QUERIDA NEE-CHAN
Naruto pertenece a Masashi Kishimoto, y por eso hace con él lo que le da la gana.
Ep. 1: Encuentros
Era verano. Konoha disfrutaba de una temperatura bastante soportable, gracias a los numerosos árboles que limpiaban el aire y proporcionaban sombra, nada parecido a lo que estarían aguantando sus aliados de Suna. Adultos y niños paseaban por las calles disfrutando de las vacaciones, algo que los ninjas desgraciadamente no tenían. Al contrario que los civiles, ellos siempre estaban recibiendo misiones que debían ser cumplidas.
Sí, todos los días había shinobis y kunoichis que salían de la aldea, pero precisamente ese día lo importante no era quién salía, sino quién entraba. A unos pocos metros de las enormes puertas, se hallaba parada en medio del camino una joven mujer, de largo cabello pelirrojo recogido en dos grandes coletas, y claros ojos verdes. A pesar de mantener la frente en alto y la espalda erguida, el gesto de preocupación de su bello rostro denotaba que no se sentía ni remotamente tan segura como fingía estarlo.
Después de observar por un rato la entrada, decidió avanzar con paso firme y recorrer esos últimos metros que la separaban de Konoha. Atravesó las puertas y se dirigió al puesto de guardia sin temor a ser reconocida, puesto que hacía ocho años que no pisaba el suelo de esa aldea, aunque aquella vez nada más fuese por un día.
- Buenas tardes – dijo, y sonrió interiormente cuando los dos shinobis se quedaron mirándola embobados – Me llamo Kana y tengo una cita con la Godaime. ¿Pueden mostrarme dónde es?
Ambos chuunin señalaron en dirección a la torre, sin despegar la vista de ella mientras se alejaba por la calle.
- Oye, ¿has visto esa belleza? – dijo uno.
- Claro que la he visto, como para no verla – contestó el otro.
- Es nuestro primer día de guardia, pero si todos los días van a pasar por aquí mujeres como ella… - sacudió la cabeza el primero – Espero que Izumo y Kotetsu estén mucho tiempo ocupados con el trabajo que les encargó la Godaime.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La identificada como Kana se dirigió lentamente a la oficina, intentando controlar el violento ritmo de su corazón. No se sentía nada a gusto en una villa oculta que no era la suya (aunque técnicamente sí lo era), pero en fin, ya había pasado tiempo más que suficiente, y aún tenía una cosa que resolver allí. Y esta vez, nada ni nadie le impediría cumplir con sus objetivos.
Andaba tan distraída que no se percató de una enorme bola de carne rodando hacia ella, saliendo velozmente de un callejón. Antes de tener tiempo para reaccionar, su propio cuerpo se movió solo, apartándose a un lado y quedando tirada en el suelo. Miró a su alrededor para saber qué demonios estaba pasando, y vio una sombra negra que se deslizaba por el suelo hasta llegar a los pies de un raro shinobi, que la observaba con una mueca de cansancio.
- Lo siento mucho, ¿estás bien? – habló alguien a sus espaldas, y cuando se giró fue para descubrir que la enorme bola de carne era otro shinobi – Perdóname, pero es que te atravesaste en el camino justo a la mitad de mi jutsu.
- Ya te dije que debías mejorar esa técnica, Chouji – apareció una tercera persona, una hermosa kunoichi rubia – Cuando giras ya no ves adónde vas. Suerte que Shikamaru pudo apartarla a tiempo con su sombra.
- Ya deja de montar tanto alboroto, Ino – dijo el chico con pinta de cansado – No seas tan problemática cuando no ha pasado nada. Además, no es más que Naruto.
- ¿Qué, Naruto? – se sorprendió Chouji, tendiéndole una mano a la mujer, que aún seguía pasmada en el suelo – Ah, pues es verdad, no te había reconocido. ¿Le has cambiado el color de cabello a tu Sexy no jutsu?
Kana, que había aceptado su mano para levantarse, palideció repentinamente al escuchar ese nombre. Y antes de que ninguno pudiera decir nada más, la mujer literalmente desapareció ante sus ojos.
- Maldita sea – respiró agitadamente, apareciendo en un tejado tras una chimenea – No llevo ni una hora aquí, y ya empiezan los problemas. Esos ninjas me confundieron con Naruto, ¿será que le conocen? Pero qué tonta soy, claro que sí – se llevó una mano a la frente, cerrando los ojos – Demonios, me asusté demasiado, no tendría que haber usado el Shunshin no jutsu. Pero de todas formas, será mejor que lo emplee para ir hasta donde la Godaime y evite encontrarme con más personas.
Pero mientras estaba en el tejado, pensando en qué hacer, otro grupo de ninjas la vio por casualidad.
- ¿No es Naruto ese de ahí? - dijo un muchacho con mucha ropa.
- ¿Na-naruto-kun? - preguntó una chica de ojos blancos.
- Sí, creo que sí - su respuesta vino acompañada de un ladrido - ¿Qué estará haciendo, escondiéndose tras una chimenea con el Sexy no jutsu?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
En cuanto Kana llegó a la torre, se coló en el interior del edificio por una ventana que alguien descuidadamente había dejado abierta, procurando que nadie la percibiera. Caminó despacio y en silencio por los pasillos, buscando algo en concreto. No tuvo que dar muchos pasos para llegar hasta la oficina de la Godaime y golpear educadamente la puerta.
- Sí, pase - se oyó desde el interior, de modo que la mujer entró.
- Buenas tardes - saludó - Disculpe el retraso, pero tuve un par de obstáculos durante el camino.
