- guiónes.- Dialogo
Cursiba: pensamientos
(n/a): Notas la autora, yio :p

Aclaración: Inuyasha no me pertenece, ni ninguno de los personajes de ese fantastico anime T.T solo usurpo su hermosura xD

PROLOGO

---.Inocencia.---

La tarde era fresca, el vuelo de las aves sobre el azul cielo denotaba que pronto llegaría el invierno sobre esa gran planicie.

Los finos rayos del sol bañaban con su suave tacto la tierra, despidiéndose cada día con más pereza. El año pronto terminaba, pero los recuerdos de todos los momentos vividos perdurarían en la mente de todos. Sobre todo en la de un pequeño niño…

- señorito Inuyasha!, donde se encuentra!?…por favor respondedme!.- gritaba asustada una mujer de elevada edad, vestida con un sencillo vestido y sandalias sucias de tanto recorrer el lugar en busca del infante.

El viñedo de los Tashio era conocido por todo el mundo, los más caros y exquisitos vinos provenían de este lugar. Su gran esplendor, fruto de tantos años de cuidado, dejaba sin habla a los mayores degustadores del embriagante líquido. Eran hectáreas y hectáreas de dinero, según se decía. Revestido hasta el mas alejado lugar por la gracia del señor. Se comentaba que con solo estar atento y oír el susurro del viento se podía escuchar el cantar de los Ángeles, ellos mismos eran los encargados de recolectar la fruta. Eso decía una afamada revista.

Todos los lugares tenían versiones distintas sobre el por qué de la riqueza. Siempre especulaciones sin sentido. Pero que daban mayor publicidad al fin y al cabo. El lugar guardaba una gran variedad de misterios, uno de ellos era sobre quien heredaba tan grandes riquezas. Por generaciones el primogénito era el encargado de seguir con el negocio…eso siempre era así, nunca sucedió lo contrario.

Una silueta corría entre las sendas del lugar, alejándose más y más de la gran mansión, donde se encontraba nuevamente Hitomi, llamándolo.

La casa de los Tashio, situada sobre una loma elevada, viéndose desde lejos. Constaba de dos pisos de altura, hecha de la más cara y antigua madera, revestida por una gran capa de pintura blanca. Desde aquí se podía apreciar en su plenitud el esplendor de todo el lugar.

El pequeño corrió más aprisa, sentía una gran opresión en el pecho. Quizás alejándose del lugar que le traía una y otra vez esos agradables pero dolorosos recuerdos, su corazón dejaría de dolerle.

- señor…oh por favor, vaya y tráigalo, se lo suplico.- imploró la mujer al ver como su patrón se acercaba cabalgando, sobre yukai.

El animal era otro de las pertenencias heredadas, su negro pelaje y su pura sangre recalcaba su belleza.

- que ocurre mujer, que es lo que te tiene así…- exigió Inu Tashio, sujetando fuertemente las riendas, deteniendo al caballo a unos metros de ella.

- es Inuyasha mi señor…se ha escapado nuevamente.- explicó temerosa, rehuyendo la ambarina mirada del hombre.

- si, hace unos momentos me pareció haberlo visto corriendo… no te preocupes, iré por él.- Suspiro con enojo, tiró las riendas de yukai de tal forma que de un solo movimiento el caballo ya se encontraba a galope rápido, siguiendo al pequeño.

Miró sobre su hombro derecho al sentir como cada vez el trote del caballo de su padre, se escuchaba mas cerca.

- Inuyasha, detente en este mismo instante!.- gritó su padre, con tanta autoridad, que el niño quedo enterrado en la tierra, sin tener oportunidad de moverse.

Cerró los ojos con dolor, estaba en problemas…

Lo único que sintió fue un golpe en la mejilla, tan grande fue la potencia que cayó sin remedio.

- te he dicho que no debes alejarte! por qué eres tan impertinente.- dijo con rabia contenida, admirando de lo alto, como su hijo lo miraba sin expresión con esos pequeños ojos, iguales a los suyos.

