Los personajes de esta historia no me pertenecen, son propiedad de Disney.


Ya no teníamos para comer, los últimos meses había estado trabajando diariamente sin descanso, viviendo al día, levantándome desde las cuatro de la mañana para regresar hasta las ocho de la noche a casa para llevar únicamente un trozo de pan, algo de agua y un poco de verduras o legumbres, donde en los buenos días podía hacerme de algún tipo de carne, no de calidad, pero era algo que no se podía desperdiciar. Luchaba todo los días por mí y por mi pequeña niña. Mi Anna, mi única hija, mi adoración.

Mi nombre es Hans Westergård, tengo 25 años y desde hace unos meses soy padre de un ángel.

Pero mi vida no siempre fue así, conocía lo que era trabajar, pero no de esta forma, antes trabajaba como máximo 10 horas al día, ya que junto a mi esposa, que trabajaba por las mañanas en el campo, lográbamos mantener muy bien esta familia. Pero lamentablemente, el día en que nuestra primer y única hija dio su primer respiro, mi amada Leah dio su último.

Me dijeron que no soportó el labor del parto, que era normal ya que eso pasaba más veces de las que uno se podría imaginar, pero yo sabía que no era lo único. Leah tenía problemas en el corazón y ella sabía que esto podía pasar, por eso mismo desde el momento que supo que estaba embarazada comenzó a ahorrar para que tuviésemos un poco de capital más, unos cuantos meses o quizás un año mientras nos reponíamos de aquella perdida diaria.

Pero ella qué iba a saber que todo ese ahorro lo gastaría en alcohol y mujeres para apaciguar mi dolor, aquel dinero no duró ni una semana para cuando vi que las cuentas estaban ya sobre mi puerta.

Tenía una hija, tenía un alquiler, tenía que darle de comer y hasta que no me vi en esa situación no lo entendí.

Me maldije y quise terminar con todo, pero escuchar los pequeños ruiditos que mi hija hacía al dormir me ayudaron a ver mejor y comprender que las cosas no se habían acabado. Había algo por lo cual luchar, alguien por quién luchar, así que desde ese día me he mantenido como hasta ahora.

Pero las cosas no estaban yendo bien, hace una semana que varios hombres llegaban diariamente a la fabrica y el Jefe siempre se mostraba preocupado, no era difícil imaginar que el trabajo terminaría pronto así que tenía que ver qué podía hacer entonces.

Intenté ir a distintos sitios, en bares, en bancos, trabajos de mantenimiento, cuidador en granjas, otras fabricas, incluso al campo, pero en ninguno había lugar para mí. El tiempo se estaba agotando y ya no sabía qué más hacer, fue entonces que se me ocurrió la única manera de salir de esto, pero aquello estaba completamente fuera de las normas que siempre me habían inculcado…

Pero si era esta la única forma de poder mantener a Anna, de poder darle aunque sea un trozo de pan para comer todos los días lo tenía que hacer.

En un comienzo salía de casa desde temprano a las calles a buscar blancos fáciles, personas a quienes poder robarles un poco de lo que tuviesen, y con el tiempo me hice bueno en eso, era muy cuidadoso, pero sabía que un día mi suerte iba a acabar.

Ese día llegó, cuando por fin había decidido ir por un "pez gordo" resultó que fue el más difícil para mi primera tarea. Él se dio cuenta y junto a su guardia me acorralaron en un callejón.

- ¡Por favor, no me haga nada, le devuelvo todo, por favor, yo sólo lo hago por necesidad! –decía desesperando.

- El robo no tiene justificación, hijo. –dijo con una voz tranquila pero severa aquel hombre de buen vestir.

- Tengo una hija y ella es muy pequeña aún, no tengo trabajo y a donde voy siempre me dicen que no hay espacio para mí. Ya no sabía que más hacer, no me lleve ante la justicia. ¡Se lo suplico! –dije sin poder contener las lagrimas – Soy lo único que Anna tiene, por favor…

Hubo un silencio, no quise siquiera levantar el rostro, le había intentado robar a aquel señor de la nobleza y mi vida dependía de lo que él decidiera. Mi vida y la de mi hija.

- Vamos a hacer esto, hijo, parece que eres un buen hombre, eres muy joven y tienes esta responsabilidad sobre ti, a pesar de lo que intentaste hacer tenías un buen motivo, relativamente hablando ya que no hay justificación para lo que has hecho, pero uno nunca sabe qué sería capaz de hacer por un hijo si estuviese en una situación así... –tomó mi mentón he hizo que lo viera – Yo tengo una hija de 5 años, y daría lo que fuera por ella, a mí no me importa que tu hija no sea una Princesa, una doncella o mínimamente parte de la nobleza, cuando tu hija cumpla los 16 años vendré por ella para casarla con mi heredera.

- ¿Quiere comprar a mi hija, mi Señor? – dije con los ojos atónitos.

