Este es un simple one-shot que quiero presentarles, producto de haber leído los números de Red Hood and The Outlaws, donde hallé interesante algunas cosas.

Entonces, en un momento de pequeña iluminación, me dije: "Jason tiene la misma actitud por momentos que Percy, así como rasgos físicos. Y además sale Artemisa (aunque es una amazona)". Con eso en mente, puse en marcha la siguiente historia autoconclusiva, donde ustedes decidirán si les parece buena o no.

Tengan en cuenta que no soy dueño de ningún personaje.


Esta es mi actual historia. La que estoy viviendo luego de haber tenido una esplendorosa y dinámica vida como Red Hood en Gotham City. Mi nombre era Jason Todd. Antiguo compañero de Batman. Resucitado por la Liga de las Sombras con motivos que al día de hoy no comprendo.

Cierto, quizá debería estar feliz por haber sido regresado a la vida, pero desde mi punto de vista, tuve un crudo despertar…lo que se resume a que le arranqué un pedazo de cuello a un ninja mientras el Demonio estaba de pie mirándome. Así que no tendrías que haberse sorprendido si decidí hacerlos sufrir por ello.

Maté, secuestré, amenacé, volví al ruedo con mis "hermanos" para luego volver a por mi cuenta con un grupo de personas que básicamente no eran las mejores en el aspecto social. Yendo a misiones que nos matarían, o que nosotros lo haríamos…en fin, no fue un gran cambio a lo que ya estaba acostumbrado.

Todo iba bien. Bueno, hasta que recibí un disparo en el corazón luego de apartar a Artemisa de la mira de Deathstroke, pudiendo observar antes de morir cómo Bizarro quebraba su cuello al bastardo.

…Me hubiese gustado volver a decirle a Roja que sus ojos eran muy verdes.

-o-o-o-o-o-o-

Bien, como decía, morí. Por segunda vez. Y no hubo Fosa de Lázaro para revivirme. Solo un vacío oscuro y tres ancianas que tejían maníacamente mientras sonreían con sus dientes flojos. Sabía perfectamente quienes eran, después de ver extraterrestres, demonios, y dioses, uno se acostumbra. Por lo que cuando me ofrecieron una nueva vida, donde arrancaría de cero y tendría que abandonar mi faceta de antihéroe por una heroica, acepté.

Volví a nacer, conservé mis recuerdos, entrené mis habilidades e incluso me enteré de quien era mi padre sin preguntarle a mi madre. Robé, torturé y amenacé a varios maleantes en mis tiempos libres. Básicamente era como volver a ser el niño maravilla pero sin el disfraz, y todo para ayudar a mi madre, Sally, a quien por ningún motivo dejé que se acercase al bufón obeso y calvo de Ugliano, que solo era un vago.

Descubrí que mi padre era Poseidón, y que yo tenía los poderes de Aquaman, lo que me hizo quejarme una semana entera…nadie en la baticueva quería ser Aquaman! Ni siquiera el idiota de Dick!

Eso llevó a que luego un sujeto con patas de cabra y un anciano en silla de ruedas me siguiesen a todos lados cuando estuve en la Academia Yancy, donde la profesora de álgebra un día decidió intentar comerme en un museo con exposiciones de la Antigua Grecia…claramente utilicé cada habilidad nata que poseía más las armas del lugar para acabar con ella. Solo para descubrir que mi profesor de latín venía a toda velocidad para darme un bolígrafo-espada que nunca devolví ya que intentó hacerme quedar como un loco, suficiente tuve de ello luego de que Ra's al Ghul me trajese a la vida la primera vez.

Fui a un campamento en verano por recomendación de mi ausente padre, donde en el camino mi madre fue secuestrada por un Minotauro y no un payaso como antes. El sujeto con patas de cabra, sátiro según él, y el profesor de latín, un centauro cuyo nombre es Quirón, me presentaron a Dionisio.

…No se parecía en nada a como Artemisa me había explicado que eran.

Me acusaron de robar un rayo de Zeus y me obligaron a ir a buscarlo para devolverlo y evitar una guerra. Fui con Grover, la cabra, y Annabeth, una muchacha con el mismo IQ que Babs. Tomé prestada el arma de un tuerto y me armé hasta los dientes con cuchillos, espadas cortas, peto y espinilleras. Todo era de bronce, pero luego me encargué de pintarlo de negro.

