El Sol y La Luna

Por Pryre-chan

Los personajes de Naruto no me pertenecen

Capítulo 1

-o-

Hace mucho tiempo, en la época donde los dioses eran venerados por los hombres y gobernaban sobre ellos desde los cielos.

Existían dos dioses, que a travez de los siglos habían juntado rencillas y odio entre ellos. Eran seres tan distintos y antagonistas, que era fácil imaginar el oringen de su odio.

La diosa luna era de piel tan blanca y brillante que muchos pensaban que estaba hecho de diamante, sus ojos grises como la luz que emitía capturaba miradas ya fuera de humanos o dioses. Consiente de sus dones, su carácter era arrogante y orgulloso.

El dios del sol poseía una cabellera rojiza que se asemejaba a las flamas agitadas por el viento, su piel era blanca y sus ojos eran una mezcla mortífera de fuego y destrucción. Era conocido por ser elocuente y previsor, además de tener un carácter explosivo cuando se enojaba, razón por la que era temido.

Hace mucho tiempo que la diosa de la luna quería tener una hija que estuviera con ella en su compañía y amor, tanto fue su deseo que ella misma la esculpió en mármol y le dio la vida, transmitiendo en ella los dones mas presiados para ella, siendo la pequeña hermosa con su pelo negro azulado y los ojos grises signo de su linaje.

-Hinata-

La nombro.

La niña a partir de ese momento se crio entre las atenciones y cuidados de su madre, que le había enseñado humildad y la compasión para con los humanos a los que ella protegería algún día como ella.

Casi al mismo tiempo y al enterarse de aquel feliz nacimiento, el dios de sol celoso de ella decidió engendrar un hijo el mismo, pero el tomo de muestra una roca volcánica.

Lo esculpió a su imagen con sumo cuidado y le dio la vida, un bebe de piel blanca y cabello tan rojo como la sangre, ojos tan verdes como un prado en primavera.

-Gaara-

Lo llamo.

El creció bajo la dura mano de su padre que desde temprana edad le había enseñado a luchar y a disfrutar de la batalla. El valor de la lealtad y el buscar poder y conseguirlo.

Ya con la edad de 18 años ambos jóvenes no se conocían y poca gente entre los dioses y hombres los había visto por el gran recelo de ambos padres. Por lo tanto creando en ambos un deseo de libertad y curiosidad. Ya que el cielo y la tierra eran desconocidos para ambos.

Pero ese sentimiento era reprimido con frecuencia ya que él había desarrollado un carácter frio, calculador y orgulloso.

Ella de carácter tímido, inseguro y algo torpe, había crecido bajo el mimo de su madre y no conocía otra cosa que no fuese ella, la amaba y la respetaba.

-o-

Su padre lo había mandado a llamar urgente, cosa extraña, ya que el casi nunca lo veía a no ser que él quisiera, tampoco lo mandaba a llamar, presentía algo.

Empujo la gran puerta que se alzaba frente a él sin dificultad ni esfuerzo, avanzo unos pasos hasta estar de frente con la imponente figura de su padre sentado en su trono de oro, su cabello se movía al compás de poco viento que entraba por la ventana, estudio su impresión en sus ojos al momento de entrar y no noto nada extraño, mas solo un pequeño atisbo de ansiedad reflejado en ellos.

-Padre-le hablo

Este sonrió.

-Gaara. Es tiempo de que vengas con migo – anuncio y se puso de pie.

-Quiero que veas con tus propios ojos la crueldad de los humanos-señalo-ya es hora que veas sus guerras y aprendas de ellas, él sentimiento de ver como esas criaturas se destrozan entre sí, sin penas ni remordimientos te resultara interesante-

-Está bien-

-Ven conmigo-

Ambos pelirrojos salieron de la habitación con rumbo al mundo de los humanos ya estaba anticipado que empezaría el amanecer.

-o-

Con pasos vacilantes se acercó a su madre que estaba en su trono de plata, descansando de su larga tarea de iluminar a los humanos en lo que ellos llamaban noche.

-M-madre- le llamo juntando sus manos en su pecho tomando fuerzas para lo que iba a decirle.

-¿Que pasa? Hinata-le dijo mientras clavaba su intensa mirada perla en ella

-M-madre… yo… quisiera conocer a… los humanos-

-¿Porque?-interrogo ella

-Yo…quiero saber cómo son –dijo ya más confiada – y aprender de ellos.

-Los humanos tienen sentimientos extraordinarios y cuando son lo suficientemente fuertes causan milagros y ellos se unen aún más. Pero ellos también poseen crueldad, odio, envidia en su vidas y se destruyen unos a otros por razones sin sentido, por eso entran en guerra y se destruyen, se causan dolor aumentando su odio-

Se levanto y con pasos suaves se acercó su hija

- Yo no quiero que veas eso, porque aunque seamos dioses sus sentimientos nos afectan a veces y sufrimos por ellos y aun más cuando no podemos hacer nada-

-Por favor…madre – le suplico-se bien eso, pero es que tengo curiosidad de ellos.

