Disclaimer: miraculous ladybug no me pertenece
[Un mundo secreto]
.
.
1901
.
.
.
.
.
.
Marinette conocía el camino de memoria, pero aquello no le impidió cruzarlo por milésima vez, después de todo, era lo único que había que hacer por allí. La muralla que separaba la comunidad de las familias del tercer regimiento de la Legión Extranjera Francesa del desierto del Sahara, no era el lugar para una chica de 16 años, ya que tan solo habían soldados haciendo sus rondas y la amenaza constante de un posible ataque. Sin embargo, Marinette adoraba asomarse a través de las hendiduras, ya que de vez en cuando podía ver las tribus nómadas del desierto pasar de un lado a otro con sus coloridos vestidos.
Ella adoraba visitar las ciudades de Africa, pero rara vez tenía oportunidad de hacerlo, llevaba años viviendo en aquel continente y apenas lo conocía por los breves instantes que pasó en el puerto antes de ser llevada a aquella comunidad en medio de la nada.
— Marinette— la llamó uno de los soldados desde la garita — ¿quieres jugar póker con nosotros? — preguntó.
— Si, claro — asintió la chica mientras se acercaba a ellos. Marinette los conocía a casi todos, solo había un rostro desconocido que la miraba con cierto escepticismo.
— No creo que sea una buena idea invitar a una de las hijas de los altos oficiales a jugar póker con nosotros — opinó un soldado rubio muy joven .
— ¿Te refieres a Marinette? — preguntó el soldado que la había llamado minutos antes, mientras que se sentaba a la mesa y comenzaba a mezclar la baraja. — ella, No habrá problema, sus papás son muy relajados, además, ella es una de nosotros — dijo el muchacho.
Marinette sabía a que se refería el soldado con aquel último comentario. Ella no provenía de una familia burguesa, o de antiguos nobles expropiados, ni siquiera era parte de un antiguo clan militar. Doce años antes, su papá poseía una panadería en el centro de París, pero todo aquello cambió cuando su padre fue llamado a ingresar al servicio militar. Se suponía que era un evento de emergencia, que cuando las batallas en las colonias cesasen él podría regresar a casa. Sin embargo, en cuestión de tiempo su padre apareció con una medalla y la noticia de que a pesar de su origen humilde estaba subiendo de posición.
Desde entonces, la carrera de su padre no había dejado de ser más que de éxitos. Ella no se podía quejar, su mamá y su papá la adoraban, su hogar era uno de los más estables de por allí y habían amasado una fortuna que les permitiría vivir tranquilamente a ella y a su madre si su papá llegaba a morir. Pero, Marinette odiaba vivir en aquella colonia, no podía salir, y su única compañía eran los demás hijos de los otros altos oficiales que la trataban como si tuviera una especie de peste.
Marinette a menudo soñaba con el mundo exterior, veía bosques, verde, e incluso el mismo desierto, pero cada vez que lo hacía, lo sobrevolaba como un pájaro. Estaba harta de esconderse tras la colonia. Pasaron varias semanas antes de que ella volviera a tener la oportunidad de intentar subir a las murallas. Sin embargo, el muchacho nuevo al que Marinette apenas conocía la detuvo por el codo y le impidió que siguiera.
— No puedes pasar — dijo bruscamente.
— ¿Por qué? ¿es una nueva regla? — preguntó la chica.
— No — negó el muchacho, quien se veía claramente nervioso, pues se mordía ligeramente el labio y sus pupilas iban de un lado a otro de una forma casi compulsiva — hay alguien enfermo en las barracas, aún no es seguro, pero se rumorea que puede ser cólera — dijo.
— ¿Cólera? — preguntó Marinette horrorizada. Ella sabía claramente que aquella enfermedad era uno de los peores enemigos de las comunidades en medio de la nada como aquella, donde el agua era un recurso escaso y que podía contaminarse fácilmente. La amenaza de una epidemia parecía más mortal que cualquier tribu de Mamelucos furiosos.
— Vuelve a casa, dile a tu familia que reserve toda el agua que sea posible y no salgan de allí hasta cuando sea el momento de hacer cuarentena, tu y yo sabemos lo que puede llegar a pasar— le aconsejó el muchacho.
Así lo hizo Marinette, para su desgracia, aquello no fue suficiente, ya que en un par de días las dos criadas egipcias no se presentaron en su casa. Pero lo peor sucedió cuando una mañana en la que se levantó tarde, encontró su casa completamente abandonada. Marinette corrió por los pasillos, mientras gritaba llamando a sus padres una y otra vez. ¿Cómo era posible que hubieren ido al hospital del regimiento sin siquiera avisarle? Probablemente, ellos se sentían enfermos, y decidieron no acercársele para no contaminarla.
Mientras que Marinette bajaba la escalera a la primera planta de su casa, escuchó un par de golpes en la puerta que la alarmaron. La chica abrió sin pensarlo dos veces, tenía la impresión que se trataba de un soldado dispuesto a avisarle que habían declarado la cuarentena. Ella se sintió aliviada, pues tal vez así tendría la posibilidad de acercarse a sus padres nuevamente.
— Buenos días— la saludó el mismo soldado que la había prevenido días antes — Vengo a notificarle que han declarado la colonia en cuarentena.
