Hola a todos. Ya algunos me conocerán, soy Clover Kagamine y les vengo a compartir un fanfic de FMA, que amo ese anime *w* no esperen mucho, todavía me falta para ser buena autora XD.

Será un RoyxEd pero no explícito, quizá después pero ahorita no porque es la primera vez que escribo un fanfic de estos.

En fin, les dejo el primer capítulo y espero les guste (Yo creo que serán tres capítulos).

FullMetal Alchemist no me pertenece.

Capítulo I: Enfermo.

La lluvia no cesaba en central, y el pobre de Ed estaba empapado por completo. Lo que más le preocupaba era que en las posadas no había lugar para él y su hermano, así que los dos estaban vagando sin rumbo fijo.

-¡Hermano! Tenemos que buscar un lugar para quedarnos, si no te enfermarás.

-No me pasará nada Al, el que me preocupa eres tú, no quiero que te vayas a oxidar.

Al suspiró, en lugar de que Ed se preocupara por su salud, él se preocupaba por su hermano menor.

-Ese no es problema hermano, en todo caso que me oxide podemos separar el oxígeno del metal con alquimia y listo.

Ed no dijo nada y siguieron caminando sin pronunciar palabra alguna. El cabello del rubio escurría algo de agua y en ocasiones estornudaba.

-Hermano, podemos pedirle al coronel quedarnos en las oficinas de Central aunque sea, mañana seguro estarás resfriado.

-No le pienso pedir nada a ese bastado, Al.

-¡Pero hermano!

-¡Pero nada! Ese coronel idiota no pierde oportunidad alguna para fastidiarme, ya lo estoy viendo: "¿Qué pasó acero? ¿Cómo le hiciste para no ahogarte con esta lluvia?".

Al se cansó y cargó a Ed como si fuera un costal, el chico comenzó a hacer sus típicos berrinches exigiéndole a Al que lo soltara, cosa que la armadura no hizo y caminaba en dirección al cuartel.

Cuando ambos hermanos entraron, Al soltó a Ed y él comenzó a reclamarle a su hermano, los gritos llegaron hasta los oídos de una joven mujer rubia la cual fue a la entrada a inspeccionar la razón de tanto escándalo.

-¿Edward? ¿Al?

-Buenas tardes, teniente.

Saludó amablemente Al.

-Hola teniente. Ya nos íbamos.

Dijo Ed usando su típico tono desinteresado.

-¿A dónde piensan ir? Ed, estás mojado. ¿Por qué no han ido a su posada?

-Es a lo que venimos teniente. No encontramos un lugar para quedarnos, entonces venimos a pedirle de favor al coronel, que aunque sea no deje pasar aquí la noche. Mi hermano se está enfermando, hemos estado en la lluvia desde hace un rato.

Explicó Al preocupado por la salud de su hermano, el cual sólo miraba hacia otro lado para después estornudar y dejar que su nariz soltara un poco de líquido transparente. Riza le pasó un pañuelo al joven Elric.

-Lo siento Al, eso no creo que sea posible, pero buscaré una solución para esto. No los dejaré que se queden en la lluvia, además que para mañana u hoy en la madrugada Ed estará resfriado.

-Muchas gracias, teniente.

Riza asintió, pero no supo qué hacer, tenía que encontrar un lugar para que los hermanos pasaran la noche. Ella podría ofrecerles su casa, pero era muy pequeña, y casi no tenía muebles, Ed no tendría un lugar para dormir.

La rubia se puso a pensar y vio al coronel caminando por el pasillo. Entonces se le ocurrió una idea.

-Ed, Al, esperen aquí.

Los hermanos asintieron y Riza fue detrás del coronel.

-¡Coronel!

-¿Qué sucede teniente?

Preguntó un hombre apuesto con cabello azabache mientras volteaba a ver a su subordinada.

-Quiero pedirle un favor.

-Dígame.

-Los hermanos Elric no encontraron una posada para quedarse y la lluvia los agarró desprevenidos. Ed se está enfermando, y necesitan un lugar para pasar la noche.

-¿Por qué no manda a Acero al hospital?

-¿Cree que lo van a internar por un resfriado?

-O… a la casa de Havoc… o de Gracia… o la suya…

Roy parecía muy cortante y buscaba una excusa para no llevar a los Elric a su casa, sobre todo al alquimista de acero.

-La casa de Havoc y la mía son pequeñas, y la señora Hughes está visitando a su madre junto con su hija.

-P-pero…

-¡Pero nada coronel! Edward se está enfermando y no pienso dejarlo en medio de la lluvia para que le dé una pulmonía o algo peor.

-No pienso dejarlos ir a mi casa.

Dijo el coronel directamente mientras miraba a otro lado de manera orgullosa y soberbia, entonces sintió el arma de Riza en su cabeza.

-No le estoy preguntando.

-… Ash… está bien…

Suspiró Mustang.

-Su turno termina en media hora, mientras mandaré a Ed a darse un baño y tomar algo caliente. Y si usted se va sin ellos yo me encargaré personalmente.

