Antes que nada, quiero agradecer a todas mis amigas y amigos que se han tomado el tiempo para leer esta historia. Es de mi inspiración y surgió en base a un sueño hace ya bastantes años. Al leerla, se darán cuenta de que es muy diferente a los otros fics que llevo escribiendo desde que ingresé a FF –FanFiction- con la idea de comenzar la aventura de escribir. También es mucho más corta que las demás que están en proceso, debido a que decidí postearla durante el tiempo que duró la Guerra Florida de 2014.

Espero que al ir leyendo, ustedes puedan comentar sus impresiones.

Candy es una chica muy distinta, pero la van a ir conociendo conforme lean cada capi.

Como siempre digo: besos desde México.

*AnaEdith*

-.-


Aviso:

El siguiente fic contiene lenguaje y situaciones no aptas para menores de 18 años. Si eres sensible por favor abstente de leerlo. Es el único aviso que se redactará en todo el fic.


La noche es igual que cualquier otra. Estoy en casa, leyendo mi novela favorita de misterio. La taza de café descafeinado yace con su líquido tibio por un lado de la lámpara que está sobre el buró al lado derecho de mi cama.

El día fue tan agitado, tantas cosas que hacer y el tiempo parece muy corto. El trabajo apesta. Debí de haber estudiado algo mejor que secretariado o haber tenido menos orgullo como para aceptar un trabajo de los que me ofrecía mi padre (ni que decir mi suegro),yo era muy mala alumna en el colegio porque todo el tiempo estaba pensando en muchachos.

Mis amigas a lo menos terminaron el bachillerato y más de cinco llegaron a terminar la universidad, excepto yo. Eso me ha hecho sentirme fracasada en más de una ocasión. Si no fuese por mi marido que a todas luces todavía mira en mí la tierna adolescente que se ganó su corazón sabe Dios cómo, quizá me hubiera liado a algún bueno para nada como fueron la mayoría de los pretendientes que tuve.

Bueno, eso no es del todo cierto. Hubo un par o dos de muchachos que fueron muy lindos conmigo, pero creo que estaba predestinada a casarme con un tipo cariñoso que no deja de ponerme las manos encima como si yo fuese una pieza de barro que quisiera moldear.

Una risilla maliciosa. Lo extraño. Extraño hasta la forma en que las sabanas le acarician el trasero cuando se acuesta a dormir boca abajo. Aunque diré que extraño más cuando duerme boca arriba.. sobre todo cuando me doy cuenta de que sueña conmigo. Cállate pervertida lujuriosa! Todavía faltan tres días para que regrese de Ámsterdam, tengo que soportar estar en el lado derecho de la cama porque si me quedo en el izquierdo me da por buscarlo a tientas toda la noche.

Creo que lo más difícil es darme cuenta de que con cuatro años de casados sigo siendo adicta a él. Sobre todo a la forma tan excelente que tiene de besarme. No parece cansarse de ello y tampoco yo. Depender demasiado de él es lo que me ha hecho tan difícil superar estos días de ausencia. Ya casi se cumplen las dos semanas.

Cuando llegue vamos a tener un encerrón de cuatro días por lo menos. Voy a exprimirlo de manera literal (madre mía, ¿por qué tengo que ser una enferma sexual?

Él tiene la culpa porque solamente vive para hacerme el amor y uno se hace adicto a esas cosas como si fueran heroína o algo así).

He tenido suerte. Bueno, de pequeña no tuve tanta. Crecí en un barrio pobre, rodeada de vagos y malvivientes. Hice la escuela de milagro. Pero a los 10 años mis padres compraron casa en un suburbio mucho muy bonito porque mi padre tuvo un golpe de suerte en un negocio y creo que aunque ya estaba mayor para recibir regalos en navidades, los últimos dos años que recibí regalos (de diez y once años) recibí todas las barbies que hubiese querido en mi vida.

