Esta historia está divida en tres partes.

Pairing: Ginny x Harry; Harry x Draco.

Me inspiré en una canción de Britney Spears, llamada "Perfume".

Espero sea de su agrado.


PRIMERA PARTE

"I'M PARANOID"

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–Felicitaciones por tu graduación, Ginny.

Su madre, Molly, aún con la triste mirada que quedó como secuela de lo que tuvo que vivir en la Segunda Guerra Mágica, le dedicó una sonrisa de orgullo y un par de besos en sus mejillas.

–Gracias, mamá –respondió Ginny, apretando las manos de su madre, a modo de devolverle el gesto de los besos.

–Estamos muy orgullosos de ti –añadió su padre–, más aun con la oportunidad de que juegues Quidditch profesionalmente a partir del próximo año.

Sonrió y chilló de emoción antes de recibir el abrazo de su padre.

Todo parecía estar surgiendo de maravilla en su vida y eso solo la consolaba y reforzaba la confianza que tenía en sí misma.

Buscó tras sus padres, por si encontraba la verde mirada que tanto añoraba por ver. Molly notó el accionar de su hija, por lo que terminó por sugerirle que fueran a casa, donde todos la esperaban para celebrar.

Ginny no era tonta, supo desde entonces, que Harry iba a estar esperándola en casa.

No se equivocó y a los primeros brazos que saltó, fue a los de su novio: Harry Potter. Ron y Hermione miraban esa escena con cierta alegría regocijante, ya que estaban viendo a su amigo, por fin, más tranquilo al tener a su novia a su lado.

Su estancia –de Harry– en la remodelada casa del número 12 en Grimmauld Place se hacía tediosa, pensaba Ginny, por las cartas que solía mandarle, donde le contaba que cenar solo no le era muy agradable.

Algo que no le gustaba… era saber de la compañía que estaba teniendo su novio cuando ella estaba en la escuela, sin embargo, estaba celebrando su graduación, y Harry estaba a su lado. No había de qué preocuparse.

Estrechó la mano del chico cuando estuvieron sentados a la mesa, y si bien Harry le sonreía, Ginny pudo notar que Hermione y Ron lo miraban de una forma distinta a la usual… Lo miraban con cierta nostalgia.

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No habían pasado ni tres meses, pero cada vez que iba de visita a casa de Harry, veía salir chicas y chicos. Se quedaba en la esquina, siempre llegaba en el momento en que ya se estaban yendo. No es como si aparentaran haber estado de fiesta o cosas así, todos salían con muchos folios entre sus manos, pero Ginny no se quedaba muy conforme con eso ni muy tranquila.

No si ya sabía –y era un secreto a voces– que su amado Harry Potter era abiertamente bisexual.

Cuando ya estaba dentro de la casa de su novio, lo ayudaba a ordenar y organizar sus folios, en tanto checaba por si tenía alguna marca de labial o algún indicio de infidelidad.

Luego, abandonaba toda esa idea. Ya se estaba poniendo paranoica al pensar en cosas que no existen. Él estaba de novio con ella, no había nada de qué preocuparse.

¿Verdad?

Solían beber alguna bebida caliente, mientras hablaban de lo que hacían en su día, terminando acurrucados el uno con el otro, besándose con algún tiempo de intervalo.

Hasta que llegó ese día…

Ese día viernes, luego de toda una semana sin verse, puesto que Harry estaba muy ocupado con las labores de auror y Ginny, con sus entrenamientos, él con suerte le sonrió cuando la recibió.

Al momento de sentarse en el sofá, él no la abrazó hasta que ella lo hizo ni tampoco la besó si no es porque ella le pide un beso.

–¿Te pasa algo? –le preguntó–. Estás extraño.

–No es nada –su respuesta fue seca y cortante, a pesar de que tenía una sonrisa en el rostro–, solo estoy cansado.

Excusa barata, pensó, pero no tenía ganas de tener una discusión. Tal vez, te creo.

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–Ha estado actuando raro desde hace un mes.

Luna estaba atenta a las palabras de su amiga, aunque su vista estuviese clavada en el paisaje del lugar en el que estaban. No era un secreto que le gustase todo lo relacionado con la naturaleza. Hermione, en tanto, apretaba la mano de Ginny.