Con una mano en la mejilla golpeada y a duras penas, se afirmo con la mano libre en el suelo, comenzando a levantarse.

- lo siento padre…- susurro sumiso, bajando la mirada.

- no se que hacer contigo, por qué no eres como tu hermano…-

Inuyasha se mordió fuertemente el labio inferior, aun con la vista oculta tras su oscuro flequillo.

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- oh mi pequeño, por que has hecho eso? no ve que se ha ganado nuevamente el enojo de su señor padre.- exclamó Hitomi abrazándolo fuertemente, casi sollozando.

- no pasa nada nana, solo fue un pequeño golpe…- la calmó elevando la vista, separándose gentilmente del fuerte agarre de la mujer.

- como quiere que no me preocupe si le ha roto el labio…- gritó exaltada, tomando un extremo de su delantal y pasándolo sobre la boca del pequeño, limpiando el hilillo de sangre que descendía hasta su mentón.

Un fuerte estrépito los dejó inmóviles a ambos.

- se ha ido nuevamente…- susurro la mujer al pequeño, mirándolo con angustia.

El niño seguía sin abrir los ojos, aun esperaba escucharlo entrar por la puerta de su recamara, gritándole.

- iré a buscarle algo para comer…- dijo poniéndose de pie.

- no tengo hambre, solo…estoy algo cansado.- le regaló una pequeña sonrisa a la mujer, diciéndole con eso que no se preocupara. Lo peor era que ella sabía que esa muestra de alegría era falsa.

- entonces que duerma bien…- suspiró con pesar, devolviéndole la sonrisa.

- gracias….- susurró mientras la veía desaparecer tras la puerta. Escuchando luego como ponía el cerrojo por fuera.

Se sentó en la orilla de su acolchonada cama, aun lado de ella se encontraba una mesita de noche, estiro la mano y apago la lámpara que estaba ahí.

La habitación quedo en total penumbra, como cada noche, solo él y la oscuridad. Se dejó caer pesadamente para atrás, quedando recostado en la cama, con los pies colgando.

Sus ojos ambarinos resplandecían con los rayos lunares que se colaban misteriosamente por el gran ventanal, tras el.

Cerró rápidamente los ojos, al sentir como se le nublaba la vista. No se permitiría llorar, que mañana fuera su cumpleaños, su primer cumpleaños sin su madre no lo afectaría, si su padre se enteraba que derramaba una sola lágrima lo golpearía. Diciéndole que los hombres no lloran, sin importar el motivo.

Pero que mayor motivo podía haber para derramar dichas gotas, luego de ver a su madre con su hermano hace un par de meses, tirados sin vida en medio del viñedo. La imagen aun estaba grabada en su infantil mente.

Sería su séptimo cumpleaños, uno sin la alegría que irradiaba su querida madre, los molestos comentarios de su hermano y la cercanía de su padre.

Nunca había pasado por su mente que perdería a sus seres más queridos por culpa de unos ladrones, los mataron con arma blanca.

Ese día su madre había acompañado en una larga caminata a la luz de las estrellas a Sesshomaru. Tanto él, como su hermano, tenían un gran cariño con su progenitora. Ella siempre estaba ahí.

Él no había podido acompañarlos en su caminata nocturna, pues había atrapado un resfriado, y se encontraba encerrado en su habitación, admirando desde las alturas las siluetas de su madre y hermano, pero cuando habían aparecido dos más desde las sombras, se exaltó…

Los habían matado. A ambos.

Al día siguiente su padre se encerró en su despacho, bebiendo…lo mas seguro. Mientras el lloraba desconsolado sobre el regazo de Hitomi, la esposa de Jack, el capataz.

Con el corazón el la garganta escuchó como su padre subía estruendosamente por las escaleras, deteniéndose frente a su habitación. Lo demás solo habían sido golpes y gritos.

Abrió pesadamente sus ojos, abandonando con dolor sus recuerdos. Para ser alguien que no entendía las cosas, las tenía bastante claras.

Las lagrimas corrían por su rostro sin que el se percatara, silenciosas.

