ENCANTAMIENTO
Estoy segura de que Masashi Kishimoto se aprovecha de que Naruto le pertenece para volvernos a todos locos...
Ep. 1: Los visitantes
Una tranquila tarde de otoño, lejos del mundanal ruido, un hada y un duende reposaban en un esplendoroso bosque, cada uno tumbado sobre una rama diferente del mismo árbol. Disfrutaban del susurro del viento, la caricia del sol y el murmullo del río que había a pocos metros de allí.
- Oye, Hi (día) – le habló el duende a su compañera, tras un rato de silencio.
- Dime, Yoru (noche) – respondió ella, abriendo un ojo para mirarle.
- ¿No te aburres alguna vez de que nadie venga por este bosque?
- En absoluto, se está mejor así. Los humanos difícilmente saben disfrutar de la naturaleza sin dañarla.
Yoru pareció meditar la respuesta del hada.
- Sí, tienes razón, pero a veces me canso de no hacer nada.
- Claro, como no eres tú el que debe hacer brotar las flores en primavera… - se rió Hi de él.
- Oye, no te hagas la lista – se picó el duende – Te recuerdo que fue hace apenas dos semanas que tuve que teñir todas las hojas de los árboles yo solito.
- Es lo justo – le sonrió traviesamente la niña.
- Como sea. El caso es que, desde que corrió la voz hace un par de siglos de que el bosque estaba embrujado, no vienen humanos por aquí. Añoro la época en que venían y jugábamos con ellos.
- Quieres decir… ¿cuando espantábamos sus caballos, les robábamos los sombreros, hacíamos que las hachas perdieran su filo… esa clase de cosas?
- ¡Sí, exactamente! Las echo de menos. A veces pienso que se nos fue un poco la mano asustando a la gente.
- Ay, Yoru – el hada flotó a su lado y le revolvió el cabello con una mano – Espero que nunca pierdas ese carácter tan infantil que tienes.
- ¡Eh, no te las des de mayor! – protestó el niño duende – Solamente porque sea ochenta míseros años más pequeño que tú…
- ¡Silencio, calla! – dijo Hi repentinamente, poniéndole una mano en la boca – Escucha, ¿no oyes eso?
Yoru aguzó el oído, y le llegó el sonido de gente que iba por el bosque.
- ¡Son humanos, son humanos! – rió alegremente, cogiendo a su amiga por las manos y bailando con ella sobre la rama - ¡Qué bien, Hi! Vamos a divertirnos con ellos.
El hada se contagió con el ánimo de su amiguito, y ambos flotaron al encuentro de los humanos. No hacían mucho ruido, lo cual era extraño, de hecho eran bastante silenciosos y además rápidos. Pero hubo algo en ellos que no les gustó nada…
- ¿Pero qué…? – masculló Hi, visiblemente ofendida - ¡Están saltando sobre los árboles sin ningún cuidado! ¿Cómo se atreven?
- Oye, Kakashi – habló una de las mujeres del grupo – Ya está anocheciendo, creo que deberíamos acampar.
- Todavía podemos continuar un poco más, Anko.
- Kakashi, yo estoy de acuerdo con ella – dijo Hana Inuzuka – Si fuéramos pocos sería otra cosa, pero considerando nuestro número…
- De acuerdo, tal vez sea lo mejor – todos se detuvieron y bajaron al suelo – Yamato, haznos un refugio con tu jutsu de madera para que pasemos la noche. Ebisu, inspecciona el bosque por si tiene caza menor de la que podamos alimentarnos. Shizune, ve a reponer las raciones de agua. Yo buscaré hojas y madera seca para encender fuego. Los demás (Gai, Yugao, Ibiki y Suzume) quedaos aquí y montad guardia.
- ¿Le has oído? – farfulló Yoru apenado - ¡Ese tipo piensa quemar mis bellas hojas, en las que puse tanto esfuerzo y dedicación!
- Ya, tranquilo, no te preocupes – Hi le acarició la cabeza consolándole – Todavía quedarán muchas para…
Un ruido les sobresaltó, y corrieron a esconderse en la copa de un árbol. Cuando se les pasó un poco el susto, asomaron la cabeza, justo a tiempo para ver cómo una casa crecía en medio de su apreciado bosque.
- ¿Pero cómo se atreve ese tipo a construir aquí, así por las buenas? ¡Qué falta de respeto!
- Oye Hi, se me han pasado las ganas de jugar. Démosles una lección – pidió Yoru, apenas conteniendo las lágrimas a base de furia.
- Yoru, no podemos hacer eso – a pesar de lo ofendida que se sentía, el hada seguía siendo más responsable que el duende – Todos los humanos son así, lo sabes. Además no lo hacen con mala intención, supongo… Simplemente toman del bosque lo que necesitan.
- En la última aldea que pasamos, nos advirtieron que este bosque estaba embrujado – se oyó decir a una de las mujeres.
- Yugao, no me digas que a tu edad todavía crees en esas cosas – la increpó Suzume - ¿No crees que ya estás un poco mayorcita?
- La edad no importa, ¡eso es una muestra de que todavía arde en ti la llama de la juventud! – la defendió Gai con pose de tío guay.
- El único peligro en este bosque somos nosotros – habló Ibiki quedamente, haciéndoles estremecer un poco a todos – Lo demás son habladurías sin sentido para atemorizar a la gente. Resulta bastante estúpido pensar que haya algo remotamente embrujado por aquí.
Bueno, sobra decir que esa conversación no les sentó nada bien ni al hada ni al duende, que intercambiaron una mirada cómplice y desaparecieron juntos de allí, volviendo al árbol en el que estaban al principio.
- He cambiado de opinión, Yoru – dijo ella, resuelta a hacer algo – Se merecen un escarmiento.
- Estoy de acuerdo contigo. ¿Tienes algún plan?
- Pues… el caso es que sí – un brillo travieso relució en sus ojos – Una cosa que dijo la mujer ésa de gafas y cabello rizado (Suzume), me dio una idea. ¿Qué te parece si…?
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Al día siguiente, nuestros queridos ninjas se despertaron tras una noche de sueño reparador. En cuanto se levantaron, cada uno en su propia habitación (pudiendo Yamato hacer una casa a su antojo, no había necesidad de escatimar), notaron inmediatamente que había algo raro allí.
- ¿Por qué está tan cerca el suelo? – Kakashi.
- Qué suerte, hoy no he tenido ninguna pesadilla - Anko.
- ¿Por qué siento mi cuerpo tan rígido? – Yamato.
- ¿Qué pasó con los que estaban de guardia, que no nos despertaron? – Hana Inuzuka.
- No me siento las marcas del cráneo… ¿Me dormí otra vez con el pañuelo puesto? – Ibiki.
- ¿Cómo se ha dado tanto de sí mi ropa? – Suzume.
- Hoy siento la llama de la juventud inusualmente fuerte – Gai.
- ¿Quién me ha trenzado el cabello mientras dormía? – Yugao Uzuki.
- ¿Por qué me duelen las muelas? – Ebisu.
- ¿Me ha crecido TANTO el cabello durante la noche? – Shizune.
Todavía medio dormidos, los diez ninjas fueron a la puerta de sus respectivas habitaciones para despertar a sus compañeros. Habían dormido demasiadas horas, y tendrían que recuperarlas a lo largo de la jornada. Pero en cuanto las puertas se abrieron y se vieron los unos a los otros, fue como si el tiempo se congelara, hasta que…
- ¡AAAAARRRRRGGGGGHHHHH!