Tsunade no contestó, pero miró a la joven pelirroja un tanto extrañada, y ni siguiera se bebió el sake que había estado a punto de llevarse a los labios. Y es que... no tenía ni idea de quién era, pero le resultaba levemente familiar. Se parecía muchísimo al Sexy no jutsu de Naruto, pero su chakra era diferente.
- Disculpe, ¿nos conocemos? - inquirió con el ceño fruncido.
- Sí, aunque no me sorprende que no sepa quién soy - sonrió Kana, comprensiva - Me llamo Kana Namikaze, le escribí una carta hace un par de meses solicitando...
- ¡Kana! - gritó de repente la rubia, levantándose de su asiento - ¿En verdad eres tú? ¡Cielo santo, niña, no es de extrañar que no te reconociera! Por un momento pensé que eras Nar... bueno, no importa, déjame verte bien.
La sannin se dirigió hasta ella, observándola de arriba abajo, y dándose cuenta de lo mucho que había crecido. Ya no era ninguna chiquilla.
- Perdona mi torpeza - sí, increíblemente Tsunade se estaba disculpando - Es que ya no sabía seguro si vendrías. Como te di permiso hace ya tanto tiempo... esperaba que vinieras hace casi un mes - volvió a su mesa, y la joven se sentó frente a ella.
- Lo sé, me disculpo por ello - dijo Kana apesadumbrada - Pero me costó muchísimo conseguir el permiso de mi abuelo. Ese viejo gruñón y quisquilloso todavía piensa que soy una niña, poco faltó para que me encerrase en casa. Pero no iba a desaprovechar la oportunidad de venir, ahora que Danzou está muerto.
- ¿En qué rango estás?
- Lo sabe de sobra, Godaime. Nunca seré más que una chuunin - la voz de Kana se tiñó de pesar.
- No me parece justo, para nada. Tus habilidades podrían competir con las de cualquier tokubetsu - la chica iba a replicar, pero Tsunade la cortó - Sí, ya lo sé, y tienes razón. Mantenerte como chuunin es el disfraz perfecto, puedes usar la mayoría de tus técnicas sin que llamen demasiado la atención sobre ti, cosa que sería demasiado reconocida en un ninja de grado superior.
Un silencio pesado llenó la oficina por un momento.
- Es mejor permanecer a salvo en las sombras que tener miedo a la luz del día.
- Él también es chuunin, ahora que ya ha cumplido 17 años. Supongo que querrás verle.
Kana asintió, con sus ojos verdes brillando al mismo tiempo de alegría y de temor.
- Sí, para eso he venido. ¿Dónde está mi hermano?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Caía la noche cuando un shinobi rubio y de ojos azules cruzó las puertas de Konoha. Venía cansado por su reciente misión (cumplida satisfactoriamente), que le había tenido enseñando las bases del ninjutsu a un niño rico durante todo el día, pero ni se le pasó por la cabeza dirigirse a casa. Necesitaba algo que le subiera el ánimo, y solamente había un lugar perfecto para ello. El olor del ramen no tardó en llegar a su nariz.
- ¡Naruto! - dijo una alegre voz - ¡Sabía que vendrías aquí en cuanto regresaras!
- ¡Sakura-chan! - sonrió Naruto al ver una cabeza rosa asomándose desde el Ichiraku - ¿Me estabas esperando?
- Por supuesto - dijo mientras su amigo se sentaba a su lado - Necesitaba saber cuanto antes cómo fue nuestra apuesta. ¿Lograste enseñarle algo a ese niñato engreído?
- Ay Sakura-chan, la verdad es que... - suspiró aparentemente deprimido - creo que Tsunade-baachan que transmitió algo más que sus conocimientos médicos, porque... ¡SÍ, LO HICE, GANÉ LA APUESTA POR TODO LO ALTO! - gritó, recuperando su buen humor habitual.
- Maldita sea... - masculló la pelirosa - De acuerdo, ya deja de montar escándalo. ¿Qué fue lo que hiciste?
- Fue extremadamente duro - el rubio se hizo la víctima - Ese crío esperaba poder hacer un Rasengan una hora después de empezar. Cuando vio que no podía, al menos se le bajaron un poco los humos... Al final del día logré que entendiera al menos lo suficiente como para realizar un henge externo, y logró convertir una pelota en una sandía. Espero que nadie en su casa intente comérsela, o le reventará en las narices.
Los dos compañeros estuvieron un rato en silencio, mientras esperaban a que les trajeran su pedido de ramen. Justo antes de que se los sirvieran, llegó Sai y se unió a ellos, por lo que el dueño fue enseguida a preparar una tercera ración.
- Por lo que veo, perdiste la apuesta, fea - dijo con su típica sonrisa falsa, viendo las caras respetivamente alegre y fastidiada de sus amigos - Entonces supongo que vuestra próxima cita volverá a implicar ramen. Eres una novia desafortunada, fea.
- Cierra la boca, Sai - dijo la Haruno muy educadamente, sorbiendo sus fideos.
- Por cierto, me encontré con Hinata-san. Me pidió que te saludara de su parte, Naruto-kun - dijo el moreno, preparándose también para comer - Dijo que le habría gustado saludarte ella misma, pero no sabía si estabas entrenando y no quiso interrumpirte.
- ¿Interrumpirme? - preguntó Naruto, tomando ya su tercer cuenco - ¿Entrenando cuándo?
- Pues hoy por la tarde, me dijo que te vio practicando el Sexy no jutsu en un tejado. Y también el gordo me pidió que le disculparas por casi haberte atropellado.
- No sé de qué hablas, Sai - dijo el rubio extrañado - Apenas hace unos minutos que he vuelto de una estúpida misión. Yo... ¡no he estado en la aldea en todo el día!