-Si ves su sufrimiento, tú también sufrirás-le dijo acariciando su mejilla

-Lo sé, pero…lo soportare –dijo

La diosa miro con detenimiento a su joven hija, tantos años tratando de alejarla del dolor de los humanos y sus guerras, no tenía previsto esto "curiosidad" le había dicho pero acaso la respuestas a sus preguntas ¿No se encontraban en los libros que le daba?.

Habría algo de ellos que no entendía entonces porque no se lo preguntaba.

Dirigió su mirada a los ojos de la joven viendo en ellos algún sentimiento que la llevara al "porque" de sus acciones, mas solo vio decisión en ellos.

Sonrió

Su hija sabia ser testaruda cuando se lo proponía, pero ella no soportaría que ella llorara por el dolor de los humanos.

-Hinata…-le llamo

-Por favor- le susurro

Ya lo sabía era testaruda.

-Está bien vendrás conmigo esta noche, pero estarás en todo momento a mi lado-advirtió severa

-¡Si!-contesto antes de lanzarse a sus brazos para agradecérselo.

-Está bien ve a tu habitación, te llamare cuando sea la hora-

-Bien madre y gracias- se despidió de ella con una reverencia y salió de la habitación.

-o-

-¿Ellos son humanos?-pregunto el pelirrojo más joven

-Si-se carcajeo-Son criaturas simples, pero pueden a llegar a sr imaginativas a veces-dirigió su mirada a la tierra en ellos dos grandes cúmulos de personas se preparaban para colisionar una con la otra.

-¿Es una guerra?-pregunto viendo a los hombres afilando grades espadas y cargándoselas en el hombro, su padre ya le había hablado de ella y si no se equivocaba pronto empezaría una masacre donde mucha gente moriría.

-Bien por el dios del inframundo-pensó

Una gran batalla comenzó y duro muchas horas ya ninguno de los bandos se negaba a ceder.

De pronto grandes criaturas se hicieron campo en el lugar de la batalla una enorme serpiente de cascabel y una cobra se amenazaban mostrando sus dientes que escurrían su veneno, movían las cabezas frenéticas para buscar morder a la contraria.

Entonces dirigió una mirada a su padre a modo de una pregunta silenciosa.

-Te dije que podrían ser entretenidos-respondió-hace poco desarrollaron algo llamado jutsus, ellos reúnen su energía a lo que llaman Chakra e invocan a grades bestias y otras cosas.

Su padre estaba debilitando el poder que emanaba hacia la tierra.

¿Estaba cansado?

Imposible.

-Padre- llamo este

-El tiempo pasa-le dijo- Incluso para nosotros, pronto volveremos, hay otros que tienen que hacer acto de presencia-hizo una mueca

-Es cierto…el atardecer-

-o-

-Estas lista-

-S-si m-madre-contesto la joven mientras arrugaba la falda de su kimono con sus manos

-Estas nerviosa -

-Es que es la primera vez que veré a los humanos y …pues…-

-No te preocupes-le dirigió una dulce sonrisa-Pero en el camino tendremos que encontrarnos algo desagradable-menciono con tono tosco

-Madre que…-la detuvo

–Es mejor irnos.-

Su trascurso era tranquilo y silencioso, a ella no le importaba porque sabía que su madre era seria en su labor y podría ser ruda algunas veces.

Su madre carraspeo de molestia un momento y se volteo a ver lo que ella.

¿Quien o que era eso?

¿Un hombre?

¿Un dios?

Su madre camino más rápido y la igualo con dificultad.

Quería ser ese encuentro lo más corto posible, cuando ella iba sola, solo se ignoraban y pasaban de largo, pero en esta ocasión iba con su hija y a ella no la ignoraría.

Abrió los ojos por un instante al distinguir dos figuras, ambos de cabello rojo pero diferente estatura y a fin de sus sospechas ese personaje era el hijo del dios del sol.

Cuando estuvieron cerca la pelinegra miro con curiosidad a ambos dioses que se acercaban y se sintió estremecer.

¿Que era esta sensación? Era distinta a otras.

¿Era acaso calor? Se sintió intimidada, nunca había sentido el calor, instintiva mente se ocultó detrás de su madre.

-Hola -Saludo el dios sol con sarcasmo

Ella solo dio un asentimiento con la cabeza y empezó de nuevo con su marcha.

-¿Ella es tu hija? -menciono mientras lo pasaba- se parece a ti –dirigió su vista a ella mientras ella se encogía atrás de su madre por su intimidante voz-Pero es más hermosa-concluyo.

La diosa lo fulmino con la mirada, mientras el reía.