No era el causante de la desgracia, pero su padre le hacia creer que lo era…

Tomó la almohada con su mano derecha y se cubrió el rostro con ella. Todo era tan distinto ahora…

Sin darse cuente fue cerrando sus ojos, cansados de tanto llanto silencioso, hasta quedarse profundamente dormido.

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El tiempo había pasado ya por el lugar. Un nuevo amanecer se ceñía sobre las pequeñas hojas del viñedo, el rocío de la mañana inundaba con brillante esplendor los racimos de uvas, esperando ser cosechadas.

Como todos los años, desde que tenía memoria, los recolectores fueron llegando a la viña. Con sus canastas a un costado de su brazo, a la espera de que el sol se pusiera en lo mas alto para comenzar la rutina.

Inuyasha, ya con su alto porte…veía desde el porche como comenzaban a trabajar, su padre apareció tras el en unos momentos. No se inmuto, ni lo miró, solo se detuvo a su altura, quedando a unos pasos de distancia. A pesar de los cortos diecisiete que caían sobre Inuyasha, su altivez era una de sus tantas nuevas actitudes.

- no te parece fantástico, una nueva cosecha de dinero, justo frente a tus ojos.- dijo su padre con vos ruda.

Los años no habían pasado por ese hombre, seguía igual…parecía que había hecho un pacto con el demonio para conservar su juventud y fuerza, lo único que delataba su madures, eran unas pequeñas arrugas al costado de sus ambarinos ojos.

Inuyasha a pesar de haber crecido en esos diez últimos años, aun quedaba por muy debajo de la altura de su padre, quien lo sobrepasaba en mas de una cabezas de alto.

El niño que alguna vez había reído y brincado alrededor de los recolectores, había desaparecido. Dando pasó a uno con el mismo temperamento de su padre, pero con un carácter mas frió.

Sin siquiera mirar a su padre, el joven asintió levemente con la cabeza. Dando una ojeada vio como comenzaban con su labor más abajo. Suspiro aburrido y sin más se adentro a paso lento hacia la casona.

Inu tashio ni se inmuto ante la falta de presencia de su hijo a su lado, bajó los peldaños que lo separaban de la tierra y se encamino rodeando la casa por un costado hasta la caballeriza. Recibiendo un relinchido al momento de entrar en ella.

Pasó por alto uno por uno los cubículos donde se encontraban un sin numero de caballos, dirigiéndose con la vista fija hacia el fondo, en busca de Yukai.

Ahí lo vio, arrogante igual que siempre, alejado de los demás animales.

- demos un paseo…- ordenó ensillándolo. El animal no puso resistencia mientras su amo terminaba de amarrar la silla y le ponía la brida en el hocico. Pasó las riendas por encima de su cabeza y de un solo salto lo montó.

Recorrieron los parajes como cada día, no se preocupaba demasiado en supervisar la recolección, tenia hombres para eso.

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Inuyasha veía desde el ventanal de su recamara como su padre galopaba majestuosamente sobre Yukai.

Despreocupado de todo lo que lo rodeaba, solo era el y su fiel corcel. El mundo entero podía dejar de existir, pero mientras estuvieran juntos, nada malo pasaría…Aborrecía eso.

Su padre le tenía mas aprecio a ese entupido animal que a su propio hijo, pero eso ya no importaba. Nada importaba.

Su vista se vio inevitablemente dirigida hacia un lugar entre la vendimia, siendo atraída por un silencioso llamado.

Ahí la vio, aunque fue por una fracción de segundos la vio bella. Luego desapareció.

Suspiro, sabía que la nieta de Jhon, el trabajador más antiguo de su padre estaba de visita. Pero no había imaginado que sería tan hermosa.

- Inuyasha…pero qué haces ahí por dio niño.- Grito histérico Jaken entrando en la recamara.- te dije que las clases comenzaban temprano, llevas diez minutos de retraso.- exclamó sosteniendo un libro entre sus viejas manos.

Inuyasha no le miró, estaba arto de los continuos reclamos de su profesor. Supuestamente venía de una prestigiosa universidad, traído personalmente por Inu tashio, para la supervisión de los estudios que debía afrontar Inuyasha para algún día llevar correctamente todo lo que veían sus ojos.