— ¿Puedo ver a mis padres? — preguntó Marinette con la garganta seca.
— Tenemos ordenes de no dejar entrar ni salir a nadie de la colonia, no importa si están sanos o enfermos — continuó el solado sin responder su pregunta — la única excepción son las familias de los altos oficiales que aún se encuentren sanas. Ustedes deben salir inmediatamente de la colonia.
— ¿Qué? — preguntó Marinette alarmada — no puedo abandonar a mis padres, yo…
— Debo decirte otra cosa — dijo el soldado con mucha más confianza pero con una expresión de gravedad mayor — el capitán y su esposa murieron en la madrugada, la fiebre fue… — Marinette apenas lo dejó terminar,ya que lo empujó del camino e intentó correr hacía el hospital. El soldado la rodeó con sus brazos y le impidió hacerlo.
— ¡No seas estúpida! — le gritó — ellos ya están muertos. Tú tienes una oportunidad que muchos en esta colonia quisieran. Vete de aquí, ponte a salvo — le gritó el soldado. Marinette se calmó en seguida, dio media vuelta y lo enfrentó.
— ¿Tengo una hora para alistar mi equipaje? — preguntó Marinette.
— Tienes tres — respondió el soldado con el mismo tono duro que siempre utilizaba — la caravana saldrá a las cuatro, debes estar lista para entonces.
— Lo haré — dijo Marinette.
— vendré a las tres por ti.
Marinette empacó sus pertenencias como si todo trascurriera en un sueño, no sabía si los vestidos vaporosos llenos de encajes que utilizaba por el calor del desierto, fueran a ser útiles en el invierno parisino, pero empacó todo sin dudarlo, así como las joyas de su madre, la colección de relojes y documentos importantes de su padre, y un par de álbumes de fotos.
El soldado se presentó en su puerta justo como había prometido, y la llevó hasta la entrada principal de la colonia en donde se encontraban los autos que los llevarían de vuelta al Cairo. Marinette apenas había visto automóviles un par de veces, y nunca tantos al mismo tiempo, por lo que no pudo dejar de sorprenderse al verlos todos juntos.
— Al parecer, mis compañeros si estaban equivocados — dijo el soldado —no eres una de nosotros, después de todo, ninguno tiene la oportunidad que tu tienes, no la desperdicies. — le advirtió el soldado mientras le dirigía una melancólica sonrisa.
— Gracias, en serio, gracias por todo lo que has hecho por mi, tu me advertiste, y me trajiste hacía aquí — dijo Marinette.
— No tienes que agradecérmelo— dijo el muchacho con una expresión dulce— ahora márchate, pronto cerraran las puertas.
Marinette montó en el automóvil junto a otras hijas de oficiales y un par de niños que aún se encontraban sanos. Ella se preguntó si algunos de ellos también habrían acabado de perderlo todo. Marinette miró por ultima vez a través de la ventana hacía la puerta principal, y se encontró con el muchacho que la miraba con una expresión cansada. Fue en ese momento, que ella se dio cuenta de que nunca había escuchado el nombre de aquel joven, y tuvo ganas de llorar, pues estaba completamente segura de que nunca se volverían a ver.
El par de esposas de los oficiales que aún quedaban con vida, y sus hijos, llegaron al Cairo a mitad de la noche, luego de un difícil viaje. Los automóviles aún no eran muy confiables, por lo que tuvieron que detenerse en otra colonia y cambiar a carruajes. Marinette seguía repasando una y otra vez entre los contactos de su padre, y no hallaba ninguno a quien escribir. Ella utilizó las pocas semanas que pasó en el Cairo para conocer la ciudad en compañía de la hija del embajador que la recibió mientras hallaba un nuevo hogar en Francia. Marinette detestaba pasar tiempo con ella, era grosera y bastante malcriada.
— Hace un calor insoportable, no sé como alguien puede siquiera pensar en trabajar con semejante clima — se quejó por milésima vez Chloe Burgeois mientras que se bajaba del carruaje haciendo sonar sus brazales de oro y la tela de su fino vestido de encaje — y no entiendo cómo puedes llevar negro ¿acaso no tienes calor? — preguntó la chica un deje de desprecio.
— Un poco— contestó Marinette quien en realidad se sentía bastante acalorada — pero es la tradición, se supone que debo guardar luto siquiera por un par de meses.
— ¿No crees que te estás tomando esto demasiado en serio? — preguntó Chloe. Marinette abrió los ojos de par en par ante su atrevimiento, acababa de perder a sus padres y la única vida que había conocido en un par de días, si alguien tenía derecho a sentirse deprimida era ella.
— Es en serio, pareces un espanto, además tus vestidos son demasiado burdos, se nota que tienes el gusto de la hija de un panadero — continuó Chloe mientras entraban a la casa y la chica se dejaba caer en una mecedora.
— ¿Cuál es tu problema? — preguntó Marinette furiosa — tu no sabes nada sobre mi, ni sobre lo que he pasado, déjame en paz — le gritó la chica tras lo que corrió hacía las escaleras y se encerró en su habitación en la segunda planta.
