DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.
AVISO: Este fic es mi regalo de cumpleaños para LadyChocolateLover.
N/A: ¡Hola! Como he venido avisando, hoy es el cumpleaños de mi OTP, así que, como en los últimos años, traigo mi regalo para ella.
Lady, espero que este fic contribuya a que pases un día genial y que al menos se parezca a lo que tenías en mente. Lo he escrito con mucho amor (y me ha encantado, la verdad, ya sabes que soy una sucker for la epoca austeniana) y espero que te guste. Feliz cumpleaños, OTP.
Información sobre el fic: Será un three-shot AU (sin magia) ambientado a principios del siglo XIX. Y, por supuesto, dramione. Publicaré un capítulo cada dos semanas (lo siento, Lady, necesito tiempo para escribir), los lunes.
Espero que os guste. N/A~
Venganza y esplendor, parte I
1798
Lyra Malfoy era lo que cualquier joven de alta cuna debiera ser: joven, hermosa, instruida. Su vida había estado llena de placeres: no tenía más que conjurar en su mente el objeto de su deseo y cualquiera en su familia se aseguraría de que lo consiguiera al momento. Por eso, cuando el rey Thomas II el Innombrable empezó a cortejarla, todo el mundo pensó que aquella joven de veintidós años no podía pedirle nada más a la vida. Cuando se comprometieron, la fiesta que celebró el rey en honor a su amada duró días, y todos pensaron que la futura reina no podía ser más feliz.
Sin embargo, cuando Draco miraba a su hermana, no veía a una joven deseosa por casarse. De hecho, a medida que pasaba el tiempo, Lyra iba apagándose cada vez más, hasta convertirse en un cervatillo que miraba con ojos asustados a su alrededor.
—¿No te parece todo esto encantador? —Draco reclamó la atención de su hermana, que iba cogida de su brazo. La joven se mostraba ausente, pero en cuanto se dio cuenta de que le hablaba a ella, sonrió y se giró hacia él.
—Creía que no te gustaban las fiestas —señaló.
Draco miró a su alrededor. Era el cumpleaños del rey y había invitado a toda la nobleza británica y a algunos extranjeros a la celebración. Ellos dos habían acudido con sus padres, los condes de Wiltshire, pero se habían separado nada más entrar, porque a ninguno le apetecía tener que aguantar las felicitaciones de boda y los halagos de los asistentes.
—Y no me gustan —afirmó Draco—. Pero cuando vengo acompañado de la mujer más guapa de toda Inglaterra, vale la pena ver las miradas de envidia de la gente. —Miró a su alrededor de nuevo con una sonrisa maliciosa—. ¿Qué crees que desean más, nuestro dinero o nuestra belleza?
Lyra rio y un peso se quitó del pecho de su hermano. Últimamente su hermana no reía tanto, y echaba de menos el sonido.
—Mírate, con veinte años y siendo todo un bribón. ¿Qué pensaría tu querida Hermione si te escuchara hablar así?
Draco soltó una carcajada.
—Está demasiado enamorada de mí para preocuparse por ese tipo de cosas. —Sonrió al pensar en la muchacha; aunque ya tenía su reputación ganada de Don Juan, la hija de Harold Granger, duque de Cornualles, tenía algo que lo fascinaba. Quizá era que no se parecía a las demás jóvenes: no intentaba engatusarlo con sonrisas falsas y miradas seductoras. Aunque dudaba que pudiera hacerlo aunque quisiera, pensó con diversión.
—Draco… —La voz de Lyra sonaba preocupada de repente. Su hermano la miró con atención y ella separó los labios para seguir hablando, pero pareció cambiar de opinión sobre lo que iba a decir—. ¿Prometes que me guardarás el primer baile? —preguntó con una sonrisa.
Él torció el gesto.
—No creo que a su majestad le haga gracia que le robe a su prometida para el primer baile, por muy hermano tuyo que sea.
La expresión de Lyra se ensombreció.
—No soy de su propiedad.
Draco se asombró porque tales palabras pudieran salir de los labios de su hermana tan abiertamente delante de toda aquella gente. Miró a ambos lados, preocupado, pero no parecía que nadie los hubiera escuchado.
—Lyra —guio a su hermana habilidosamente hasta un rincón, detrás de una de las columnas de mármol negro que bordeaban la sala—, ¿has cambiado de idea? Sobre la boda.
La joven apartó la mirada, bajando los ojos al suelo, pero no respondió. Entonces, súbitamente, se acercó a él con esa expresión perdida y asustada que no era la primera vez que Draco veía en ella.
—He oído cosas, Draco, cosas que no me gustan. Y tú no sabes cómo es cuando estamos…
En ese momento, se hizo el silencio en el salón y Lyra se obligó a callar, mordiéndose el labio con fuerza. Draco siguió mirándola, pero al oír la voz que empezaba a hablar, tuvo que girarse para prestar atención. Era lo mínimo cuando hablaba el rey.