Lo mejor fue conocer a mi tormento cuando cumplí dieciséis años. Bueno, él me miró primero. De hecho yo lo vi pero no lo miré. ¿o es al revés? Bueno, el caso es que él estaba muy serio al lado de sus padres en una reunión del producto que mis padres y los suyos comerciaban. En esos días estaba aún loca por mi compañero de la secundaria llamado Anthony. Era el más hermoso espécimen de toda la escuela.. bueno (digo "bueno" de manera exagerada, tengo que corregir eso), el más guapo no era. Lo era su tío, el prefecto de la escuela que por cierto nada tenía que hacer de prefecto porque a lo mucho era como cuatro o cinco años mayor que nosotros y lo habían puesto ahí porque era amigo su padre del director del cole. ¿O era su tía la amiga del director? Ni idea.

Ese prefecto traía locas a todas las chicas del cole. A mis amigas, a las maestras (y la mayoría eran mayores lo menos diez años que él) pero a mí me caía como patada en el hígado porque era horriblemente despiadado conmigo. Parecía que yo le caía mal solo por existir. No soportaba verme con su sobrino, seguro ya habían averiguado todos mis antecedentes y se habían dado cuenta de que mis orígenes habían sido muy humildes.

Yo babeaba por su sobrino. De tal modo que me hubiera ido a fajar con él a la primera insinuación. Quizá ya era pervertida desde entonces (me ha dado por reírme a carcajadas). Pero no. Estuve de novia cuatro años antes de perder mi virginidad, así que por muy hermoso que fuese Anthony y todo lo rompecorazones que sabía que podía ser, mi pudor no me habría permitido algo más que un casto beso.

La ola de pasión me llegó con Terry. Lo conocí, me dio un beso que atentaba en contra de mi salud por causa de la falta de oxígeno, y en menos tiempo de lo que pensé, todo mundo ya sabía que éramos novios. Él se encargó de hacerlo notar en todos lados, y eso que estábamos en distintas escuelas.

Me he vuelto muy apasionada a causa del aprendizaje, pero sí, pensaba en sexo como toda chica de catorce, quince o dieciséis años. Uno ideal, donde la primera vez no da vergüenza y después sientes que las mariposas vuelan por todos lados. Que decepción darse cuenta de que a lo mucho, no da tanta vergüenza si se hace a oscuras y uno se siente torpe hasta la exageración, no sabe donde poner las manos, y si las pone no las sabe usar del todo.

Me sentí tan bruta y eso que ya tenía veinte años. Y estaba segura de que hacerlo estaba bien al inicio, porque los besos eran toda una revolución de sensaciones que me dejaban húmeda de cien, noventa veces. Lo que no pude prever fue la sensación de culpa después. Sentí que le había fallado a mis padres, a mis hermanos, a Dios, a mis maestras del colegio, a mis amigas.. me sentí por completo una cualquiera.

No quise hacerlo otra vez como por un mes. Desde luego que casi me mandaban al carajo por mi pésimo humor, pero yo traía demasiados traumas con esas cosas. Sobre todo porque la palabra PECADO se ponía a bailar delante de mis ojos. Y en esos días mi madre alardeaba de sus reuniones de la iglesia y que estaba aprendiendo sobre los mandamientos y cosas así. Puso un cuadro lleno de meditaciones y al final una pequeña frase se podía leer: "vale la pena esperar". Pues bien, yo no esperé y me sentía peor que mujer de prostíbulo, pero como eso me estaba afectando demasiado me atreví a decirle a Terrence que era mejor que termináramos. Que no estaba sintiéndome feliz después de lo que habíamos hecho. Que traía cargos de conciencia y cosas así.

Se me quedó mirando como si estuviese siendo afectada por una apoplejía o algo así y creo que se aterró. Me dijo que él no quería separarse de mí, pero yo lo despedí dejándolo solo en el porche. Creo que lloró igual que yo toda la noche. A la mañana siguiente me visitó en casa con unas flores y una cajita negra. Yo no lo entendía. Me dijo que si qué tanto lo amaba, y pues.. yo sentía TODO por Terry pero creo que en ese tiempo me había estado haciendo a la idea de que íbamos a terminar. Me puse a llorar (otra vez).