Marinette apenas salió de su cuarto durante los días siguientes, no quería enfrentar la mirada inquisitiva de Chloe, haciéndole entender que cada cosa que hacía era completamente inadecuada, ya había tenido una prueba de aquello en la colonia, y no quería volver a enfrentarlo ahora que no contaba con su madre para levantarle el animo. En vez de ello, Marinette se sumió en los libros de cuentas de su padre, y se dio cuenta de que su familia tenía más dinero de lo que ella siempre había pensado, su papá y su administrador eran excelentes hombres de negocios, por lo que ella no dudó en escribirle al hombre para que le siguiera enviando reportes.
Al tercer día después de su encierro, una carta llegó desde Francia, Marinette se sorprendió al verla, ya que no conocía al remitente, ni siquiera se trataba de uno de los tantos familiares lejanos a los que había escrito con el fin de quedarse con ellos una temporada. Marinette leyó el nombre "Gabriel Agreste" con atención. Ella conocía al sujeto por las revistas de moda que su mamá solía traerle durante las pocas ocasiones en que visitaba el Cairo, él era un modisto muy conocido, y si su memoria no le fallaba, también era muy rico.
— Él dice que estaría encantado de recibirme en su casa a las afueras de París, también dice que escuchó acerca de mi situación y decidió ayudarme ya que fue cliente de mis padres cuando vivíamos en París — dijo la chica durante la cena mientras André Burgeois y su hija la miraban atentamente.
— Es una suerte, Marinette, una verdadera suerte — insistió el embajador.
— Oh, que suertuda, eso significa que podrás pasar tiempo con Adrien — dijo la muchacha.
— ¿Adrien?
— El hijo de Gabriel Agreste— le explicó Chloe — es muy guapo, y lo más importante, es rico, ha sido mi amigo por bastante tiempo — dijo la chica mientras que la emoción en su voz aumentaba cada vez más. Marinette frunció el seño, no estaba segura de querer conocer a aquel amigo de Chloe, probablemente era otro chico mimado más que se burlaría y la ridiculizaría como lo hacían los demás en la colonia y la hija del embajador.
—Papá— comenzó Chloe con una voz falsamente dulce —la pobre Marinette está muy sola, después de todas las desgracias que le han sucedido, necesita alguien que la acompañe en su viaje— opinó Chloe.
—No es necesario, yo puedo...—comenzó Marinette, de repente, ella sintió un golpe tan fuerte en su espinilla, que la hizo ver estrellas.
—Ese es un buen punto Chloe, puede que estés en lo cierto, puede que necesite alguien que vaya con ella. Tú y Sabrina son un par de chicas responsables, pero es un viaje muy largo, ¿estás segura de que no te molestaría ir?
—Claro que no, papi— dijo Chloe en aquel tono dulzón que tanto despreciaba.
Puede que a Chloe no le molestara, pero a Marinette la fastidiaba muchísimo. Ella y su amiga Sabrina eran la una para la otra. Sabrina parecía ser una chica dulce y callada, pero en realidad era una especie de perrito faldero, servil y extremadamente cruel cuando se encontraba con Chloe. La hija del embajador no se quedaba atrás, no sólo era desagradable, sino que estaba desarrollando un inusitado gusto por hacerla sufrir.
Después de aquella comida pasaron un par de semanas antes de que los preparativos de aquel viaje se llevarán a cabo. El día de su partida, Marinette dio una última mirada a Egipto, no podía decir que lo iba a extrañar, apenas si había conocido otra cosa que no fuera la colonia, pero sentía una extraña melancolía, pues sus queridos padres habían muerto allí, y no había forma de traerlos de vuelta.
Nuevamente, Marinette pensó en aquel soldado rubio. Él la había salvado y ella ni siquiera se tomó el trabajo de preguntar su nombre. La chica se sentó en la cubierta del barco en el que viajaba mientras ojeaba una a una las fotos de aquel álbum que logró rescatar en su antigua casa. Se entristeció al ver los rostros de sus padres desfilar una y otra vez. Sin embargo, se alegró al encontrar una imagen reciente de todo el pelotón de su padre. Todos los muchachos se veían sonrientes y elegantes en sus inmaculados vestidos de soldado. Marinette vio a todos sus amigos de póker y se preguntó cuales de ellos habrían sobrevivido a aquella terrible enfermedad. De repente, una expresión conocida hizo que se le encogiera el corazón, aquella pequeña imagen era el único recuerdo de aquel soldado rubio que le salvó la vida. Marinette despegó la imagen del libro con cuidado para no romperla, aquel era el único recuerdo que le quedaba de él.
— ¿Qué es esto? — preguntó Chloe mientras le quitaba la imagen de la mano — oh mira esto Sabrina. Marinette tenía un novio en la colonia ¿no es tierno?
— Devuélveme eso — dijo Marinette con más furia de lo que había planeado. La chica se levantó y prácticamente se lanzó contra ella. — he dicho que me la devuelvas — gritó.
— Que sensible eres — se quejó Chloe — no es más que una foto, y estos son unos don nadie.
— ¡Dámela!
— No — respondió Chloe mientras se acercaba cada vez más hacía un extremo del barco. Marinette sabía que ella era capaz de lanzarla por la borda, así que debía pensar rápido en una solución. A ella no se le ocurrió más que tomar el collar de perlas que colgaba de la garganta de Chloe y halarlo con fuerza. Al darse cuenta de esto, la chica tiró la fotografía al suelo y Marinette corrió a alcanzarla.
