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"Aventura, si. Supongo que así es como le llamas a cuando todo el mundo regresa con vida."

- Mercedes Lackey.


Elegía

Capítulo 1

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-Yo iré primero…

Una vieja mochila cayó al suelo con un sonido seco, levantando una estela de polvo en medio de dos contenedores de basura.

Starscream asintió, y Thundercracker retornó su atención a la reja de malla que se interponía entre ellos y el otro extremo del callejón. Medía dos metros de alto y sus cimientos estaban firmemente clavados a las paredes de los dos edificios opuestos. No podían cortarla sin las herramientas necesarias. No podían hacer ruido sin lamentarlo con la vida.

Los ojos azules de Thundercracker dieron una última inspección al borde dentado de la reja antes de apoyar firmemente los pies contra el piso.

-Thundercracker – lo detuvo Starscream.

Thundercracker volteó a mirar a su compañero, encontrando fascinante y obscena a la vez la cicatriz que dividía en dos la ceja derecha de Starscream. La extraña inflamación que le había impedido abrir el ojo estaba cediendo. Quizás no lo perdería, como Starscream temía, y el petulante iris verde con el que habían sido reemplazados sus ópticos rojos pronto volvería a abrirse en ambos ojos.

Sus cuerpos eran tan débiles ahora.

-No hagas ruido. – Finalizó Starscream con tono tajante, dejándolo ir.

El eco lejano de una ráfaga de disparos contestó antes de que Thundercracker asintiera. Los tres humanos volvieron su atención hacia el fondo del callejón, relajando la presión de sus hombros una vez que comprobaron que, a la luz cada vez más opaca del atardecer, el pasillo continuaba vacío.

Thundercracker regresó su atención a la reja. Como Seeker, jamás habría encontrado problema en cruzar un obstáculo tan insignificante. Como humano, estaba aventurándose en una naturaleza en la que la gravedad era una de sus peores enemigas, pero no su peor preocupación.

Con un impulso brincó lo suficiente para que sus manos llegaran al borde superior de la reja, después clavó la punta de sus tenis entre los orificios y llegó arriba con un esfuerzo que punzó en los músculos de sus brazos. Había visto a muchos humanos hacerlo con anterioridad, cuando intentaban huir de él. La mayoría parecía hacerlo sin problemas. A él le pareció que no lo lograría aunque su cuerpo pareciera estar en las condiciones más óptimas para un espécimen de su raza.

Sin embargo, lo logró. Maniobró su cuerpo para conservar el equilibrio pese a la ausencia de sus alas y pasó sus piernas sobre el borde de la reja, gruñendo distraídamente cuando la punta de uno de los alambres le rasgó el pantalón y le cortó la piel a la altura de la cadera. Al momento de soltar sus manos, sus pies tocaron el piso, y se agachó a levantar la mochila.

Skywarp fue el siguiente en trepar. En su rostro se denotó el mismo esfuerzo de Thundercracker, pero la fuerza de sus jóvenes músculos bastó para ayudarlo a completar la tarea.

La reja fue rápidamente olvidada cuando los tres humanizados Decepticons estuvieron al otro lado del callejón. Al frente se cernió un pasillo largo y gris, con el piso lleno de la basura que había sido expelida de los contenedores volcados, y la forma desigual de dos bultos que parecían ser cadáveres en medio del camino. Los tres humanos posaron su atención en ellos el tiempo suficiente para adaptar sus ojos a la luz mortecina de los primeros indicios de la noche.

-Vamos. - Starscream fue el primero en caminar.

Llegaron a la primera intersección sin ningún problema. Los bultos que habían visto al centro del callejón eran cuerpos, pero estaban muertos… y no se levantarían.

El sonido ya era menos intenso en la calle. La noche traía los misterios del silencio con ella. Las constantes ráfagas de disparos, los gritos desgarradores, los gemidos… todo estaba deteniéndose, ahogándose con cada una de las estrellas que brotaban en el cielo. Los tres nuevos humanos tenían el peso de la carne y la debilidad de los huesos dentro de ellos, pero no había nada que desconocieran respecto a sobrevivir en un medio hostil, amoldado especialmente para asesinarlos. Excepto la descomposición de la materia en la que se había convertido sus cuerpos.

Y que los muertos, sin importar su insignificancia orgánica, no permanecían muertos.


Edificios.

Autos.

