Chat Noir miraba la bandeja llena de postres con indiferencia. Se veían exquisitos, pero no tenía ningún deseo de comerlos. Se encontraba lleno.
Y eso que siempre, pero siempre tenía lugar para el postre.
— ¿Estas bien? —Preguntó Marinette al ver que no tocaba ninguno de los postres. Algo extraño porque Chat Noir era de abalanzarse a cualquier cosa que fuera dulce.
El felino asintió en respuesta.
— Estoy lleno.
Por primera vez, no le hacía falta un dulce para reemplazar el amor que ya no estaba por la ida de su madre. En frente de él, se encontraba lo que necesitaba, porque ella es dulce y su corazón que latía aceleradamente con tal solo verla, le decía que era la única que podía darle el amor que le faltaba.
Así que sin esperar más tiempo. Puso las palmas de su mano sobre la mesa, sobresaltando a Marinette que estaba mordiendo un Croissant y al segundo el minino alzándose un poco, la besó.
Deleitándose con sus labios suaves y sobretodo dulces, mientras ella soltaba el Croissant sin esperar eso, el cual, rebotaba en la mesa y caía al suelo. Entretanto ella se derretía por el contacto, ese, que le obligó a cerrar los ojos y envolver sus brazos alrededor de su cuello, acercándolo para devolverle el beso con mayor entusiasmo, al dejarse llevar.
Donde, en el ínterin, el gatito saboreaba sus dulces labios, mientras que con su lengua relamía el azúcar de aquellos.
"Necesito algo dulce, necesito algo de amor"
Su lema seguía en pie. Pero ahora no necesitaba ningún postre.
La necesitaba a ella.