— Eres una imbécil — gritó Chloe mientras un sinfín de cuentas blancas rodaban por el piso — te prometo que esto no queda así Marinette Dupain — gritó la chica mientras que ella y Sabrina se arrodillaban en el piso a recoger una a una las perlas. Marinette corrió hacía su camarote y se encerró allí con sus álbumes de fotos hasta el día siguiente.
Chloe la miró desde el otro lado de la mesa de desayuno con una expresión cargada de resentimiento, por lo que Marinette decidió ignorarla y concentrarse en su tostada francesa.
— ¿Esa es la chica de la que me estabas hablando, Marie? — preguntó una de las pasajeras del barco en el que viajaban.
— La misma. Su padre era un panadero con suerte y su madre una descendiente de inmigrantes chinos — respondió la mujer — escuché que Gabriel Agreste se hará cargo de ella de ahora en adelante.
— ¿Gabriel Agreste? — preguntó la mujer casi escandalizada.
— Si
— Que horror, puede que sea muy rico, pero he escuchado que es un excéntrico, tiene una gigantesca mansión, la que apenas visita un par de veces al año, dicen que es tétrica, y nadie ha visto su hijo en años, sin mencionar de que hay gente desapareciendo en el pueblo cerca a donde vive — opinó la segunda mujer.
— Probablemente solo quiere su dinero, todos saben que puede que los Dupain no fueran la mejor familia, pero por lo menos ahorraron lo suficiente para dejar a esa niña a salvo. — intervino la primera.
— ¿A salvo? — preguntó la mujer escandalizada — ¿acaso crees que estará a salvo en la casa de un hombre que se rumorea que está demente y que tan solo quiere su dinero?
Marinette sintió nauseas al escuchar aquello. Ella se levantó y corrió a su camarote a toda velocidad, sin siquiera importarle si empujaba a un par de pasajeros desprevenidos. Marinette cerró la puerta y se recostó en ella mientras se deslizaba hacía el piso. No podía creer que sin quererlo se hubiera metido en la boca del lobo, estaba tan asustada que apenas podía respirar, ¿y si Gabriel Agreste realmente estaba demente como todos decían? ¿Qué haría?
Las tres chicas y su acompañante, una institutriz que iba a París tras terminar su trabajo para una familia de diplomáticos franceses, llegaron a la estación de trenes de París después de otro buen par de semanas viajando juntas.
— Muchas gracias por su compañía, señorita Bustier. Estoy segura de que las otras también hubieran querido venir a despedirse— dijo Marinette quien fue la única que se tomó el trabajo de despedirse de su improvisada niñera.
— ¡Marinette! — le gritó Chloe desde el carruaje — date prisa queremos salir de París antes de que anochezca — grito la hija del embajador. Marinette se mordió el labio como señal de frustración, simplemente no podía entender porque Chloe debía ser tan desagradable.
Marinette y la señorita Bustier se separaron después de intercambiar direcciones para enviarse correspondencia. Después, la chica se subió al carruaje y se preparó para la nueva vida que le esperaba a las afueras de París. Marinette repasó una a una las palabras de las mujeres del barco, lo que más le asustaba era todo aquello acerca de las desapariciones en el pueblo cerca a la mansión Agreste. La chica volteó en dirección a Chloe quien se hallaba completamente dormida. Marinette no podía entender cómo se mantenía tan tranquila al saber todo lo que se decía sobre Gabriel Agreste. Probablemente, a la chica no le importaba más que su apuesto hijo, un buen partido con dinero, que podía mantenerla y cumplir todos sus caprichos, pero a Marinette le espantaba la perspectiva de tener un nuevo tutor al que la gente considerara un loco de remate.
Conforme avanzaban, Marinette notaba que estaban dejando la ciudad. Ella sabía que Gabriel Agreste tenía su casa en el campo, pero nunca se imaginó que fuera una lugar en la mitad del bosque. Sin duda, aquello hacía más difícil la posibilidad de escapar si algo le desagradaba. En la ventana frente a ella no había más que arboles que pasaban el uno tras otro por el movimiento del carruaje, hasta que una luz roja intermitente apareció. Tan solo se mostró por una fracción de minuto, pero ella habría podido jurar que tenía una especie de forma, como si se tratara de una criatura voladora.
— Sabrina — murmuró la chica mientras la movía ligeramente para que se despertara.
— ¿Qué sucede? — preguntó Sabrina mientras se reacomodaba los anteojos.
— Creo que vi algo en la ventana — dijo Marinette. Sabrina miró a través del cristal y negó con la cabeza.
— No hay nada Marinette, creo que deberías dormir, estás comenzando a tener alucinaciones — opinó la chica.
— Tal vez — asintió Marinette.
— Espera — dijo Sabrina tomándola del brazo — creo que ya casi llegamos, conozco este camino.
— Chloe, despierta — exclamó Sabrina mientras sacudía a la hija del embajador. — ya vamos a llegar — dijo.
.
.
.
.
.
.