Puertas y ventanas.

Humanos

Era un mundo nuevo. Una vida que les había sido arrebatada y reemplazada por una suerte de broma que había teñido su energon de rojo y les había dado piel en vez de acero.

Todo era grande ahora. Todo era peligroso, cortante y mortal. El cielo se veía tan alejado y jamás les había parecido tan ajeno. No importa cuánto lo necesitaran, jamás podrían volver a él. Pero tenían que intentarlo. Debían intentarlo.

Vivían la mitad del tiempo desconociendo lo que hacían, cómo se sentían y lo que sucedía. No había un punto de balance que equilibrara sus cuerpos ni sus emociones. Sufrían el sueño como una falla fisiológica, la necesidad de combustible vital como una punzada en el estómago y los dolores como una maldición que podía tener mil respuestas, pero ningún alivio.

Habían perdido la noción del tiempo.

Y esas bestias de allí afuera, más repugnantes que nunca, habían demostrado ser mucho más peligrosas y letales de lo que ningún otro orgánico jamás lo fue para un Cybertroniano. Las habían visto destruirse entre ellas, canibalizándose hasta destrozarse. Pero los restos no permanecían rígidos hasta la putrefacción. Los restos se levantaban, y ponían en marcha sus sistemas motores para buscar otros humanos a los cuales contaminar.

Ain embargo, a Starscream no le sorprendía. Había caído en el centro de un circo despreciable que sólo confirmaba lo que siempre había pensado: los humanos eran seres primitivos y estúpidos. Era casi un decreto del destino que debían de ser exterminados. Lo divertido era el escenario, aunque Starscream aún desconociera las consecuencias. Estaba dentro de un enorme campo de investigación que avivaba ciertos y olvidados instintos de su científico interno. Y por mucho que le pesara, él ahora era parte de la irracional población de estudio.

-¿Qué vamos a hacer, Screamer? – El murmullo de Skywarp rompió la tranquilidad de sus pensamientos.

Llevaban más tiempo del necesario ocultos en las sombras del callejón. La noche había caído por completo, pero las calles continuaban siendo peligrosas. Ahora más que nunca. No contaban con sistemas de visión nocturna, ni siquiera con parámetros de proximidad que les hiciera la vida más fácil. Sólo tenían oídos y ojos orgánicos, y los tres humanizados Seekers estaban de acuerdo en que sus sentidos no eran de fiar, tan primitivos como insuficientes.

Starscream oteó la pesada oscuridad una vez más desde el filo de la esquina del callejón. La calle se veía vacía. De vez en cuando, el sonido de pasos torpes resquebrajaba escombros contra el piso, pero los disparos y los gritos se habían detenido.

Tenían que esconderse, ¿y después qué harían? Starscream llevaba una semana disfrazado de un despreciable humano preguntándose lo mismo. ¿A dónde tenían que ir? ¿Cómo podrían hacerlo? ¿Qué diablos les estaba sucediendo a los humanos? ¿Cómo recuperarían sus verdaderos cuerpos? A pesar de la incertidumbre, reconocía que tres Seekers de carne y hueso eran mejor que uno solo. Solo, por más humillante que le fuera reconocerlo, sobrevivir habría sido casi imposible.

-Malditas escorias – masculló. – Busquemos en donde pasar la noche.

-Propongo uno de esos clubs humanos en donde las féminas…

-Cállate, Skywarp - gruñó Starscream, absteniéndose de empujarlo. El más mínimo sonido sería fatal.

-No tenemos otra opción que utilizar cualquiera de estas unidades habitacionales. - Thundercracker señaló los bloques de edificios con una mano, acuclillado a un costado de Starscream.

-Eso hubieran pensado antes de que cayera el ciclo nocturno. Esos malditos humanos tienen el sistema de audio más fino que jamás haya visto en un maldito orgánico – refunfuñó Skywarp, mirando constantemente el fondo del callejón.

Sabía que la reja de malla se interponía entre ellos y la salida opuesta, pero había visto demasiadas cosas en su corta vida como humano que le impedían confiar en supuestos. Bastaba una muchedumbre de pestilentes bestias humanas para romper en segundos lo que a ellos tres les había tomado minutos cruzar.

-Esas cosas están por todos lados.

-Je. ¿Tienes miedo, Skywarp?

-Yo sí valoro mi vida, Screamer.

Starscream apretó los puños.