Cuando era niño lo único que quería era dirigir la vendimia, pero con el pasar del tiempo y tras las continuas exigencias, ese sueño se fue convirtiendo mas en una pesadilla.

- comencemos con economía…- sentencio el hombre, tomando asiento en el pequeño sofá que se encontraba al final de la recamara, junto a la ventana.

El joven apenas lo miró, pero aunque intentara hacer oídos sordos, más tarde lo lamentaría. Su padre cada vez se volvía mas estricto, ya no le levantaba la mano constante mente, pero de todas formas lo reprendía de una u otra manera. Cuando se ganaba el enojo de él, parecía que sus golpes habían adquirido mayor fuerza al pasar de los años.

- cuando las cifras disminuyen.- contestó Inuyasha a una pregunta que le había hecho Jaken, para ver si estaba atento, le respondió sin apartar la mirada del horizonte.

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Más tarde, luego de la cena fallida entre padre e hijo. Inuyasha se escabullo entre las sombras de la casona, bajando silenciosamente por las escaleras y saliendo con gran precaución por la puerta.

Pero al poner un pie fuera, una pequeña brisa rozó su mejilla, trayendo consigo un agradable aroma a cerezo.

Ahí la vio nuevamente. Estaba sentada en uno de los escalones bajos. La luna bañando su cremoso rostro, su cabello confundiéndose con las sombras, sus ojos, que lo miraban sin expresión alguna, dos lagunas oscuras…

- hola…- saludó ella con su melodiosa voz.

- h-hola…- regresó con total nerviosismo, apartando su vista, al percatarse que había quedado embelesado contemplándola.

Sentía su intensa mirada clavada en él. Así que sin más se dejó caer junto a ella. Admirando despreocupado la luna, por lo menos eso era lo que quería demostrar.

- soy Kikyo…- dijo, aun sin dejarlo de mirar.

- Inuyasha.- Soltó, girando para quedar frente a ella.

- dime Inuyasha, que haces a estas horas aquí, querías escapar?.- Preguntó esta vez siendo ella quien apartaba los ojos y los dirigía a lo alto.

El joven ocultó sus orbes doradas tras sus parpados, embriagándose con ese suave aroma a flor de cerezo que desprendía ella.

- no, solo tomar aire fresco.- contestó simplemente, girándose igual que ella, contemplando el cielo nocturno.

Sin darse cuenta la charla fue fluyendo cada vez con más libertad. Inuyasha se enteró que ella había venido aquí por que sus padres habían tenido un altercado y no tenían otra opción que mandarla con su abuelo.

- te gusta el lugar?.-

- si, es hermoso y tranquilo.- le contestó con una tímida sonrisa.

-te vi esta mañana...recorriendo los parajes.- comentó estirando las piernas.

- enserio?. Para serte franca estaba perdida.-

Inuyasha pudo ver como las mejillas de ella se teñían de un suave rojo, resaltando su hermosura.

Las noches que siguieron a esa, fueron igual de agradables para el joven, la compañía de la muchacha lo reconformaba. De día, cuando no estaba siendo seguido por Jaken, el le relataba las leyendas del lugar.

Así pasaron los meses, Inuyasha cada vez se convertía en un hombre de presencia, su alto talle era más notorio. Pero eso no parecía confortar a Inu tashio, quien le exigía mas y mas.

La frialdad que le brindaba su padre solo era opacada por la felicidad de estar junto a Kikyo, con quien ya llevaba más de tres meses de noviazgo.

Los jóvenes estaban felices, aunque su padre no veía con buenos ojos esa relación, nunca intento oponerse. Sabiendo que su hijo no le rehuía ahora que podía, solo para asegurarse un futuro digno junto a esa chica.

- vamos Inu!, no me dejes así!, donde estas?.- gritaba preocupada Kikyo, viéndose sola entre la espesura del lugar.- Dios! quieres matarme!.- se quejo al recibir desde atrás un gran susto.

