Hola! Este fic lo escribí en ¿20? minutos ocioseando en la U ¬¬ No, mentira, distendiéndome de las responsabilidades académicas que por lo demás enstán en paro contra la ley rara esa.
Así que... léanlo y dejen REVIEWS! Que sirven...
Ah! Se me olvidaba. Está basado en los últimos capítulos del manga, así que sin no lo han leído y no quieren enterarse de cosas MUY crueles que pasan allí, pues...(esto es desmoralizante decirlo) clickeen la flecha de atrás y visítenme cuando ya los hayan leído.
LS DEJO!
Paz.
Era extraño sentirla después de tantos años en constante peligro.
Inspiró hondo, sabiendo que no era necesario ya para su vida.
Porque ésta ya había terminado.
Abrió sus ojos grises lentamente, incorporándose al mismo ritmo.
Se halló sentado sobre sí mismo y, sin embargo, no tuvo temor.
Vio que Madara cargaba a su hermano inconsciente, y se incorporó de inmediato. Miró sus brazos. No tenían heridas. Caminó tras ellos, sintiendo cada parte de su cuerpo sin ningún dolor.
Llegó a una cueva, en la que sencillamente atravesó la pared.
Vio que Sasuke era recostado en una cama cuidadosamente y que era atendido médicamente aunque fuera de forma precaria.
Suspiró.
Se quedó sentado en el borde del lecho donde descansaba su hermano, mirándolo con ternura. Sabía que se enteraría pronto de la verdad.
Sabía que le había causado muchísimo daño a lo largo de su corta vida.
Y aún así estaba contento por el cariz que él había forzado a la vida para que tomaran.
Le acarició la frente, recordando la infancia de ambos.
¡Cuántos secretos había callado para ese entonces!
A las horas, el menor de los Uchihas se despertó. Se halló frente a uno de los Akatsuki que decía ser su familiar.
Uchiha Madara le contó toda la verdad al chico.
Itachi estaba a su lado, y notaba cada barrera que se quebraba a cada palabra que recibía.
Le dolió un poco, sí, la negación que Sasuke hizo de todos sus actos, y deseó con todas sus fuerzas abrazarlo y transmitirle sus propias disculpas… las que no le podría pedir jamás.
Acompañó a su hermano todo aquel duro momento.
Mas, cuando se disponía a liberar su alma de la tierra, oyó los planes que el menor gritó, con ira y orgullo.
Y no lo pudo creer.
¿Cómo, después de tanto dolor, de tanto sacrificio… de tantas verdades reveladas hacía tan poco… era incapaz de sacar en limpio lo que realmente importaba?
Se dobló de impresión, mirándolo desencajado.
¿¿Todo su esfuerzo se iba al carajo??
Y mientras sentía que sus pies se desvanecían lentamente en copos de luz, rezaba a los dioses que iluminaran al chico en el camino correcto.
En último minuto, rogó que cierta persona lograra encarrilarlo. Que lo detuviese, y que sanase las heridas que tenía sin cicatrizar el halcón.
Porque eso era por lo que había luchado hasta el fin de sus días.