-No la valoras demasiado si continúas llamándome así, fenómeno.

Thundercracker se masajeó las sienes con una mano. Como humano o como robot, estar en medio de sus compañeros aéreos para ser partícipe involuntario de sus disputas era el único estigma que jamás había podido disolver. Y quizás nunca lo haría.

-¿Fenómeno? Cuida tu feo vocalizador, Screamer. Tú no estás en las mejores condiciones para apuntar deformidades ajenas.

Starscream bufó una maldición.

-Silencio – gruñó Thundercracker, asegurándose de que los dos hombres a sus costados permanecieran separados. – ¿Los dos tienen basura en vez de circuitos cerebrales? - Volvió la vista al frente. – Estoy harto de ustedes. Tien-…

Una sombra apareció al otro lado del corto callejón que los separaba de la calle.

Thundercracker contuvo la respiración al mismo tiempo que Starscream buscó discretamente el arma que tenía oculta en uno de los bolsillos de su pantalón. Skywarp los miró a ambos con alarma. Desde su posición detrás de ambos no podía mirar la calle, pero no le hacía falta. Lo poco que alcanzaba a distinguir del rostro de Starscream le explicó perfectamente la situación.

La sombra se tambaleó con pasos torpes hasta materializarse bajo los rayos de la luna. Era uno de ellos. Tenía el rostro deshecho y un muñón ensangrentado donde debía haber estado su brazo derecho. La muerte le sentaba joven, quizás pocas horas desde su levantamiento. La criatura continuó avanzando hacia ellos por inercia, después se detuvo, dio varias vueltas sobre su propio eje, gimiendo con un lamento eterno que le hacía borbotear sangre y otros fluidos orgánicos, y regresó sobre sus propios pasos antes de detenerse nuevamente.

-Eso es, vete… vete, vete, vete, sucio costal de carne. - Starscream abandonó la idea de utilizar la primitiva arma de fuego que traía consigo.

El ruido sería peor que lidiar con esa bestia sucia y repugnante. Pero su corazón comenzó a latir con más fuerza cuando su mano se alejó del bolsillo de su pantalón. Detrás de la criatura apareció otra. Después fueron cuatro. Cinco. En menos de diez segundos un pequeño ejército de gimientes estaba taponando la salida del callejón.

Thundercracker se puso de pie lentamente, mirando a los contaminados humanos otear el aire como bestias de caza oliendo a la presa. Ya lo había visto antes, y siempre terminaba de la misma manera.

La primera de las criaturas dio la vuelta y reinició su marcha de pasos torpes, gimiendo. Las otras la imitaron.

-Maldición. ¡Corran! – gritó Starscream.

Y los otros dos lo hicieron antes de que él diera el primer paso.

Abandonaron la primera de las intersecciones y continuaron callejón adentro, con la frenética horda de criaturas corriendo detrás de ellos. Sus pasos rebotaban en sus propios oídos, y el pánico les hacía creer que los hostiles ya estaban sobre ellos. Skywarp iba a la delantera, abriendo paso en un mundo de cajas, basura y restos orgánicos en distintos grados de putrefacción. Thundercracker estaba pegado a sus talones, escuchando las entrecortadas maldiciones que Starscream, en su desesperación por urgirlos a ir más rápido, bufaba cada pocos segundos.

Corrieron hasta que el pecho les escoció y los músculos del cuerpo se les entumieron. El callejón fue rápidamente reemplazado por una avenida llena de carros volcados, barricadas de chatarra y cemento, y otras extrañas protuberancias de restos orgánicos y basura común.

¿¡A dónde vamos!?, quiso gritar Skywarp una vez que sorteó los primeros obstáculos y se dio cuenta que el camino estaba por terminarse con una enorme barricada de tres camiones entrecruzados, pero la voz no salió de su garganta. Conforme sus piernas se estiraban una detrás de la otra, y sus pies golpeaban el piso con un martilleo que también punzaba en su cabeza, se dirigió casi por instinto a la puerta abierta del primero de los tres autobuses que apareció frente él.

Entró atropelladamente, tropezando con los escalones, y el pánico lo hizo presa cuando sintió que alguien caía sobre él y lo tomaba de los hombros.

-¡Levántate, Skywarp! – escuchó el grito de Thundercracker detrás de la barrera que martilleaba en sus oídos.