Después de eso me miró con tal cara de angustia que creo que se le salieron tantas lágrimas como a mí. Nos quedamos abrazados hasta que me dijo a media voz "Candy, te amo. No quiero que te sientas mal, es que no soporto estar lejos de ti. Ya he perdido antes a alguien que amé mucho y no quiero perderte a ti. Soy un bruto (de eso me acuerdo perfecto, fue cuando me tomó la mano con delicadeza y la llevó a sus labios para darme un beso). Te entiendo, sé que estudiaste en un colegio donde todo era muy tradicional. Sé que no puedo reparar el haberte faltado de esa manera, pero no te quiero lejos de mi vida. Si quieres nos casamos y dejamos que todo esto tome el rumbo que tú hubieras anhelado."

Obvio. Su propuesta me dejó sin argumentos. No me acuerdo ni siquiera si le dije que sí. Solamente caí en cuenta como a media tarde que yo traía un anillo de compromiso seguido de uno de matrimonio en la mano y que en mi otra mano estaba un acta de matrimonio firmada al día.

Me casé con él a escondidas.

Me casé y ni siquiera me acuerdo muy bien de cómo fue que lo hice.

Cuando le dije a mi madre, ella se quedó de piedra. Así estaba yo también. Pero ella prefirió tomar las cosas con calma. Se encargó de decirle a mi padre (él se enojó tanto que todavía me lo echa en cara algunas veces), y cuando menos pensé ya estaba viviendo con Terry en la casa que tiene su familia a una hora de la casa de mis padres.

Era una mujer casada de solo veinte años. Seguro tenía una mirada de bruta que no podía con ella. No estaba segura de por qué no recordaba cómo había sido que me había casado. Creo que es una incógnita que todavía no se devela, pero no le digo a Terry porque él jura y perjura que yo estaba tan feliz y parecía que flotaba de tanta euforia. Quizá estaba pasando por un taponamiento de alguna arteria en el cerebro (¿el cerebro tiene arterias? Santo Dios, fui tan mala en la escuela que ni de eso tengo idea).

El asunto fue que después de casarme fue que descubrí el potencial erótico que yo tenía. Terry se ha encargado de eso. Es un maestro. Y no me quiero poner a pensar de quién fue alumno él, porque mínimamente habrá sido un curso avanzado en algún burdel de la ciudad o habrá sido alguna novia que yo no habré conocido. En eso si fue muy prolífico. Tuvo muchas.

Terry si de más joven no pudo ingresar a las clases de teatro que siempre quiso estudiar, eso pues ya no le importaba tanto. Se puso a trabajar como todo hombre casado, aunque él apenas tenía veintidos años.

Ahora acaba de cumplir los veintiseis. Puedo decir que lo único malo es que Dios no nos ha bendecido con un hijo todavía, pero en el momento que nos decidamos a esto en serio, esperamos que suceda. Por lo pronto, nos dedicamos a practicar todo lo que nos es posible… y es fantástico cuando eso pasa, sobre todo porque tiene mucha imaginación y sabe perfecto qué botones tocar para que yo... para que siempre… ahh…

Cierro el libro. No le estoy entendiendo nada. Pensar en Terry y en sus habilidades amatorias me tiene demasiado desconcentrada. Siento que me excito de la nada y eso es malo cuando una tiene al marido al otro lado del mundo en el viejo continente.

Mañana pensaré qué voy a hacer en el encerrón de cuatro días porque eso sí, no le voy a dar guardia a menos que sea para bañarnos o comer en algún momento.

Nota mental: mañana pido menús de todos los restaurantes de comida que le gustan y voy a ir preparando que cosas vamos a pedir, porque ni de sueño voy a ponerme a cocinar todos esos días. Nota mental dos: que no se me olvide decirle a Samantha en la oficina que no voy a ir tampoco. Mas vale que vaya pensando en quienes de todas mis amigas a las que les he hecho favores en el último año van a ser las que me van a cubrir en el trabajo (cielo santo, esas no son notas mentales, son recados completos).