- no te enojes…me perdonas?.- se disculpó disimulando bastante mal su risa.

- no se si hacerlo, realmente ha sido un gran susto.- dijo con aire dolido, girándose para que Inuyasha no viese la sonrisa que tenia estampada en su rostro.

- solo era una broma…lo siento.- susurró abrazándola desde atrás, colocando su barbilla entre el hueco de su cuello.

- oh inu…- recargo su cabeza sobre la de el.

- Inuyasha tashio!.- se escuchó un fuerte grito provenir de la casa.

- debo irme, lo siento…- susurro dándole un calido beso en la mejilla.

- no te preocupes…- exclamó elevando la voz.

Lo vio correr hasta la ascienda, dejando un leve rastro de polvo en su camino.

Suspiró cansada. Cuánto tiempo más se podía demorar ese hombre en proponerle lo que ella tanto quería?, se estaba llevando su juventud, arriesgándose a que nunca se lo dijera…

- es un tonto…- soltó enojada cruzándose de brazos. Mirando con el ceño fruncido la manera en que Jaken lo reprendía nuevamente.- no te esperare eternamente Tashio…- se dijo a si misma, comenzando a caminar. Se sentía sucia, quería darse un agradable baño con agua fría.

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Los meses volvían a pasar, trayendo consigo el frió del invierno que pronto surgiría de entre las montañas.

Kikyo cada vez se desesperaba mas, hace unos días había cumplido diecinueve años y prontamente Inuyasha estaría en los veinte.

La noche del cumpleaños de Inuyasha, Kikyo por fin recibió lo que tanto anhelaba.

- aceptarías casarte conmigo?.- la forma en que lo pidió no fue muy del agrado de ella, puesto que había sido entre la solitaria noche, en el porche.

Ella quería que todos estuvieran presentes en ese momento. Y el anillo, no cumplía con sus expectativas, era totalmente censillo, apenas adornado con un pequeño zafiro.

- si…claro que si!.- dijo sin mas, luego pensaría en como cambiar el anillo por uno mas caro y lleno de diamantes.

Inuyasha se levantó y la beso, feliz.

Pero no todo fue como se lo esperaba. Al día siguiente, le informo a su padre la noticia, quien solo les dirigió una distante mirada a ambos y se fue. Sin mas, ni la mas mínima palabra.

Inu tashio no regresó a la mañana siguiente ni a las que vinieron. A pesar de la paz que había en el ambiente, y de la tranquilidad que podía disfrutar Inuyasha con su futura esposa, la preocupación por lo que le podía haber pasado a su padre aumentaba con el tiempo.

Pronto termino el invierno, y así comenzaron los preparativos de la boda, Kikyo no escatimaba en gastos a la hora de pedir lo que una novia como ella se merecía. Los mas caros floristas, las comidas mas exquisitas…

- estoy preocupado, van dos meses desde que se fue…pospongámosla, quiero ir a buscarlo.- dijo con pesar a la joven, quien solo lo miro enojada.

- el se fue por sus propios medios!, no quería vernos juntos…el intento comprarme, me ofreció una gran suma de dinero para que me fuera de tu lado.- mintió.

Inuyasha quedo mudo, y la rabia comenzó a crecer en su ser. La preocupación sincera que había tenido por su padre se vio rápidamente desecha.

- tienes razón…- exclamó con rencor.

- ahora clámate, quedan dos días para nuestro matrimonio, debes estar feliz.- susurró en su oído mientras lo abrazaba.- por que yo lo estoy.-

El la abrazó con fuerza, sin ver que en el rostro de la mujer, aparecía una sonrisa de placer.

Esa noche soñó, con cada uno de los maltratos que sufrió de su padre, de sus continuas evasiones, su desprecio. Despertó agitado, sudando.

- como desearía que estuvieses muerto.- susurró ocultando su rostro entre sus manos, apartándose su corto flequillo de su frente perlada en sudor.

Un fuerte relámpago lo hizo sobresaltarse. Luego vinieron las gotas de lluvia chocando contra el ventanal.