Después entró Starscream y los empujó a ambos, lanzando a Skywarp contra el asiento del conductor y a Thundercracker contra uno de los tubos pasamanos. Pero ninguno tuvo tiempo de reclamarle nada.

Starscream se abalanzó contra la puerta corrediza y la desplegó antes de que el primero de los endemoniados humanos se estrellara contra ella, casi arrojándolo a él sobre Skywarp. Todo el armazón del camión rechinó en ese momento, empujado con la fuerza de un tropel de aguerridos seres humanos cuyos puños ensangrentados comenzaron a golpear las paredes y la puerta del autobús.

-Argh… ¡Bu-... busquen una maldita salida! – gritó Starscream entre jadeos, con el hombro apoyado contra la puerta corrediza y el esfuerzo perlándole la frente con sudor.

Thundercracker se abalanzó también hacia la puerta para ayudarlo, pero fue expelido por el brazo libre de Starscream, que señaló erráticamente el fondo del autobús antes de volver a apoyar la mano contra la puerta, que cada vez se veía menos resistente.

-¡NO! ¡Busca cómo salir de aquí! ¡Maldición!

El camión se bamboleaba de un lado a otro, y muchas de las ventanas estaban comenzando a resquebrajarse a pesar de estar forradas con rejas protectoras. Thundercracker recorrió el corto pasillo una y otra vez en menos de dos segundos, descartando inmediatamente la salida ubicada al fondo. Fue sólo cuando sus ojos miraron hacia arriba que la esperanza volvió a pulsar en lo que ahora ocupaba el lugar de su chispa vital.

A pesar del estruendoso brote de gemidos, chirridos y golpes apuntalando a ambos costados de las metálicas paredes del autobús, Thundercracker pudo escuchar los gruñidos de esfuerzo de Starscream por sostener la puerta, y también de Skywarp, que se había unido a él en la desesperación por mantener a las despreciables criaturas afuera.

-Lo tengo – les anunció Thundercracker, estirando la mano para jalar la palanca de la salida de emergencia del techo. Una abertura lo suficientemente grande para un ser humano se abrió sobre él cuando empujó hacia arriba con sus dos manos.

Los vidrios de la puerta corrediza que Starscream y Skywarp se esforzaban por mantener cerrada reventaron, y fueron las débiles rejillas metálicas las únicas que contuvieron el esfuerzo de docenas de manos por alcanzar a ambos Decepticons. Los dedos ensangrentados se colaron entre las pequeñas aperturas, arañando y rasgando la ropa de sus potenciales víctimas.

-Ve a ayudarlo – dijo Starscream con esfuerzo.

Skywarp echó un rápido vistazo hacia donde Thundercracker se encontraba antes de volver su atención al rostro de Starscream.

-¡Son demasiados para ti, Screamer!

-¡MALDICIÓN, SKYWARP! ¡Haz lo que te digo!

Skywarp soltó la puerta y escuchó con terror el desesperado gruñido que emitió su líder de escuadra cuando el esfuerzo por contener la puerta quedó únicamente bajo su cargo. Corrió la distancia que lo separaba de Thundercracker y al llegar a él hincó una rodilla en el piso, juntó las manos frente a él y no necesitó decirle a su compañero aéreo lo que debía hacer.

Thundercracker apoyó un pie en las manos de Skywarp y se impulsó lo suficiente para llegar arriba. Salió lo más rápido que pudo, asegurándose de que el techo estuviera vacío antes de darse la vuelta para ofrecerle una mano a su amigo. No había humanos infectados aún, pero sospechaba que pronto encontrarían la manera de subir ahí arriba. El esfuerzo se materializó una vez más en su rostro cuando cargó medio cuerpo de Skywarp en el aire y le ayudó a llegar arriba. Después la urgencia le atenazó cada uno de los sensores de su orgánico cuerpo al recordar a Starscream y su precaria situación dentro del camión.

-¡Starscream! – lo llamó, asomando la cabeza por la apertura.

Intercambió una rápida mirada con el cansado hombre de pelo castaño que se rehusaba a abandonar la única barrera que lo separaba de los cientos de bocas que ansiaban devorarlo y asintió, indicándole que debía hacerlo.

-Starscream, date prisa – lo llamó ahora Skywarp.

-Esto tiene que funcionar – masculló Starscream con desesperación.

Y soltó la puerta.