Me remolino en la cama. Creo que voy a dormir con la lámpara encendida porque la casa se siente tan sola que me deja intranquila. No sé porqué últimamente tengo miedo. Yo no suelo ser así.

A dormir… a dormir… a dormir…


El sonido del despertador resuena en mi cabeza como si fuese la música más espantosa del mundo.. como si fuese el despertador que tenía cuando era adolescente.

Un momento. Suena igual que el despertador que tenía de mi hermana cuando era adolescente!

No quiero abrir los ojos. Siento que todo mi cuerpo me duele como si me hubieran aporreado. Percibo un olor que me parece familiar pero lejano. ¿Qué tiene la cama que está tan incomoda?

Suspiro todavía sin querer abrir mis ojos y me muevo al lado derecho para tratar de bajar mis pies de la cama, pero por más que los muevo, no llegan a la orilla. ¿Me di vueltas en la noche? Palpo al lado izquierdo y me doy cuenta de que estoy a la orilla de la cama del lado contrario al que pensaba estar. Vuelvo a suspirar con molestia y decido que es mejor sentarme en la cama. Espero que pueda abrir los ojos pronto porque el maldito sonido de despertador que estoy oyendo no ha dejado de sonar y tengo ganas de saber de donde viene.

Sin ganas bajo los pies de la cama por el lado izquierdo tal y como lo haría cualquier día común y me doy cuenta de la segunda cosa. La alfombra no está. Estoy sintiendo el piso helado y eso me obliga a abrir los ojos y mirar al suelo. Suelto una maldición. ¿Dónde diantres estoy? Me siento tan desorientada que me comienza a latir el corazón muy aprisa. ¿Dónde estoy? ¿Me han secuestrado? ¿Me ha dado por caminar dormida y he venido a parar a la casa de algún vecino?

Comienzo a sentir pánico, pero de manera nublosa las figuras de la habitación se van haciendo levemente familiares. El cuadro en la pared de unas flores lilas llama mi atención como si fuese imán. Miro a los lados y veo el espejo de cuerpo entero que está ubicado en lo que es un espacioso guardarropa, que por cierto está abierto y da la visión de un desorden monumental adentro. Hay un sofá color morado lleno de libros del liceo. Parpadeo incrédula. Es como estar en mi habitación, la que mis padres hicieron salón de ejercicio en cuanto yo me mudé con Terry, pero es exactamente igual a como era cuando yo era soltera. Tiene incluso un afiche de Madonna en la puerta de entrada.

No puedo caer de mi asombro. Estoy soñando. Es uno de esos sueños donde uno cree que todo es verdad hasta que de repente comienza a ver que la gente camina por los techos. Estoy esperando ver un par de pitufos hacer la entrada triunfal para que me hagan notar lo tremendamente absurdo que es mi sueño, pero nada pasa. El despertador sigue sonando y solo hasta entonces recaigo en ello.

Tengo que buscar algo de lucidez, pero ¿quien malditamente tiene lucidez en un sueño?

¡Maldito despertador!

Me levanto para desconectarlo y aventarlo con todas mis fuerzas a la esquina de la habitación, aunque lo que miro son unas manos que no parecen las mías, con unas uñas igual de desastrosas que las que tenía de adolescente.

Ok, ok, estoy SOÑANDO! Los sueños tienen esa particularidad. Uno sueña con cosas que no han pasado en quince años o que uno imagina que pasarán después. Me pongo de pie, tengo que pellizcarme, echarme agua en la cara (¿y si me hago pis dormida? Tengo que desechar esa idea). Justo cuando camino con rumbo a la salida me topo con mi reflejo en el amplio espejo que tengo en el guardarropa.