Luché contra el Dios de la Guerra, el cual tampoco se parecía al que Diana relataba cuando la Liga se reunía, y devolví el dichoso rayo junto a un yelmo de Hades. También corroboré que mis sospechas de posibles traidores no eran infundadas y logré que ninguno quedase en el Campamento, haciendo que mis futuros objetivos tuviesen que escapar para luego darles caza.

En mi segundo año trabajando como héroe semidiós, me encontré con una simpática versión de Bizarro, excepto que tenía un solo ojo y no tenía un color azulado. Maté a unos Lestrigones, viajé en un taxi que se partió en dos junto a Babs, así fue como apodé a Annabeth, y llegamos al campamento donde un tal Tántalo quiso faltarme el respeto.

Hicieron falta diez personas para sostenerme y no matarlo delante de todos…obviamente luego de haber noqueado quince que se atrevieron a mantenerme a raya antes.

Descubrí que el Triángulo de las Bermudas escondía el Mar de los Monstruos y allí mismo estaba el Vellocino de Oro, custodiado por Polifemo, un cíclope gigante que odia descomunalmente a Odiseo. Hallamos a Circe en el camino también, y obviamente luego de hacer mi tarea de detective y recordar las historias que Diana y Artemisa me contaron, dejamos rápidamente su isla.

Ese año, tras terminar aquella misión, el pino que cuidaba el Campamento liberó a una muchacha que resultó ser una hija de Zeus con el mismo carácter que Helena y lo gótico de Rachel.

-o-o-o-o-o-o-

Ahora estamos aquí, como dije antes, fui Jason "Jay" Todd. Ahora soy Perseo "Percy" Jackson, y estoy siendo apuntado junto a Babs, Helena, Grover y dos niños más por un montón de flechas plateados cuyas dueñas eran puras niñas exploradoras vestidas de gris.

Estoy tranquilo mentalmente y con ganas de matar a alguien…la pistola que está guardada en su funda bajo mi chaqueta pide a gritos que la saque a bailar, pero como aún no me atacan, y no quiero dirigirme a un suicidio si mi suposición es cierta…entonces usaré mi espada y cuchillos.

-Está bien. Cómo quieren lidiar con esto? Todas a la vez…o desean que les patee el trasero una por turno? – en un tono serio pregunté, sin inmutarme por el peligro.

He peleado en distintos lugares como un mero humano cuando aún vivía de antihéroe, así que un puñado de bebés con armas no son algo de mi preocupación.

Están a punto de atacarnos, solo para detenerse al sonido de una voz que me paralizó por completo por primera vez en mi nueva vida.

-Deténganse, son solo unos campistas de Quirón-

No puede ser.

Tiene que ser una maldita broma.

Por favor, que esas viejas brujas me estén haciendo un chiste.

Miro lentamente por encima de mi hombro izquierdo, viendo una cabeza pelirroja de cabello ondulado y largo, haciéndome reaccionar de la única forma que conozco con mi temperamento.

Arrojo mis armas al suelo y pateo la nieve bajo mis pies.

-Oh, vamos! No es justo! Cómo es que eres una diosa y yo sigo estancado como un ayudante repuesto! –

Pueden llamarme todo lo loco que quieran, pero no me pueden negar la vista que tengo delante ahora. Ya no era la misma mujer alta y musculosa que solía sostenerme del cuello de la chaqueta con el fin de burlarse junto a Bizarro. Era una niña con ojos color plata y un arco, no como el de Ra, pero uno bastante atractivo para un experto como yo.

-Muchacho! Cuida tu lengua o…! – empezó a hablar la teniente de la caza.

-Si, si, si…ya me conozco el diálogo! Ya lo viví antes con las amazonas! Así que ahórratelo! – grité sin pensar.

Antes de que pudiese golpearla en la cara por el intento de avance que quiso realizar, fui arrojado al suelo por un borrón rojo y lloroso.

-Estás vivo! Estás vivo! – Artemisa exclamó, sintiendo que algo en mi cabeza me decía que esta posición la habíamos tenido minutos antes de morir.

-Ya son dos veces que me las debes, amazona…diosa…Ahhh! Ya ni sé lo que eres! – me quejo, tratando de pararme, solo para quedarme con la boca abierta cuando adoptó una forma adulta y volvió a sostenerme por el cuello de la chaqueta.

-Estás intentando coquetear conmigo? Porque si es así, te golpearé en la cara- amenazó como lo había hecho hace mucho tiempo atrás.