Los pocos segundos que ésta tardó en derrumbarse ante los embistes de la poderosa multitud le dieron una ventaja milagrosa que le permitió llegar hasta los dos estirados pares de brazos que lo esperaban en la salida de emergencia. Tomó la ayuda de ambos y salió por la apertura justo en el momento en el que las primeras criaturas invadieron el pasillo bajo sus pies y comenzaron a estirar sus sucias manos hacia ellos, gimiendo y gruñendo casi con furia.

Starscream cayó sobre sus rodillas una vez que se cerró la salida de emergencia, jadeando con esfuerzo mientras las últimas dosis de adrenalina dejaban de circular por su sistema.

-Debemos movernos – dijo Thundercracker por encima de él, caminando con un equilibrio comprometido debido a las violentas sacudidas que bamboleaban al autobús.

-Sí… sí, debemos hacerlo -. Starscream se puso de pie con dificultad, sintiendo las piernas entumidas y flácidas. – Iremos por los techos. - Señaló los otros dos camiones.

Un pequeño trecho separaba a los tres autobuses unos de otros. Los Seekers avanzaron sin mayores problemas que la pérdida momentánea del equilibrio cuando las hordas de criaturas empujaban demasiado fuerte. Al llegar al final del último de los camiones, se encontraron con un nuevo dilema: no había camino. Los zombis, como Skywarp comenzó a decirles en cuanto tuvo noción de lo que estaba sucediendo en ese lugar, estaban por todos lados. Estaban por ambos lados de la barricada y aporreaban los tres vehículos con manos furiosas.

-¡No! – Gritó Skywarp, pateando el piso. - ¡Esto no puede terminar así! Soy demasiado bello, espléndido y joven para morir así ¡Además ni siquiera soy un maldito humano ni me he interfazado con ninguna fémina humana aún!

-¡Cállate, tonto! ¡Nadie va a terminar así! – lo interrumpió Starscream una vez más, haciéndolo a un lado para inspeccionar el borde del camión por su propia cuenta.

Era otro callejón… Las criaturas estaban invadiéndolo. Salir por ahí era lo mismo que no hacerlo. Starscream sabía que era un camino muerto, ninguno de los tres lo lograría. Rechazó bajar por ahí de inmediato y regresó su atención a ambos lados de la barricada. El lado por el que ellos habían llegado estaba infestado de las pestilentes bestias. El otro estaba comenzando a llenarse con todos aquellos inservibles humanos atraídos por el ruido y el deseo de carne fresca.

Starscream se llevó ambas manos a la cabeza y acarició inconscientemente su cabello hacia atrás, exasperado por la interminable cacofonía de lamentos y gemidos que escuchaba a ambos lados del autobús.

Sus sentidos estaba reducidos por la avería de su ojo derecho, pero eso no le impidió continuar buscando cualquier indicio de salvación. Peinó cada centímetro de la muralla de criaturas torcidas y ensangrentadas hasta levantar la cabeza y dar con la reja de un balcón ubicado en el segundo piso de uno de los bloques de apartamentos. Estaba a poco más de dos metros alejada del techo del camión.

-Podemos hacerlo – dijo Thundercracker a su lado, con la vista fija en el mismo balcón.

Skywarp miró el océano de zombis que se interponía entre ellos y la reja a la que apuntaba sus compañeros aéreos y asintió con una mueca consternación.

-Sí, sí podemos. – Su tono fue dubitativo, pero no tenía pensado quedarse atrás.

-Bien. Esta vez iré yo primero – decidió Starscream, retrocediendo hasta asegurarse de tener el espacio suficiente para tomar impulso.

-Starscream. - Thundercracker se adelantó hasta él. Sus serios ojos azules contrastaron con el impaciente rostro de Starscream. – Recuerda que ya no somos… Seekers. Ahora nuestras capacidades físicas son muy diferentes a las de cualquier Cybertroniano.

-Puedo hacerlo, Thundercracker – siseó Starscream, apartándolo de su camino.

-¿Si mueres puedo quedarme con tus reservas de alto grado, Screamer? – lo molestó Skywarp, cuya voz inocente sólo acentuó la malicia de su rostro.

-Si yo muero, Skywarp, es muy probable que tú también lo hagas… Y yo me aseguraré de que eso suceda. – Starscream volvió la vista al frente. – En este lugar sí existe la vida después de la muerte.

