DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.
AVISO: Este fic participa en el Reto #16: "Los opuestos" del foro Hogwarts a través de los años.
¡Hola! Bueno, no quería apuntarme de nuevo, pero ya tenía ganas de escribir algo medio Wolfstar, medio Merodeadores, medio McGonagall con dolor de cabeza.
[Bromista/Serio]
«Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria». Isaac Newton
ATRACCIÓN GRAVITACIONAL
I. El (im)perfecto prefecto
Minerva McGonagall observaba con solemnidad a los dos nuevos prefectos. La verdad era que estaba orgullosa de su elección, pero no podía evitar sentir cierta desconfianza, especialmente hacia uno de los prefectos.
―Entonces, ¿todo claro? ―preguntó.
Ambos estudiantes asintieron.
―Señorita Evans, ¿podría dejarnos a solas?
Lily Evans miró sorprendida a la profesora y luego a su compañero de casa, pero no dijo nada y se apresuró en coger sus cosas y volver al Gran Comedor.
Cuando se quedaron solos, Minerva clavó sus ojos verdes en el chico. Había crecido desde el curso anterior, y también había cogido algo más de color, sin duda debido a las peripecias veraniegas de sus imparables amigos.
Remus Lupin le devolvió una mirada tranquila, una que, por un momento, te hacía olvidar que el joven apenas tenía quince años.
―Bueno… ―empezó Minerva. Se recostó sobre su silla y juntó las yemas de los dedos debajo de su barbilla―. Supongo que sabe que ser Prefecto incluye ciertas responsabilidades.
Remus asintió.
―Vigilar que nada altere el buen funcionamiento del colegio, hacer guardias nocturnas, encargarse de los alumnos de primero, quitar puntos cuando sea necesario… ―enumeró.
―Y castigar a los que infringen las normas ―añadió Minerva, lanzándole una mirada significativa.
El muchacho la miró como si no hubiera estado en aquel despacho decenas de veces, respondiendo por una u otra travesura perpetrada por él y sus amigos.
―Por supuesto, profesora. Me tomo muy en serio este cargo.
―Me alegra oír eso. No me gustaría tener que castigar a un prefecto de mi casa porque se deja arrastrar por sus amigos… ―Ambos sabían perfectamente que Remus solía ser el cerebro pensante de su grupo de amigos, pero ninguno lo mencionó―. Intente controlar al señor Potter, hágame el favor. Y al señor Black, que no altere al señor Potter. ―Se quedó pensando por un segundo―. ¿Sabe qué? Con que mantenga a raya al señor Black me doy por satisfecha.
Las comisuras de los labios de Remus se curvaron hacia arriba casi imperceptiblemente, pero volvió a su expresión seria habitual rápidamente.
―Le prometo que intentaré que Sirius se quede quieto. Al menos unos días ―añadió con cierta sorna.
Minerva asintió, satisfecha. Con aquello se conformaba.
―Bien, querido, mucha suerte.
Remus se levantó y cogió sus cosas.
―Buenas noches, profesora. Nos vemos pronto.
Minerva suspiró.
―Espero que no.
El muchacho no respondió, pero sus ojos brillaron con diversión.
