Todas la historias empiezan con el inmortal "Había una vez…" sin embargo aun desde las primeras líneas deberé decepcionarte, ya que antes de iniciar mi historia he de informarte de lo peculiar de mi condición. No soy alguien a quien se escuche fácilmente, de hecho, no soy alguien a quien puedas escuchar.
Antes de que te asustes y decidas no continuar, hablare de mi origen en forma leve, nací en el campo en el sitio donde un viajero descuidado arrojo una semilla mientras reposaba un momento y hablaba las historias de sus travesías a una maravillada joven a la que pasado ese verano tal vez no volviera a ver. La tierra me acogió en su seno y proveyó de lo necesario para sobrevivir. Tierra, lluvia, sol, algo más y tiempo mucho tiempo lograron hacerme crecer.
Como te habrás dado cuenta soy un árbol. Un árbol grande y viejo, aunque no tan viejo como para jactarme de sabio y no tan grande para ostentar de ello. Y a pesar de eso, hoy tengo algo que contar.
Todos los árboles contamos nuestra historia a algún ser, solo que pocos son los que se detienen a escuchar nuestros silenciosos relatos.
Pero hoy tengo algo que contar.
Entre mis ramas he visto nacer pájaros, he visto comer a los gusanos y he sido el hogar de una que otra ardilla. He visto revolotear a las mariposas entre mi follaje y he disfrutado los días en que el viento viene y alborota mis hojas. He sentido cuando la lluvia me lava cuidadosamente, renueva mi vida pero a su vez cuida de los pequeños seres que habitan en mi.
Pero hoy no es de mariposas, aves, gusanos o del clima (el cual solo es un tema apropiado cuando no se sabe que decir y deseamos profanar el silencio), que a pesar de ser hermosos recuerdos, no es de ellos de los que deseo hablar.
Creo que puede decirse que he tenido una vida digna de un árbol. Y sin embargo lo que hoy tengo que decir, es mucho mas relevante que lo que un simple árbol puede contar.
Si bien confieso que mi especie no importa aun así te aburriré al describirme brevemente. Mi tronco, es grueso y rugoso, algo corto, pero deseo pensar que mis ramas inician muy bajas, mis raíces forman una cueva en la tierra que me da abrigo (un espacio calido y reconfortante, escuche decir alguna vez). Pero es en mi tronco donde se pueden apreciar múltiples cicatrices, muchas propias de la edad que no ha pasado en vano, otras mas las adquirí con el clima que a pesar de beneficiarme y mantenerme vivo, dejo también sus huellas en mi cuerpo, pero otras mas, las mas importantes y llamativas, marcas de niños.
Niños que subían por mi costado algunos aun lo hacen, trepan a mis ramas y se hacen cobijo entre mis hojas.
Si, además de pajaritos, he visto crecer niños entre mis ramas y es precisamente a dos de ellos que mi historia hace referencia.
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