-…Hubiese preferido volver a encontrarme con el Mocoso Demonio…-

-o-o-o-o-o-o-

He visto muchas cosas, pero una tienda de campaña con todo su interior hecho con un color plateado era demasiado. Al menos en la Baticueva el lugar variaba del negro característico…

-Creo que estoy ciego- dije, tratando de hallar algo que sea de distinta tonalidad.

-Seguirás quejándote, hombrecito? – preguntó la diosa.

-Hombrecito? Hace tiempo que no oía ese apodo…- respondí, tomando asiento en la cama que tenía y procediendo a desenfundar mis armas sobre ella, haciendo caso omiso a la teniente que quería hacer dos agujeros en mi cabeza con su imaginaria visión de calor.

-Ja…- comenzó a decir.

-Perseo, o Percy…cómo más te guste Roja-

-Perseo. Lindo nombre, al menos no te pusieron el de un violador- sonriendo burlonamente, comenta.

Escucho atentamente el tono que utiliza, así como las miradas rápidas que le da a la muchacha que quiere matarme, lo que me hace unir cabos rápidamente.

-Me estás jodiendo, no? Incluso aquí, ese idiota causa problemas? Debe de ser un denominador común su actitud…Necesitas ayuda para agujerearlo? – interrogo, indicando al arma de fuego.

Suelta una risa alegre, una que no escuchaba hace tiempo. Por un instante, su figura adoptó el traje que lucía como amazona, junto a su gigantesca hacha detrás.

Una solitaria lágrima empieza a descender por su mejilla, teniendo que pararme rápidamente y ayudarla a que se siente dónde estaba previamente. Arrodillándome mientras sostenía sus manos, las cuales no tenían tantas cicatrices o callos como las recordaba.

Tampoco era aquella mujer imponente que podía patearme el trasero ante cualquier broma que dijese o idease junto a Bizarro. Estaba rota, y eso me hace sentir por dentro. Ya que presiento que es en su mayor parte, mi culpa.

-Vamos, Roja. Tú no eres así. Deja de llorar, ahora tienes una buena vida y eres tu propia jefa! – intenté animarla, como si estuviese hablando con una pequeña.

-No lo entiendes…moriste para salvarme…moriste por segunda vez…- triste, pronunció Artemisa.

-Al menos no fue tan doloroso como la primera…- respondí, sonriendo y guiñándole un ojo.

-Tú y tus chistes de doble sentido. No has cambiado en nada- replicó, riéndose un poco.

-Vivo para hacerte feliz! – bromeé.

Sus brazos se enredaron por detrás de mi cuello, juntando nuestras frentes y cerrando los ojos. Sintiendo como poco a poco nos íbamos acercando, hasta que un carraspeo nos detuvo y separó.

-Mi señora, no creo que debería dejarse eng…- empezó a hablar la teniente, solo para callarse cuando la antigua amazona dijo con voz que podía ser igual a la de Bruce cuando me advertía.

-Sal ahora mismo de mi tienda, Zoe. Necesito estar a solas con Perseo-

Ni siquiera trató de quejarse la muchacha, solo acató la orden y huyó despavorida.

-Wow…ahora di "Soy Batman" con ese mismo tono- ansioso le pedí, recibiendo una llave al cuello.

-Es en serio, no tendrías que haber hecho lo que hiciste. Nosotros nunca más volvimos a ser los que fuimos…- aflojando su agarre, me terminó soltando, volviendo a retomar el abrazo anterior.

-Lo siento- puedo llegar a decir únicamente, imaginándome todo el dolor que pude haber causado.

-Bizarro nos cargó hasta la Baticueva, donde tu padre y hermanos estaban reunidos, sin esperarse que una mala noticia caería sobre sus cabezas- susurró la ojiplateada.

-Cómo lo tomaron? –

-Tim, Damian, Cassandra, Stephanie, Barbara, Kate y Helena estaban completamente sorprendidos. Alfred, él…su corazón casi no lo soporta. Dick no quiso separase de tu cuerpo. Y Bruce, tu padre, lloró. Lloró delante de todos nosotros, pidiéndote perdón- contesta ella.

No sé en que momento empecé a sollozar, pero sus pulgares estaban recorriendo mis pómulos, espantando las lágrimas por las noticias. Ellos habían sufrido por mi causa, e incluso Bruce había sentido mi pérdida.