Me desmayo. ¿Se puede desmayar en un sueño? Pues creo que sí se puede porque toda la visión me está comenzando a dar vueltas. ¿El motivo? Delante de mí se revela el reflejo de mí misma, el delgado reflejo inmaduro de una adolescente de catorce años.

Lo sé porque todavía tengo el cabello rubio a media espalda y desde entonces no lo tenía así, pero más que nada por el hecho de que parece que sigo siendo talla 3, en lugar de ser la talla 7 que iba volando a ser 9.

Lo sé porque todavía tengo la espesa ceja poblada que no tiene forma.

Lo sé porque mis pechos se notan copa "B" en lugar de ser los abundantes copa "D" y los mismos están erectos y se traslucen por encima de la bata.

Gimo de angustia. Es el sueño más angustioso de mi vida, pero por muy sueño que sea no voy a salir casi desnuda de la habitación. Cojo una blusa holgada de entre medio del mar que se notan dentro del guardarropa y sin pasión me enfundo también unos pantalones.

Seguro que cuando abra la puerta me voy a topar con un precipicio o algo así, pero no.

Abro la puerta y puedo ver el pasillo y el acceso a las escaleras que llevan a la planta baja. No llegué a un universo alterno en el sueño. Entonces la miro. Ahí estaba Janeth. Mi hermana pequeña. La que murió en un accidente cuando yo tenía quince años, justo después de que nos fuésemos de juerga a causa de mi estúpida rebeldía. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Un gemido ahogado brotó de mis labios.

Ella ni siquiera se volteó para mirarme, pero creo que escuchó cuando el primer sollozo salió desde lo profundo de mi garganta. Entonces dirigió su carita hermosa hacia mí con sus ojos llenos de confusión.

- ¿Qué te pasa? –la escuché preguntar.

- Jana –solo murmuré. Era mi apodo de cariño- Jana..!

Ella me miró como si pensara que yo estaba al tanto de que algo grave pasaba con ella, una enfermedad o algo así y se abalanzó sobre mí con una expresión preocupada.

- ¿Qué te pasa Mona?

Ahí estaba, el apodo que solamente ella me decía y que yo tenía tan grabado en mi corazón. Me decía Mona porque yo solía treparme en los arboles desde los siete años y lo volvía a escuchar de sus labios. Diantres, si era sueño, era un sueño que me estaba llegando al corazón.

- ¿Por qué tienes esa cara? ¿Estas embarazada o qué? ¿Te ha jodido el idiota de Anthony?

¿Anthony? Al diablo Anthony. Estaba delante de mi hermanita, de la joya que mis padres más amaban y que yo misma vi morir entre los fierros retorcidos del auto convertible de mi tío Dylan. Y que había muerto por causa de mi imprudencia. La había dejado manejar. Ella también había tomado algunas copas.

Me eché a su cuello con desesperación y lloré con todas mis fuerzas pegada a su cuerpo. Estaba temblando tanto que seguro ella se asustó demasiado. La sentí ponerse helada en un segundo. Creo que en ese momento me di cuenta de que verdaderamente no estaba soñando, pero, si no era un sueño, entonces, ¿qué estaba pasando?

¿Cuántas veces lloré y rogué porque ese día trágico no sucediera? y ahora, algo tan imposible de creer estaba descubriéndose ante mis ojos. Mi cuerpo adolescente, mi hermana no estaba muerta aún, yo vivía en la casa de mis padres todavía.. no era un sueño, quizá había perdido la cordura y me había vuelto loca. Pero, si me había vuelto loca, esa locura me traía a mi hermana de vuelta y eso estaba conmocionando mi corazón.

De tanto llorar, Jana se puso a llorar conmigo como niña pequeña. No entendía nada y yo no podía explicarle nada tampoco. Me dejé de estremecer después de un tiempo eterno. Mi voz seguramente iba a ser un sonido contenido, no podía asustarla.

- Babosa, tuve un sueño espantoso donde creí que te morías –y la separé de mi pecho con ojos suplicantes-. Prométeme que no vas a subirte al coche nunca con una gota siquiera de alcohol en tu sistema.