Adrien no se había encontrado tan nervioso desde hacía mucho tiempo. El chico reacomodó su corbata mientras se miraba frente al espejo, después, se alisó el cabello con la mano, y volvió a reacomodarse la corbata nuevamente. Estaba frenético, pues aquella noche llegaría la nueva protegida de su papá, así como su vieja amiga Chloe y su acompañante Sabrina. Adrien no había tenido el gusto de compartir tiempo con ninguna persona de su edad en bastante tiempo, mucho menos mujeres, y aquello lo tenía completamente aterrado.
Marinette Dupain era el nombre de la protegida de su padre. Él la recordaba claramente, era una niña bajita, hija del panadero que vivía al otro lado de la calle, cuando aún poseían su casa en París. Tom Dupain era muy amigo de Gabriel antes de que este perdiera a su esposa, y con ella su cordura. Adrien recibió una carta de su padre en la que le pedía que tratara a Marinette con gentileza, pues ella vendría a ser lo más parecido a una nueva hermana, y viviría en la mansión hasta que cumpliera la mayoría de edad o hasta que se casara.
La historia de su nueva "hermana" era algo trágica, había acabado de perder a sus padres, y a todos sus amigos en una epidemia de cólera que atacó la colonia en la que vivía. Adrien sonrió a su reflejo en el espejo, se había hecho la firme promesa de hacerle su estancia en la mansión lo más agradable posible. Marinette habría de sentirse completamente triste, así que él trataría por todos los medios de ser su amigo.
— Señor— dijo la voz de Natalie, la ama de llaves, al otro lado de la puerta — las señoritas acaban de llegar — dijo. Adrien estaba tan emocionado que sin quererlo, tiró un frasco de colonia al suelo, pero no intentó recogerlo, ya que llevaba semanas esperando aquel momento, quería darles la bienvenida.
Adrien corrió y prácticamente bajó las escaleras hacía el recibidor de dos en dos. No podía creer que tuviera invitados en aquella solitaria casa, alguien con quien hablar, y si tenía suerte, una persona con la que podría tener una relación tan estrecha como la que se tiene con una hermana.
— Las señoritas están aquí, señor — le anunció Natalie ceremoniosamente, mientras que Adrien no hallaba que hacer con sus manos, no sabía si debía cruzarse de brazos, o mantenerlas en la espalda, debía hallar una forma de verse interesante, y rápido.
— Hola a todas — dijo Adrien con un tono desafinado y bastante torpe. Él había perdido el impacto del primer momento, y se odiaba por eso.
— Quiero decir — se corrigió rápidamente — bienvenidas.
En ese preciso momento, Adrien entendió que él y Marinette no lograrían ser "hermanos", no había forma alguna de que pudiera considerarla como tal. Entre sus planes no estaba que Marinette sería de su misma edad, ni que tendría aquellos brillantes ojos azules y aquel porte encantador que le atrajo desde el primer instante.
— Adri- cho — exclamó Chloe antes de lanzarle los brazos al cuello.
—Hola Chloe, yo también estoy muy feliz de verte — dijo Adrien lo más amablemente que pudo a pesar que sentía que el abrazo de la chica le cortaba la respiración.
— Hola, Sabrina, es un gusto volver a verte — dijo el muchacho asintiendo en dirección a la amiga de Chloe.
— Supongo que tu debes ser Marinette Dupain, también es un gusto conocerte, mi nombre es Adrien Agreste — dijo. Adrien hubiera querido acercarse a ella y darle un amistoso abrazo, o siquiera la mano, pero le fue imposible hacerlo, ya que el agarre de Chloe le pareció más fuerte en cuanto él se dirigió a Marinette.
— Gracias por recibirme en tu casa, para mi también es un gusto conocerte — respondió la chica sin ninguna emoción. Adrien se entristeció en seguida, pues ella no parecía la mitad de contenta de lo que él se sentía. El muchacho trató de olvidarse de aquella decepción mientras le ofrecía caballerosamente su brazo a Chloe para que ella lo tomara.
— La cena será servida dentro de poco tiempo — anunció Adrien — lo mejor será que pasemos al comedor — dijo. Marinette se veía pálida, probablemente tan solo necesitaba comida y algo de descanso, pero le pareció que aquello solo era intensificado por el negro de su vestido de luto. En ese momento, Adrien entendió porque ella no se encontraba ni remotamente contenta, pues en menos de un par de meses había perdido a sus padres, sus amigos y su hogar, para pasar a vivir con un excéntrico y su hijo, quienes tan solo la recibían por caridad.
— Tu habitación está lista Marinette — le anunció Adrien dedicándole una sonrisa — yo mismo planee todo para que te sintieras cómoda — dijo el muchacho. Marinette le devolvió el gesto, por lo que él se sintió muy contento al lograr una manera de acercarse a ella.
— Gracias — respondió ella en un murmullo.
La cena dio inició. Normalmente, Adrien nunca usaba aquel gran comedor, pues él tomaba todas las comidas en su habitación, pero aquella noche el personal de la mansión dispuso todo para que diera la ilusión de ser un lugar maravilloso y acogedor. Chloe habló durante la mayoría de la velada, y ninguno trató de detenerla, hasta que Adrien vio la expresión desinteresada de Marinette mientras ella comía, era obvio que estaba aburrida.
— ¿Te gusta la cassoulette, Marinette? — le preguntó Adrien.
— Si, está deliciosa — respondió.