Hinata levanto la vista para mirar al hombre que hablaba a su madre de una manera extraña que no sabía interpretar, fijo su vista y lo vio con la mirada desafiante hacia su madre, y luego se sintió incomoda e inquieta o una mezcla de ambas, giro un poco la cabeza para posar su mirada en otro par de ojos verdes que la observaba intensamente.

Gaara la miro durante un instante y pareció incomodarle, sintió un escozor en su garganta, pero no había nada malo en ella.

¿Sentía ganas de reír?. Sería la primera vez

Su padre lo tomo del hombro en un breve indicación de que retomaban el paso, lo siguió en silencio, pensando que su padre había mostrado cierto rencor hacia la otra diosa en sus palabras.

El sabia de su enemistad, hace mucho y podría esperar algo así por parte de su padre, pero la joven hija de la misma no se lo esperaba a juzgar por su expresión inocente en el momento que su padre había hablado con sarcasmo.

Tuvo la impresión de que la joven no sabía de aquello.

¿Acaso no sabía nada de ello?

¿Había vivido su vida en una burbuja?

Realmente Gaara no podía juzgarla, él y apenas había visto algo del cielo o de la tierra.

-o-

Un manto negro se extendía frente a ella, unos destellos brillantes la adornaban y bailaban a su alrededor.

-Ellas son…-comenzó

-Si son estrellas –respondió la diosa

-Son hermosas-

Hinata suspiro.

-¿Entre ellas están mis amigas?-

-¡Claro!, mira esa estrella la que está en el sur -la señalo- Es Mayura y la de un poco más allá un poco menos brillante…

-¡Es Mayumi!-

-Sí, su hermanita- estaba feliz por su hija felizmente les mandaba un saludo con la mano a sus únicas amigas que se hallaban a lo lejos-Ellas me acompañan en las noche, cuando ilumino a los humanos.

-Qué envidia-susurro, pero su madre la escucho

-¿Porque lo dices?-

-Ellas pueden estar contigo y acompañarte, pero yo solo vengo por hoy-termino tristemente

A la diosa le entristeció más este hecho, hizo que levantara su mirada a ella poniendo su mano en su barbilla.

-Todo lo que quiero para ti está en el cielo-le dijo

-Madre, pero es que yo no he visto el cielo-le dijo tristemente.

La diosa suspiro cansinamente soltándola.

¿Acaso aislar a su hija de las influencias egoístas de los propios dioses había quitado también de su mente lo hermoso del cielo?.

Dirigió su mirada a la tierra y observo que los seres humanos habían estado ocultos entre los bosques y más allá de ese grupo otro.

¿Seres incomprensibles porque luchaban? Miro a su hija de reojo ella también observaba.

-No mires – advirtió

Entonces empezó la batalla.

Se atacaban unos a otro con objetos filosos, haciéndose daño, vio lo que su madre le explico era sangre, rojo como el cabello del hijo del dios del sol, se estremeció un momento al recordar lo intenso de su mirada sobre ella, luego vio un hombre que clavaba una espada en el corazón de otro, aunque este suplicaba.

Y sin darse cuenta estaba llorando.

Donde estaba todos esos momentos que había leído en sus libros, había querido venir y ver en persona aquel sentimiento llamado amor, con el cual ocurrían milagros y le sucedía la felicidad, amor eterno, amor entre un hombre y una mujer, amor sincero, amor sin fronteras, había leído.

-o-

De pronto se sintió…

¿Cansado? Y cuando se la había comentado a su padre este había reído y había dicho.

- Los sentimientos humanos afectan a veces-

Los humanos se cansaban y dormían, los dioses no, pero aun así, ese sentimiento de que se acababan sus fuerzas estaba presente.

Camino a su cuarto después de despedirse respetuosamente de su padre y se acomodó en la cama, que era grande y suave para él, aunque no lo usara para dormir, se echaba en el para pensar por su suavidad.

-o-

-No llores Hinata- Le confortarla su madre.

-P-pero es-es…terrible-la joven se ahogaba en sus palabras debido al llanto

-Hija, los seres humanos son así, te lo había advertido-Limpio una lagrima que resbalaba por su mejilla de su hija -No te preocupes, ya no vendrás conmigo-sentencio ante esto la joven levanto violenta la vista.

-N-no ma-madre, por favor – suplico-Quiero acompañarte otra vez.

-No ves lo que esto te causa-rebatió la diosa mirando con reproche a la joven

-Si pero, ¿Es que acaso los humanos no tienen nada bueno?-pregunto mientras secaba sus lágrimas con una manga.

-Si…es cierto pero pocas veces lo muestran-

-Madre quiero ver la grandeza de los humanos aunque sea un instante…por favor-

-Y hasta verlo quieres venir conmigo ¿verdad?-

-Si-

-o-

Pryre-chan