Miró perdido el cielo nocturno. Las estrellas ocultas tras el espeso manto de nubes ennegrecidas.

Aun recostado mirando el techo, colocó un brazo sobre sus ojos. La tela que lo cubría estaba hasta la mitad inferior de su cuerpo, dejando a la vista su bien formado torso, también perlado por gotas de humedad.

Su respirar agitado fue disminuyendo.

- tengo que dormir, si no Kikyo mañana me matará.- exclamó sin moverse.

Extrañamente no se sentía como debería, mañana se casaba con la mujer que amaba, pero en todo el tiempo desde que hicieron el compromiso, ella había estado distante, con la excusa de estar comprando las cosas para la boda.

Si hasta tenía invitado a más de la mitad del pueblo vecino, sabiendo que ninguno de los dos conocía a alguien de allí.

La ceremonia fue a su pesar mas larga de lo que creía en un principio, todas las personas desconocidas que estaban presente lo ponían nervioso. Y al ver a Kikyo con su vestido de novia, importado de Paris, no le resultó tan gratificante. Ahora entendía en que había gastado casi una fortuna.

Se había dejado convencer en el último momento de que ella comprara las alianzas. Y ahora que las miraba, la de ella estaba rebosarte de diamantes.

Ni el tacto de sus suaves manos pudo sentir, estaban totalmente enguantadas, solo al momento de deslizar el dedo en el anillo, tuvo la gracia de quitárselos.

La recepción fue corta a comparación de la ceremonia.

Kikyo no dejaba de parlotear con un grupo de… lo que suponía eran sus amigas.

No recordaba haberla escuchado hablar de ellas, pero ya no le importaba.

- veo que el novio no esta tan feliz.-

Elevó lentamente la mirada de su whisky al el emisor de esa voz, extrañamente familiar.

-Miroku…- exclamó sorprendido, dejando la copa a un lado, sobre la mesa en la que se encontraba afirmado.

- Inuyasha, viejo amigo!, cuanto tiempo…- dijo alegre, abrazándolo a modo de saludo, golpeándolo en la espalda.

- sigues igual de brusco.- se quejó cuando se apartaron. Con la mirada seria, pero con un brillo de alegría que hace tiempo no adquirían sus ambarinos orbes.

- perro, nunca pensé que te casarías!, lo pasamos tan bien en el corto periodo en que estuviste en la ascienda.- gritó incrédulo.

- si perseguir a las empleadas te parece divertido, pues si.-

Comenzaron a caminar, alejándose del tumulto.

- no podía creerlo cuando lo escuche, tu casándote!.- rió pegándole nuevamente en la espalda.

- deberías hacer lo mismo, necesitas a alguien que te pare los carros.- bromeo sabiendo que su amigo se ofendería.

- nunca! sabes que nadie domará a un alma libre como la mía!.-exclamó rebosante de orgullo.

Inuyasha lo miró divertido, su amigo nunca cambiaría. La relación que tenía con Miroku era una de las pocas que el definía como verdadera amistad.

- como esta sango?.- preguntó sin darse cuenta que los azulados ojos del hombre perdían su brillo.

- sabes que aun no me toma en cuenta, pero algún día lo conseguiré!.- volvió a gritar, con energía renovada.

- como digas, llevas diciendo eso desde los diez años.- suspiró sentándose en una roca.

- el amor es lo último que se pierde amigo…-

- es la esperanza.- rectifico.

-bueno, lo que sea…es la misma cosa- dijo restándole importancia.- este lugar cada vez esta mas hermoso.- silbó Miroku girando en torno a Inuyasha, admirando las hectáreas y hectáreas de arbustos que comenzaban a florecer.

- lo sé, pero aunque no lo crea estoy bastante cansado de todo.- botó una gran bocanada de aire luego de decir esto.

- entonces tu padre tenía razón al decirme que parecía que querías dejar el viñedo.- soltó con pesar.- el estaba bastante preocupado de que lo hicieras.-

- Cómo sabes todo eso?, cuando hablaste con él!?.- consultó levantándose de un salto.