Después corrió, y al llegar al final del camino saltó.


Se golpeó el estómago contra el borde de la reja, sintiendo un aguijonazo de dolor que le arrebató el aire de los pulmones y difícilmente le dejó llegar al otro lado del balcón. Cuando sus piernas tocaron el piso, gateó a consciencia de dejarle espacio a quien fuera a saltar después de él, y se quedó sentado sobre sus talones, con una mano en el suelo y la otra presionándose el estómago.

La furia y la humillación se agolparon por igual dentro de su cabeza. Había calculado mal la trayectoria del impulso, había sobreestimado la capacidad de su nueva estructura física. Por un momento, que pudo haber sido fatal, había contado con el apoyo de los inexistentes propulsores de sus pies.

Pero lo había logrado.

Evitó continuar humillándose a sí mismo y se puso de pie con ayuda del barandal. Al mismo tiempo, Skywarp saltó del borde del camión y cayó perfectamente en el borde de la reja, la cual brincó sin ningún problema.

-Rayos, Starscream, parece que acabas de ver a un muerto – se burló. Luego se echó a reír de su propia broma, salvándose del puñetazo que tenía por objetivo romperle la nariz cuando Thundercracker anunció su turno y logró llegar a salvo junto a ellos, interrumpiendo los súbitos instintos asesinos de su líder de escuadra.

-¿Estás bien, Starscream?

Starscream bufó una vulgaridad y se dio la vuelta, quedando frente a frente con una de las ventanas de vidrio que lo separaban a él y a sus molestos compañeros aéreos de otro destino incierto.

-Estoy bien – masculló, apretando los puños. – Sigamos, ya hemos perdido mucho tiempo.


El ruido ya no era de importancia. Debajo de ellos se abría una multitud de seres gimientes y agresivos que estiraban inútilmente sus manos para alcanzarlos. Podían verlos a través de los agujeros del barandal. Cada rostro se desfiguraba en decenas de fauces llenas de dientes y sangre. Skywarp también los había apodado los sonrientes, pero nadie le hizo caso.

Starscream buscó a tientas una apertura en el marco de cada una de las dos ventanas del balcón. El vidrio reflejaba los cansados semblantes de los tres, sus ropas poco abrigadoras y el desastre en el que se habían convertido sus cabellos, pero la vista al interior del extraño apartamento era un misterio oculto detrás de una gruesa cortina que a la luz de la luna parecía roja.

Estaba sellado desde adentro.

-Lo haremos rápido – dijo Starscream, poniéndose de pie.

Sacó por primera vez el arma que le había costado un ojo morado y la revisó brevemente antes de tomarla con las dos manos. Se sentía ridículo a pesar de poseer el único y verdadero poder que los ayudaría a mantenerse con vida. La pistola era poco más grande que su mano, tenía una reserva limitada de disparos y era una broma comparada con el enorme cargamento armamentístico que su cuerpo, su verdadero cuerpo cybertroniano, había poseído desde el momento en el que fue ensamblado.

Pero el arma de juguete servía para matar zombis.

Y los zombis amenazaban su vida y la de sus compañeros aéreos, por mucho que éstos pudieran ser una molestia para él.

Le hizo una señal a Thundercracker.

Thundercracker le arrojó la desgastada mochila a Skywarp, que la atrapó sin ningún problema, y procedió a patear el vidrio de una de las ventanas con toda la fuerza que fue capaz de acumular en sus piernas. El ruido fue cubierto por los berridos de los seres contaminados, a quienes les llovieron fragmentos de vidrio que apenas notaron debido a su desesperación por carne.

Varios trozos de cristal quedaron incrustados en el marco de la ventana. Thundercracker continuó barriéndolos con la suela de su zapato hasta asegurarse que era posible pasar sin lastimarse. Acto seguido, Starscream hizo a un lado la gruesa tela de la cortina y apuntó el arma al interior, gruñendo una maldición al notar que la visibilidad era nula y que los nervios por sentirse tan vulnerable y desprotegido iban en aumento. Odiaba esa sensación. Odiaba ser humano.

Con una mano continuó apuntando con su arma mientas que con la otra atrapaba la ondeante cortina y tironeaba bruscamente de ella hasta arrancarla de sus horquillas y permitirle a la luna iluminar la solitaria estancia principal de la unidad habitacional.