Dijo Riza de una manera que asustó al coronel. Esta iba en serio. La rubia parecía una madre que le encargaba sus hijos a una persona y si ellos recibían algún tipo de daño o no eran atendidos, a esa persona le iría muy mal.

-Ok, ok…

Mustang se dio la media vuelta y se fue. Riza regresó con los hermanos Elric.

-Ed, Al, ustedes se quedarán en la casa del coronel y…

- ¡¿QUÉ?! ¡NO ME PIENSO QUEDAR EN LA CASA DE ESE BASTARDO!

Interrumpió Edward.

-Pues lo harán. Estás enfermándote y no puedes quedarte en la calle.

-¡Prefiero la calle que la casa de ese coronel idiota!

-¡Silencio, Edward! ¡Te comportas como un niño malcriado! ¡Harás lo que digo y punto! Ahora vete a dar un baño.

Ed no dijo nada pero su cara era de una gran molestia, sin embargo, ya no dijo nada e hizo lo que Riza le ordenó. Tomó un baño y su hermano lo estaba esperando afuera de las regaderas.

-Hermano, la teniente me prestó ropa para que la usaras. Dijo que espera que te quede.

-Claro, Al, gracias…. ¡Achú!

-Salud, hermano. Ya estás resfriado. Después de que te vistas compraremos algo de café para que recuperes el calor más rápido.

-Ok.

Ed salió de la regadera y lo primero que vio fue a su hermano con la ropa que le prestaron, al joven rubio le salió una venita en la frente.

-No usaré eso.

-¡Está haciendo frío, hermano! ¡Sigue lloviendo y tú estás de berrinchudo! ¡Te vas a enfermar más!

-¡No estoy enfermo, Al! ¡Achú!

-Desde que llegamos no has parado de estornudar. Así que ponte esta ropa. ¿O piensas salir así, desnudo?

Ed se sentía entre la espada y la pared, así que tomó la ropa y se la puso a regañadientes.

-No sé de qué te quejas hermano. Ese uniforme de la milicia te sienta bien.

-Ya cállate. Esto es horrible, empezando por el color.

Ed se puso el uniforme más chico que Riza encontró de la milicia, y aún así, le quedaba un poco grande a Edward, el alquimista ató su cabello en una cola de caballo y salió con Al de las regaderas, luego fueron a comprar un café y regresaron a la entrada. El coronel los estaba esperando.

-Tardaste mucho, Elric.

-¿Ya nos podemos ir? ¡Achú!

-En serio que eres un descuidado, ya te enfermaste.

-¡QUE NO ESTOY ENFERMO! ¡Achú!

-Ya vámonos, acero.

Roy sacó una sombrilla y caminó junto con Ed hacia su auto, Al los seguía tres pasos más atrás.

Ed se subió al asiento del copiloto y Al al de atrás. Roy comenzó a conducir. El tráfico estaba pesado. Mientras, Ed tomaba su café.

-Por cierto, el uniforme de la milicia te queda Acero, pero necesitas una talla más pequeña.

-¡¿A QUIÉN LE DICES QUE ES UN ENANO TAN PEQUEÑO QUE CON UNA GOTA DE LLUVIA SE AHOGARÍA?!

Después de gritar, Ed comenzó a toser.

-Hermano, no grites, te rasparás la garganta.

Intervino la armadura.

Ed ya no dijo nada y Roy tampoco. Al llegar a la casa del azabache, éste sacó otra vez su sombrilla y ayudó a Ed a bajar del coche para llevarlo a la entrada con la sombrilla. Al, igual que la vez anterior, los seguía desde atrás.

Cuando los tres estuvieron adentro, Ed se sorprendió de lo que lo rodeaba. La casa era tan elegante. El piso y las paredes eran de madera, los muebles eran de terciopelo rojo, había una pequeña librería con muchos libros de alquimia, una alfombra color bronce, una pequeña chimenea, y del techo color rojo colgaba un pequeño candil dorado.

-Veo que por ser coronel le pagan bien.

Comentó Ed.

-Mi trabajo me ha costado. Supongo que debo invitarlos a comer. Prepararé algo de sopa y carne.

Respondió el coronel.

-¿Quiere que lo ayudemos?

Preguntó Al.

-Esto… bueno… si pueden…

La voz de Roy dudaba, ¿Qué pasaba?

-¿Qué te ocurre bastardo?

-Cállate acero. Al, ¿Me puedes ayudar?

-Claro.

-¿Y yo?

-Estás enfermo acero, no quiero que tosas o estornudes sobre mi comida y me contagies.

Dijo Roy conduciendo a Al a la cocina. La cara de Ed mostraba mucha ira.

-Será bastardo…

Ed se encontraba leyendo un libro de alquimia sentando en el sofá, cuando a los 15 minutos escuchó una pequeña explosión. Se guió por el ruido que se escuchó y los regaños del coronel y encontró la cocina.

Era un desastre, había arroz tirado en todo el piso.

-¿Qué pasó aquí?

-Lo siento, coronel.

Se disculpaba Al.