–¿Y se te ocurre algo al respecto? Digo, ¿crees saber lo que le pase?

–Me dice que está cansado, que eso es todo, que no me preocupe y siempre termina besándome la frente, pero porque se ve obligado a hacerlo.

–Yo creo que necesita un tiempo.

Ambas chicas miraron a la rubia, que se quitaba los mitones y frotaba sus dedos sin apartar la vista de los mismos, sonriendo con calidez.

–¿Un tiempo?

–Es posible que Harry se sienta un poco presionado –inclinó su cabeza–. No digo que no te quiera, no obstante debe necesitar un tiempo para él, para poder convertirse en auror.

–Luna –dijo Hermione–, yo creo que tienes razón… Pero, por lo que conozco de Harry… –mordió un poco su labio, miró a Ginny, poniéndola un tanto nerviosa–, creo que mejor será que termines con él.

–¿Qué? ¡No! ¡No voy a terminar con él! ¿Por qué haría eso?

Hermione no respondió, soltó su mano y frotó las suyas, desviando la mirada de ella. Ginny, en tanto, se volvió hacia Luna, quien seguía sonriendo.

–Luna, ¿tú qué me aconsejas?

La aludida se giró un poco para verla, Ginny estaba muy expectante por lo que Luna le pudiese decir, sin embargo, la rubia solo se encogió de hombros, desviando la mirada de vuelta hacia el paisaje.

–Puede ser que Harry ya no siente lo mismo, que Hermione tenga razón y lo más sensato sea terminar tu relación con él.

–¿Por qué? –Ginny se estaba molestando un poco–. Si no me dan una buena razón…

–¿Qué otra cosa piensas hacer? –preguntó Hermione–. Dices que Harry está raro, distante y te dice que no es así, ¿verdad? Lo más sensato es que terminen o se den un tiempo.

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–¿Y? ¿Qué me aconsejas, mamá?

Molly estaba tejiendo, mientras Ginny mantenía una taza de chocolate caliente entre sus manos, esperando por una respuesta de la mujer que había logrado mantener un sólido matrimonio durante muchos años, y que seguía firme, a pesar de las desgracias que la Segunda Guerra Mágica dejó.

–Ginny, cariño –dijo en un tono muy suave–, siempre he pensado que eres una gran mujer, aun con tu corta edad. Nos sorprendes todo el tiempo, tienes una gran capacidad y voluntad a la hora de enfrentar cualquier problema, por más difícil que sea… Sin embargo, creo que la relación que mantienes con Harry… Si están teniendo problemas, solo ustedes son los únicos capaces de tomar las decisiones; por más que te aconsejen, la última palabra la tienen tú y él, nadie más.

–Mamá –intervino–, ese es el problema: no sé qué debo hacer. Harry insiste en que no pasa nada, pero está extraño, no está como antes. Desde que él empezó con…con… ¡con eso de ser auror!

–¿Qué te sugirieron Hermione y Luna?

Pero Ginny guardó silencio un momento, mantuvo la mirada fija en la taza de chocolate, dudando si era un buen momento para darle un sorbo, aun sabiendo que no tenía ganas de beberlo a causa del mal humor que tenía.

–Pedirle un tiempo o… terminarle –esa última palabra le sabía muy amarga.

Molly no dijo nada, había vuelto su total atención a aquella bufanda verde que estaba tejiendo. Ginny tampoco esperaba esperando una respuesta, así que decidió solo terminar la bebida caliente.

–Si no quieres terminar –dijo Molly, sin apartar la vista de la bufanda–, entonces pídele un tiempo. Estar separados podría servirles para pensar si se necesitan el uno al otro.

En el momento en que iba a responderle, la puerta de la Madriguera se abrió, y Ron hizo aparición, en compañía de George. Ambos estaban riendo, y al ver a Ginny, sus sonrisas se expandieron.

–¡Chicos! –exclamó la chica dejando la taza en la mesa pequeña–. ¡Qué bueno que llegaron!

–¿Te hiciste un tiempo de sus entrenamientos para venir a ver a tu familiar? –preguntó George.

–Claro, claro –observó a Ron–. Nunca había estado tan feliz de verte, Ron.

Y el aludido notó la doble intencionalidad en aquella frase.

