no – o la chiquilla no sabia leer las amenazas, o era una ilusa si se pensaba quedar con ellos, una de dos - están protegidos, nadie salvo ella podía leerlos.

-Espera ¿Quieres decir que nadie los ha leído? – La Hechicera Loca se abalanzo sobre la medio niña, su teoría de que Phill hubiese leído algo que no le habría gustado se desmoronaba, para ella era un buen motivo para justificar la urgencia del príncipe por casar a su amiga.

-Vosotros erais muy queridos para la princesa, me dijo que si algo malo la pasaba os los trajera… que vosotros si teníais la posibilidad de leerlos, bueno el Señor Greywords la tiene.

-¿QUÉ! – no sabia que le asustaba más, si la mirada psicópata de Lina o poder leer las intimidades de la única persona capaz de amarle - ¡Yo no se como hacer que las letras aparezcan!

-Laila – susurro Gaudy al ver a sus amigos entrando en batalla - ¿Amelia no te comento nada?

-No… salvo… bueno me dijo que el Señor Greywords solo tenía que usar el brazalete y pedir permiso, entonces podría leerlos.

La oreja de Lina tembló al percibir el gajo de información, la quimera tembló, ni loco le daba el brazalete. No tuvo la oportunidad de resistirse, la hechicera lanzo una bola de fuego, mostrando una vez más la excelente puntería que seguía manteniendo, y le cacheo hasta encontrar el preciado objeto, después le dejo en el suelo, ya tenia lo que quería.

-Has dicho que había que usar el brazalete ¿Cómo¿Lo paso por encima?

-No lo se, puede que sea así o que sea de otra forma Señorita Invers.

-Bueno, comencemos – paso el amuleto por encima – déjate leerte.

Las hojas seguían en blanco cuando abrió el tomo.

-¡Vamos!

Nada.

-¡Maldito pedazo de…!

-Creo que no lo ha entendido – Gaudy y Laila miraban la escena con sendas gotas de vergüenza resbalando por el cogote.

-Lina, dame el brazalete.

-¿Qué? Espera tu turno.

Exasperado le quito el brazalete, mantuvo a "La liquida bandidos" a raya y se sentó en uno de los sillones con un diario en la mano

–Pedir permiso – inquirió acusador.

-Y que crees que hacia.

-Ordenar.

-Pero que… - Gaudy la freno a tiempo.

Zelgadiss se abstrajo de manera no muy conseguida, paso el brazalete por encima y murmuro un ¿Puedo verlo? avergonzado, abrió por la primera hoja pero esta seguía en blanco.

-¿Pero, como…? Les aseguro que Su Alteza me dijo que pidiendo permiso se podían leer.

-Te creemos Laila – tranquilizo La Dra-Mata, la jovencita había pasado la prueba, pocos soportaban que la quimera les lanzase una amenaza, la mayoría, si no resultaban muertos, huían despavoridos.

–Pero el problema es que hay varias formas de pedir permiso. Eso me comento mi abuela. - había tenido uno de los extrañamente habituales golpes de inteligencia.

-¿Cuántas?

-Muchas – respondió el semielfo al espadachín.

Y de todas esas formas tenían que encontrar una, muy importante y personal debía de ser lo que estuviese escrito si Amelia había tomado tantas precauciones para evitar fisgoneos ajenos, sobre todo si nadie más había leído ni una sola hoja de los diarios.

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-U-N-A-L-M-A-

Desde donde estaba podía ver la parte visible de los aposentos de Amelia al completo; sobre la planta con forma de leve L que ocupaban, el vestidor, el cuarto de baños y el servicio quedaban fuera de su vista por el tabique donde se encontraba el escritorio de madera clara y pulida, en la pared horizontal a la misma, y más alejada del mueble, empezaba el lecho de la princesa, quedando los pies de la cama hacia la cristalera que daba a los cuidados jardines; siguiendo el recorrido sus ojos toparon con el tabique, enfrentado a la columna donde estaba apoyado, ayudaba a las leves cortinas en la división de la habitación en la zona privada (o de descanso) y la parte mas "publica", con los conocidos sillones, sofá, mesita y chimenea que se encontraban en toda habitación del palacio.