- De cierto modo, pero míralo de esta manera, desde hoy, ustedes no volverán a pasar hambre nunca más, cada semana una carroza con alimentos y algo de oro llegarán a su puerta para que nada les falte, si tú deseas trabajar aún es asunto tuyo, pero yo haré todo lo que esté en mis manos para que aquella pequeña crezca sana y fuerte y en un futuro se case con mi hija.

- ¿Pero por qué? Hay mucha gente en la nobleza a la que no le importa casarse con alguien de su mismo sexo, ¿Por qué quiere a mi pequeña? –preguntaba sin poder entender nada de lo que estaba pasando.

- Mi hija es... un poco distinta al resto de las demás personas, por lo que no quisiera que esa distinción sea parte de rechazos ni malas lenguas que la afecten tanto a ella como a mi reino. Así que, si me permite decirlo de esta manera, cobrándome el favor de no encerrarlo en una cárcel de por vida y que su hija tenga una miserable vida pasando hambre y malos tratos en algún orfanato, le ofrezco esto, algo que dudo se pueda negar, joven…

- Hans, Hans Westergård

- Entonces… ¿Cuál es su respuesta señor Westergård? No se lo volveré a ofrecer de nuevo y dudo que alguien más en su vida lo vaya a hacer.

Aquel hombre me tenía en la palma de su mano, supo plantear sus ideas, supo darme en dónde más me duele, é tenía la única salida ante esta situación frente a mí. Esto significaba que ya no tenía que volver a robar, aquella horrible actividad que nunca hubiese deseado que mi pequeña se enterara cuando fuera capaz de hacerlo, ya no teníamos preocupaciones y Anna podría crecer sana y gozando de ciertos privilegios… Pero todo parecía tan maravilloso, me ofrecía tanto a cambio de un matrimonio, tenía que haber algo mal aquí, no todo podía ser tan fácil.

- Está bien, la mano de mi hija esta a su disposición. –dije aquello con un dolor en mi corazón.

Una parte de mi sentía que estaba haciendo bien las cosas y otra que estaba haciendo tratos con el mismísimo demonio, quizás exageraba, quizás no, pero no sabía realmente que era lo qué pasaría.

- No se arrepentirá joven Westergård, considérese parte de la familia –decía mientras daba pequeñas palmadas a mis hombros -, así que ya sabe lo que necesite, si necesita más alimento, si necesita medicinas, si Anna sufre de algo no dude en hacérmelo saber por medio de una carta y la ayuda llegará lo más pronto posible.

- Por favor, dígame que no hay nada malo en todo esto. –comencé a soltar con mucha aflicción - Cuando Anna sea mayor, cuando la aparte de mi lado, ¿Qué pasará? ¿Tan fácil es integrarla en sociedad? ¿Qué me garantiza que no será únicamente una esclava a la cual sólo tendrá como adorno para llevar papeleos y verse bien ante todos y dentro de casa será completamente distinto?

- Lo que mi hija vaya a hacer con ella no es asunto mío, mientras ella no sufra yo estaré bien con lo que decida hacer de su vida. Como dijo, un padre siempre hace todo por sus hijos.

- Pero… -aquellas palabras no me aclararon nada, incluso me crearon más ansiedad sobre lo que podría pasar.

- Vámonos. –le mandó a su guardia. –No lo olvide, mandaré por su hija dentro de 15 años.

Fue entonces que comenzó, aquella cuenta regresiva, aquel acuerdo del cual no vi ninguna salida, aquel donde no tenía si quiera voz ni voto, aquel donde no tenía idea qué depararía. Acababa de vender a mi hija a un Rey de un lugar lejano, no me dijo que la lastimarían, es más, cuidarían de ella hasta que llegara el momento de alejarse de mí, pero eso no me garantizaba nada.

No sabía qué había hecho, ¿Había mandado a mi hija a un pozo sin fondo sin siquiera saberlo? No tenía seguridad de nada.

Pero podía pensar que quizás aquello no era tan malo, quizás aquella pequeña de 5 años ni siquiera se enamore de mi hija y el acuerdo quede nulo, después de todo, él mismo dijo que haría lo que fuera por su hija, entonces si mi hija no era de su agrado podía fácilmente decir que no y no tendría que irse.

Viví con esa esperanza desde entonces.

Con los meses conseguí un nuevo empleo en otra fabrica, podía trabajar mucho menos tiempo y estar más con mi pequeña, puede que tuviésemos la vida comprada, que llegasen suministros cada semana, pero quería fomentarle valores desde temprana edad a mi hija. Había pisado mal en mi vida un tiempo pero podía remediarlo con ella, mostrarle que todo se gana a base de esfuerzo y dedicación, siendo noble, comprensivo y valiente ante cualquier situación.

Era sorprendente ver como crecía tan rápido, pero también aquello me asustaba y entristecía. Podía perderla tan fácilmente, como también podía verla sufriendo y con el corazón roto, no quería ninguna de ellas, pero no podía hacer nada.