— Marinette — comenzó nuevamente Adrien mientras ella bajaba su tenedor y le dedicaba toda su atención — tu yo nos conocemos, puede que tu no me recuerdes, pero yo sí lo hago. Yo vivía al otro lado de la calle, frente a la panadería de tus padres — dijo el muchacho. De repente, un estallido de risitas lo interrumpió por lo que Adrien miró sorprendido a Sabrina y Chloe.
— Así que es cierto, lo de la panadería — dijo Chloe en medio de risas — Así que tu madre también es una inmigrante ¿no es verdad? — preguntó la chica a Marinette. Adrien no tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo.
— Sí, creo que su madre era descendiente china — dijo Adrien confundido por la escena que se daba a su alrededor mientras que Chloe y Sabrina solo reían con más y más fuerza.
— Sí, es muy gracioso, papá tuvo mucha suerte al llegar a ser un oficial tan importante. Considerando que ya tuvieron un buen rato burlándose de mi y de mis orígenes, creo que lo mejor será que me vaya a dormir —dijo Marinette fríamente mientras se levantaba de la mesa. Ella ni siquiera le dirigió la mirada a Adrien mientras salía de la habitación, y una cosa le quedó clara al muchacho: ella podía ser una mujer de hierro si deseaba serlo.
— ¿Por qué era necesario hacerle eso, Chloe? — preguntó Adrien completamente fastidiado.
— Ella tiene que recordar su lugar. Te sorprenderías al verlo altanera que puede llegar a ser— dijo Chloe quien lucía orgullosa de sí misma.
— Yo también me molestaría se te burlaras de mi como lo hiciste de ella — respondió Adrien.
A pesar de que Adrien hubiera querido correr tras ella, prefirió no hacerlo. Chloe era su única amiga, ella estaba muy lejos de ser perfecta, pero no podía darse el lujo de perder su único contacto con la humanidad. Adrien se odió a sí mismo, por ser tan débil, por no tener el valor suficiente para pararse frente a los demás y expresar lo que realmente sentía, estaba harto de complacer a todos siempre y fallar en lo a él realmente le interesaba.
Al día siguiente, Adrien salió se su habitación y se encontró con una escena bastante curiosa en la mitad del pasillo. Natalie se encontraba discutiendo con Marinette.
— Por favor, señorita, sea razonable. El señor Agreste dejó instrucciones específicas sobre el tema.
— Él está muy lejos de aquí, no tiene porque enterarse, además, son solo vestidos, a él no le importará. — pidió Marinette gentilmente.
— ¿Qué es lo que sucede? — preguntó Adrien mientras se acercaba a ellas.
— Ella quiere usar los vestidos negros, pero sabes muy bien lo que tu padre dijo sobre eso. Le pedí que se cambiara, pero no quiere hacerlo— le dijo Natalie completamente frustrada. Adrien recordó fuerte y claro lo que dijo Gabriel sobre el tema, él no quería a Marinette por ahí vestida de negro como si fuera una especie de espanto. "El solo hecho de estar en esta casa ya es lo suficientemente deprimente" dijo Gabriel en aquella oportunidad.
—Marinette, es como tú dijiste, solo son vestidos — dijo Adrien quien decidió tratar de razonar con ella, ya que intentar hacerlo con su padre era como razonar con la luna o el sol, completamente imposible.
— Si tan solo son vestidos, ¿Por qué no me dejan usar los que yo quiero? — pidió la chica.
— Lo del luto es una tonta tradición, puedes honrar la memoria de tus padres sin tener que hacer todas esas tonterías — dijo Adrien mientras la tomaba suavemente por los hombros.
— Puede que eso sea cierto, pero para mí es importante, para ellos también lo era, esto no le hace mal a nadie, por favor — pidió Marinette.
— Marinette, mi padre es quien hace las reglas en esta casa, si quieres vivir aquí, tendrás que obedecerle— dijo Adrien en un tono más severo de lo que hubiera querido. Él se dio cuenta de que aquello hirió a Marinette como un puño, ya que sus ojos se apagaron y se mordió el labio.
— Tienes razón, voy a ir a cambiarme, ya regreso — dijo Marinette. Adrien se sintió como el villano de las historias animadas del periódico. Honestamente, él tampoco entendía porque su padre tenía que controlar absolutamente todo, hasta la ropa que los demás utilizaban era todo un asunto para él, la forma en la que Marinette quisiera expresar su dolor era problema de ella, él no tenía derecho a decirle como hacerlo.
Marinette apareció en el desayunador instantes después con un vestido de organza rosa claro. Adrien quería morirse, pues si aquellas eran las únicas prendas que la chica tenía, estaba claro que dentro de un par de horas se encontraría al borde de una hipotermia. Podía ser que aquellos vestidos fueran apropiados para el calor del Sahara, pero era otoño, y la temperatura cada vez era más y más fría.
— Te sienta muy bien ese color — opinó Adrien sinceramente, quien no podía dejar de mirarla. Marinette no respondió, es más, fingió no escucharlo y siguió desayunando tranquilamente.