La diferencia radicaba en las paredes y el espacio usado para los aposentos, mientras que en la suya o en la de sus compañeros colgaban hermosos cuadros, en la de Amelia había estanterías, llenas de pergaminos enrollados, tomos tan grandes que había que coger con las dos manos, delicados cartuchos de maderas nobles… desde tratados de todo tipo de magia hasta sus apreciados cuentos infantiles. Por no hablar que las habitaciones asignadas, aunque grandes, eran pequeñas en comparación con las de la familia real.

Nada de lo que veía le servia de pista para adivinar sobre la vida de su joven amiga… conocía a la Amelia viajera, no a la princesa, no sabia decir que habría hecho en una mañana aparte de firmar tratados y lidiar con embajadores, cuando pararía en una pausa para despejarse o que haría en ese rato… tendría que leer los diarios para conocer esa faceta de la joven. Volvió a pasear la vista por todo el aposento fijándose más detenidamente en los pequeños detalles que le daban su carácter.

Entonces se fijo de manera particular en la chimenea.

Sobre la misma colgaba un cuadro; un retrato de la familia real con un Philionel mucho más joven, sin barba ni bigote, que miraba amorosamente a una mujer sosteniendo en sus brazos a una niña sonriente de pelo largo, en un cómodo sillón la hermosa depositaria de tan tierna mirada le devolvía la atención, los brazos de la dama rodeaban a una niña, sentada sobre las femeninas rodillas, y con un parecido increíble a la actual heredera.

-Eres una caja de sorpresas – murmuro mirando hacia la cama – quizá sea eso lo que hace que te… - trago saliva sorprendido por lo que el rabillo de su ojo había percibido.

Al lado de la chimenea se movía la figura astral de la princesa.

-Amelia – susurro temeroso de que todo fuera una ilusión.

Ella sonrió calidamente y la luz de sus simples vestiduras se intensifico envolviéndole. Quedo atrapado en el océano de una mirada calida y dulce, agacho la cabeza ante un simple gesto suyo, subyugado ante la belleza serena y vivaz al mismo tiempo de la princesa, sintió una caricia en la frente y al alzar de nuevo la vista comprendió que ella le había besado entre las piedras de esa zona.

Alargo las manos con temor de que ella no le permitiese tocarla o el instante se rompiera.

Fue como si atrapara una esquiva corriente de aire, el elemento se casi solidifico entre sus brazos dándole el tacto y el grosor del cuerpo, el calor que emanaría de ser real… cerro los ojos deseando que el encuentro, aunque extraño, durase.

-Lo siento – a pesar de la tristeza impresa su voz seguía siendo igual de cantarina.

Los abrió al comprender el significado de las palabras, a la altura del corazón, entre los turgentes senos se abría una herida mortal.

-Zelgadiss… mi amor…

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-U-N-A-L-M-A-

-¡No¡Amelia!

Al levantarse de golpe el diario cayo al suelo de su habitación, se dejo caer estruendosamente en el sillón y golpeo el brazo del mismo frustrado ¿Por qué esa imagen no se iba de su mente? Ni siquiera la sensación de vacío le abandonaba tras la fugaz "visita" de la heredera, no le quedaba el consuelo de cómo le había llamado de manera tan repentina para él.

Cogió uno de los diarios al azar, se había tomado el descanso mínimo y necesario para no perder la cordura, paso el brazalete por las tapas, e hizo algo que jamás pensó hacer, suplicar.

-Por favor Amelia… mi ángel… permite que los lea… que te ayude.

Abrió la tapa por reflejo. Se despejo de golpe. ¡Las paginas estaban llenas de la grácil y delicada escritura de Amelia, rápidamente repitió el procedimiento con todos los restantes, buscando aquel que iba dirigido a su persona, finalmente lo encontró, para un ojo que no estuviese acostumbrado era igual a los demás, quizá algo más pesado pero las diferencias eran notorias; el color no era el típico azul cielo, era más verdoso parecido a su piel y los detalles no eran dorados sino un oro-plata difícil de diferenciar. Claramente iba dirigido a él.

