Mi estómago se revuelve y siento la bilis subir por mi garganta. Trato de correr al baño, pero sé que es imposible llegar, así que me dirijo al fregadero y vomito violentamente sobre este.
—¡Cristo bendito! — exclama Esme mientras me observa devolver el almuerzo.
Cuando termino, abro el grifo, tomo un poco agua y enjuago mi boca para alejar el desagradable sabor.
—Estoy bien— digo para tranquilizarla.
—No lo estas— dice. Se acerca y me frota la espalda un par de veces.
— De verdad que estoy bien— vuelo a repetir.
—Estas tan blanca como una hoja de papel, cielo— dice mientras se acerca y me ayuda a quitar unos cuantos mechones sueltos de mi moño — .¡Oh, por Dios! —Exclama nuevamente a mis espaldas—. ¡Estas embarazada!
Mi cuerpo se tensa por lo que acaba de decir.
No, no estoy embarazada y no creo que lo esté durante un largo tiempo.
Estoy girando para quedar frente a Esme y explicarle que no hay ningún bebé creciendo dentro de mí. Entonces un gruñido se escucha por la cocina.
— ¿Qué? — Edward gruñe desde la puerta de la cocina.
—Creo que acabo de arruinar la sorpresa— murmura Esme mientras se gira lentamente para quedar frente a su hijo.
—No... — mi estómago se aprieta y amenaza con devolver de nuevo el estómago—. No lo estoy— logro decir. Aprieto con fuerza el borde del fregadero para evitar las arcadas que están viniendo.
—¿No lo estás?— pregunta Edward con la misma voz tensa de hace rato.
—No— mi voz sale gruesa cuando respondo. Me giro lentamente para yo también quedar frente a ellos.
Edward me escanea de pies a cabeza, deteniendo su mirada brevemente en mi vientre.
En ese momento Esme carraspea y llama nuestra atención para aligerar un poco en ambiente tenso que se ha formado.
—Llamare a Jacob para que venga al rancho a revisarte—dice la madre de Edward..
—Gracias— le digo y sonrio lo mejor que puedo. Esme me sonríe, asiente y sale de la cocina.
Los ojos de Edward se encuentran con los míos por un par de segundos. Y sé en ese instante que el quere hablar sobre lo que acaba de suceder. Pero lo cierto es que no me siento con los ánimos y con las fuerzas necesarias para lidiar con lo que acaba de suceder. Así que, opto por bajar la mirada al suelo y salir de la cocina.
—Tenemos que hablar— dice Edward levantando una mano para impedirme el paso.
—Ahora no— digo mirando todavía al suelo.
—...Tú.
—Por favor, Edward—digo levantando la mirada solo un poco. Su mirada se encuentra con la mía y su gesto se suaviza al ver el aspecto poco saludable que tengo.
—Bien— dice bajando la mano, permitiéndome marchar.