-¡¿Cómo pudo pasar esto?! ¡Te dije que lo tenía bajo control!

-¡No le hable así a mi hermano y dígame qué pasó!

Dijo Ed llamando la atención del coronel.

-Nada, acero. Se quemó el arroz, fue todo.

-Con razón el olor. Abra la ventana coronel.

-¡Y-ya lo sé!

¿Por qué Roy se ponía nervioso al hablar sobre cocina?

Ed se lavó las manos y comenzó a preparar un poco más de arroz que había en la mesa. Cuando Roy llegó, vio a Ed poniendo el arroz en agua caliente y a Al cocinado dos trozos de carne.

-¿Qué hacen?

-¿No es obvio, bastardo? Preparar la cena.

-Lo tenía bajo control. Además, casi está la sopa.

Ed sintió curiosidad y se acercó a la olla que tenía la sopa calentándose. Tomó una cuchara y la probó. Su cara se puso roja, luego morada y corrió al fregadero a escupir lo que tenía en la boca.

-¿Qué te pasa, acero?

-¡¿Usted llama sopa a esto?! ¡Sabe horrible!

-Eres un exagerado.

Roy le arrebató la cuchara de la mano a Ed y probó la sopa por sí mismo. Al igual que el rubio, terminó escupiendo todo en el fregadero.

-¿Decía?

-No sabía tan mal, acero.

-Pues yo no me comeré eso.

-Hermano, coronel, ya está la carne.

Roy miró el sartén y vio dos porciones de carne. Las sirvió junto con el arroz que preparó Ed y la sopa la tuvieron que tirar a la basura, porque desde el principio, Roy no había ni siquiera sazonado el jitomate.

En la cena, Ed se levantó varias veces para irse a limpiar la nariz. Al final de la comida, Roy se levantó de su silla y desapareció. Mientras, Al y Ed se sentaron en el sillón a leer. Pero Ed ya no entendía lo que leía, estaba muy cansado.

-Hermano, ya duérmete.

-No, Al… casi termino…

Una muda de ropa cayó en el regazo de Ed, él miró hacia arriba y vio a Mustang frente a él.

-Es la ropa más pequeña que encontré. A ver si te queda, cuando quieras súbete a dormir. Tu cuarto es el primero a la derecha allá arriba. Al, si lo deseas, puedes quedarte a leer.

Roy chasqueó los dedos y apareció un poco de fuego en la chimenea.

-Le agradecemos su hospitalidad, coronel.

Dijo Al. Roy mantuvo su mirada inexpresiva y se fue.

A los pocos minutos, Ed también se fue a dormir. Se puso el pijama azul que le prestó Roy, y le quedaba un poco más grande que el uniforme de la milicia, pero era mejor que usar esa ropa horrible según Ed.

Ed se durmió casi de inmediato, hasta que en la madrugada se despertó porque sintió algo pasando por su cuerpo. Era pequeño y liviano. Él se levantó y pudo ver enfrente suyo un gato con rayas negras. ¡Un momento! ¡Él conocía a ese gato! ¡Era el gato que iba a cuidar Mustang si perdía el duelo que tuvo con Ed hacía unos meses!

Roy se despertó del susto cuando la puerta de su cuarto fue casi derrumbada por un pie de metal.

-¡Mustang!

-¡¿QUÉ NO SABES RESPETAR EL SUEÑO DE LOS DEMÁS, ACERO?!

-¡¿Qué significa esto?!

Ed puso el gato frente a la cara de Mustang, el coronel palideció.

-Eso es un gato…

-¡Ya sé lo que es! ¡¿Pero por qué lo tienes aquí!?

-E… él viene luego a mi casa, es todo.

-¡Una cosa es que venga a tu casa y otra que entre a ella!

-Sólo es un gato, ¡¿Para eso me despertaste?!

-Dime una cosa: ¿Es el gato que ibas a cuidar si perdías la pelea de hace unos meses?

Roy se quedó callado. Ed se sentó en la cama y el gato se acurrucó en sus piernas.

-¿Por qué crees que es el mismo gato? ¿Qué le hicieron Al y tú al gato que yo podría cuidar?

-Lo dejamos en la calle. No podíamos cuidarlo. Le hice una especie de carriola con metal y lo dejamos ahí… me remordió mucho la conciencia pero no había de otra.

-Entonces… es el mismo gato.

-¿Por qué dices eso?

-Porque este gato, lo encontré en una carriola de metal ese mismo día que peleamos, estaba lloviendo y hacía frío. El pobre se hacía bolita pero no podía protegerse. Hubiera sido muy inhumano dejarlo botado así que lo traje.

Ed miró al gato que dormitaba en sus piernas mientras ronroneaba. La tranquila atmósfera se desvaneció cuando Ed estornudó un par de veces más.

-Vete a dormir, Edward. Sigue lloviendo allá afuera y puedes empeorar.

Ed no dijo nada, y sólo salió dejando al gato en la cama de Roy. Estando en su cama, vino a su mente la siguiente pregunta: ¿Me llamó por mi nombre?