Hace poco, trasteando en la página de LiveJournal donde se encuentran las famosas tablas de 30 temas, una de las cuales ya he completado y otra la tengo a medias, di con una tabla que no había visto: la tabla 30 besos. El desafío resultó irresistible, pero me siento incapaz de escribir treinta besos sobre una sola pareja, así que la dividí entre mis cinco OTPs de Avengers y asigné seis temas a cada una de ellas. Cada tema ha dado origen a un drabble, y esta vez, son drabbles de verdad: ninguno supera una única página de Microsoft Word.
Decidí comenzar con Clint y Natasha para ponérmelo difícil. ¿La razón? Bueno, aunque les shippeo mucho, son los dos personajes menos desarrollados en las películas, y el origen de esa relación tan compleja resulta oscuro. Por eso he intentado plasmar en estos seis drabbles esa atracción muda que sienten el uno por el otro. Teóricamente deben incluir un beso, en el caso de esta pareja son no-besos xD Intento transmitir en ellos que podrían haberse besado, pero sus personalidades y las circunstancias lo impidieron. De hecho, cada uno de los drabbles se desarrolla en una misión diferente.
Pero claro, eso sólo es teoría. Sólo tengo una manera de averiguar si he cumplido mi propósito, ¡y es leyendo vuestras opiniones! Así que, tanto si os gusta como si no, ¡contádmelo!
Disclaimer: The Avengers, sus personajes y ubicaciones no me pertenecen a mí, sino a Marvel y a Disney
1. Noticias
Era mediodía. Natasha recordaba eso.
Bueno, en realidad lo recordaba todo de aquel día. Era una de esas cosas que nunca se olvidan.
Los aviones atravesando aquellos dos edificios que eran la cumbre del mundo. El humo, las llamas, el desmoronamiento. Fue como ver en directo la caída de un imperio. Y aunque ella ya lo había visto innumerables veces, contempló en un silencio solemne mientras a su lado Clint mantenía los ojos fijos en la pantalla con estupor. Se quedó congelado viendo, con el mando del televisor en la mano, cómo se tambaleaba la cima del mundo. Cómo la más atroz de las amenazas, el terrorismo, hacía trizas aquel sentimiento común de invulnerabilidad que el Estado garantizaba a todos los ciudadanos del país más poderoso sobre la faz de la Tierra. El país en el que él había nacido, el país al que servía. Su país.
Natasha no se atrevió a hablar. Hacía mucho que había abandonado no sólo su sentido del patriotismo, sino el propio concepto. Pero trabajaba para el Gobierno de los Estados Unidos y estaba rodeada de personas que, a diferencia de ella, sí lo observaban. Clint era uno de ellos, y por respeto a su dolor, calló. Podía entender su impotencia, aquel sentimiento de que, de haber estado en Nueva York, él, un espía de élite, podría haber hecho algo. Pero S.H.I.E.L.D. les había destinado en Berlín, donde la persecución de un maníaco asesino en serie que había aterrorizado a tres Estados con sus brutales crímenes y que había dado esquinazo a los federales huyendo a Europa parecía ahora, en comparación con aquel brutal ataque, un mero subterfugio para evitar la intervención de S.H.I.E.L.D. en Nueva York. Porque, ¿cómo era posible que aquella organización, que todo lo sabía, no hubiese prevenido la masacre? La espía se hacía las mismas preguntas que, sabía, atormentaban a su compañero. Sólo que a él le atormentaban más que a ella. Natasha había sido rusa. Clint aún era americano.
Discretamente, la espía hizo amago de abandonar el pequeño salón del piso de alquiler desde el que iban a buscar a su presa. Natasha no era de esas personas a las que se les da bien ofrecer consuelo, y en casos como aquel, nada de lo que ella pudiera decir lograría que Clint se sintiera mejor.
En realidad, era así con casi todo, pero cuando ocurría una desgracia, la gente se sentía obligada a decir inútiles palabras de ánimo. No era su caso.
Se encontraba ya en el umbral cuando oyó la voz de su compañero:
-Nat.
La espía se giró. Por primera vez desde que encendió el televisor, el rostro de Clint estaba vuelto en otra dirección, y la miraba a ella. Natasha se dio cuenta de que, aunque transgrediese sus propios principios, iba a quedarse, porque él la necesitaba. Así que volvió sobre sus pasos y tomó asiento en el sofá, a su lado. Estaban muy juntos, y la voz del locutor del informativo se convirtió en un murmullo sin sentido cuando Clint y ella se miraron a los ojos. Él acercó entonces su rostro al de Natasha, muy despacio, como si fuera a besarla, sin cerrar los ojos. Ella entornó los párpados, esperando sus labios, dispuesta a darle un beso que transmitiera algo que las palabras de consuelo no lograrían ofrecer nunca. Sin embargo, Clint se detuvo a pocos centímetros y apoyó la frente en el hombro de aquella mujer a la que llamaban la Viuda Negra. Ella tuvo la sensación de que Clint podría haber llorado. Pero los espías no lloran ante las malas noticias.
¿Os ha gustado u os ha parecido basura? ¡No olvidéis opinar! ¡Gracias!