–¿Quieres que hablemos de Harry?

No necesitó una afirmación, ya que la chica se le adelantó hasta el patio. Ron se quejó por el hambre que tenía, por lo tanto, Ginny tuvo que esperar que su hermano pasara a la cocina por algún bocadillo antes de salir.

Caminaron un poco, Ron no se demoró demasiado en devorar las magdalenas que había hecho su madre. Ginny jugueteaba con sus manos, un tanto incómoda, no sabía exactamente cómo plantearle la situación, ya que él no lo entendería, además de que era el mejor amigo de Harry…

–¿Me vas a preguntar si Harry está teniendo otros romances?

Se volteó de inmediato hacia su hermano, él miraba el cielo, despreocupado.

–¿Los tiene? –preguntó algo incrédula.

Claro, la incredulidad le duró poco, al ver que la expresión en el rostro de Ron indicaba que estaba dudando.

–Ron –insistió.

–Ginny –se detuvo, ella también lo hizo–, no soy quién para decirte esas cosas. Harry es tu novio, si está haciendo cosas que no debería, pues…

–¿Las está haciendo?

–No me corresponde decirte eso o no…

–¡Ronald!

–Puede que sí –miró hacia otro lado–. La verdad, Ginny, es que yo tampoco lo sé muy bien.

–¡¿Entonces por qué dices algo como eso?!

–Varias veces le he pedido que nos reunamos para ir a beber cervezas de mantequilla, como en los viejos tiempos, pero me ha cancelado más de una vez.

"Hoy no puedo, Ron, tengo visita".

"Estoy un poco ocupado, no podré ir con ustedes".

"Discúlpame con Seamus y Dean, pero alguien vino y no puedo pedirle que se vaya".

–¿Alguien? –preguntó Ginny–. ¿Una chica?

–No me dijo, no me dice quién es la persona que lo visita. No tengo ni idea.

No volvió a hablar, simplemente entró corriendo a la Madriguera, dejando a Ron solo y consternado.

Se encerró en su habitación y ahí se quedó, colocando un hechizo silenciador para no escuchar las recurrentes llamadas de Ron, que la había seguido.

No pensaba creer eso. Harry no podía estar engañándola.

–Todos están mintiéndome –decía, agarrándose la cabeza–. Me quieren hacer creer mi propia paranoia, eso es… Harry no está raro, solo está atareado. Sí, eso es. Harry está atareado y cansado, atareado y cansado, atareado y cansado, no tiene a nadie más, no me es infiel; atareado y cansado… Ginevra, tranquila, no es necesario terminar ni pedir un tiempo. Todo está bien, absolutamente bien.

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–Oye, Ginny –preguntó George–, ¿a qué hora llega Harry?

–No lo sé –se encogió de hombros–. Dijo que pasaría por mí cuando saliera del Ministerio.

–¿Quién?

Ambos se giraron para ver al chico de lentes hacer ingreso a la Madriguera. Antes de que Ginny pudiese saludarlo con un beso, Harry fue abordado por Molly, quien lo abrazaba y le hacía una infinidad de preguntas acerca de sus estudios y su vida en solitario.

No estuvieron mucho rato en la Madriguera luego de que él llegara, porque iban a un restaurante, y debían llegar puntualmente para no perder la reservación.

Ginny había escogido su mejor vestido, aquel mismo que ocupó en la boda de Fleur y Bill, y al ver a Harry, si bien también tenía un toque formal, al ocupar una camisa –sin corbata– y unos pantalones de tela, no le parecía que estuviese muy arreglaro.

Bueno, él nunca se ha sabido vestir con propiedad, a menos que alguien lo ayude, pensó Ginny, y no, no estaba equivocada.

En el momento en que estaban por entrar al restaurante –muggle, por cierto–, Ginny entrelazó sus brazos, sobresaltando por poco al chico. Cuando intentó tomar su mano, Harry también tardó en reaccionar.

–¿No te parece que es una noche agradable? –comentó Ginny, antes de llevar un bocado del risotto de camarones.

La mesa que se les había asignado, estaba en la segunda planta del restaurante, y aunque tenían una vista privilegiada de Londres, estaban separados del clima frío por las ventanas.