Pero…

-Y tú? – logro decir.

-Solo volví a Themyscira. No pude soportarlo. Cada noche veía como me apartabas de la línea de fuego y tu vida se desvanecía en mis brazos- confesó.

-Perdón. Te pido perdón, Roja. Perdón por quitarte la oportunidad de ver el mundo- me disculpo con ella, a sabiendas del deseo que tenía.

-o-o-o-o-o-o-

Un sujeto con ojos azules y sonrisa idiota en su cara nos miró apenas salimos de la tienda, y por un breve instante sentí que ese tipo iba a ser un grandioso dolor de cabeza, por lo que lentamente me crucé de brazos en mi pecho, tanteando mi pistola.

-Por qué presiento que se parece a alguien que conozco? – susurro lo suficientemente fuerte como para que Artemisa me escuche.

-Es porque es alguien que conoces, Perseo- oigo su respuesta, viendo como poco a poco el ojiazul se acerca a mí.

-Por favor, que sea Roy. Por favor, que sea Roy! – empecé a implorar para diversión de Roja.

-Percy! –

Oh, vamos! Ni siquiera aquí puedo descansar en paz!? Podría haber sido incluso la reencarnación de Killer Croc, pero no. Tenía que ser mi maldito y molesto hermano!

Estoy empezando a arrepentirme de haber aceptado este trabajo…

-Aléjate de mí! No quiero abrazos! No! NO! AHHH! – empecé a chillar como un niño, reaccionando de la misma forma que antes.

-Estás vivo! Mi hermano está vivo! Ahora seremos de nuevo una gran familia! – efusivamente comenzó a decir.

-Roja, quítamelo! Eres una diosa, has algo! Me lo debes! –

-No lo creo. Tienes alguna idea de lo denso que es? Realmente eres una bendición de los dioses- se mofó ella.

-Hermanita! Ven tú también! Ahora estaremos todos juntos! Incluso apruebo lo de ustedes! – gritó el dios del sol.

Este gilipollas tiene alguna idea de lo que está diciendo? Es peor que cuando estaba de novia con Donna y lo andaba diciendo a cualquier alma que se le cruzase. Parece que realmente desea verme muerto.

-Eres un idiota, estamos en medio de un montón de mujeres que tienen un juramento peor que las amazonas y tú me das tu bendición!? Roja, di algo! –

-Apolo, lleva a mis cazadoras al Campamento Mestizo. No hables con ellas, no coquetees con ellas y no bromees con ellas. Tengo que ir a una misión de búsqueda, nos vemos luego Perseo- dijo la pelirroja, retirándose al bosque.

-No te vayas! Vuelve aquí! Pensé que me extrañabas! No me dejes con él! Al menos llévame contigo, seré de ayuda! –

-o-o-o-o-o-o-

No puedo evitarlo. Es hilarante la situación actual. Y lo peor de todo es que no me pueden ver con claridad gracias a mi nuevo accesorio.

-Alguien me puede decir de dónde sacó el casco? – preguntó Artemisa, mirándome directamente.

-Apolo se lo dio…básicamente se lo puso y se escapó luego- Zoe, la cazadora que anteriormente quería matarme, respondió.

-Y las dos pistolas atadas a sus piernas? – nuevamente interrogó Roja.

-También, junto a más cuchillas y dos espadas que según Percy, no quiere usar aún- respondió Thalia…o Helena, como yo le llamo.

-Ugh….son las All Blades, no es así? No deberías usar esas cosas, Perseo. Te lastimarán…- preocupada, dijo la diosa de la luna.

-Qué es eso? Acaso escucho preocupación por parte de la princesa? – me burlo, llevando mis manos a mi corazón.

-No me llames así! – se quejó, intentando soltar las riendas de su carroza para golpearme.

-Pero no eres la hija del Rey de los Dioses? Eso te hace directamente una princesa. Así que no puedes golpearme por decir la verdad- señalé, alzando los hombros para quitarle seriedad.

-Eres insoportable. Y luego te quejas de Apolo…- replicó rápidamente, aparcando la carroza en el Olimpo, justo en su templo.

De todos los lugares que he conocido en mis vidas, debo admitir que este templo es el más hermoso. Tanta naturaleza y paz que solo me provoca echarme al suelo y dormir durante largas horas sin preocupación alguna.