- ¿Todo eso por un sueño? –Oh sí, la carita enrojecida de ella me parecía enviar una señal de leve reproche- ¿Por un puto sueño?

- Si te vuelvo a oír una grosería te voy a moler a palos. – le advertí, pero mi voz tanto como mi expresión era de un amor de hermanas imposible de ocultar.

- Tú las dices..

- Soy mayor que tú..

- Solamente por un año. ¿Estás drogada o algo? –había confusión en sus ojos- Le voy a decir a Anthony la próxima vez que llame para pedirte tus apuntes, que deje de enviarte mensajes contradictorios. Creo que se te están volteando un par de cables.

Y ella se separó, estaba tratando de restarle importancia a todo el asunto.

- Jana –le advertí- Es en serio. No quiero que nunca te subas a algún coche si te has tomado algo.

- Candy, yo no bebo! Ni siquiera tomo sidra en navidades!

Okay. Eso era verdad. Por eso después de aquella noche con solo un par de margaritas encima todos los sentidos de orientación de Jana se fueron al traste. Ella no pudo ni darse cuenta de que estaba tan cerca de ese poste. Su cuerpo delgado…

Dios, no podía volver a vivir eso. Habría sido lo más espantoso.

Si la vida me permitía que eso no ocurriera nuevamente, iba a hacer hasta lo imposible porque así fuera. Y si era una alucinación, ni con eso me iba a permitir revivirlo.

Entonces pensé en Terry. Una ansiedad comenzó a inundarme y a cada segundo se hacía más fuerte. ¿Él estaría pasando por algo igual que yo? ¿o llegaría a la casa y encontraría todo en soledad?

Volvemos. Si yo tengo catorce, entonces quiere decir que estamos en 2001. Tal como lo dice el poster en la puerta de mi alcoba.

Si yo tengo catorce, entonces él tiene dieciséis y ha de estar cómodamente viviendo en la zona lujosa de la ciudad igual que siempre.

Terry, maldita sea, necesito ver a Terry. ¿Dónde puede estar en éste momento? Quizá en la escuela... aunque, ¿Hoy es día de escuela?

- Jana, ¿a qué estamos hoy?

- ¿Lo dices en serio? ¿Después del melodramón por un sueño, me preguntas que a qué estamos?

- Contesta. –rogué

- Hoy es el especial de Jimi Hendrix en la tele. Tus amigos han hablado semanas de eso. –seguro miró mi expresión de no saber de qué estaba hablando- Sábado, idiota! Ayer solamente estuvieron hablando de que sabe que acordes de guitarra que quieren recuperar para su banda. ¿De verdad no estas drogándote?

La banda! Bien, cuatro adolescentes fingiendo rasgar las cuerdas de una guitarra, un bajo, una batería que sonaba terriblemente y yo como voz principal. Íbamos a ser famosos, si no hubiese sido porque no teníamos talento.

Bueno, tampoco me parecía que tuvieran otras y eran famosas, ¿no?

Y, yo no cantaba tan mal, pero me distraía muy fácilmente. Tenía la constancia de una mariposa.

- Jana, oye, ¿está mamá todavía en casa?

- Anda de compras con Alexa. ¿Por qué?

- Tengo que Salir un rato. ¿No tendrás dinero para un taxi? –Jana abrió los ojos como platos.

- ¿Qué hiciste con el dinero que te dio papá? Te va a moler a palos si sabe que te acabaste el dinero que le pediste el jueves.

- Jana… -¿qué le iba a decir?- No sé dónde lo dejé. ¿Me ayudas a buscarlo?

Ella solo meneó la cabeza de un lado a otro con incredulidad y molestia. Entró conmigo a la habitación y comenzó a hurgar en todos lados.

- Tu cuarto es un asco. Si mi mamá entra te va a castigar toda la semana y no va a dejar que mi papá te siga dando dinero para tu "proyecto de ciencias".