Mí amado Zelgadiss:

Si estas leyendo esto es que algo me ha ocurrido, sabes bien lo que siento por ti y nada me gustaría más que tu me correspondieses pero sé bien que primero quieres encontrar tu cura. Me costo bastante darme cuenta que tú lo único que quieres es ser digno a ojos de los demás, no tengas miedo a ello, tu siempre lo serás.

Temo que no podamos estar juntos, el rey sabe lo que siento por ti pero mi padre no, me asusta su reacción ahora que parece decidido a que me case con Lord Graders.

Él, que se caso por amor con mi madre no parece querer que la tradición continúe, mi abuelo esta decidido a negar su bendición si mi matrimonio no es por amor sincero y no por amor al poder. Temo que los pocos familiares que me quedan con vida se maten entre ellos por mi culpa.

Nada le gustaría mas a mi abuelo que conocerte.

En este libro encontraras mis investigaciones sobre una posible cura para ti, me habría gustado explicártelo yo misma pero en cierta forma lo estoy haciendo, como Sacerdotisa de Magia Blanca del ultimo nivel en la jerarquía, Princesa de Seilloon, Guardiana del Sello blanco y Embajadora Oficial del Reino de Seilloon pocas bibliotecas o documentaciones quedan fuera de mi alcance.

Debes saber que por lo que sé de los hechizos recopilados en mi investigación el proceso es largo, y doloroso, terriblemente doloroso; no estoy allí para detenerte o suplicarte prudencia ante lo que podría significar la muerte, la tentación será fuerte pero piensa ¿Correrías el riesgo de morir al querer ser el de antes cuando te amo tal y como eres?

Te quiero amor, con vida y cerca de mí.

Únicamente tuya.

Amelia Will Tesla Seilloon.

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-U-N-A-L-M-A-

Miro como su querida compañera se alejaba por los marmóreos pasillos, la misión secreta que tenia la llevaría hasta otro lugar en el laberinto de intrigas que era ahora el Palacio de Seilloon; la nefasta noticia de que uno de los investigadores, que el príncipe Philionell había contratado para descubrir el origen de la extraña enfermedad que consumía a su adorada hija, estaba enfermo por esa misma dolencia había corrido como la pólvora, la salida que tenían era hacerle regresar, volver del doloroso auto-tormento que se había impuesto al leer el diario que siempre mantenía sujeto sin excepción.

-¿Señor Gabriev? – Laila asomo por la puerta – el Señor Greywords no esta en su habitación.

-Esta con Amelia, vamos.

Entro detrás de la asustada jovencita, la silenciosa quimera estaba sentada justo en el lugar donde había visto por primera vez a la dormida princesa, mirando la cama donde reposaba su amada, él quería estar solo pero no podían permitirlo. Ambos tenían que vivir.

-Zelgadiss.

-Déjame en paz – gruño sin apartar la vista del lecho.

-Lo siento mucho joven – dijo una voz desde la puerta, Laila cayo de rodillas al instante y Gaudy se giro, impresionado.

Por que para ser un anciano la voz que poseía era tan potente y decidida como correspondía a un rey, al Rey de Seilloon.

-... si se te deja en paz ambos moriréis, y eso, no lo permitiré.

DOS PERSONAS QUE COMPARTEN UN ALMA: AMOR VERDADERO

Tengo intención de complicarme la vida un ratito (solo uno), y bueno, un proyecto nuevo, aclarado a medias en mi mente y nada en el papel atrae bastante, eso sí, espero llevarlo a termino. Por lo demás.

Sore wa himitsu desu.

PD: Gracias a mi tocaya de pais Misao de Shinamori por las aclas para el, ya finalizado, Vida&Muerte de Slayers. Te beso el suelo, te limpio la habitación... te regalo a Aoshi¿Que quieres de agradecimiento?