—Amigos, bienvenidos. —Thomas Ryddle II, de la dinastía de los Slytherin, era un hombre alto, de cabellos negros y ojos oscuros, que pese a estar acercándose a los cuarenta años, seguía en la plenitud de su atractivo; aunque a veces este no era suficiente para atraer a las damas casaderas de la sociedad, puesto que también tenía fama de excéntrico—. Muchas gracias por asistir a mi cumpleaños, aunque supongo que siendo el rey, era esto o la cárcel. —Los asistentes rieron, aunque más de uno dudaba si era simplemente una broma o una amenaza velada—. Dentro de poco podréis comer, beber y bailar cuanto os apetezca, pero antes quiero hacer un anuncio importante. —Su mirada se paseó por el salón, pero frunció el ceño al no encontrar a quien buscaba—. Lyra, amada mía, ven a mi lado —llamó. Sonaba dulce, aunque había un matiz autoritario en su voz.
Draco miró a su hermana, quien tragó saliva con fuerza. Sin embargo, eran Malfoy, y los Malfoy nunca dejaban entrever su miedo. La joven se obligó a sonreír y avanzar entre la gente, que se hacía a un lado para dejarla llegar junto a su futuro marido. Cuando llegó al lado del rey, este depositó un beso en el dorso de su mano mientras la obligaba a subir junto a él. Si Draco no la hubiera conocido mejor, habría malinterpretado la expresión de Lyra como amor.
—Como sabéis, he encontrado por fin a la que será vuestra reina, pero todavía no teníamos fecha de boda porque mi amada —la miró con una expresión indescifrable— me había pedido que esperáramos un poco para poder disfrutar de las delicias de un compromiso. Sin embargo, he decidido que ya hemos esperado bastante —usaba el plural, aunque claramente solo se refería a él—: la boda se celebrará en dos meses.
Los asistentes a la fiesta estallaron en aplausos y vítores. Todos menos Draco, que miraba fijamente a su hermana, preocupado.
1803
El señor Smith, el hombre que vigilaba sus tierras, era severo y nunca se dejaba doblegar, excepto con su señora.
—Pero señorita Granger, ¡son ladrones!
Hermione suspiró y se levantó de la silla de su padre. Después de tres años, seguía haciéndosele raro ocupar su lugar, aunque siendo huérfana y propietaria de tantos bienes, era su obligación. Así que, cuando el señor Smith había acudido a ella para ver qué hacer con dos chicos que se habían colado en su propiedad para cazar algo, era ella quien debía tomar una decisión.
Al verla levantada, su empleado hizo lo mismo. La joven puso una mano en su hombro.
—Señor Smith, son niños hambrientos. No estaría bien avisar a la policía, ya sabe cuál sería el castigo. —En el mejor de los casos, una temporada en la cárcel; en el peor, la horca, puesto que la caza furtiva era ilegal.
La expresión del hombre se suavizó al darse cuenta de la verdad de esas palabras.
—¿Y qué hago con ellos, los suelto? —preguntó. Los mantenía atados a un poste en los establos.
Hermione se quedó pensando.
—Sí, pero primero haz que la señora Weasley les dé algo de comer. Y que también les prepare una cesta con comida para llevarse, probablemente sean los mayores de su casa y deban procurar alimento a su familia. Y dígales que si vuelven a verse en situación de necesidad, que acudan a mí por la entrada principal, no colándose por los bosques.
El señor Smith asintió y sonrió.
—Si me permite el atrevimiento, su padre estaría orgulloso de usted —dijo.
Hermione sonrió con tristeza ante la mención de su querido padre, pero no respondió. Cuando se hubo quedado sola, se sentó en una esquina de la mesa de caoba del escritorio, una pose muy poco femenina, y si la viera la señora Weasley, la regañaría.
En ese momento, llamaron a la puerta. Era el señor Weasley, su mayordomo.
—Señorita Granger, tiene visita.
Hermione frunció el ceño, otro gesto muy poco favorecedor a una dama de su posición.
—¿Quién es? No esperaba a nadie.
El señor Weasley le tendió una tarjeta de visita en vez de responder, aunque su expresión, normalmente risueña, había desaparecido. Cuando Hermione vio a quién pertenecía esa tarjeta, entendió por qué.
Habían pasado cinco años. Cinco años sin saber nada de él. Ni una mísera carta de despedida. ¿Qué querría ahora?
Por un momento pensó en despacharlo alegando alguna excusa, pero era la duquesa de Cornualles y no se dejaba amedrentar por nada. Como mujer que ocupaba un título que todos pensaban que debía pertenecer a un varón, no podía permitirse mostrar vacilación.