El tono burlón con el que lo dijo me sorprendió. ¿Eso pensaba Jana de mí? ¿Por qué no recordaba eso? No recordaba la banda, no recordaba que me gustara Jimi Hendrix, no recordaba ni el afiche de Madonna. ¿Dónde se quedaron mis recuerdos de adolescencia que supuestamente yo tenía tan presente?

Cielo santo. Yo tengo un diario. Sé que lo tengo. Lo escribí durante toda mi adolescencia con pequeños detalles de cada cosa importante y en ese momento estaba segura que no recordaba en qué lugar era que lo había escondido. Cada vez lo escondía en un lugar distinto.

Estaba por completo extraviada de mi vida a los catorce años. Necesitaba saber de Terry, saber si él tenía idea de si me conocía. Si en realidad me conoció cuando yo tenía dieciséis entonces si me miraba ahora y él no estaba relacionado a todo lo que me estaba pasando, con verme yo iba a saber si no me recordaba de una vida futura. Sonaba como una loca. Hasta yo pude percatarme de eso, pero a pesar de ello necesitaba ver a Terry.

Jana elevó con una mirada de suficiencia el fajo de billetes que había encontrado.

- ¿Y esto? Es más de cuatro veces lo que te dio papá. ¿Qué estas planeando Candice?

La verdad yo no tenía ni idea.

- No es mío… -ah, idiota de porquería, ¿qué le ibas a dar a pensar? Ese tono había sonado tan dudoso… ¿pensaría que estabas contrabandeando algo? Eran muchos billetes.

- No sé que te traes entre manos, pero no quiero saber que sea una idiotez.

Preferí ignorar ese comentario, le quité el fajo de billetes y trataba de devanarme los sesos procurando recordar por qué una adolescente tenía entre sus cosas un fajo de billetes de por lo menos 400 a 500 dólares. Pero, a pesar de ello, le pedí a Jana que no le dijera nada a nadie y después de eso quiso dejarme sola en mi habitación.

Justo cuando ella estaba en la puerta, yo la detuve y le volví a abrazar tratando de ocultar la maraña de sensaciones que cargaba a cuestas. Era mi hermanita, yo la amaba. Había estado lejos de ella por casi diez años.

- Te quiero, babosa. –esos eran mis cariños, aunque se lo dije todavía llena de incredulidad, pero tratando de que no se me notara.

- Y yo, retrasada de pacotilla. –ah, ella también era cariñosa.

- Jana..?

- Dime.

- Nunca dejes de llamarme Mona.

- ¿por qué dejaría de hacerlo?

- No lo sé, pero que me digas así me hace muy feliz.

Ella sonrió. Yo sabía que me amaba igual que como yo la amaba, pero cuando éramos pequeñas no nos demostrábamos tanto afecto. Salió de la habitación y yo solo pude pensar en ir a indagar por Terry, así que busqué mi mejor par de pantalones y una blusa bonita (fue tarea difícil), me fui corriendo a meter a la regadera de mi cuarto y me di un baño largo y meticuloso.

Era raro sentir mi cuerpo tan delgado, mi cabello tan largo y suave, mi busto pequeño. Estuve pensando durante todo ese tiempo lo que tendría que hacer. Sintiendo que estaba inmersa en algo fuera de toda lógica, pero si hacía caso de los relatos de las novelas que suelo leer, quizá algunas de ellas se parezcan bastante a lo que vivo ahora: un suceso fuera de lógica que le pasa a una mujer común. Que Dios me ayudara en todo lo que comencé a pensar en que debía hacer.

Yo quería oler bien, verme bien, si esa iba a ser la primera vez que Terry me vería, quería que se quedara impresionado conmigo. Necesitaba saber que ese hombre estaría en mi vida para siempre. Yo tenía de ventaja el día que me miró por primera vez, las cosas que le habían gustado de mí en cuanto me vio, a pesar de que yo no tenía ojos mas que para mi compañero del colegio. Salí de la casa llena de esperanza, sintiendo cómo latía de regocijo mi corazón.


Continuará….