A pesar de semejante desplante, Marinette quiso acompañarlos cuando Adrien les propuso que dieran una vuelta por los jardines que rodeaban la propiedad. Adrien adoraba aquellos complejos entramados de huertos, en especial aquel que quedaba junto al bosque. Cuando era pequeño, su madre solía llevarlo allí todo el tiempo, cada vez que salían de París y visitaban aquella casa en la mitad de la nada, pero desde su desaparición, Gabriel decidió bloquear la entrada y prohibir a todos que se aceraran a la entrada del bosque.
Sin embargo, Marinette no conocía aquella regla, por lo que cuando la vio merodeando sola por allí, tuvo que separarse de Chloe y de Sabrina y detenerla.
— Esta prohibido— dijo Adrien mientras trotaba hacía ella — no puedes acercarte a ese jardín.
— Lo siento, no sabía que no era permitido entrar, me pareció ver una luz allí, una luz roja que brillaba desde el bosque ¿tu puedes verla? — preguntó Marinette intrigada. Adrien miró en la dirección que ella señaló pero no logró encontrar nada.
— No la veo, pero creo no es la primera vez que escucho de luces vistas en esta parte del jardín, para ser honesto, yo soy el único que las ha visto, pero estoy seguro de que eran verde intenso — dijo el muchacho.
— Yo vi una luz roja — insistió Marinette — también la vi mientras venía para acá — concluyó. Adrien la miró atentamente. Él también había visto las mismas luces de las que hablaba la chica pero le preocupaba que la miraran como a una loca, como le sucedía a él.
— No digas tonterías, la gente pensará que te volviste loca en el desierto, vámonos de aquí — dijo mientras la tomaba por el codo bruscamente.
— No estoy loca. Déjame, no me toques — prácticamente le gruñó Marinette mientras se libraba de su agarre. El delgado chal rosado con el que ella se cubría los hombros cayó al piso, por lo que Adrien se agachó para recogerlo mientras la veía correr por el sendero que daba hacía la casa.
Adrien no volvió a ver a Marinette hasta la hora del almuerzo. Ella trató de actuar como si nada hubiera sucedido, como si no hubiera perdido su chal, y no se estuviera muriendo de frio. Incluso, le respondió la conversación que él inició de una forma civilizada. Durante el inicio de la tarde, Chloe, Sabrina y Adrien se enfrascaron en un juego de cartas, mientras que Marinette leía en un rincón.
— Adri –cho ¿podrías indicarnos donde está la biblioteca? — preguntó Chloe con un falso tono dulzón — olvidé mi libro en casa, yo también quisiera leer algo.
— Si, claro— asintió Adrien — síganme.
Los tres caminaron por el pasillo, pero Chloe no lo siguió, en vez de eso las dos se colaron por la puerta de la habitación de Marinette sin permiso y en medio de risitas.
— ¿Qué están haciendo? — preguntó Adrien mientras que las seguía. Adrien se sintió palidecer al ver como Chloe abría de par en par uno de los baúles de viaje de Marinette mientras sostenía una jarra de agua que tomó de la mesa de noche. No había más que vestidos ligeros de colores claros como el que la chica llevaba puesto, y un par de libros de cuero. Él los examinó con atención desde donde se encontraba y se dio cuenta de que se trataba de álbumes con fotografías.
— Ni siquiera te atrevas Chloe Burgeois — dijo firmemente Adrien mientras que tomaba la muñeca con la que Chloe sostenía la jarra.
— Marinette es una pobre don nadie, con algo de suerte. Ella rompió uno de mis collares favoritos, solo por una insignificante fotografía, necesita recordar cuál es su lugar — dijo la chica mientras trataba de librarse de su agarre.
— Eso no es cierto, déjala tranquila. Si tan importante es para ti, yo te comprare un nuevo collar, pero no hagas eso — dijo Adrien.
— Eres demasiado sensible, no lograrás que nadie te respete con esa actitud — contestó Chloe mientras forcejeaba por soltarse.
— Dame esa jarra ahora mismo, Chloe — gritó Adrien mientras que forcejeaba con más fuerza. En medio de la lucha, Adrien logró quitarle la jarra de agua a la chica con tan mala suerte que su contenido cayó en el baúl. El muchacho se arrodilló y sacó uno de los dos libros rápidamente, pero no pudo alcanzar el otro ya que una voz lo alarmó.
— ¿Qué están haciendo aquí? — preguntó Marinette. Adrien se puso de pie al instante, mientras veía palidecer a la chica al tiempo que ella miraba su baúl inundado. Marinette se agachó y en cuestión de agonizantes segundos y sacó el álbum que aún permanecía flotando en el agua. Una foto cayó del libro, en otro tiempo debió ser una imagen de un grupo de soldados, pero estaba tan mojada y borrosa que apenas se podían distinguir las formas. Marinette la tomó, y le dedicó una mirada a Adrien de puro e inalterado dolor. Ella creía que él lo había hecho, después de todo, aún tenía la jarra vacía en la mano.
Marinette se cubrió la boca con las manos y empezó a sollozar. Después, salió de la habitación corriendo con el álbum en la mano, en tanto los oídos de Adrien eran taladrados por una serie de risitas.
— ¡Suficiente! — gritó Adrien por lo que Chloe y Sabrina dejaron de reírse — esta es mi casa, y no permitiré ningún acto de crueldad ni contra Marinette, ni en contra de nadie, por lo que si no están dispuestas a seguir esta regla lo mejor será que se marchen — dijo.