—Haz que pase a la biblioteca. —Era el lugar donde más cómoda y segura se sentía.
Hermione permaneció unos cuantos minutos más en el despacho de su padre (su despacho, se obligó a corregir), serenándose. Porque aunque no quisiera, Draco Malfoy seguía acelerándole el corazón, aunque ahora por un motivo muy distinto al de hacía cinco años.
Finalmente, inspiró hondo y se dirigió a la biblioteca.
Cuando entró, él estaba de espaldas a la puerta, admirando algún libro de la vasta colección de los Granger.
—¿Soy yo o tienes más libros ahora? —preguntó Draco, todavía de espaldas.
—Cinco años dan para mucho —respondió Hermione con frialdad—. ¿Qué quiere, señor Malfoy?
Cuando él se giró, Hermione vio que los años le habían sentado muy bien: tenía la mandíbula más definida y todo en él gritaba seguridad y orgullo, desde su pelo rubio perfectamente peinado hasta la ropa, elegida con sumo cuidado para acentuar su atractivo.
—¿«Señor Malfoy»? Cuánta formalidad. Pero si ya nos conocemos, Hermione. —Se acercó a ella, pero la joven a su vez se alejó, deteniéndose ella también a admirar un libro de la estantería.
—¿Seguro? Porque yo que sepa, me trataste como a una extraña cuando te marchaste sin siquiera despedirte. —Cuando murió la hija mayor de los Malfoy y poco después su padre, Hermione intentó acercarse a Draco para reconfortarlo en su dolor, pero él no aceptaba ver a nadie. Poco después, desapareció, volviendo solamente para pasar cortas temporadas en Londres, donde se decía que cortejaba a todas las señoritas que podía.
Ni una sola vez se interesó por ella.
—Es verdad, y te debo una disculpa —admitió el joven conde. Hermione lo miró y, aunque parecía sincero, no parecía muy arrepentido, lo cual solo sirvió para acentuar su rencor.
—Ni te molestes. A estas alturas, ya no sirve de nada.
Draco no respondió, sino que se limitó a sentarse en uno de los cómodos sillones. Concretamente, en el que Hermione usaba para leer, algo que él sabía perfectamente.
—¿No vas a invitarme a té? —preguntó.
Hermione ocupó otro sillón, uno enfrente de él, y sonrió con los ojos entornados.
—Tengo la esperanza de que esta visita no sea muy larga. ¿A qué has venido, Draco? —preguntó. Porque era evidente que no había acudido a verla para enmendar los errores del pasado.
El joven sonrió de forma enigmática. ¿Cómo podía alguien parecer tan atractivo y a la vez cruel? Aunque ahora que lo pensaba, Hermione conocía a alguien así.
—He oído que nuestro amado rey está a punto de volver a comprometerse —dijo.
Hermione puso los ojos en blanco; así que a él también habían llegado los rumores.
—No sé a qué te refieres.
Draco soltó una carcajada.
—Venga, Hermione, nunca se te ha dado bien la falsedad. Todo el país sabe que el rey te ha marcado como su nuevo objetivo. —Para desagrado de Hermione, él tenía razón: el rey Thomas buscaba su compañía con demasiada frecuencia para ser simple casualidad.
—Y aunque así fuera, ¿a ti qué te importa? —inquirió ella a la defensiva.
Draco sonrió mientras negaba con la cabeza.
—En realidad, me importa mucho. Y, de hecho, me conviene que siga siendo así, porque necesito tu ayuda.
Hermione soltó una carcajada incrédula.
—¿Mi ayuda? —exclamó—. ¿Y bajo qué circunstancias, si puede saberse, conseguirás que mueva un solo dedo en tu beneficio?
Los ojos grises de Draco se quedaron clavados en ella mientras se metía la mano dentro de la chaqueta y sacaba algo. La mirada de Hermione se dirigió a aquel trozo de papel, que al principio no reconoció. Entonces, como un cubo de agua fría, el recuerdo la asaltó, y se llevó una mano a la boca.
—No puedes tenerlo todavía —masculló.
—Oh, sí. Sí que lo tengo, y pienso hacer que circule por todo Londres si te niegas a ayudarme. —Las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba en una sonrisa cruel de diversión—. Tu reputación está en mis manos, Hermione. No tientes a la suerte.
~N/A: ¿Qué os ha parecido? Creo que he dado la información suficiente para que os hagáis una idea de por dónde irán los tiros.
Lady, no me mates por cortar justo aquí, prometo que, si puedo, tendré el capítulo 2 el lunes que viene, aunque me he dado dos semanas de margen porque no quiero agobiarme y que me salga una caca por querer escribir deprisa y corriendo. Espero que te haya gustado :D
¿Me dejáis vuestras impresiones en un review? Os lo agradecería mucho. N/A~
MrsDarfoy