- pues fue hace tiempo amigo, yo solo venía a darte una desagradable noticia….y me encuentro con que te estabas casando!, nunca dijo nada de eso, supongo que lo sabía?.- preguntó mirando de medio lado a Inuyasha.

- si…pero donde está!, por que demonios…donde está!.- repitió tomando del cuello a Miroku, elevándolo unos centímetros del suelo.

-lo siento Inuyasha, pero tu padre esta muerto…-

Las palabras fueron pasando lentamente pos u cabeza. Muerto. Había escuchado bien?.

- mientes…- susurró incrédulamente, soltando lentamente el agarre.

- por desgracia no es así…lo sie.-

- de que!.- lo interrumpió, dejando caer pesadamente sus manos a cada costado de su cuerpo.

Miroku lo miró acongojado. A pesar de todo lo que había pasado, sabía que su amigo más que querer a su padre lo admiraba.

- tu padre sufría del corazón, por lo que me dijo el medico…tenia los días contados.- explicó con pesar, viendo como poco a poco su amigo se iba sentando nuevamente sobre la piedra.

-por que nunca me lo dijo…- susurró pasándose una mano por sus cortos cabellos, angustiado.

- lo mas seguro era que no quería preocuparte.- posó su mano derecha sobre el hombre izquierdo de Inuyasha, brindándole apoyo.- sabes que no le gustaba que le tuviesen pena…-

- odiaba siquiera si alguien lo viera aunque fuesen por unos momentos flaquear.- exclamó riendo amargamente.

- hay algo más primo…- habló seriamente, dándole un leve apretón en el hombro.

- Qué?, que te falta por dejarme caer.- Lo miró expectante, cuando Miroku le hablaba como primo, era que algo andaba muy mal. Se sentían mas como amigos, que como los familiares que eran.

- es sobre el testamento que dejó…-

Inuyasha se puso de pie con la misma lentitud con que se había sentado.

- dicen que lo tiene una mujer, y que tu padre le dio ordenes explicitas de no aparecer hasta dentro de un par de años mas…- le informó retrocediendo con la vista en el cielo.

- qué significa eso…- suspiró con la mirada perdida en algún lugar del horizonte.

- estas en la ruina Inuyasha, sin un solo dólar de tu padre hasta que ese documento aparezca.- exclamó seriamente.

- no te preocupes, se valerme por mi mismo…aun me queda dinero de la herencia de mi madre.-

- que bien, por que lo necesitaras… tu novia, perdón…esposa.-rectificó, girándose mirando hacia la ascienda, donde aun se veían un par de grupos, conversando.- parece una mujer de gustos caros, y si es así…estas en problemas.- miró con pesar como su amigo daba un gran suspiro.

- lo entenderá…si realmente me ama, lo hará.- sentenció siguiendo a su amigo hasta la casa.

Los rayos anaranjados bañaron la figura de un hombre de futuro incierto, caminando hacia su presente, sin pensar que ese no sería exactamente su futuro.

La noche se dejo caer con su oscuro manto. A lo lejos se escuchaba el llanto de una mujer, gritando desconsolada…

Continuará…

Bien, qué tal?, para ser mi primera vez escribiendo un fic de Inuyasha quede bastante contenta xD
Realmente espero sus comentarios, saber que les pareció este primer capitulo…Aunque me explico para quienes no son yo y no saben que sigue :p
Pues verán, este capitulo, como bien dice es un prologo, se sitúa en el presente, pero a la vez en el pasado, o sea, que a partir del siguiente capitulo, avanzaré un par de años. Esto era para que conocieran todo lo que tuvo que pasar el pobre de Inuyasha, y así entenderlo mas adelante.
Pasé los años con mucha rapidez xD
y no les doy mas por que le quita lo misterioso xD jiji.
El próximo capitulo estará arriba lo mas seguro dentro de esta semana, si es que les gustó el fic, claro ..u

Capitulo dedicado a mi twin!, que esta pronta a sumar una velita mas en su pastel de cumpleaños xD

Un saludote!! Y espero que nos sigamos leyendo T.T

Akari-aoi (Twin2 xD)