–Sí –respondió Harry, pero él no la miraba, parecía hipnotizado por la vista, ni siquiera había probado un bocado de su crumble de salmón.

–¿Puedo hacerte una pregunta?

Él reaccionó ante eso, mirándola y sintiendo cierta incomodidad al notar su mirada molesta. Bajó la vista hasta su plato para empezar a comer.

–Claro, hazlo –dijo Harry, llevando un bocado a su boca.

–¿Eres feliz?

–¿Qué clase de pregunta es esa, Ginny? –rio nervioso.

–Con nuestra relación… ¿eres feliz?

Harry limpió las comisuras de sus labios con la servilleta, apretó sus labios un momento; Ginny estaba sintiendo su corazón acelerarse cada vez más, tenía miedo de que la respuesta de Harry fuese un rotundo no.

–Tú y yo –empezó a hablar– nos llevamos bien, ¿no? Somos amigos, pasamos por una situación parecida con respecto a Voldemort… Congeniamos bastante bien, eres bonita, inteligente, divertida, deportista, te gusta el Quidditch –rio un poco, ella también lo hizo–. No entiendo por qué no podría ser feliz con nuestra relación.

–Es que no siento que lo demuestres demasiado –dijo Ginny–, además… Acabas de recalcar que somos amigos.

–Pues lo somos, ¿no?

–Somos novios.

Harry no dijo nada, volviendo a llevarse un bocado de crumble a la boca, Ginny se estaba desesperando un poco al respecto.

–Harry…

–¿Por qué no terminamos la cena tranquilamente? Si quieres, después podemos hablar.

–No quiero –respondió–, quiero que me digas ahora mismo… ¿Quieres seguir con nuestra relación? –Harrry no respondió–. No te quedes callado.

La voz de Ginny se iba quebrando de a poco, y ella ya sentía que su labio estaba temblando, y esa era una sensación que no le estaba dando buena espina. Harry alzó la copa de champán, Ginny se quedó un tanto confundida.

–¿Tú quieres? –preguntó Harry, sonriendo–. Si es así, seguiremos la relación.

–Esto no se trata de si yo quiero o no –se quejó.

–Ginny, ¿sabes? No creo que este lugar sea el adecuado para discutir esto –bebió un sorbo de champán.

–Vale.

Terminaron la cena, en un silencio que solo era interrumpido por comentarios insignificantes acerca de lo deliciosa que les resultaba la comida. Harry estaba de buen humor, sonreía bastante y parecía disfrutar, en verdad, aquella cena.

Pero Ginny sentía que la comida le pasaba con espinas por la garganta. Tenía miedo de lo que pudiese salir en la conversación que estaba por tener con Harry y solo quería que el chico terminara de comer lo más rápido posible, así la espera no sería tan agobiante.

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–¿Y bien? –dijo Ginny–. ¿Hablaremos aquí?

Harry los había transportado a Grimmauld Place, y ella estaba sentada en el sofá mientras que él preparaba un poco de té en la cocina.

–Dame un minuto.

La pelirroja bufó, mantuvo la mirada fija en sus rodillas y luego en sus manos. Alzó su brazo izquierdo y observó con detención el mismo hasta llegar a su mano, en sí en sus dedos. No solía fantasear con la idea del matrimonio, todavía se consideraba muy joven como para casarse, pero viendo las circunstancias, quería convencerse de la idea misma…

Harry llegó con ambas tazas de té, entregándole una a Ginny.

Ella esperó a que el chico dijera algo, aunque sea que le comentara cómo estaba el té, cualquier cosa insignificante, sin embargo, no lo hacía, solo bebía té con suma calma. Ginny ya estaba perdiendo la paciencia.

–Harry –llamó, dejando su taza en la mesa de centro–, quiero que me digas inmediatamente…

–Quiero que nos demos un tiempo, Ginny –interrumpió dejándola de lo más perpleja–. Siento que nos hemos visto muy poco este último tiempo y creo que nos haría bien para pensar si nos necesitamos y queremos como lo hacíamos en un principio.

–¿Estás dudando de mi amor? –cuestionó.

–No, Ginny, no dudo de tu amor, pero sí dudo del mío.


La segunda parte será publicada el domingo 17 de junio.

Gracias por leer, xx.-