Adrien dejó la jarra vacía sobre la mesa y comenzó a correr por los pasillos de la mansión mientras trataba de encontrar a Marinette. Él no volvió a ver a Chloe y Sabrina por un largo rato, no se sentía de humor para hablar con ellas, por lo que se concentró en buscar a la chica a través de la casa y las caballerizas. Adrien comenzó a preocuparse al mirar su reloj y darse cuenta de que ya eran casi las cuatro y aún no había señales de ella, pero aquel sentimiento de desasosiego solo creció al ver que afuera llovía como nunca, si Marinette se encontraba en el jardín, podría llegar a sufrir una pulmonía.
Eran casi las cinco cuando Adrien decidió que sus nervios no lo soportarían más, por lo que salió de la casa armado tan solo con una sombrilla negra y el chal rosa de Marinette. No la encontró por las huertas, ni en la granja en la parte trasera. El único lugar que le quedaba por revisar era el bosque, al lado de la tapia que cubría el jardín prohibido de su padre. Adrien corrió hasta el sendero y se adentró un poco en el bosque. Él no se equivocaba, encontró a Marinette encogida, con la espalda recostada en un árbol. Ella se veía como una especie de hada, completamente húmeda, con la tela de su vestido rosa pegada a su cuerpo mientras sostenía su álbum contra su pecho y tiritaba por el frio.
— Marinette — la llamó Adrien. Ella se percató de su presencia, pero ni siquiera se molestó en voltear en su dirección. Adrien avanzó y se sentó junto a ella mientras la envolvía en el chal rosa que le había traído.
— Estás congelada, te vas a resfriar— dijo Adrien .
— ¿Por qué tuviste que hacerme eso? Yo no te he hecho nada — preguntó Marinette mientras se encogía aún más.
— Yo no lo hice, quería detener a Chloe, y perdí el control de la jarra , fue un accidente, esa es la verdad — murmuró Adrien completamente contrariado — te juro que todo lo que ha pasado desde que llegaste ha sido un malentendido, la conversación en la cena de ayer, solo estaba preguntando por tus padres, no tenía mala intención…
— Todos se burlan de mi por eso — dijo Marinette.
— No lo sabía — respondió Adrien — lo de los vestidos no lo hice porque quisiera. Tu no conoces a papá, él es completamente irrazonable, él está acostumbrado a que siempre se haga su voluntad, no tengo el valor para contrariarlo. Yo también he visto las luces, pero sería mejor que no se lo mencionaras a nadie, siempre que yo lo hago me tratan como si estuviera loco o quisiera atención. — concluyó el muchacho.
— Quiero ser tu amigo, Marinette, siempre lo quise, pero todo salió al revés, lo lamento tanto — de disculpó Adrien. Marinette levantó la mirada y lo observó en silencio con sus brillantes ojos azules. Estaba aún más hermosa de lo que la había visto aquella mañana.
— ¿Podrías perdonarme? — preguntó Adrien.
— Si— Respondió ella con la voz queda.
— ¿Porqué esa foto era tan importante? — preguntó Adrien quien se sentía realmente curioso.
— Ellos eran mis amigos, jugábamos cartas todas las tardes, a uno de los soldados lo conocí poco antes de que la epidemia comenzara, era algo grosero y huraño, pero me salvó la vida, me advirtió lo que podría pasar, nunca supe su nombre, solo tenía aquella foto para recordarlo. — explicó Marinette. Adrien sintió una pesada piedra en el fondo del estomago. Su padre siempre solía decir que era demasiado sensible, que no llegaría lejos en la vida si no se endurecía un poco, él pensaba que debía estar en lo correcto, pero ahora tenía a Marinette a su lado y podía ver cuanto se parecían.
— No sabes cuanto lo lamento — dijo Adrien completamente apenado.
— No tienes que hacerlo— respondió Marinette mientras se encogía de hombros.
— Vamos a la casa, no quiero que te enfermes — le dijo Adrien. Marinette se puso de pie mientras que él se quitaba su abrigo y se lo ponía sobre el chal, él cual se encontraba completamente empapado.
— Gracias — dijo Marinette nuevamente. Adrien se sintió bien caminando junto a ella. Él deseaba enmendar el asunto de la fotografía y buscaría una manera de hacerlo. Mientras tanto, tendría que aprender a vivir con su nueva invitada a la que se suponía debía tratar como una hermana, con sus ojos azules y su aire encantador, esperando a que algún día llegaran a ser verdaderos amigos.
Hola a todos, este el primer capitulo de un AU que había anunciado ayer. No les voy a mentir, lo acabé en un día. Hoy no tuve que ir a clases de noche y acabé lo que había empezado ayer. Yo siempre me demoro bastante con los capítulos cuando es un fic nuevo, a veces duro meses preparándolos y adelantando la historia. Pero estaba tan obsesionada con esta idea que tenía que sacarla de mi cabeza y rápido.
Hace poco leí "El jardín secreto" de Frances Hodgson Burnett, me encantó ese libro, desde hace tiempo me había llamado la atención la historia, desde que vi la adaptación de los 90's pero hace como un mes fui a la biblioteca y encontré el libro, alguien lo había dejado para devolver, así que lo leí, de ahí viene esta historia, espero que les guste, nos leemos en la próxima, adiós
