La lluvia cae estrepitosamente contra la tierra, chocando en el capó del vehículo parado en mitad de la calle; el único en todo el callejón, de color rojo brillante y luciendo ruedas de diseño que en días así solo estorbaban.

En el interior, Eddward mira al exterior de forma indiferente, sintiendo el contacto del varón mayor en su muslo izquierdo; recorriéndolo, palpándolo y hasta pellizcándolo a medida que sonreía con satisfacción, apoyando su barbilla en la palma, la palma en el codo, y el codo en el asiento del copiloto [el de él]. Pero pronto se le borra, al notar que el joven no le presta ningún tipo de atención.

-¿Te pasa algo?-pregunta, sujetándole gran parte de carne en el aire [del muslo] para torturarle; él solo se retuerce un poco-Creía que-

-Bah-lo interrumpe, zafándose de su extraño agarre para cruzarse de brazos y bufar hacia el ventanal empapado, casi frunciendo el ceño con enfado.

Él vuelve a sonreír, esta vez más maníaco.

-Déjame continuar, cascarrabias, o poco vas a saber de esto…

De su bolsillo extrae el envase de plástico—fino, como una bolsita cualquiera—repleto de polvo de hadas, obteniendo entonces la atenta mirada del chico, que reflejó el temor de no conseguirlo.

-Dijiste que-

-Déjame continuar.

Resignado se dejó hacer, notando las enormes manos hacerle cosquillas en los costados mientras los ojos le viajaban a una velocidad desorbitada, encontrándose—de un momento a otro; de repente—la figura sombría de Eddy ver lo que ocurría dentro del automóvil, acallando la baja risa que le entraba siempre que se encontraba en una situación así.

El ambiente quedó lleno de silencio, incluso cuando el hermano (después de varios minutos inquieto y observando) del hombre que lo manoseaba—y uno de sus mejores amigos—se fue vacilante hacia lo que supuso era la casa de ambos; apretando los puños con ira que seguro iba a probar muy pronto…

Mierda

Después de eso, sabía que ya nada sería lo mismo… Y, de hecho, nunca lo fue.