El aire salió a presión de sus pulmones al notar que no había ningún peligro inmediato. Detrás de él pudo escuchar a Skywarp suspirando de alivio y a Thundercracker moviéndose para liberar la tensión de sus piernas.

-No bajen la guardia – les gruñó Starscream, siendo el primero en poner un pie dentro del cuarto.

Pasó por encima de un sillón y llegó al piso aún con el arma en alto. Frente a él, la puerta que debía dar al exterior de la unidad habitacional estaba cerrada y eso incrementó un poco más su confianza. La sala de recreación estaba vacía. No se detectaban olores extraños en el ambiente y el silencio, a pesar del monótono gemir de los infectados al otro lado de la ventana, era tranquilo.

Pero había una entrada más a su izquierda. Esa no tenía puerta y daba a un pasillo largo y oscuro donde sólo podían verse las siluetas torcidas de una mesilla de adorno y una silla volcada en medio del piso.

Starscream no estaba tan seguro de querer ir a echar un vistazo. No contaba con ninguna ventaja en la oscuridad. Estaba parcialmente ciego de un ojo, sus sistemas de audio eran demasiado primitivos como para escuchar el más mínimo movimiento y sus servos parecían haber entrado en una especie de sopor que le tenía el cuerpo entumecido.

A pesar de ello, suprimió el ansia que le producía el peligro y caminó hacia el pasillo, escuchando de soslayo a los otros dos Seekers entrar en la habitación. Skywarp dijo algo que fue brevemente respondido por Thundercracker, y Starscream dio el primer paso hacia el interior del corredor.

Alguien tenía que hacerlo, y confiaba más en sí mismo que en sus compañeros aéreos para encargarse de cualquier amenaza.

Entró por completo a la oscuridad, deseando con cada acelerado latido de su corazón encontrar la primera habitación a su izquierda vacía. No se escuchaba sonido alguno. No expelía olores desagradables. Debía estar vacía. Tenía que estar vacía. Llegó al filo de la puerta y recargó la espalda contra la pared, flexionando los brazos con el arma en alto entre sus manos. Después dio un giro que lo reubicó en el centro del marco y volvió a experimentar la misma sensación de tranquilidad al notar, a través de la transparencia de la delgada tela que tapaba la ventana y dejaba entrar un poco de luz, la ausencia de pestes orgánicas.

Salió de la cocina tan rápido como escuchó a uno de sus compañeros aéreos acercándose.

-Vete de aquí, Skywarp – le ordenó en voz baja, empujándolo hacia la sala de estar. – No quiero que me estorbes.

-Un Seeker jamás estorba a otro Seeker, Screamer -. Skywarp se deshizo del agarre y volvió a adelantarse al interior del pasillo.

-¡Ya no somos Seekers, pedazo de tonto!

Skywarp lo miró con gravedad. Una gravedad que Starscream sólo había tenido el desagrado de contemplar en el adusto semblante de Thundercracker.

-Siempre seremos Seekers, Starscream.

Siempre.

Continuará.


N/A: ¡Hola! Si, ya sé que tengo una lista muy larga de fics pendientes por actualizar, pero de verdad que no me pude contener de iniciar éste y mucho menos a subirlo de inmediato. La ventaja es que los capítulos serán cortos y por lo tanto también serán más fáciles de actualizar. Además necesitaba como una especie de receso mental a toda la tortura que le estoy dando a Starscream en mi otra historia (ustedes saben de qué hablo ;-) ).

Pues sí, zombis. Tengo rato comentándole a mi socia Taipan que me moría por iniciar una historia que involucrara a los Seekers siendo humanos en medio de un apocalipsis zombi… Adoro a los zombis, tienen algo que me alborota mucho, (y si de pronto amenazan con comerse a esos tres galanes… Uy).

Poco a poquito se irán aclarando las cosas. Por lo pronto les adelanto que habrá muchísima acción, también violencia y mucha sangre.

Una última nota es que ya tengo el capítulo 3 de casus belli, pero no lo he editado no por falta de tiempo, sino porque me he puesto a escribir otras escenas de la misma historia y dejo para después lo que debería hacer primero. Entrando el año voy a estar en eso para ya darle la actualización que se merece.

Otra última nota es que le agradezco mucho a Taipan Kiryu por ser mi beta reader y fantasear cada noche junto a mí con transformers, sin ella nada de esto sería lo mismo ;-)

¡Feliz año nuevo!