Su cuerpo estaba tenso y su rostro se mostraba malhumorado; las ideas se acumulaban en su cabeza, intentando encontrar una solución sin éxito.
Gabriel tenía en brazos a un bebé de cuatro meses que continuaba llorando a pesar de sus intentos por hacerlo reír.
O al menos hacerlo callar, estaba temiendo que su hijo se asfixiara si continuaba llorando del modo del que lo estaba haciendo.
—Vamos Adrien —Exclamó con tono cansado mientras continuaba meciendo al pequeño justo como su esposa lo hacía —Estas limpio, ya te di tu biberón y no necesitas eructar otra vez... ¿O sí?
Con cierto fastidio acomodó con todo el cariño del mundo a Adrien en su pecho, dando un par de golpes cariñosos pero firmes en su espalda. El bebé cayó sus sollozos un momento antes de volver a llorar.
—Bueno, no es eso.
En la sala principal estaban esparcidos una buena cantidad de juguetes con los que intentó sin éxito hacerlo reír, había hecho efectos especiales con su boca para que un avión de juguete fuera más impresionante para su hijo.
Le había dado una voz aguda a un peluche de gato y había tarareado una melodia de piano mientras simulaba tocar las teclas del instrumento en su pequeño brazo.
Pero Adrien volvía a llorar a pesar de que sus acciones parecían llamar su atención.
Tampoco necesitaba dormir, Adrien había despertado hace una hora de su siesta, antes de que su hermosa esposa se lo dejara a su cuidado.
En ese momento los encontró en el vestíbulo, cuando se dirigía al patio para estirar las piernas y despejar un poco su mente de todo el trabajo que agradecía tener en su vida.
—¿Qué pasa cariño? —Cuestionó a su esposa que le daba algunas indicaciones a Natalie sobre el cuidado del pequeño.
—Nada corazón, necesito salir a comprar unas cosas y no quisiera sacar al niño, hay pronóstico de lluvia.
—Yo me encargaré de todo señora Agreste —Aclaró la joven de mechas rojas.
Fue entonces que Gabriel, tras meditarlo unos segundos interrumpió la conversación.
—Yo me encargo del niño —Ambas féminas voltearon a verlo con cara de asombro.
—¿Estás seguro amor? —Cuestionó su esposa, plenamente consciente de que Gabriel no sabía en lo que se metía.
—Por supuesto, Natalie está muy ocupada y yo necesito despejarme un poco. ¿Qué mejor que hacerlo con mi hijo?
—Bien, si estás seguro...
Y realmente había estado seguro, aunque ahora no sabía qué hacer para mantener el control.
—¿Qué es lo que quieres de mí pequeño?
—¿Has intentado sonreír? Eres demasiado serio para tu propio bien —La voz de su esposa lo sacó de su trance.
—¿Sonreír? ¿En serio?
—Sí cariño, haces temblar a tus distribuidores. Ahora piensa como se siente el pequeño Adrien viéndote con esa cara de amargado.
—No soy un amargado —Afirmó Gabriel mientras el niño lloraba.
—No —Aceptó ella al tiempo que se acercaba y daba un toque a la nariz de su esposo —Pero lo pareces.
El diseñador hizo una mueca extraña que hizo reír a su esposa; aquel sonido tan peculiar llamó la atención de Adrien que empezó a balbucear, dejando el llanto a un lado.
La mujer tomó al niño entre sus brazos, tan risueña como siempre.
—Vamos Gabriel, una sonrisa. Sabes lo mucho que me gusta verte sonreír.
Se repegó a él, para que Adrien logrará ver a sus padres frente suyo. Sus ojos verdes viajaron del rostro de su madre hasta Gabriel. Riendo feliz al verlos a ambos, sonriendo para él.
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