Me quité un guante de las manos, para poder sentir el césped que crecía bajo mis pies, la humedad de la tierra y el aire que rozaba mis dedos. Una presión se asentó en mi hombro, despabilándome y trayéndome de vuelta a la realidad.

-Te encuentras bien, hombrecito? – con el ceño fruncido, cuestionó Artemisa.

-Sí…es solo qu ese siente bien estar de este lado del suelo- respondo, tomando su mano en la mía mientras hago caso omiso a los gruñidos de las cazadoras.

-A qué te refieres con eso, muchacho- Zoe interrogó.

-Fui enterrado vivo y casi no lo logro-

Mi respuesta detuvo a todos los que me acompañaron en la misión de rescate, siendo el único ruido los pasos que Roja y yo realizábamos juntos en dirección a la Sala del Concejo.

Las inmensas puertas doradas se abrieron con nuestra presencia, deleitándonos con la visión de once personas de gran tamaño, observándonos diligentemente. Pero claro, todo eso no podía durar eternamente ya que un maldito gilipollas pensó que era buena idea saltar desde su trono y asfixiarme con un abrazo.

-Lo lograste, pajarito! Salvaste a mi hermanita! Wow…ni siquiera te has quitado el casco desde que te lo di! – se explayó efusivamente Apolo.

-Roja! Ayuda! –

-Ni lo pienses. Así que suéltame- respondió ella, solo para ver como su mano era firmemente atrapada por una enguantada.

-Ni lo creas! O me ayudas, o te llevo conmigo! –

El forcejeo entre los tres llamó la atención de todos los presentes, siendo el único método de detenernos cuando Zeus arrojó su rayo al centro de la sala.

-SUFICIENTE! CADA UNO A SU LUGAR! – vociferó el Rey de los Dioses.

-Hijo, quítate ese casco por favor- Poseidón imploró.

-Es necesario? – cuestioné, sintiéndome reticente a hacerlo, como si tuviese que esconder mi identidad cuando es innecesario.

-Hazlo o yo misma me encargaré de hacerlo, Perseo! – Artemisa gritó desde su trono.

-Acaso es una de esas extrañas formas tuyas de coqueteo que posees? Porque la verdad es que estoy tentado a aceptar-

-Te quitaré el casco con Amante- me advirtió llanamente.

Oí un chillido de Afrodita, alegando algo sobre amor y demás basura. Miré fijamente a Artemisa, tratando de hallar alguna mentira en sus palabras, pero sus ojos plateados demostraban que si no acataba su orden, ella me patearía el trasero de veinte maneras diferentes.

Quito el cerrojo de seguridad de mi casco, dejándome sentir el aire contra mi cara, revelando mi rostro desde el día en que volví a encontrarme con ella. Sonríe por alguna razón que no entiendo, pero su sonrisa me tranquiliza y hace feliz. El idiota también sonríe, pero él solo me provoca ganas de golpearlo por ponerme en peligro al insinuar estupideces.

-Por qué sonríen? – pregunté, ganándome la curiosidad infantil que nunca perdí.

-Recuperaste tu mechón blanco- responden los dos a la vez.

-En serio? Grandioso, ahora me siento más completo…-

Utilicé el reflejo del casco para ver mi cabello, demostrando que decían la verdad y que mi mechón canoso estaba de regreso en el mismo lugar que antes.

-Un momento. Desde cuándo se conocen ustedes tres? – Afrodita preguntó, interrumpiendo a Zeus.

Miré a Artemisa. Ella miró a Apolo. Y el idiota intentó hacerlo conmigo, pero solo desvié la mirada hacia el techo mientras sonreía satisfecho por joderle una vez más su vida.

-Los tres somos reencarnaciones permitidas por los Sinos. Perseo era mi hermano y Artemisa era su pareja- respondió el dios del sol, explicándose de tal manera que cualquiera podría malinterpretarlo.

-HIJO DE P…! –

Realmente hubiese preferido reencontrarme con el Mocoso Demonio…


Bueno, terminó.

Fue corta, simple, rápida. Tratando de llevar a cabo los aspectos principales de los personajes reencarnados en un mundo donde son héroes o dioses, casi el mismo de dónde venían.

Quería que fuese divertida, algo que se leyese para matar el tiempo, algo para divertir aunque tuviese sus momentos de dramatismo que se eliminaban con un chiste.

Qué les pareció? Buena? Mala? Pasable?

Dejen sus comentarios para saber por favor.

Adiós!